1 RESUMEN DE LA EXPOSICIÓN DE MARCO ANTONIO TERRAGNI EN LA MESA DE OPINIÓN SOBRE DELITOS INFORMÁTICOS Para abordar éste, como cualquier otro tema de Derecho Penal, hay que partir de una base firme, que es la Constitución nacional. Para ésta el hombre es libre y esa posibilidad de autodeterminarse solamente está limitada por las obligaciones que impone la vida social. Si la transgresión es muy grave será condenado, siempre que exista una ley que previamente califique el hecho como delito y sea sometido a un juicio justo. Nosotros, los profesores, llamamos a esto Principio de legalidad y estamos convencidos que la ley no solamente debe ser previa sino también estricta, entendida esta palabra como huérfana de ambigüedades. Pero no obstante mis buenos deseos de que así se entienda lo que dispone el artículo 18 de la Constitución, se invocan mecanismos que -quizás sin advertirlo quienes lo hacen- desvirtúan la idea ley estricta. Uno de ellos es la posibilidad de imputar a quien -se dice- comete omitiendo. Este subterfugio no sólo es ajeno al texto del Código Penal argentino sino que transforma en autor al garante, sin que exista una preocupación muy honda por determinar cuál es la fuente jurídica de la obligación de mantener indemne el bien jurídico. No es el lugar ni el momento de extenderme sobre este tema, pero como se lo aludió en el panel quiero dejar clara mi opinión en el sentido de que, por más que alguien genere riesgo usando medios informáticos, no será autor de ningún delito si su conducta no conduce a la realización del hecho. Con lo mismo estoy diciendo que solamente deben ser delitos informáticos aquellos sucesos guiados por el conocimiento de lo que se está haciendo y con la voluntad de lograr el resultado. Es decir: los dolosos. Parece algo simple, pero en la práctica no lo es tanto. Para el sistema penal argentino, con fundamento constitucional, para que exista responsabilidad tiene que haber una conexión subjetiva entre la conducta y el resultado. Los delitos son dolosos o culposos. No hay responsabilidad por omisión si ésta, a su vez, no tiene como componente subjetivo el dolo o la culpa. En términos más amplios: no hay responsabilidad objetiva en materia penal. Digo esto porque una corriente doctrinaria, cuyas ideas recoge alguna jurisprudencia, hace caso omiso de la cuestión subjetiva. Invito, pues, a reflexionar sobre los delitos informáticos y a analizarlos como se hace con cualquier otro hecho punible: en los elementos objetivos y subjetivos de los respectivos tipos. Y, por supuesto, examinado la culpabilidad del autor pues, no obstante que se usen máquinas detrás de ellas están seres humanos. 2 Nuestra Constitución protege la libertad del hombre poniéndole límites al poder del Estado. La idea está magníficamente expresada por el art. 19: Las acciones privadas de los hombres, que de ninguna manera ofendan al orden, la moral pública o perjudiquen a terceros están reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Esta norma es la expresión acabada de la idea de un Derecho Penal de mínima intervención. Por lo mismo, mi opinión difiere de la de quienes propugnan ampliar el espectro de la represión; por varios motivos: Uno, por lo que dice el art. 19: Si no hay lesión no puede haber delito. Los delitos de peligro abstracto son inconstitucionales. Dos, porque el Estado es incapaz de procesar todos los hechos sociales que ha calificado como delitos. Simula que los reprime pero en realidad no lo puede hacer y simplemente selecciona a algunos para que, con el auxilio de la prensa, sirvan como símbolo de lo que podría llegar a ocurrir a quien intente algo semejante. De todas maneras todo es simbólico pues no obstante que la pena conminada sea dura, hay infinidad de mecanismos en las leyes de fondo y en las procesales como para que la severidad no sea -en la práctica- tal. Tres, porque en la materia informática confluye la legislación y la jurisdicción universales. Con lo cual sería preferible que hubiese pocos tipos penales, redactados con precisión, que sólo castigasen con prisión los hechos más graves. Para los demás, son suficientes las reacciones provenientes del Derecho Administrativo y del Derecho Civil. Aquí apunto una observación mía. La nota distintiva del Derecho que nosotros enseñamos con las otras ramas, que he mencionado, es la prisión. La multa y la inhabilitación son reacciones propias del Derecho Administrativo, así como la reparación del daño es un tema que corresponde al Derecho Civil. En síntesis: solamente deben ser privados de su libertad quienes utilizan la Informática para cometer delitos comunes: los que también pueden llevarse a cabo por otros medios y quienes utilizan la Informática para provocar intencionalmente daños graves. En este sentido, la legislación argentina es suficientemente amplia y no requiere de nuevos retoques que, por supuesto, obrarían en desmedro de la libertad. Además, con el afán de prohibir, prohibir y prohibir o mandar, mandar y mandar, el legislador corre el riesgo de no poder expresar con palabras sus ideas y así cometer errores técnicos que inhiben la aplicación de lo que en definitiva aprueban; como muestra valgan los tipos referidos al lavado de dinero. En el panel se ha dicho que la tecnología avanza y que el Derecho Penal no va a la misma velocidad. Para mí esa comprobación, lejos de constituir una desventaja es una suerte. Confío en que la tecnología avance y el Derecho Penal se contraiga. El Derecho, en general, es un ejercicio para sopesar valores y conservar el superior aún en desmedro de otros que 3 también, en condiciones ideales, deberían ser conservados. En la materia que nos ocupa tenemos por un lado, y como ejemplo máximo, Internet. Es necesario que siga siendo libre: como nació. Por otro lado tenemos a quienes sufren las consecuencias que se desprenden de algunos malhechores. Puestos ambos en la balanza: lo bueno y lo malo, yo prefiero que queden sin castigo algunos malos a que corra peligro la libertad de Internet.