–Usted ha dicho que conoció Perú y algunos hechos espeluznantes como asesinatos, desapariciones y tortura a través de su trabajo en la Defensoría del Pueblo y. ¿Cómo fue que esos temas se transformaron en la novela Abril rojo? –Quería escribir de la violencia y la guerra, pero la realidad era demasiado horrenda para ir y ponerla en un libro. Era el tipo de historia que a cualquier lector hace para atrás. De modo que era necesario coger todo el material de esa violencia transfigurarlo y darle un orden, para lo cual me sirvió el género del asesino en serie. Se convirtió en una buena historia de intriga que habla de lo que yo quería sin que el lector vomite en la página tres. –¿Por qué lo intrigó ese tema? –Nos gusta la violencia; de hecho, hay que ver a directores como Quentin Tarantino o Martin Scorsese o escritores como Mario Vargas Llosa. Las historias que hablan de violencia y hablan de muerte nos ponen en contacto con lados oscuros de todas las personas, con nuestro pequeño psicópata. Yo quería escribir acerca de la violencia, quería un escribir un thriller que le interesara a la gente. –A un año de ganar el Premio Alfaguara con esta novela y después de que el libro haya recorrido toda Hispanoamérica, ¿cuál cree que es el aporte de esta novela a la literatura latinoamericana? –La literatura latinoamericana descuidó el tema político, quizá por el desencanto de los 90. América Latina está en la resaca de los 90: la década en que pensamos que todo iba a ir bien, que todo estaba arreglado y que ya iba a ser maravilloso; ahora resulta que seguimos teniendo los mismos problemas. Entonces hay mucho interés en la novela de alguien joven (él) que vuelve a escribir sobre política. También interesa mi manera de hablar de política: no es una novela hecha para defender una ideología. Usa muchos elementos del cine y del audiovisual, cosa que antes no se hacía para hablar de política. Tras el periplo que he hecho con esta novela, lo que más me ha impresionado es que somos igualitos. Cuando voy a Colombia, el tema de la violencia guerrillera les resulta familiar; en argentina es el tema de la violencia de Estado y en México el tema de la corrupción. Incluso, aquí en Costa Rica, siendo este un oasis democrático que nunca tiene golpes de Estado ni guerrillas ni ejército, encuentran cercano el tema de la corrupción. Son cosas que están en el libro yen los que la gente se reconoce. –Usted dijo en una entrevista que al contrario de otros países con dictaduras militares, los derramamientos de sangre y la violencia en Perú se produjeron durante gobiernos democráticos. ¿Por qué hasta ahora que en Perú se enfrenta esa violencia desde la literatura? –Perú trataba de no mirar lo que había ocurrido por miedo a hablar. El cambio vino cuando la Comisión de la Verdad investigó las muertes y emitió un informe, lo cual produjo un escenario de reflexión en Perú. Allí se inserta esta literatura. “Me interesaba mucho en el caso de Perú –y creo que es válido para cualquier guerra– como el mal se convierte en un bien colectivo, en una propiedad compartida donde todos decidimos que el otro es malo y, por lo tanto, nuestros crímenes contra él quedan justificados”. –Sus novelas Pudor y Abril rojo tienen a la muerte como protagonista. ¿Por qué siente tanta fascinación por ese tema? –Me fascinan los temas que le importan a todo el mundo: amor, muerte, soledad, sexo, big stuffs –grandes temas–. Cuando escribo una novela trato que sea una historia que pueda interesarle no solo a peruanos, sino también a costarricenses y a otros porque tengo traducciones en Turquía, Francia, Estados Unidos, Bulgaria. Esa gente debe encontrar en esas historia algo que las atrape y, sobre todo, que los emocione porque uno lee para emocionarse y vivir otras vidas; en un segundo término, uno lee para reflexionar. “No escribo novelas sobre temas peruanos, sino sobre temas humanos y la muerte es el más fascinante de ellos. Si hay algo que todos sabemos es que vamos morir. Quizá seamos pobres o ricos, nos vaya mejor o peor, nos enamoremos o no, pero de que nos morimos, nos morimos. La paradoja es que nunca sabremos como es la muerte. Este es un gran tema para novelar”. –Usted se ha definido como un narrador de historias. ¿Qué tipo de narrador es? –Yo he hecho de todo: novela, libros periodísticos, musicales, guiones y hasta discursos políticos, género de ficción muy desarrollado en mi país. –Antes usted justificada tal versatilidad por 2el hambre, porque tenía que comer2, pero con este jugoso premio la situación cambió… –Sí, antes sí era porque necesitaba trabajar. Ahora me considero un hombre privilegiado y a cada momento me detengo a agradecer lo que tengo. Ahora puedo escoger mis proyectos y viajar mucho. –¿Lo abrumó la fama que le dio el premio en Hispanoamérica? –No; además no soy tan conocido como Ricky Martin. Solo en Perú, quizá alguien me reconozca en la calle. A mí no me abrumó, será que soy un gran exhibicionista. Yo agradezco lo que el premio me ha dado porque me ha permitido conocer a mucha gente. “Algunos escritores se horrorizan con la promoción, pero si queremos que la gente nos lea tenemos que acercarnos a ellos y contarles de qué se trata nuestro libro. A mí siempre me ha molestado el elitismo literario. Yo creo que se pueden escribir buenas novelas profundas con un lenguaje cotidiano y que sean un placer de leer. La mayor parte de la gente cree que la literatura es algo muy difícil y algo que hay que respetar mucho porque es como de sabios. Los escritores hemos hecho bastante poco por acercar la literatura a la gente, así que si la promoción me permite hacerlo yo estoy orgulloso de hacerla”. –¿A qué se debe que rechace esa literatura elitista? –Es una cuestión generacional. Durante todo el siglo XX hubo grandes discursos sobre la realidad, en particular dos, y estabas en uno o en otro. El escritor miraba la realidad y decidía si se parecía o no al discurso que él sostenía. Ahora vivimos en un mundo de mass media, así que qué le vas a creer a un intelectual que está encerrado en su cuarto leyendo y que te dice lo que él sabe. “Esta situación ha hecho que los escritores de mi generación nos bajemos del pedestal de la sabiduría y sepamos que no tenemos todas las respuestas y que es mejor que nos las tengamos. Creo que tenemos un acercamiento más humilde a la literatura y la consideramos como un trabajo maravilloso”. –Usted ha tratado de diferenciarse de Mario Vargas Llosa, pero lo siguen comparando con él. ¿Considera esto un estigma? –He intentado diferenciarme sin ningún éxito. Me pasa como con mi papá: llevo casi 32 años tratando de no parecerme a mi papá, pero llevo su nariz. Supongo que con Vargas Llosa pasa lo mismo: uno tiene que tratar de hacer algo distinto para no crecer bajo su sombra, pero a la vez él está en tu ADN, creciste con él. “Sin embargo, el hecho de que existiese él te hacía sentir que tú también podías ser escritor porque ya había un peruano que era un gran escritor. Además, él ha sido muy amable y atento conmigo”. –Es un fanático del blog (bitácora en internet). ¿De qué le sirve este medio? –Hubo cambio en mi blog del año pasado a este. El año pasado estaba viviendo muchos cambios y estaba viendo muchas cosas, así que el blog se convirtió en una crónica de eso. Esta segunda temporada, este segundo año, estoy jugando más con lo cotidiano, con las cosas de la vida cercana. “El blog es un campo experimental: no tienes las demandas de un periódico ni de un libro; es un juego que planteas con gente que habla contigo. El blog no es solo el texto que pongo yo, sino que lo construimos todos conjuntamente. Es una experiencia distinta que me apetece probar”. –¿En qué proyectos está trabajando? –En julio montarán un musical que escribí yo. Se está editando una selección de textos del blog del año pasado. En octubre publico un libro periodístico con historias de la cúpula de Sendero Luminoso. –¿Y qué pasó con la novela? –Sí, me acuerdo que antes escribía eso (ríe). La verdad es que ahora me cuesta mucho concentrarme entre los viajes y otras cosas que me apetecen hacer. –Usted le dijo a su ahora esposa que iba a invertir el dinero del premio Alfaguara en un hijo. ¿Qué pasó con esa promesa? –Empecé en el orden tradicional: primero me casé. Esa promesa está pendiente y lo haré cuando tenga más calma.