GENÉTICA CONDUCTUAL Compilado por: William Guevara Ortega I. INTRODUCCIÓN Es una idea generalmente aceptada entre los psicólogos el que la Conducta del hombre tiene una base biológica. Pero esta aceptación parece que debe limitarse a aspectos muy básicos de la conducta individual, sobre todo a aspectos fisiológicos y a la vez considerando a los aspectos sociales, culturales y cognitivos los que se consideran más exclusivamente humanos y más ajenos a la biología. La dicotomía naturaleza-crianza es una de las controversias más antiguas y más antagónicas de las neurociencias, y en sus épocas de tregua se argumentó que el comportamiento se desarrolla bajo el control combinado de la naturaleza y la crianza, y no el uno bajo el control del otro. Pero esto sólo cambió nuestra pregunta ¿Es genético o es resultado de la experiencia? Por la otra pregunta ¿Qué parte es genética y qué parte es resultado de la experiencia?, y como podemos darnos cuenta no hemos solucionado nada. Mientras no se conozcan la naturaleza de tales interacciones es inútil preguntarnos cuánto contribuyen los factores genéticos y la experiencia. La naturaleza animal del hombre no se manifiesta solo en sus características individuales sino también en su interacción con los demás. Se pueden encontrar numerosos tipos de interacción, desde la aproximación (cooperación, altruismo, formación de vínculos de pareja y madre-hijo) hasta las de evitación o conflictos (agresión, territorialidad, dominancia, competencia), y en muchos elementos de la comunicación no verbal y la expresión de las emociones. Desde siempre el ser humano se ha dado cuenta de sus semejanzas con los animales, claro que muchas veces desde un punto de vista retrógrado: los animales eran una degradación del hombre. Fue Charles Darwin quien confirmó la existencia de la evolución, especifico su dirección y supuso que la selección natural determinaba su curso. Se entendía por selección natural a la superación diferencial que los organismos lograban al desarrollarse, sobrevivir y reproducirse en medio de diversas condiciones ambientales. Al aceptar la teoría de la evolución debemos también aceptar que no sólo “heredamos” los aspectos morfológicos y estructurales de nuestro organismo, sino que también nuestra conducta y experiencias podrían tener un componente evolutivo considerable. Inclusive se llegaron a postular supuestos sociales de la evolución que perduran hasta nuestros días, como: “la supervivencia del más apto”, “la feroz competitividad de la economía de mercado”, “el individualismo económico”, por el lado capitalista; desde la onda socialista, Kropotin proponía que la cooperación y la ayuda mutua eran las principales tuerzas evolutivas, entre otras. El mismo Darwin, en un impulso fanático, llegó a proponer que las medidas humanitarias de los estados eran lo más perjudicial para la raza humana. En otras palabras la teoría de la evolución viene a decir que las tendencias o disposiciones conductuales que una especie muestra en la actualidad han sido seleccionadas a lo largo de la evolución por su eficacia para adaptarse a las características del medio en que esa especie ha vivido. Todos reaccionamos de forma innata con comportamientos asistenciales ante ciertos rasgos del bebé. Percibimos a los niños pequeños como graciosos o entrañables. Ciertas características de los lactantes como: cabeza grande, hace que los fabricantes de juguetes nos hagan ver la importancia de tales características. El intento de explicar nuestras fuertes reacciones emocionales ante los rasgos infantiles desde la teoría del aprendizaje, según los mecanismos convencionales del adiestramiento chocan con dificultades. El niño gratifica por los servicios obtenidos única y exclusivamente por su encanto. Por lo demás su comportamiento es bastante molesto y cargante, grita todo el tiempo, es poco limpio y requiere infinitos esfuerzos y cuidados. II. HECHOS EVOLUTIVOS 1. Especies y Filogenia La adaptación es el problema central de los organismos y responde a una condición. El organismo refleja en sus adaptaciones solo características, relevantemente, aptitudinales del medio ambiente. Todo sistema adaptado ha adquirido alguna información del medio y coteja siempre tal información con el entorno. Ello puede haber sucedido en la filogénesis por medio de los mecanismos de mutación, recombinación y selección. Las informaciones de interés relevante para la supervivencia se acumularían, así, a lo largo de muchas generaciones y quedarían codificadas en el patrimonio genético. La evolución filogenética no está orientada a metas concretas. La dirección está dictada más bien por las condiciones de la selección. Mediante un procedimiento análogo al ensayo y error se lleva a cabo en el nivel específico un tanteo de todas las posibilidades sin dirección precisa. En este sentido el azar es creador. Sólo por azar puede surgir algo nuevo, pues únicamente es nuevo de verdad lo que no sucede de modo inevitable por la fuerza de las leyes. Algunos lo llaman “espontaneidad”. Con la evolución cultural el hombre desarrolló un mecanismo de adaptación que en tiempos hist6ricos fue de mayor importancia que el mecanismo biológico. Es probable que los cambios culturales del estilo de vida provoquen también cambios genéticos. Cuando aparecen rasgos de las mismas características en dos grupos de animales, éstos pueden haber tenido su origen en una fuente genética común, en cuyo caso de les llama homólogos. Pero también pueden aparecer rasgos similares en poblaciones genéticas diversas, que no son el producto de una herencia común, se les llama convergentes. Por ejemplo, existe una semejanza notable en la anatomía y fisiología del ojo entre los cefalópodos y los vertebrados. Estas notables semejanzas no tienen una base hereditaria común. Las células que forman el ojo humano se forman del prosencéfalo, las de un calamar se deben a los estratos exteriores del organismo inmaduro. También existe convergencia en la estructura del tejido muscular. Los músculos de vuelo de los insectos y los músculos esqueléticos del hombre están constituidos por la misma sustancia proteica (actina y miosina) en forma de filamentos finos, sólo difieren la disposición geométrica de tales filamentos. Encontramos convergencia en los movimientos de los animales que se basan en contracciones musculares cíclicas o rítmicas, ya sea que el animal corra, vuele, nade, salte o se arrastre. No existe ningún tipo de locomoción animal que implique gasto continuo e ininterrumpido de la energía muscular durante largos periodos. Otro caso de convergencia lo encontramos en la cefalización, que consiste en la concentración de grandes masas de neuronas en la cabeza de un animal y la coordinación central de control nervioso que ello acarrea. La expansión de la parte anterior del sistema nervioso que se halla en los cordados ancestrales, se extiende a todos los vertebrados y es homólogo al elaborado cerebro humano, que representa el caso más extremo de cefalización. Pero los insectos han desarrollado grupos neuronales (ganglios) en la cabeza, esta organización se encuentra también en moluscos, cefalópodos; evolucionando así quizás por la ventaja de concentrar el tejido nervioso en la región de los órganos sensoriales (ojos). 2. Ecología y conducta Existe una opinión ingenua y muy difundida que sostiene que la conducta humana está regida por dos fuerzas conflictivas: los impulsos salvajes primitivos y las restricciones impuestas por la cultura. Inclusive arrastramos un prejuicio que es considerado válido por muchos teóricos de la conducta: que los comportamientos instintivos son “inferiores” y las conductas aprendidas son “superiores”. No es razonable considerar algunas características conductuales, como la agresión y la sexualidad, como herencia del pasado primitivo salvaje, y que otras como la sociabilidad y la conducta social sean innovaciones modernas impuestas al comportamiento salvaje mediante el ejercicio de un intelecto superior. En la actualidad se está tomando al hábitat como factor de desarrollo evolutivo, no sólo afectando la conducta mediante la selección natural, sino que también produce variaciones sistemáticas en la conducta de grupos de animales de la misma especie. Inclusive se hace difícil analizar la interacción entre los efectos genéticos y no genéticos del hábitat. 3. Conducta sexual La ventaja de la reproducción sexual está en el aumento de la variabilidad genética y la rápida difusión de las innovaciones genéticas a través de la población, y que son el resultado de la combinación de los materiales genéticos, de los dos organismos progenitores. En su sentido más estricto la conducta sexual se refiere a las respuestas de copulación. Es curioso el efecto de novedad que se presenta inclusive en roedores. Luego de copular, la rata macho entra en un periodo de inactividad sexual, pero la aparición de una rata hembra nueva (incluso después de copulaciones prolongadas) produce la recuperación de los procesos de excitación sexual. Esto hace suponer que por lo menos una parte de la disminución de la sensibilidad sexual se debe al hecho de estar habituado a una sola hembra. Este efecto de novedad se ha descrito en muchas especies, como cerdos, ovejas, monos, etc. Wickler y Seibt (1977) señalaron que las especies que practican el emparejamiento sexual duradero se unen, por lo general, tras una fase prolongada de cortejo. Cuanto mayor es el esfuerzo realizado por el macho, más importante es luego para él conservar a su pareja; en caso contrario, no le cuadran las cuentas del “costo-beneficio”. Cuanto más esquiva se muestra la parte hembra, tanto más valiosa aparecerá, en virtud del esfuerzo invertido en el galanteo, hasta una cierta proporción óptima. Las respuestas de la cortejada determinan decisivamente el proceso. Trivers (1972), propone la teoría de la “inversión parental”, referida a la diferencia entre los sexos en cuanto al potencial reproductivo que cada uno invierte para tener descendencia. Según Trivers, el sexo que invierte más en una única fertilización será el que más discriminará a la hora de elegir un compañero sexual, idea acorde con la premisa sociobiológica de aumentar al máximo la aptitud inclusiva. En nuestra especie la mujer invierte más que el hombre, tanto en la fabricación de células sexuales (un óvulo es mucho más caro que un espermatozoide) como en cuanto a la fertilización. Por eso la selecciona natural ha favorecido a las hembras que mejor discriminan su elección y a los machos más promiscuos. Dicho simplemente, los hombres se comportan como espermatozoides, que son baratos y abundantes; al tratar con el óvulo, su mejor estrategia es buscarlo, fertilizarlo y olvidarse de él. Las mujeres se comportan como los óvulos, escasos y valiosos, que una vez fertilizados requieren una considerable inversión de tiempo y recursos, a fin de criar al hijo su mejor estrategia es ser exigentes en la elección, buscar esperma de un hombre capaz de ayudar en la crianza e ignorar a otros compañeros posibles. Por ello los machos compiten entre sí para demostrar su superioridad, y por tanto, ser dignos de ser elegidos. Los seres humanos tratan de mejorar su atractivo físico, acumulación de bienes materiales, buena salud física, inclusive las declaraciones de amor son un anzuelo útil para convencer a la mujer de que uno está dispuesto realmente a vincularse con ella (y para siempre). La selección natural favorecerá a aquellas mujeres que sean más capaces de discernir si las muestras de enamoramiento, buena condición física y poder económico son ciertas o no. Los celos también pueden ser vistos dentro de este marco. Las mujeres siempre están seguras de que sus hijos lleven sus genes, mientras que para los hombres la paternidad no está tan clara y corren el riesgo de invertir en los hijos de otro. Por ello los hombres tienden a ser más celosos como medida de evitar que su pareja copule con otro (u otros); mientras que las mujeres tendrán más celos, no de que su pareja copule con otra, sino que invierta en la descendencia de otra. Al fin y al cabo, es poco lo que una mujer pierde, en términos biológicos, si su pareja limita su inversión en otras meramente a copular con ellas, siempre y cuando lo que invierta en esto disminuya su gasto en sus hijos. Los psicólogos evolucionistas creen poder señalar el tipo de genes involucrados mediante el estudio de algunas conductas y estrategias sexuales diferentes de hombre y mujeres. Para los hombres la estrategia óptima para conservar la especie es copular con tantas compañeras distintas como se pueda. Para las mujeres, la estrategia óptima es ser muy selectiva y copular sólo con el hombre que esté dispuesto a dedicar tiempo y recurso a los hijos. Los hombres dedican tiempo y energía a conseguir sexo, las mujeres a conseguir que la relación funciones, inclusive esta conducta se repite en los homosexuales. Inclusive el compromiso ha sido analizado a la luz de la psicobiología, existen diferencias entre lo que desean lo hombres y las mujeres (belleza vs dinero, juventud vs madurez, liviandad vs compromiso) que podrían ser genéticas, por lo que parece, ya que se han encontrado en muchas culturas y en otras especies. 4. La conducta agresiva No siempre la conducta agresiva se acompaña de un estado emocional. Los felinos manifiestan una situación emocional excepcional cuando son amenazados o provocados, y por el contrario, manifiestan muy poca emoción cuando acechan o atacan a sus presas. La conducta agresiva puede ser reactiva e instrumental. La reactiva ocurre como respuesta a la provocación. La instrumental es aprendida. La agresividad reactiva puede ser interespecífica, intraespecífica e indiscriminada. La conducta agresiva humana es más variada, no solo abarca lo que todos conocemos como violencia, guerras, pandillaje, asaltos, terrorismo, tumultos, violencia familiar, etc. sino que también hay conductas hostiles que no implican violencia como el sarcasmo, las críticas, el ostracismo social, y hasta el humorismo. En la mayor parte de los casos, la identificación de la intención agresiva no se basa en ninguna característica regular o universal de la conducta misma; sólo comprendiendo el contexto y los modos habituales de la conducta de un individuo pueden reconocerse intuitivamente como hostiles algunos de sus actos. La lucha destructiva es muy rara entre los animales, el “instinto de cazar” y matar otros animales conlleva a altos niveles de agresión hacia otros hombres, que hemos heredado una tendencia a la lucha. Estos argumentos no son ciertos plenamente. La conducta agresiva ha evolucionado porque es una adaptación a problemas del ambiente social generados por miembros de la misma especie (competición por recursos escasos, por pareja, etc.), por lo tanto no hay nada anormal ni antinatural en la agresión, sino que es parte del repertorio de respuestas que los animales usamos para enfrentarnos al ambiente. No debemos sostener que la agresión humana tiene determinación genética, es de origen ancestral y sus manifestaciones son inevitables. La expresión de la conducta agresiva en el mundo actual ya no cumple su papel adaptativo de antaño, sino que ahora son controladas por instituciones humanas (como la guerra) en las que los individuos adoptan roles concretos. El hecho de que hayamos heredado de nuestros ancestros primates ciertas predisposiciones conductuales que pueden formar parte de la base motivacional que subyace en las interacciones agresivas, tanto dentro de un grupo como entre grupos. Pero eso no equivale a decir que la conducta agresiva viene determinada por los genes. Estamos de acuerdo que la agresividad tiene una base biológica pero eso no implica que sea inevitable, incontrolable y perdurable. GENÉTICA CONDUCTUAL Los genes son elementos reguladores que al ser expresados en un entorno organizan los elementos a su alrededor para formar un organismo. La arquitectura cognitiva, como todos los aspectos del fenotipo, es resultado del efecto conjunto de los genes y el entorno. La genética conductual es el estudio de cómo las diferencias entre personas en un entorno dado pueden ser explicadas por diferencias genéticas. La herencia genética y el entorno interactúan en un juego de suma positiva. Los instintos y el aprendizaje no son opuestos: el cerebro debe tener un cierto tipo de estructuras y mecanismos para aprender. La capacidad de aprender debe ser un instinto, ya que no puede ser aprendida. Aprender algo no es una explicación, sino un proceso que requiere una explicación. Comprender el aprendizaje implica conocer la estructura computacional de los diversos mecanismos cognitivos que lo causan. Más genética permite más influencia ambiental. Cuanto más complejos sean estos mecanismos, más capacidad de aprendizaje tiene un organismo. En cuanto a la genética del comportamiento debemos ser claros en señalar que ni siquiera para las enfermedades existe un solo gen responsable de ellas (las enfermedades q dependen de un solo gen son muy pocas), por lo que determinados avances genéticos despiertan tantas expectativas, encontrar el gen de la feminidad, del sentido común, de la agresividad, de la violencia, es un sueño que esperan muchos de los avances genéticos. Pero nuestro comportamiento es fruto de una interacción entre lo ambiental y la actuación de múltiples genes. El mayor impacto del avance genético se refiere a establecer la etiología genética genético de diversos trastornos mentales y la comprensión de las bases neurogenéticas de las diferencias individuales. Existen algunas falacias que surgen del desconocimiento de los principios generales de la genética, uno de ellos es que nuestro genoma es 98,7% (trabajo hecho por Marie Claire King en 1973) similar al de los chimpancés, y que la diferencia entre nosotros los seres humanos es de 0,01% en cuanto a nuestros genes. Inclusive, en 1984, Charles Sibley y Jon Ahlquist en Yale, hicieron un descubrimiento sorprendente (aunque espeluznante para otros), que el ADN del chimpancé se parece más al del hombre que al del gorila1. Nuestro genoma tiene una cantidad de 30.000 genes, posiblemente ese sea el mismo número de genes que tengan los chimpancés, el sentido común nos diría que tenemos 29,550 genes idénticos –ya que 450 es el 1,5% de 30.000—Pero esto es poco probable, quizás cada uno de nuestros genes difieres en 1,5% de los del chimpancé, lo cierto es que en especies similares hay genes similares, genes ligeramente diferentes y genes completamente diferentes. Inteligencia En 1997 Robert Plomin anunció al mundo que había encontrado el gen de la inteligencia en el cromosoma 6, basado en sus estudios con adolescentes superdotados seleccionados de todo USA. Encontró un fragmento en el brazo largo del cromosoma 6 porque tenía una corazonada basada en un trabajo anterior. Estos jóvenes tenían una secuencia distinta (aunque no siempre) lo bastante a menudo para llamar la atención, la secuencia esta en el gen IGF2R. La función de este gen es fabricar una proteína que codifica el tránsito de sustancias en la célula Tanto los deterministas genéticos como los ambientalistas comenzaron un debate en torno a esta variable psicológica que hasta la fecha no cesa. Las personas legas en estos temas desde siempre han asumido que la educación recibida es importante pero también importa la capacidad innata, pero justamente los científicos son los que asumen posiciones extremas. Charles Spearman justificó una inteligencia general o factor “g”, Robert Sternberg sostiene que tenemos tres tipos de inteligencia: analítica, creativa y práctica; por último, Howard Gardner sostiene que tenemos inteligencias múltiples. 1 Citado en Qué nos hace humanos, Matt Ridley, Ediciones Generales Santillana, Madrid 2005 Se han utilizado tres métodos diferentes para medir exactamente el papel de los genes en el C.I. El primer método consiste en estudiar gemnelos idénticos criados por separado, obteniéndose una correlación cercana al 0,75. Un segundo método consiste en comparar gemelos idénticos con gemelos fraternos que se hayan criado juntos, se obtiene 0,86 en gemelos idénticos y 0,60 en gemelos fraternos. El tercer método es estudiar hijos adoptivos y sus padres y hermanos, observando que la correlación entre hermanos es de 0,25. La conclusión de los tres métodos es que llegan a los mismos resultados: los puntajes de los tests que miden el C.I. son sustancialmente heredables. Thomas Bouchard (1988), en un trabajo con gemelos, criados juntos y separados correlacionó los C.I. de hijos, hermanos padres y encontró lo siguiente: La misma persona analizada dos veces 87 Gemelos idénticos criados conjuntamente 86 Gemelos idénticos criados separadamente 76 Gemelos fraternos criados conjuntamente 55 Hermanos biológicos 47 Padres e hijos que viven juntos 40 Padres e hijos que viven separados 31 Niños adoptados que viven juntos 0 Personas sin lazos de sangre que viven separadas 0 Todos estos estudios llevan a una conclusión concreta: plantean que se hereda la mitad del C.I., el resto procede del útero, del colegio, el entorno social y, por último, la familia. A medida que uno va creciendo poco a poco va expresando su inteligencia innata y deja atrás las influencias que los demás ejercieron sobre uno. Con ello se estaría demostrando dos puntos vitales: que la expresión de los genes no cesa en la concepción y que las influencias ambientales no son acumulables (Ridley, 2001). Para tranquilidad de muchos diríamos que el gen de Plomin debe ser uno de los tantos que intervengan en la inteligencia, no se trata de resucitar fantasmas “eugenésicos”. Lo más claro es que el C.I. no se hereda, sino se hereda la capacidad para desarrollar un C.I. determinado en ciertas condiciones ambientales, por lo que es imposible separar la naturaleza de la crianza. Personalidad Lo más sorprendente de nuestro bagaje genético, y de repente sea demasiado reduccionista, es que nuestros genes influyen sobre nuestra personalidad. Nuestro ADN hace de que cada cerebro sea único y a la vez sabiendo que cada cerebro se desarrolla en un ambiente único, formando una personalidad individual. En el cromosoma 11 se encuentra un gen llamado D4DR, es la receta de una proteína llamada receptor de dopamina, que se activa en las células de ciertas partes del cerebro pero no de otras. Las neuronas dopaminérgicas controlan el flujo de sangre a través del cerebro. La escasez de dopamina en el cerebro produce una personalidad indecisa y rígida que ni siquiera es capaz de iniciar el propio movimiento del cuerpo (léase enfermedad de Parkinson), contrariamente un exceso de dopamina en el cerebro puede causar psicosis. Podríamos decir que la dopamina es la sustancia química de la motivación del cerebro. Si tenemos poca dopamina careceremos de iniciativa y motivación; si hay mucha la persona se aburre con facilidad y a menudo busca nuevas aventuras. El gen D4DR tiene una frase minisatélite de 48 letras que se repite entre dos y once veces. Cuanto mayor sea el número de repeticiones, más ineficaz es el receptor de la dopamina para captarla. Un gen D4DR largo supone una baja sensibilidad a la dopamina en ciertas partes del cerebro, en tanto que un gen corto supone una sensibilidad alta. Dean Hammer2 encontró correlaciones entre los tipos de personalidad y el tamaño de este gen. Su razonamiento fue el siguiente: las personas con el gen D4DR “largo” tienen menos capacidad de respuesta a la dopamina, así que necesitan adoptar una actitud más aventurera ante la vida para obtener la misma “dosis” de dopamina que obtienen de las situaciones cotidianas las personas de gen D4DR “corto”. A este tipo de personas se les llamó “buscadores de sensaciones” o de novedad. Los de gen largo tienen mayor puntaje en las pruebas de búsqueda de novedad y necesitan mayor excitación para que su cerebro disfrute de algo. El buscador de sensaciones encuentra placer en las experiencias nuevas, variadas e intensas, no necesariamente les gusta el riesgo, pero están dispuestos a aceptarlo por la recompensa de las sensaciones nuevas, no soportan las experiencias repetitivas, el trabajo rutinario ni a las personas aburridas, de carácter desinhibido e impulsivo. Este simplemente es un elemento de la personalidad, pero hay muchos más. Este descubrimiento del 2 Dean Hammer y Meter Copeland (1998), El Misterio de los Genes. Javier Vergara Editor, Buenos Aires. componente genético de la personalidad se puede emplear en terapias no genéticas, muchas veces comprender lo innato de nuestro comportamiento ayuda a solucionar problemas. En otras palabras, decirle a alguien que es tímido por naturaleza le ayudará a superar la timidez. Otro neurotransmisor importante es la serotonina, si una persona tiene niveles altos de serotonina en el cerebro, probablemente será compulsiva, propensa al orden y a la prudencia (inclusive hasta llegar al neuroticismo, sensibilidad emocional o “evasión del daño”), sería el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). El término evasión del daño no se refiere simplemente a evitar perjuicios, sino a una ansiedad espoleante, a una visión de mundo profundamente negativa que lo tiñe todo, el temor a la vida misma. Para alguien que posee un nivel muy alto de evasión del daño la vida es oscura, el futuro sombrío y cada día un peso agobiante. Se ha descubierto recientemente que es una tendencia emocional permanente, profundamente arraigada en los genes. La evasión del daño es una de las dimensiones más fundamentales, diversas y persistentes de la psicología humana. La persona que tiene este característica es aprensiva, temerosa, propensa a preocuparse, nerviosa, tensa y tendiente al sobresalto, prevé siempre daños y fracasos, sobre todo en situaciones incómodas, nuevas o difíciles. Las personas con niveles bajos de serotonina tienden a ser impulsivas. Hay un gen en el cromosoma 17, llamado gen transportador de la serotonina que varía, no en sí mismo, sino en la longitud de una “secuencia de activación” situada en el extremo superior del gen. La mayoría de nosotros tiene dos copias de la secuencia larga, que tienen menos capacidad de desactivar su gen. Como consecuencia, tales personas tienen más transportador de serotonina, lo que significa que circula más serotonina. Es mucho menos probable que estas personas sean neuróticas y algo más probable que sean más amables que la media, cualquiera que sea su raza, sexo, educación o NSE. En el trabajo con simios se ha encontrado que los monos dominantes tienen niveles más altos de serotonina, estos experimentos demuestran que la condición social influye también en los niveles de serotonina. Como estamos hablando de correlaciones es bueno agregar la dificultad de determinar la causalidad de las variables. Todo el sistema de la serotonina está relacionado con el determinismo biológico. La química del cerebro influye sobre las posibilidades que uno tiene de convertirse en un criminal. Pero esto no significa, como se supone en general, que la conducta es socialmente inmutable. Muy por el contrario: la química del cerebro viene determinada por las señales sociales a las que uno está expuesto. Las influencias sociales sobre la conducta actúan a través de la activación y desactivación de los genes. Nuestra constitución genética esta programada de tal modo para responder o no a determinadas influencias sociales PSICOLOGÍA EVOLUCIONISTA (ver: http://www.intelib.com/Psicologia_evolucionista.htm#Cerebro_y_mente) John Tooby y Leda Cosmides son los propulsores de la psicología evolucionista, que trata de ver el planteamienrto de las ciencias sociales desde un punto de vista opuesto, mientras que siempre se ha tratado de averiguar como influye el medio social en nuestro comportamiento, ellos tratan de invertir el asunto tratando de resolver como el entorno social es el resultado de nuestros instintos sociales innatos. Su hipótesis principal es que la cultura es más producto de la psicología individual que lo contrario. No asumen completamente la teoría darwiniana, no trabajan el concepto de selección natural, sino se centran en el concepto de adaptación, a nuestros órganos anatómicos se les puede aplicar el principio de “ingeniería inversa” para comprender el por qué se han diseñado de tal manera. Junto con el psicolingüista Steven Pinker, afirman que el cerebro humano, en sus módulos está diseñado para realizar funciones concretas, y se arriesgan a proponer que nuestro lenguaje es instintivo. La psicología evolutiva es una nueva disciplina que aporta una forma novedosa de estudiar la conducta humana en muchos campos. La psicología evolutiva busca una conducta humana común —rasgos humanos universales que se encuentran en cada uno de nosotros— y trata de comprender cómo y por qué tal conducta puede haberse vuelto parcialmente instintiva. La psicología evolucionista estudia la organización, el diseño, la estructura y el funcionamiento de la mente humana utilizando conocimiento y principios de la biología evolucionista. Es la aplicación de la lógica de la adaptación y evolución al estudio de la arquitectura de la mente humana y los procesos cognitivos. Es un modo de pensar y un conjunto de principios generales sobre la psicología que pueden aplicarse a cualquiera de sus ámbitos (visión, habla, oído, emociones, conducta social, sexo y atracción sexual, reproducción, familia, celos, amor paterno, evitación del incesto, alimentación, forrajeado, asco, aversiones de la nutrición y náuseas del embarazo, cooperación, competición, racionalidad, comportamiento de los niños, conformidad, agresión, ciclos de sueño, preferencias estéticas respecto al entorno natural). La conducta humana puede ser explicada localizando los circuitos neuronales relevantes en el cerebro, explicando cómo están diseñados y cómo funcionan, analizando la información utilizada y cómo es procesada, y estudiando cuál era su funcionalidad en un entorno ancestral. La mente es un sistema constituido por múltiples subsistemas modulares y especializados de procesamiento de información que fueron producidos y diseñados gradualmente y de forma acumulativa por la selección natural para resolver problemas adaptativos encontrados por antecesores humanos recolectores y cazadores. Los niveles complementarios de explicación en psicología evolucionista son problemas adaptativos (encontrados por ancestros humanos), programas cognitivos (para resolver los problemas) y bases neurofisiológicas (implementaciones de los programas en el cerebro humano). Los instintos humanos constituyen la naturaleza humana. Los instintos son producidos por circuitos neuronales especializados que son innatos y comunes a todos los miembros de una especie, y son producto de su historia evolutiva. Los seres humanos no son diferentes y más flexiblemente inteligentes que otros animales instintivos porque hayan perdido sus instintos y se regulen mediante la razón. El comportamiento humano es más sofisticado porque los humanos tienen más instintos y su integración es más compleja. Estos instintos funcionan tan bien (procesan la información automáticamente y sin esfuerzo aparente) y de forma tan natural (producen la conducta humana competente normal) que a menudo no se notan y no son estudiados y explicados (la investigación suele dirigirse hacia fenómenos anómalos o hacia tareas que parecen difíciles para los humanos). Las habilidades instintivas humanas son posibles porque hay una inmensa y heterogénea estructura de maquinaria computacional compleja que controla y regula esas actividades. Según el predominante modelo estándar de las ciencias sociales (en antropología, sociología, psicología), la mente humana es como una hoja en blanco, prácticamente vacía de contenido hasta que se escribe en ella y se llena mediante la experiencia (no hay nada en el intelecto que no estuviera previamente en los sentidos). La experiencia, procesada a través de un pequeño conjunto de procedimientos mentales innatos (conectar ideas utilizando categorías como parecido, contigüidad en tiempo y espacio, y causa y efecto), graba el contenido en la hoja en blanco (como los programas y los datos cargados en un ordenador de propósito general): todo el contenido específico de la mente humana procede del exterior, del entorno físico y biológico y del mundo social (construcción cultural y social irrestricta del pensamiento y del significado); la arquitectura evolucionada de la mente está formada únicamente por un pequeño número de mecanismos de propósito general independientes del contenido (percepción, aprendizaje, inducción, inteligencia, imitación, racionalidad, cultura); los mismos mecanismos gobiernan la adquisición y el uso del lenguaje, el aprendizaje del reconocimiento y la producción de expresiones emocionales, o cómo pensar sobre la moralidad. Los escasos mecanismos básicos responsables del razonamiento, el aprendizaje y la memoria operan uniformemente, según los mismos principios, sin considerar el ámbito o el contenido, y no tienen ningún contenido preexistente incorporado en sus procedimientos; no están especializados para procesar tipos particulares de información. Según este erróneo paradigma, las ciencias sociales son autónomas y están desconectadas de cualquier fundamentación evolutiva o psicológica. La psicología cognitiva, la biología evolucionista y la neurociencia muestran que este modelo de la mente humana es radicalmente erróneo. Todos los cerebros humanos maduros normales tienen un conjunto estándar de circuitos de regulación y razonamiento que están funcionalmente especializados y son específicos para cada dominio. Estos subsistemas mentales organizan la interpretación humana de las experiencias, promueven ciertos conceptos y motivaciones recurrentes, y proporcionan marcos de significados universales que permiten la comprensión de las acciones e intenciones de otros. Bajo la variabilidad cultural superficial, todos los seres humanos comparten ciertos puntos de vista y suposiciones sobre la naturaleza del mundo y la acción humana debidos a estos sistemas humanos universales de razonamiento. Los instintos no son lo contrario del razonamiento y el aprendizaje. Los seres humanos no son seres racionales porque los instintos, superados por la cultura, hayan sido borrados por la evolución. La mayoría de los subsistemas mentales son instintos para razonar y aprender: están estructurados de forma compleja para resolver tipos específicos de problemas adaptativos; se desarrollan de forma fiable en todos los humanos normales sin esfuerzo consciente sin instrucción formal; se aplican sin conocimiento consciente de su lógica subyacente; son diferentes de otras habilidades más generales de procesar información y comportamiento inteligente.