Editorial La transición que vive México hoy implica cambios en todos los órdenes de la vida nacional. El cambio político es el que muchas veces más se destaca por las noticias en los medios de comunicación. Sin embargo, hay cambios que le dan sustento a todos los demás, y sin los cuales no habría solidez para esperar que la transformación sea real y duradera. Algunos de esas transformaciones que se dan en la llamada simple vida cotidiana, son los que se producen en la educación, la cultura y la economía, de ellos no frecuentemente encontramos fotos en las planas de los diarios. En lo económico, fuera de los conocidos indicadores macroeconómicos, no sabemos lo que se teje en el día a día, en el taller, en la fábrica, en el comercio; con el esfuerzo conjunto de sus integrantes; con esa lucha por mejorar los productos y servicios que se ofrecen, por elevar la calidad, reducir costos, aprovechar mejor los recursos, capacitar al personal, incorporar nueva tecnología, buscar la certificación ISO, abrir nuevos mercados, apoyar a los proveedores, aumentar la productividad, etc. Este quehacer del día a día en los centros productivos, en las empresas, es hoy el motor del crecimiento económico, en el marco de una economía cuyas bases se aproximan cada vez más a una economía de mercado con responsabilidad social. Esto representa un gran reto para el sector productivo mexicano. Es en este ámbito de la actividad productiva de nuestro país donde los empresarios con una creciente conciencia sobre el papel de la empresa en la sociedad, nos esforzamos por ser mejores, por alcanzar metas de mayor competitividad, por proyectar hacia el comercio internacional lo que hacemos, sabedores que aun cuando no exportamos, nuestra competencia en el mercado nacional es actualmente con el mundo, porque existen competidores “externos” y porque nuestros clientes merecen y buscan calidad y precios internacionales. Creando riqueza con visión de futuro y sentido social, le respondemos a México generando más y mejores empresas, creando más y mejores empleos, con mayores ingresos para quienes colaboran en ellas. Pero aún más, lograremos trascender los límites de nuestras instalaciones y proyectarnos hacia la sociedad a través de la cultura que generamos, con nuestros bienes y servicios; a través del conocimiento y formación que transmitimos a nuestros colaboradores y sus familias; a través de la contribución fiscal que generamos; y finalmente, con el valor adicional que imprimamos a nuestro quehacer con los beneficios que podamos derramar hacia la comunidad en la que estamos insertos y hacia la sociedad en general, apoyando sus proyectos de desarrollo a propósito todo esto como parte de LA SOCIEDAD Y LAS EXIGENCIAS DE LA TRANSICIÓN lema de nuestra Asamblea Nacional de marzo de 2001. Ing. Alberto Fernández Garza