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Economía | Martes, 12 de julio de 2011
Opinión
Interés público, pluralismo y rol del
Estado
Por Damián Loreti *
El 7 de julio, una Corte de Apelaciones de Estados Unidos estableció que la limitación a la
propiedad de los medios es una vía constitucional y razonable para promover diversidad de
puntos de vista y medios de comunicación diversificados, que la regulación continua de la
propiedad cruzada y común de periódicos por parte de la autoridad de aplicación no viola la
libertad de expresión y que las reglas de propiedad de los medios no implican manipular
contenido.
La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual aprobada en 2009, en sus notas de derecho
comparado, hace referencia a la regulación aplicada en Estados Unidos, en particular la que
tiene que ver con los derechos del público y las reglas para fomentar el pluralismo y la
diversidad y controlar la concentración. La del artículo 47 cita la orden que emitió en 2003 la
Corte de Apelaciones a la autoridad regulatoria, la Federal Communications Commission
(FCC), para que dictara reglas que garantizaran los objetivos de la ley en dichas cuestiones.
En una época no muy lejana, estas frases eran una fantasía para la mayoría de los oídos
democráticos nacionales. Por otro lado, aquellos que critican la ley sostienen argumentos
aberrantes cuando se refieren a esos criterios. Pero gracias a la nueva normativa y no por
casualidad, nociones como pluralismo y diversidad en la comunicación ya no resultan ajenos.
El fallo del 7 de julio de 2011 de una Corte de Apelaciones estadounidense ratifica el principio
por el cual la autoridad de aplicación debe intervenir para limitar la concentración y asegurar el
pluralismo y la diversidad, al resolver la causa Prometheus II. Dicha causa enfrentó a la
coalición que reúne organizaciones que defienden el derecho a la comunicación con un grupo
de empresas y agrupaciones de medios, entre ellas CBS, Fox, NBC, Gannett, la Asociación
Nacional de Periódicos y la Asociación Nacional de Televisoras. Ambos grupos, por opuestas
razones, formularon reclamos contra las nuevas reglas dictadas por la FCC en cumplimiento
del mandato judicial de 2003, por el cual debió revisar sus normas favorecedoras de la
concentración y la propiedad cruzada, entre otras disposiciones.
Una cuestión clave era entender si resultaban suficientes o no las razones invocadas por la
FCC para admitir excepciones a la regla de “propiedad cruzada”, es decir, que prohíbe tener
una estación de televisión y un diario en la misma área de cobertura, y para definir la
flexibilización de las normas que restringían el número de emisoras que un mismo titular podría
tener, y el abandono de las que obligaban a considerar el interés público.
La discusión pasaba por determinar si cabía la propiedad de dos estaciones de televisión por
parte de un mismo dueño, en el mismo mercado, en la medida en que una de ellas no estuviera
entre las cuatro primeras de audiencia, y existieran, además, otras cuatro independientes
respecto de las cadenas nacionales. Esta discusión es inaprensible desde la Argentina, porque
sólo siete ciudades cuentan con más de una señal de televisión abierta, hasta tanto no se
apliquen las reglas de las nuevas TV digitales y locales.
La primera parte del nuevo fallo de Estados Unidos rememora el Prometheus I, donde el Poder
Judicial determinó el rechazo de las reglas que obstruyeron el pluralismo y la diversidad, como
consecuencia del relajamiento de las normas de protección contra la concentración, cuando en
2003 se mandó a la FCC a hacer los deberes para fijar nuevos estándares.
Una vez que la FCC estableció esos nuevos estándares, la Corte de Apelaciones analizó los
recursos planteados por las organizaciones defensoras del derecho a la comunicación, por un
lado, y por el otro, las empresas y asociaciones de medios llamados “Deregulatory Petitioners”
por los jueces, sin ironía.
Una norma tomada en cumplimiento de la orden judicial de 2003 importó que la FCC volviera a
las condiciones previas al 2002 para establecer un criterio más restrictivo para la
concentración. Las empresas plantearon que esta medida afectaba derechos constitucionales y
que la diversidad de la propiedad no garantizaba el pluralismo de puntos de vista. Los jueces,
como respuesta, expresaron que “la diversificación de la propiedad de los medios de
comunicación enriquece la posibilidad de lograr una mayor diversidad de puntos de vista”.
Al mismo tiempo, la FCC dictó nuevas normas destinadas a admitir excepciones sobre
propiedad cruzada de medios. Los peticionarios de las organizaciones de derecho a la
comunicación plantearon que no se habían seguido adecuadamente los procedimientos
obligatorios de consulta pública, mientras los “deregulatory boys” sostuvieron que la
flexibilización era insuficiente. Los jueces federales dejaron sin efecto las modificaciones
introducidas, debido a la falta de precisión de la FCC de la administración Bush en su
convocatoria a la sociedad civil para la consulta pública de los proyectos de reglamento.
En otras consideraciones, los jueces entendieron pertinente el modo en el cual la FCC cumplió
la orden del 2003 de revisar la flexibilización de reglas de propiedad en televisión local, bajo la
consigna de que la antigua posición era necesaria “en nombre del interés público para proteger
la competencia a favor de los televidentes y los mercados de publicidad local”. Por lo tanto
volvieron a las existentes con anterioridad al gobierno republicano y, como era de esperar, los
“deregulatory boys” se quejaron de que era demasiado restrictivo. La Justicia no les dio la
razón a estos últimos.
Otras partes de la sentencia tratan cuestiones complejas como las reglas de afiliación a
cadenas nacionales, propiedad local en radio, reglas de minorías y mujeres en la tenencia de
emisoras y evalúan también la constitucionalidad de las reglas sobre propiedad de los medios
de comunicación.
Dados los debates de estos tiempos, es importante recoger algunas premisas fundamentales
del fallo. Dicen los jueces que “la limitación a la propiedad de los medios es una vía razonable
para promover diversidad de puntos de vista y medios de comunicación diversificados, que la
regulación continua de la propiedad cruzada y común de periódicos por parte de la autoridad
de aplicación no viola la libertad de expresión y que las reglas de propiedad de los medios no
implican manipular contenidos”.
La regla histórica era que el Estado era el enemigo de la libertad de expresión. Pero esa regla
era propia de los tiempos en que sólo debía protegerse al orador de la esquina de la calle.
Desde el advenimiento de los medios de comunicación masiva, sólo se garantiza la
universalidad del derecho a la libertad de expresión si se logra que los medios sean a la vez
oradores y foros o esquinas a los que puedan acceder los ciudadanos.
Para ello, como dice el profesor Owen Fiss, “el Estado puede verse obligado a actuar para
promover el debate público cuando poderes de carácter no estatal ahogan la expresión de
opiniones (...). Puede que el Estado tenga incluso que silenciar voces de algunos para que se
oigan las voces de los demás, a veces no hay más remedio”.
* Abogado UBA, doctor en Ciencias de la Información UCM.
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