Aparato circulatorio

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Aparato circulatorio, en anatomía y fisiología, sistema por el que discurre la sangre a través de las arterias,
los capilares y las venas; este recorrido tiene su punto de partida y su final en el corazón. En los humanos y en
los vertebrados superiores, el corazón está formado por cuatro cavidades: la aurículas derecha e izquierda y
los ventrículos derecho e izquierdo. El lado derecho del corazón bombea sangre carente de oxígeno
procedente de los tejidos hacia los pulmones donde se oxigena; el lado izquierdo del corazón recibe la sangre
oxigenada de los pulmones y la impulsa a través de las arterias a todos los tejidos del organismo. La
circulación se inicia al principio de la vida fetal. Se calcula que una porción determinada de sangre completa
su recorrido en un periodo aproximado de un minuto.
Circulación pulmonar
La sangre procedente de todo el organismo llega a la aurícula derecha a través de dos venas principales: la
vena cava superior y la vena cava inferior. Cuando la aurícula derecha se contrae, impulsa la sangre a través
de un orificio el de la válvula tricúspide cuando se abre hacia el ventrículo derecho. La contracción de este
ventrículo conduce la sangre hacia los pulmones. La válvula tricúspide evita el reflujo de sangre hacia la
aurícula, ya que se cierra por completo durante la contracción del ventrículo derecho. En su recorrido a través
de los pulmones, la sangre se oxigena, es decir, se satura de oxígeno. Después regresa al corazón por medio de
las cuatro venas pulmonares que desembocan en la aurícula izquierda. Cuando esta cavidad se contrae, la
sangre pasa al ventrículo izquierdo y desde allí a la aorta gracias a la contracción ventricular. La válvula
bicúspide o mitral evita el reflujo de sangre hacia la aurícula y las válvulas semilunares o sigmoideas, que se
localizan en la raíz de la aorta, el reflujo hacia el ventrículo. En la arteria pulmonar también hay válvulas
semilunares o sigmoideas.
Ramificaciones
La aorta se divide en una serie de ramas principales que a su vez se ramifican en otras más pequeñas, de modo
que todo el organismo recibe la sangre a través de un proceso complicado de múltiples derivaciones. Las
arterias menores se dividen en una fina red de vasos aún más pequeños, los llamados capilares, que tienen
paredes muy delgadas. De esta manera la sangre entra en estrecho contacto con los líquidos y los tejidos del
organismo. En los vasos capilares la sangre desempeña tres funciones: libera el oxígeno hacia los tejidos,
proporciona a las células del organismo nutrientes y otras sustancias esenciales que transporta, y capta los
productos de desecho de los tejidos. Después los capilares se unen para formar venas pequeñas. A su vez, las
venas se unen para formar venas mayores, hasta que, por último, la sangre se reúne en la vena cava superior e
inferior y confluye en el corazón completando el circuito.
Circulación portal
Además de la circulación pulmonar y sistémica descritas, hay un sistema auxiliar del sistema venoso que
recibe el nombre de circulación portal. Un cierto volumen de sangre procedente del intestino confluye en la
vena porta y es transportado hacia el hígado. Aquí penetra en unos capilares abiertos denominados sinusoides,
donde entra en contacto directo con las células hepáticas. En el hígado se producen cambios importantes en la
sangre, vehículo de los productos de la digestión que acaban de absorberse a través de los capilares
intestinales. Las venas recogen la sangre de nuevo y la incorporan a la circulación general hacia la aurícula
derecha. A medida que avanza a través de otros órganos, la sangre sufre más modificaciones.
Circulación coronaria
La circulación coronaria irriga los tejidos del corazón aportando nutrientes y oxígeno, y retirando los
productos de degradación De la aorta, justo en la parte superior de las válvulas semilunares, nacen dos arterias
coronarias. Después, éstas se dividen en una complicada red capilar en el tejido muscular cardiaco y en las
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válvulas. La sangre procedente de la circulación capilar coronaria se reúne en diversas venas pequeñas, que
después desembocan directamente en la aurícula derecha sin pasar por la vena cava.
Función cardiaca
La actividad del corazón consiste en la alternancia sucesiva de contracción (sístole) y relajación (diástole) de
las paredes musculares de las aurículas y los ventrículos. Durante el periodo de relajación, la sangre fluye
desde las venas hacia las dos aurículas, y las dilata de forma gradual. Al final de este periodo la dilatación de
las aurículas es completa. Sus paredes musculares se contraen e impulsan todo su contenido a través de los
orificios auriculoventriculares hacia los ventrículos. Este proceso es rápido y se produce casi de forma
simultánea en ambas aurículas. La masa de sangre en las venas hace imposible el reflujo. La fuerza del flujo
de la sangre en los ventrículos no es lo bastante poderosa para abrir las válvulas semilunares, pero distiende
los ventrículos, que se encuentran aún en un estado de relajación. Las válvulas mitral y tricúspide se abren con
la corriente de sangre y se cierran a continuación, al inicio de la contracción ventricular.
La sístole ventricular sigue de inmediato a la sístole auricular. La contracción ventricular es más lenta, pero
más enérgica. Las cavidades ventriculares se vacían casi por completo con cada sístole. La punta cardiaca se
desplaza hacia delante y hacia arriba con un ligero movimiento de rotación. Este impulso, denominado el
latido de la punta, se puede escuchar al palpar en el espacio entre la quinta y la sexta costilla. Después de que
se produzca la sístole ventricular el corazón queda en completo reposo durante un breve espacio de tiempo. El
ciclo completo se puede dividir en tres periodos: en el primero las aurículas se contraen; durante el segundo se
produce la contracción de los ventrículos; en el tercero las aurículas y ventrículos permanecen en reposo. En
los seres humanos la frecuencia cardiaca normal es de 72 latidos por minuto, y el ciclo cardiaco tiene una
duración aproximada de 0,8 segundos. La sístole auricular dura alrededor de 0,1 segundos y la ventricular 0,3
segundos. Por lo tanto, el corazón se encuentra relajado durante un espacio de 0,4 segundos,
aproximadamente la mitad de cada ciclo cardiaco.
En cada latido el corazón emite dos sonidos, que se continúan después de una breve pausa. El primer tono,
que coincide con el cierre de las válvulas tricúspide y mitral y el inicio de la sístole ventricular, es sordo y
prolongado. El segundo tono, que se debe al cierre brusco de las válvulas semilunares, es más corto y agudo.
Las enfermedades que afectan a las válvulas cardiacas pueden modificar estos ruidos, y muchos factores, entre
ellos el ejercicio, provocan grandes variaciones en el latido cardiaco, incluso en la gente sana. La frecuencia
cardiaca normal de los animales varía mucho de una especie a otra. En un extremo se encuentra el corazón de
los mamíferos que hibernan que puede latir sólo algunas veces por minuto; mientras que en el otro, la
frecuencia cardiaca del colibrí es de 2.000 latidos por minuto.
Pulso
Cuando la sangre es impulsada hacia las arterias por la contracción ventricular, su pared se distiende. Durante
la diástole, las arterias recuperan su diámetro normal, debido en gran medida a la elasticidad del tejido
conjuntivo y a la contracción de las fibras musculares de las paredes de las arterias. Esta recuperación del
tamaño normal es importante para mantener el flujo continuo de sangre a través de los capilares durante el
periodo de reposo del corazón. La dilatación y contracción de las paredes arteriales que se puede percibir
cerca de la superficie cutánea en todas las arterias recibe el nombre de pulso.
Origen de los latidos cardiacos
La frecuencia e intensidad de los latidos cardiacos están sujetos a un control nervioso a través de una serie de
reflejos que los aceleran o disminuyen. Sin embargo, el impulso de la contracción no depende de estímulos
nerviosos externos, sino que se origina en el propio músculo cardiaco. El responsable de iniciar el latido
cardiaco es una pequeña fracción de tejido especializado inmerso en la pared de la aurícula derecha, el nodo o
nódulo sinusal. Después, la contracción se propaga a la parte inferior de la aurícula derecha por los llamados
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fascículos internodales: es el nodo llamado auriculoventricular. Los haces auriculoventriculares, agrupados en
el llamado fascículo o haz de His, conducen el impulso desde este nodo a los músculos de los ventrículos, y de
esta forma se coordina la contracción y relajación del corazón. Cada fase del ciclo cardiaco está asociada con
la producción de un potencial eléctrico detectable con instrumentos eléctricos configurando un registro
denominado electrocardiograma.
Capilares
La circulación de la sangre en los capilares superficiales se puede observar mediante el microscopio. Se puede
ver avanzar los glóbulos rojos con rapidez en la zona media de la corriente sanguínea, mientras que los
glóbulos blancos se desplazan con más lentitud y se encuentran próximos a las paredes de los capilares. La
superficie que entra en contacto con la sangre es mucho mayor en los capilares que en el resto de los vasos
sanguíneos, y por lo tanto ofrece una mayor resistencia al movimiento de la sangre, por lo que ejercen una
gran influencia sobre la circulación. Los capilares se dilatan cuando la temperatura se eleva, enfriando de esta
forma la sangre, y se contraen con el frío, con lo que preservan el calor del organismo. También desempeñan
un papel muy importante en el intercambio de sustancias entre la sangre y los tejidos debido a la
permeabilidad de las paredes de los capilares; éstos llevan oxígeno hasta los tejidos y toman de ellos
sustancias de desecho y CO2 que transportan hasta los órganos excretores y los pulmones respectivamente.
Allí se produce de nuevo un intercambio de sustancias de forma que la sangre queda oxigenada y libre de
impurezas.
Corazón, en anatomía, órgano muscular hueco que recibe sangre de las venas y la impulsa hacia las arterias.
El corazón humano tiene el tamaño aproximado de un puño. Se localiza por detrás de la parte inferior del
esternón, y se extiende hacia la izquierda de la línea media del cuerpo. Es de forma más o menos cónica, con
la base dirigida hacia arriba, hacia el lado derecho y algo hacia atrás; la punta está en contacto con la pared del
tórax en el espacio entre la quinta y sexta costilla. El corazón se mantiene en esta posición gracias a su unión a
las grandes venas y arterias, y a estar incluido en el pericardio, que es un saco de pared doble con una capa
que envuelve al corazón y otra que está unida al esternón, al diafragma, y a las membranas del tórax.
En el interior del corazón del adulto hay dos sistemas paralelos independientes, cada uno formado por una
aurícula y un ventrículo. Respecto a su posición anatómica, estos sistemas reciben el nombre de corazón
derecho y corazón izquierdo.
Enfermedades del corazón
Los trastornos del corazón son responsables de mayor número de muertes que cualquier otra enfermedad en
los países desarrollados. Pueden surgir como consecuencia de defectos congénitos, infecciones,
estrechamiento de las arterias coronarias, tensión arterial alta o trastornos del ritmo cardiaco.
Las cardiopatías congénitas incluyen la persistencia de comunicaciones que existían en el transcurso de vida
fetal entre la circulación venosa y arterial, como el ductus arteriosus, que es un vaso que comunica la arteria
pulmonar con la aorta, únicamente hasta que se produce el nacimiento. Otras anomalías importantes del
desarrollo afectan a la división del corazón en cuatro cavidades y a los grandes vasos que llegan o parten de
ellas. En los bebés azules la arteria pulmonar es más estrecha y los ventrículos se comunican a través de un
orificio anormal. En esta situación conocida como cianosis, la piel adquiere una coloración azulada debido a
que la sangre recibe una cantidad de oxígeno insuficiente. En la antigüedad la expectativa de vida para dichos
lactantes era muy limitada, pero con el perfeccionamiento del diagnóstico precoz y el avance de las técnicas
de hipotermia, es posible intervenir en las primeras semanas de vida, y mejorar la esperanza de vida de estos
lactantes.
Anteriormente, las cardiopatías reumáticas constituían una de las formas más graves de enfermedad cardiaca
durante la infancia y la adolescencia, por afectar al corazón y sus membranas. Esta enfermedad aparece
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después de los ataques de la fiebre reumática. El uso generalizado de antibióticos eficaces contra el
estreptococo ha reducido mucho su incidencia, pero todavía en los países en vías de desarrollo sigue siendo la
primera o una de las primeras causas de cardiopatía.
La miocarditis es la inflamación o degeneración del músculo cardiaco. Aunque suele ser consecuencia de
diversas enfermedades como sífilis, bocio tóxico, endocarditis o hipertensión, puede aparecer en el adulto
como enfermedad primaria, o en el anciano como enfermedad degenerativa. Puede asociarse con dilatación
(aumento debido a la debilidad del músculo cardiaco) o con hipertrofia (crecimiento en exceso del músculo
cardiaco).
La principal forma de enfermedad cardiaca en los países occidentales es la arteroesclerosis. En este trastorno,
los depósitos de material lipídico denominados placas, formados por colesterol y grasas, se depositan sobre la
pared interna de las arterias coronarias. El estrechamiento gradual de las arterias a lo largo de la vida restringe
el flujo de sangre al músculo cardiaco. Los síntomas de esta restricción pueden consistir en dificultad para
respirar, en especial durante el ejercicio, y dolor opresivo en el pecho que recibe el nombre de angina de
pecho (angor pectoris). La placa de ateroma puede llegar a ser lo bastante grande como para obstruir por
completo la arteria coronaria, y provocar un descenso brusco del aporte de oxígeno al corazón. La
obstrucción, denominada también oclusión, se puede originar cuando la placa se rompe y tapona el conducto
en un punto donde el calibre de la arteria es menor o cuando se produce un coágulo sobre la placa, proceso
que recibe el nombre de trombosis. Estos hechos son las causas más importantes de un ataque cardiaco, o
infarto de miocardio, que frecuentemente tiene consecuencias mortales. Las personas que sobreviven a un
infarto deben realizar una rehabilitación integral.
El desarrollo de placas de ateroma se debe en gran medida a la ingestión excesiva de colesterol y grasas
animales en la dieta (véase Nutrición humana). Se cree que un estilo de vida sedentario favorece la
ateroesclerosis, y la evidencia sugiere que el ejercicio físico puede ayudar a prevenir que el corazón resulte
afectado (véase Forma física). El temperamento perfeccionista, luchador, que se refiere como personalidad
tipo A se ha asociado también con un riesgo mayor de infarto de miocardio, (véase Alteraciones producidas
por el estrés), al igual que el consumo de tabaco (véase Fumar). La aparición de un infarto de miocardio es
más probable en quienes tienen una tensión arterial elevada (véase Hipertensión). El proceso que precipita el
ataque puede implicar productos secretados por las plaquetas en la sangre. Se han realizado estudios clínicos
para comprobar si las personas que han padecido un infarto estarán protegidos frente al riesgo de un segundo
ataque una vez que se emplean fármacos que bloquean la acción de las plaquetas. Los factores de riesgo a los
que se ha hecho referencia se pueden clasificar en primarios (hipertensión arterial, hipercolesterolemia y
tabaco), secundarios (sedentarismo y estrés) y terciarios (antecedentes familiares y otros).
Aparato digestivo, órganos que transforman por medios químicos los alimentos en sustancias solubles
simples que pueden ser absorbidas por los tejidos. Este proceso consiste en reacciones catalíticas entre los
alimentos ingeridos y enzimas secretadas en el tracto intestinal (véase Intestino). Parece que la digestión de
las sustancias grasas implica la unión de sales biliares, fosfolípidos, ácidos grasos y monoglicéridos
permeables para las células intestinales. Otros nutrientes como el hierro y la vitamina B12 son absorbidos por
proteínas transportadoras específicas que les permiten pasar a través de las células intestinales. El proceso
descrito es típico de todos los vertebrados con excepción de los rumiantes.
La digestión incluye procesos químicos y mecánicos. Los procesos mecánicos consisten en la masticación
para reducir los alimentos a partículas pequeñas, la acción de mezcla del estómago y la actividad peristáltica
del intestino. Estas fuerzas desplazan el alimento a lo largo del tubo digestivo y lo mezclan con varias
secreciones. Los procesos químicos permiten la transformación de los diferentes alimentos ingeridos en
elementos utilizables. Tienen lugar tres reacciones químicas: conversión de los hidratos de carbono en
azúcares simples como glucosa (véase Metabolismo de glúcidos), ruptura de las proteínas en aminoácidos
como alanina, y conversión de grasas en ácidos grasos y glicerol (véase Grasas y Aceites). Estos procesos son
realizados por enzimas específicas.
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Cuando se ingieren los alimentos, las seis glándulas salivares producen secreciones que se mezclan con éstos.
La saliva rompe el almidón en maltosa, glucosa y oligosacáridos; gracias a una de las enzimas que contiene,
disuelve los alimentos sólidos para hacerlos susceptibles a la acción de secreciones intestinales posteriores,
estimula la secreción de enzimas digestivas y lubrica la boca y el esófago para permitir el paso de sólidos.
Acción en el estómago y el intestino
El jugo gástrico del estómago contiene agentes como el ácido clorhídrico y algunas enzimas, entre las que se
encuentran pepsina, renina e indicios de lipasa. (Se cree que la superficie del estómago está protegida del
ácido y de la pepsina por su cubierta mucosa). La pepsina rompe las proteínas en péptidos pequeños. La
renina separa la leche en fracciones líquidas y sólidas y la lipasa actúa sobre las grasas. Algunos componentes
del jugo gástrico sólo se activan cuando se exponen a la alcalinidad del duodeno; la secreción es estimulada
por el acto de masticar y deglutir e incluso por la visión o idea de cualquier comida (véase Reflejo). La
presencia de alimento en el estómago estimula también la producción de secreciones gástricas, éstas a su vez
estimulan la producción de sustancias digestivas en el intestino delgado donde se completa la digestión.
La parte más importante de la digestión tiene lugar en el intestino delgado: aquí, la mayoría de los alimentos
sufren otra hidrólisis y son absorbidos. El material predigerido que proporciona el estómago es objeto de la
acción de tres líquidos: el líquido pancreático, el líquido intestinal y la bilis. Estos líquidos neutralizan el
ácido gástrico con lo que finaliza la fase gástrica de la digestión.
El líquido pancreático penetra en el intestino delgado a través de varios conductos (véase Páncreas). Contiene
tripsina y quimiotripsina, enzimas que fraccionan las proteínas complejas en componentes más simples, que se
pueden absorber y utilizar en las reconstrucción de proteínas del organismo. La esterasa pancreática rompe las
grasas; la amilasa pancreática hidroliza el almidón en maltosa, que más tarde otras enzimas rompen en
glucosa y fructosa. La secreción del jugo pancreático es estimulada por la ingestión de proteínas y grasas.
El jugo intestinal es segregado por el intestino delgado. Éste contiene varias enzimas; su función es completar
el proceso iniciado por el jugo pancreático. El flujo de líquido intestinal es estimulado por la presión mecánica
del alimento digerido parcialmente en el intestino.
Las funciones de las sales biliares en la digestión es ayudar a la absorción de las grasas, que emulsionan y las
hacen más accesibles a las lipasas que las hidrolizan. La bilis, secretada por el hígado y almacenada en la
vesícula biliar, fluye en el estómago e intestino delgado tras la ingestión de grasas. La observación de una
ictericia obstructiva pone de relieve la ineficacia de la digestión de grasas en ausencia de bilis.
El transporte de los productos de la digestión a través de la pared del intestino delgado puede ser pasivo o
activo. El sodio, la glucosa y muchos aminoácidos son transportados de forma activa. Por lo tanto, los
productos de la digestión son asimilados por el organismo a través de la pared intestinal, que es capaz de
absorber sustancias nutritivas de forma selectiva, rechazando otras sustancias similares. El estómago y el
colon en el intestino grueso tienen también la capacidad de absorber agua, ciertas sales, alcohol y algunos
fármacos. También se cree que ciertas proteínas enteras atraviesan la barrera intestinal. La absorción intestinal
tiene otra propiedad única: muchos nutrientes se absorben con más eficacia cuando la necesidad del
organismo es mayor. En el adulto, la superficie replegada de absorción del intestino supone 140 m2. La
absorción está favorecida también por la longitud del intestino delgado que es de 6,7 a 7,6 m como valor
medio.
Las sustancias hidrosolubles, tales como minerales, aminoácidos e hidratos de carbono, pasan al sistema de
capilares del intestino y a través de los vasos del sistema portal, directamente al hígado. Sin embargo, muchas
de las grasas se vuelven a sintetizar en la pared del intestino y son recogidas por el sistema linfático (véase
Linfa), que las conduce a la circulación sistémica a través del sistema de la vena cava (véase Corazón). Con
ello se evita el primer paso a través del hígado (véase Aparato circulatorio).
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Excreción
El material no digerido se transforma en el colon en una masa sólida por la reabsorción de agua hacia el
organismo. Si las fibras musculares del colon impulsan demasiado rápido la masa fecal por él, ésta permanece
semilíquida. El resultado es la diarrea. En el otro extremo, la actividad insuficiente de las fibras musculares
del colon produce estreñimiento. Las heces permanecen en el recto hasta que se excretan a través del ano.
Muchos trastornos de la absorción reciben el nombre genérico de malabsorción, de los que el más grave es el
esprue. Véase Enfermedades carenciales; Nutrición humana.
Sistema endocrino, conjunto de órganos y tejidos del organismo que liberan un tipo de
sustancias llamado hormonas. Los órganos endocrinos también se denominan glándulas sin conducto, debido
a que sus secreciones se liberan directamente en el torrente sanguíneo, mientras que las glándulas exocrinas
liberan sus secreciones sobre la superficie interna o externa de los tejidos cutáneos, la mucosa del estómago o
el revestimiento de los conductos pancreáticos. Las hormonas secretadas por las glándulas endocrinas regulan
el crecimiento, desarrollo y las funciones de muchos tejidos, y coordinan los procesos metabólicos del
organismo. La endocrinología es la ciencia que estudia las glándulas endocrinas, las sustancias hormonales
que producen estas glándulas, sus efectos fisiológicos, así como las enfermedades y trastornos debidos a
alteraciones de su función.
Los tejidos que producen hormonas se pueden clasificar en tres grupos: glándulas endocrinas, cuya función es
la producción exclusiva de hormonas; glándulas endo−exocrinas, que producen también otro tipo de
secreciones además de hormonas; y ciertos tejidos no glandulares, como el tejido nervioso del sistema
nervioso autónomo, que produce sustancias parecidas a las hormonas.
Hipófisis
La hipófisis, está formada por tres lóbulos: el anterior, el intermedio, que en los primates sólo existe durante
un corto periodo de la vida; y el posterior. Se localiza en la base del cerebro y se ha denominado la "glándula
principal". Los lóbulos anterior y posterior de la hipófisis segregan hormonas diferentes. El anterior libera
varias hormonas que estimulan la función de otras glándulas endocrinas, por ejemplo, la adrenocorticotropina,
hormona adrenocorticotropa o ACTH, que estimula la corteza suprarrenal; la hormona estimulante de la
glándula tiroides o tirotropina, denominada TSH, que controla el tiroides; la hormona estimulante de los
folículos (FSH) y la hormona luteinizante (LH), que estimulan las glándulas sexuales; y la prolactina, que al
igual que otras hormonas especiales, influye en la producción de leche por las glándulas mamarias. La
hipófisis anterior es fuente de producción de la hormona del crecimiento, denominada también somatotropina,
que favorece el desarrollo de los tejidos del organismo, en particular la matriz ósea y el músculo, e influye
sobre el metabolismo de los hidratos de carbono. La hipófisis anterior también secreta una hormona
denominada estimuladora de los melanocitos, que estimula la síntesis de melanina en las células pigmentadas
o melanocitos. En la década de 1970, los científicos observaron que la hipófisis anterior también producía
sustancias llamadas endorfinas, que son péptidos que actúan sobre el sistema nervioso central y periférico para
reducir la sensibilidad al dolor.
El hipotálamo, porción del cerebro de donde deriva la hipófisis, secreta una hormona antidiurética (que
controla la excreción de agua) denominada vasopresina, que circula y se almacena en el lóbulo posterior de la
hipófisis. La vasopresina controla la cantidad de agua excretada por los riñones e incrementa la presión
sanguínea. El lóbulo posterior de la hipófisis también almacena una hormona fabricada por el hipotálamo
llamada oxitocina. Esta hormona estimula las contracciones musculares, en especial del útero, y la excreción
de leche por las glándulas mamarias.
La secreción de tres de las hormonas de la hipófisis anterior está sujeta a control hipotalámico: la secreción de
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tirotropina está estimulada por el factor liberador de tirotropina (TRF) y la de hormona luteinizante por la
hormona liberadora de hormona luteinizante (LHRH). La dopamina elaborada por el hipotálamo suele inhibir
la liberación de prolactina por la hipófisis anterior. Además, la liberación de la hormona de crecimiento se
inhibe por la somatostatina, sintetizada también en el páncreas. Esto significa que el cerebro también funciona
como una glándula.
Glándulas suprarrenales
Cada glándula suprarrenal está formada por una zona interna denominada médula y una zona externa que
recibe el nombre de corteza. Las dos glándulas se localizan sobre los riñones. La médula suprarrenal produce
adrenalina, llamada también epinefrina, y noradrenalina, que afecta a un gran número de funciones del
organismo. Estas sustancias estimulan la actividad del corazón, aumentan la tensión arterial, y actúan sobre la
contracción y dilatación de los vasos sanguíneos y la musculatura. La adrenalina eleva los niveles de glucosa
en sangre (glucemia). Todas estas acciones ayudan al organismo a enfrentarse a situaciones de urgencia de
forma más eficaz. La corteza suprarrenal elabora un grupo de hormonas denominadas glucocorticoides, que
incluyen la corticosterona y el cortisol, y los mineralocorticoides, que incluyen la aldosterona y otras
sustancias hormonales esenciales para el mantenimiento de la vida y la adaptación al estrés. Las secreciones
suprarrenales regulan el equilibrio de agua y sal del organismo, influyen sobre la tensión arterial, actúan sobre
el tejido linfático, influyen sobre los mecanismos del sistema inmunológico y regulan el metabolismo de los
hidratos de carbono y de las proteínas. Además, las glándulas suprarrenales también producen pequeñas
cantidades de hormonas masculinas y femeninas.
Tiroides
El tiroides es una glándula bilobulada situada en el cuello. Las hormonas tiroideas, la tiroxina y la
triyodotironina, aumentan el consumo de oxígeno y estimulan la tasa de actividad metabólica, regulan el
crecimiento y la maduración de los tejidos del organismo y actúan sobre el estado de alerta físico y mental. El
tiroides también secreta una hormona denominada calcitonina, que disminuye los niveles de calcio y fósforo
en la sangre e inhibe la reabsorción ósea de estos iones.
Glándulas paratiroides
Las paratiroides se localizan en un área cercana o están inmersas en la glándula tiroides. La hormona
paratiroidea aumenta los niveles sanguíneos de calcio y fósforo y estimula la reabsorción de hueso.
Ovarios
Los ovarios son los órganos femeninos de la reproducción, o gónadas. Son estructuras pares con forma de
almendra situadas a ambos lados del útero. Los folículos ováricos producen óvulos, o huevos, y también
segregan un grupo de hormonas denominadas estrógenos, necesarias para el desarrollo de los órganos
reproductores y de las características sexuales secundarias, como distribución de la grasa, amplitud de la
pelvis, crecimiento de las mamas y vello púbico y axilar.
La progesterona ejerce su acción principal sobre la mucosa uterina en el mantenimiento del embarazo.
También actúa junto a los estrógenos favoreciendo el crecimiento y la elasticidad de la vagina. Los ovarios
también elaboran una hormona llamada relaxina, que actúa sobre los ligamentos de la pelvis y el cuello del
útero y provoca su relajación durante el parto, facilitando de esta forma el alumbramiento.
Testículos
Las gónadas masculinas o testículos, son cuerpos ovoideos pares que se encuentran suspendidos en el escroto.
Las células de Leydig de los testículos producen una o más hormonas masculinas, denominadas andrógenos.
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La más importante es la testosterona, que estimula el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, influye
sobre el crecimiento de la próstata y vesículas seminales, y estimula la actividad secretora de estas estructuras.
Los testículos también contienen células que producen el esperma. Véase Aparato reproductor.
Páncreas
La mayor parte del páncreas está formado por tejido exocrino que libera enzimas en el duodeno. Hay grupos
de células endocrinas, denominados islotes de Langerhans, distribuidos por todo el tejido que secretan insulina
y glucagón. La insulina actúa sobre el metabolismo de los hidratos de carbono, proteínas y grasas,
aumentando la tasa de utilización de la glucosa y favoreciendo la formación de proteínas y el almacenamiento
de grasas. El glucagón aumenta de forma transitoria los niveles de azúcar en la sangre mediante la liberación
de glucosa procedente del hígado.
Placenta
La placenta, un órgano formado durante el embarazo a partir de la membrana que rodea al feto, asume
diversas funciones endocrinas de la hipófisis y de los ovarios que son importantes en el mantenimiento del
embarazo. Secreta la hormona denominada gonadotropina coriónica, sustancia presente en la orina durante la
gestación y que constituye la base de las pruebas de embarazo. La placenta produce progesterona y
estrógenos, somatotropina coriónica (una hormona con algunas de las características de la hormona del
crecimiento), lactógeno placentario y hormonas lactogénicas. Véase Embriología.
Músculo, tejido u órgano del cuerpo animal caracterizado por su capacidad para contraerse, por lo general en
respuesta a un estímulo nervioso. La unidad básica de todo músculo es la miofibrilla, estructura filiforme muy
pequeña formada por proteínas complejas. Cada célula muscular o fibra contiene varias miofibrillas,
compuestas de miofilamentos de dos tipos, gruesos y delgados, que adoptan una disposición regular. Cada
miofilamento grueso contiene varios cientos de moléculas de la proteína miosina. Los filamentos delgados
contienen dos cadenas de la proteína actina. Las miofribrillas están formadas de hileras que alternan
miofilamentos gruesos y delgados con sus extremos traslapados. Durante las contracciones musculares, estas
hileras de filamentos interdigitadas se deslizan una sobre otra por medio de puentes cruzados que actúan como
ruedas. La energía que requiere este movimiento procede de mitocondrias densas que rodean las miofibrillas.
Existen tres tipos de tejido muscular: liso, esquelético y cardiaco.
Músculo liso
El músculo visceral o involuntario está compuesto de células con forma de huso con un núcleo central, que
carecen de estrías transversales aunque muestran débiles estrías longitudinales. El estímulo para la contracción
de los músculos lisos está mediado por el sistema nervioso vegetativo. El músculo liso se localiza en la piel,
órganos internos, aparato reproductor, grandes vasos sanguíneos y aparato excretor.
Tejido muscular esquelético o estriado
Este tipo de músculo está compuesto por fibras largas rodeadas de una membrana celular, el sarcolema. Las
fibras son células fusiformes alargadas que contienen muchos núcleos y en las que se observa con claridad
estrías longitudinales y transversales. Los músculos esqueléticos están inervados a partir del sistema nervioso
central, y debido a que éste se halla en parte bajo control consciente, se llaman músculos voluntarios. La
mayor parte de los músculos esqueléticos están unidos a zonas del esqueleto mediante inserciones de tejido
conjuntivo llamadas tendones. Las contracciones del músculo esquelético permiten los movimientos de los
distintos huesos y cartílagos del esqueleto. Los músculos esqueléticos forman la mayor parte de la masa
corporal de los vertebrados.
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Músculo cardiaco
Este tipo de tejido muscular forma la mayor parte del corazón de los vertebrados. Las células presentan
estriaciones longitudinales y transversales imperfectas y difieren del músculo esquelético sobre todo en la
posición central de su núcleo y en la ramificación e interconexión de las fibras. El músculo cardiaco carece de
control voluntario. Está inervado por el sistema nervioso vegetativo, aunque los impulsos procedentes de él
sólo aumentan o disminuyen su actividad sin ser responsables de la contracción rítmica característica del
miocardio vivo. El mecanismo de la contracción cardiaca se basa en la generación y trasmisión automática de
impulsos.
Funciones
El músculo liso se encuentra en órganos que también están formados por otros tejidos, como el corazón e
intestino, que contienen capas de tejido conjuntivo. El músculo esquelético suele formar haces que componen
estructuras musculares cuya función recuerda a un órgano. Con frecuencia, durante su acción retraen la piel de
modo visible. Tales estructuras musculares tienen nombres que aluden a su forma, función e inserciones: por
ejemplo, el músculo trapecio del dorso se llama de este modo porque se parece a la figura geométrica de este
nombre, y el músculo masetero (del griego, masètèr, 'masticador') de la cara debe su nombre a su función
masticatoria. Las fibras musculares se han clasificado, por su función, en fibras de contracción lenta (tipo I) y
de contracción rápida (tipo II). La mayoría de los músculos esqueléticos están formados por ambos tipos de
fibras, aunque uno de ellos predomine. Las fibras de contracción rápida, de color oscuro, se contraen con más
velocidad y generan mucha potencia; las fibras de contracción lenta, más pálidas, están dotadas de gran
resistencia.
La contracción de una célula muscular se activa por la liberación de calcio del interior de la célula, en
respuesta probablemente a los cambios eléctricos originados en la superficie celular. Véase Anatomía.
Los músculos que realizan un ejercicio adecuado reaccionan a los estímulos con potencia y rapidez, y se dice
que están dotados de tono. Como resultado de un uso excesivo pueden aumentar su tamaño (hipertrofia),
consecuencia del aumento individual de cada una de las células musculares. Como resultado de una
inactividad prolongada los músculos pueden disminuir su tamaño (atrofia) y debilitarse. En ciertas
enfermedades, como ciertas formas de parálisis, el grado de atrofia puede ser tal que los músculos quedan
reducidos a una parte de su tamaño normal.
Órganos sensoriales, en seres humanos y otros animales, órganos especializados que reciben estímulos del
exterior y transmiten el impulso a través de las vías nerviosas hasta el sistema nervioso central donde se
procesa y se genera una respuesta.
Los cinco sentidos son el oído, la vista, el olfato, el gusto y el tacto. El tacto tiene muchas subdivisiones,
como el sentido de la presión, del calor, del frío y del dolor; los científicos contabilizan más de 15 sentidos
adicionales. Los receptores sensoriales que están en el interior de los tejidos de los músculos, tendones y
articulaciones se llaman propioceptores, e informan sobre sensaciones como el peso, la posición del cuerpo y
el juego de algunas articulaciones. En el interior del canal semicircular del oído está el órgano del equilibrio,
que informa de la estabilidad del cuerpo. Las sensaciones generales de las necesidades del organismo, como la
sed, el hambre, la fatiga y el dolor, también se consideran sentidos.
Oído; Ojo; Audición; Boca; Sistema nervioso; Nariz; Piel; Olfato; Gusto; Lengua; Tacto; Visión.
Respiración humana
En los seres humanos y en otros vertebrados, los pulmones se localizan en el interior del tórax. Las costillas
forman la caja torácica, que está delimitada en su base por el diafragma. Las costillas se inclinan hacia
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adelante y hacia abajo cuando se elevan por la acción del músculo intercostal, provocando un aumento del
volumen de la cavidad torácica. El volumen del tórax también aumenta por la contracción hacia abajo de los
músculos del diafragma. En el interior del tórax, los pulmones se mantienen próximos a las paredes de la caja
torácica sin colapsarse, debido a la presión que existe en su interior. Cuando el tórax se expande, los pulmones
comienzan a llenarse de aire durante la inspiración. La relajación de los músculos tensados del tórax permite
que éstos vuelvan a su estado natural contraído, forzando al aire a salir de los pulmones. Se inhalan y se
exhalan más de 500 cc de aire en cada respiración; a esta cantidad se denomina volumen de aire corriente o de
ventilación pulmonar. Aún se pueden inhalar 3.300 cc más de aire adicional con una inspiración forzada,
cantidad que se denomina volumen de reserva inspiratoria. Una vez expulsado este mismo volumen, aún se
pueden exhalar 1.000 cc, con una espiración forzada, llamada volumen de reserva espiratoria. La suma de
estas tres cantidades se llama capacidad vital. Aparte, en los pulmones siempre quedan 1.200 cc de aire que no
pueden salir, que se denomina volumen de aire residual o alveolar.
Los pulmones de los humanos son rojizos y de forma piramidal, en consonancia con la forma de la cavidad
del tórax. No son simétricos por completo, en el pulmón derecho se distinguen tres lóbulos y en el izquierdo
dos, el cual presenta una cavidad donde se alberga el corazón. En el medio de cada uno de ellos está la raíz del
pulmón, que une el pulmón al mediastino o porción central del pecho. La raíz está constituida por las dos
membranas de la pleura, los bronquios, las venas y las arterias pulmonares. Los bronquios arrancan de los
pulmones y se dividen y subdividen hasta terminar en el lobulillo, la unidad anatómica y funcional de los
pulmones. Las arterias y las venas pulmonares acompañan a los bronquios en su ramificación progresiva hasta
convertirse en finas arteriolas y vénulas de los lobulillos, y éstas a su vez en una red de capilares que forman
las paredes de los alveolos pulmonares. Los nervios del plexo pulmonar y los vasos linfáticos se distribuyen
también de la misma manera. En el lobulillo, los bronquiolos se dividen hasta formar los bronquiolos
terminales, que se abren al atrio o conducto alveolar. Cada atrio se divide a su vez en sacos alveolares, y éstos
en alveolos.
Los principales centros nerviosos que controlan el ritmo y la intensidad de la respiración están en el bulbo
raquídeo (o médula oblongada) y en la protuberancia anular (o puente de Varolio) del tronco encefálico (véase
Cerebro). Las células de este núcleo son sensibles a la acidez de la sangre que depende de la concentración de
dióxido de carbono en el plasma sanguíneo. Cuando la acidez de la sangre es alta se debe, en general, a un
exceso de este gas en disolución; en este caso, el centro respiratorio estimula a los músculos respiratorios para
que aumenten su actividad. Cuando la concentración de dióxido de carbono es baja, la respiración se ralentiza.
Un fallo circulatorio puede provocar anoxia en los tejidos del cuerpo cuando el volumen circulatorio es
inadecuado o cuando la capacidad de transporte de oxígeno está alterada. Para consultar otras perturbaciones
del sistema respiratorio, ver los artículos sobre las enfermedades en particular, como por ejemplo, Asma
bronquial; Síndrome de descompresión rápida; Bronquitis; Resfriado común; Difteria; Gripe; Pleuresía;
Neumonía; Tuberculosis.
ESQUELETO HUMANO
Los vertebrados poseen un grupo de estructuras más o menos rígidas, constituidas por cartílago o por hueso, o
por una combinación de estos dos tipos de tejido conectivo. La más primitiva de estas estructuras es la
notocorda, que es una espina dorsal de tejido cartilaginoso que poseen los peces. Los animales más
desarrollados, desde el punto de vista evolutivo, poseen un esqueleto axial, formado por el cráneo, la columna
vertebral y las costillas; y un esqueleto apendicular formado por las cinturas pélvica y pectoral, y por los
apéndices.
Al principio, el esqueleto que se forma en el embrión de los animales superiores es cartilaginoso; el calcio y el
tejido óseo se van depositando a medida que el organismo alcanza la madurez. En los seres humanos, el
proceso de endurecimiento del hueso, denominado osificación, se completa en torno a los 25 años de edad. El
último hueso que se osifica es el esternón.
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El número total de huesos que posee un determinado animal varía con su edad porque muchos huesos se
fusionan entre sí durante el proceso de osificación. El número promedio de estructuras esqueléticas diferentes
en una persona joven es de 200, sin incluir los seis huesillos de los oídos. El esqueleto humano está sujeto a
diferentes alteraciones patológicas, las más importantes de todas son las fracturas, el raquitismo, enfermedad
deficitaria, y la osteoporosis.
Sistema nervioso, conjunto de los elementos que en los organismos animales están relacionados con la
recepción de los estímulos, la transmisión de los impulsos nerviosos o la activación de los mecanismos de los
músculos.
Anatomía y función
En el sistema nervioso, la recepción de los estímulos es la función de unas células sensitivas especiales, los
receptores. Los elementos conductores son unas células llamadas neuronas que pueden desarrollar una
actividad lenta y generalizada o pueden ser unas unidades conductoras rápidas, de gran eficiencia. La
respuesta específica de la neurona se llama impulso nervioso; ésta y su capacidad para ser estimulada, hacen
de esta célula una unidad de recepción y emisión capaz de transferir información de una parte a otra del
organismo.
Célula nerviosa
Cada célula nerviosa o neurona consta de una porción central o cuerpo celular, que contiene el núcleo y una o
más estructuras denominadas axones y dendritas. Estas últimas son unas extensiones bastante cortas del
cuerpo neuronal y están implicadas en la recepción de los estímulos. Por contraste, el axón suele ser una
prolongación única y alargada, muy importante en la transmisión de los impulsos desde la región del cuerpo
neuronal hasta otras células. Véase Neurofisiología.
Sistemas simples
Aunque todos los animales pluricelulares tienen alguna clase de sistema nervioso, la complejidad de su
organización varía de forma considerable entre los diferentes tipos de organismos. En los animales simples,
como los celentéreos, las células nerviosas forman una red capaz de mediar respuestas estereotipadas. En los
animales más complejos, como crustáceos, insectos y arañas, el sistema nervioso es más complicado. Los
cuerpos celulares de las neuronas están organizados en grupos llamados ganglios, que se interconectan entre sí
formando las cadenas ganglionares. Estas cadenas están presentes en todos los vertebrados, en los que
representan una parte especial del sistema nervioso relacionada en especial con la regulación de la actividad
del corazón, las glándulas y los músculos involuntarios.
Sistemas de los vertebrados
Los animales vertebrados tienen una columna vertebral y un cráneo en los que se aloja el sistema nervioso
central, mientras que el sistema nervioso periférico se extiende a través del resto del cuerpo. La parte del
sistema nervioso localizada en el cráneo es el cerebro y la que se encuentra en la columna vertebral es la
médula espinal. El cerebro y la médula espinal se comunican por una abertura situada en la base del cráneo y
están también en contacto con las demás zonas del organismo a través de los nervios. La distinción entre
sistema nervioso central y periférico se basa en la diferente localización de las dos partes, íntimamente
relacionadas, que constituyen el primero. Algunas de las vías de los cuerpos neuronales conducen señales
sensitivas y otras vías conducen respuestas musculares o reflejos, como los causados por el dolor.
En la piel se encuentran unas células especializadas, llamadas receptores, de diversos tipos, sensibles a
diferentes estímulos; captan la información (como por ejemplo, la temperatura, la presencia de un compuesto
químico, la presión sobre una zona del cuerpo), y la transforman en una señal eléctrica que utiliza el sistema
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nervioso. Las terminaciones nerviosas libres también pueden recibir estímulos: son sensibles al dolor y son
directamente activadas por éste. Estas neuronas sensitivas, cuando son activadas mandan los impulsos hacia el
sistema nervioso central y transmiten la información a otras neuronas, llamadas neuronas motoras, cuyos
axones se extienden de nuevo hacia la periferia. Por medio de estas últimas células, los impulsos se dirigen a
las terminaciones motoras de los músculos, los excitan y originan su contracción y el movimiento adecuado.
Así, el impulso nervioso sigue una trayectoria que empieza y acaba en la parte periférica del cuerpo. Muchas
de las acciones del sistema nervioso se pueden explicar basándonos en estas cadenas de células nerviosas
interconectadas que, al ser estimuladas en un extremo, son capaces de ocasionar un movimiento o secreción
glandular en el otro.
La red nerviosa
Los nervios craneales se extienden desde la cabeza y el cuello hasta el cerebro pasando a través de las
aberturas del cráneo; los nervios espinales o medulares están asociados con la médula espinal y atraviesan las
aberturas de la columna vertebral. Ambos tipos de nervios se componen de un gran número de axones que
transportan los impulsos hacia el sistema nervioso central y llevan los mensajes hacia el exterior. Las primeras
vías se llaman aferentes y las últimas eferentes. En función de la parte del cuerpo que alcanzan, a los impulsos
nerviosos aferentes se les denomina sensitivos y a los eferentes, somáticos o motores viscerales. La mayoría
de los nervios son mixtos, es decir, están constituidos por elementos motores y sensitivos.
Los nervios craneales y espinales aparecen por parejas y, en la especie humana, su número es 12 y 31
respectivamente. Los pares de nervios craneales se distribuyen por las regiones de la cabeza y el cuello, con
una notable excepción: el par X o nervio vago, que además de inervar órganos situados en el cuello, alcanza
otros del tórax y el abdomen. La visión, la audición, el sentido del equilibrio y el gusto están mediados por los
pares de nervios craneales II, VIII y VII, respectivamente. De los nervios craneales también dependen las
funciones motoras de la cabeza, los ojos, la cara, la lengua, la laringe y los músculos que funcionan en la
masticación y la deglución. Los nervios espinales salen desde las vértebras y se distribuyen por las regiones
del tronco y las extremidades. Están interconectados, formando dos plexos: el braquial, que se dirige a las
extremidades superiores, y el lumbar que alcanza las inferiores.
Sistema nervioso vegetativo
Existen grupos de fibras motoras que llevan los impulsos nerviosos a los órganos que se encuentran en las
cavidades del cuerpo, como el estómago y los intestinos (vísceras). Estas fibras constituyen el sistema
nervioso vegetativo que se divide en dos secciones con una función más o menos antagónica y con unos
puntos de origen diferentes en el sistema nervioso central. Las fibras del sistema nervioso vegetativo
simpático se originan en la región media de la médula espinal, unen la cadena ganglionar simpática y penetran
en los nervios espinales, desde donde se distribuyen de forma amplia por todo el cuerpo. Las fibras del
sistema nervioso vegetativo parasimpático se originan por encima y por debajo de las simpáticas, es decir, en
el cerebro y en la parte inferior de la médula espinal. Estas dos secciones controlan las funciones de los
sistemas respiratorio, circulatorio, digestivo y urogenital.
Alteraciones del sistema nervioso
La neurología se encarga del estudio y el tratamiento de las alteraciones del sistema nervioso y la psiquiatría
de las perturbaciones de la conducta de naturaleza funcional. La división entre estas dos especialidades
médicas no está definida con claridad debido a que las alteraciones neurológicas muestran con frecuencia
síntomas orgánicos y mentales. Para la discusión de enfermedad mental funcional, véase Trastornos mentales.
Las alteraciones del sistema nervioso comprenden malformaciones genéticas, intoxicaciones, defectos
metabólicos, alteraciones vasculares, inflamaciones, degeneración y tumores, y están relacionadas con las
células nerviosas o sus elementos de sostén. Entre las causas más comunes de la parálisis y de otras
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complicaciones neurológicas se encuentran las alteraciones vasculares, tales como la hemorragia cerebral y
otras formas de apoplejía. Algunas enfermedades manifiestan una distribución por edad y geográfica peculiar;
por ejemplo, la esclerosis múltiple degenerativa del sistema nervioso es común en las zonas templadas, pero
rara en los trópicos.
El sistema nervioso es susceptible a las infecciones provocadas por una gran variedad de bacterias, parásitos y
virus. Por ejemplo, la meningitis o la inflamación de las meninges (las membranas que recubren el cerebro y
la médula espinal) puede originarse por numerosos agentes; sin embargo, la infección por un virus específico
causa la rabia. Algunos virus que provocan dolencias neurológicas afectan sólo a ciertas partes del sistema
nervioso; es el caso del virus que origina la poliomielitis que suele atacar a la médula espinal; el que causa la
encefalitis afecta al cerebro.
Las inflamaciones del sistema nervioso se denominan en función de la parte a la que afectan. Así, la mielitis
es la inflamación de la médula espinal y la neuritis la de un nervio. Estas alteraciones pueden producirse no
sólo por infecciones, sino también por intoxicación, alcoholismo o lesiones. Los tumores que se originan en el
sistema nervioso suelen componerse de tejido meníngeo o de células de la neuroglia (tejido de sostén),
dependiendo de la parte específica que esté afectada. Sin embargo, otros tipos de tumores pueden sufrir
metástasis (propagarse) o invadir el sistema nervioso. Véase Cáncer (medicina). En ciertas alteraciones, como
la neuralgia, la migraña y la epilepsia puede no existir ninguna evidencia de daño orgánico. Otra alteración, la
parálisis cerebral, está asociada con una lesión cerebral producida antes, durante o después del nacimiento.
Minerales
Los minerales inorgánicos son necesarios para la reconstrucción estructural de los tejidos corporales además
de que participan en procesos tales como la acción de los sistemas enzimáticos, contracción muscular,
reacciones nerviosas y coagulación de la sangre. Estos nutrientes minerales, que deben ser suministrados en la
dieta, se dividen en dos clases: macroelementos, tales como calcio, fósforo, magnesio, sodio,hierro, yodo y
potasio; y microelementos, tales como cobre, cobalto, manganeso, flúor y cinc.
El calcio es necesario para desarrollar los huesos y conservar su rigidez. También participa en la formación
del citoesqueleto y las membranas celulares, así como en la regulación de la excitabilidad nerviosa y en la
contracción muscular. Un 90% del calcio se almacena en los huesos, donde puede ser reabsorbido por la
sangre y los tejidos. La leche y sus derivados son la principal fuente de calcio.
El fósforo, también presente en muchos alimentos y sobre todo en la leche, se combina con el calcio en los
huesos y los dientes. Desempeña un papel importante en el metabolismo de energía en las células, afectando a
los hidratos de carbono, lípidos y proteínas.
El magnesio, presente en la mayoría de los alimentos, es esencial para el metabolismo humano y muy
importante para mantener el potencial eléctrico de las células nerviosas y musculares. La deficiencia de
magnesio entre los grupos que padecen malnutrición, en especial los alcohólicos, produce temblores y
convulsiones.
El sodio está presente en pequeñas cantidades en la mayoría de los productos naturales y abunda en las
comidas preparadas y en los alimentos salados. Está también presente en el fluido extracelular, donde tiene un
papel regulador. El exceso de sodio produce edema, que consiste en una superacumulación de fluido
extracelular. En la actualidad existen pruebas de que el exceso de sal en la dieta contribuye a elevar la tensión
arterial.
El hierro es necesario para la formación de la hemoglobina, pigmento de los glóbulos rojos de la sangre
responsables de transportar el oxígeno. Sin embargo, este mineral no es absorbido con facilidad por el sistema
digestivo. En los hombres se encuentra en cantidades suficientes, pero las mujeres en edad menstrual, que
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necesitan casi dos veces más cantidad de hierro debido a la pérdida que se produce en la menstruación, suelen
tener deficiencias y deben tomar hierro fácil de asimilar.
El yodo es imprescindible para la síntesis de las hormonas de la glándula tiroides. Su deficiencia produce
bocio, que es una inflamación de esta glándula en la parte inferior del cuello. La ingestión insuficiente de
yodo durante el embarazo puede dar lugar a cretinismo o deficiencia mental en los niños. Se calcula que más
de 150 millones de personas en el mundo padecen enfermedades ocasionadas por la insuficiencia de yodo.
Los microelementos son otras sustancias inorgánicas que aparecen en el cuerpo en diminutas cantidades, pero
que son esenciales para gozar de buena salud. Se sabe poco de su funcionamiento, y casi todo lo que se
conoce de ellos se refiere a la forma en que su ausencia, sobre todo en animales, afecta a la salud. Los
microelementos aparecen en cantidades suficientes en casi todos los alimentos.
Entre los microelementos más importantes se encuentra el cobre, presente en muchas enzimas y en proteínas,
que contiene cobre, de la sangre, el cerebro y el hígado. La insuficiencia de cobre está asociada a la
imposibilidad de utilizar el hierro para la formación de la hemoglobina. El cinc también es importante para la
formación de enzimas. Se cree que la insuficiencia de cinc impide el crecimiento normal y, en casos extremos,
produce enanismo. Se ha descubierto que el flúor, que se deposita sobre todo en los huesos y los dientes, es un
elemento necesario para el crecimiento en animales. Los fluoruros, una clase de compuestos del flúor, son
importantes para evitar la desmineralización de los huesos. La fluorización del agua ha demostrado ser una
medida efectiva para evitar el deterioro de la dentadura, reduciéndolo hasta casi un 40%. Entre los demás
microelementos podemos citar el cromo, el molibdeno y el selenio.
Vitaminas
Las vitaminas liposolubles son compuestos orgánicos que actúan sobre todo en los sistemas enzimáticos para
mejorar el metabolismo de las proteínas, los hidratos de carbono y las grasas. Sin estas sustancias no podría
tener lugar la descomposición y asimilación de los alimentos. Ciertas vitaminas participan en la formación de
las células de la sangre, hormonas, sustancias químicas del sistema nervioso y materiales genéticos. Las
vitaminas se clasifican en dos grupos: liposolubles e hidrosolubles. Entre las vitaminas liposolubles están las
vitaminas A, D, E y K. Entre las hidrosolubles se incluyen la vitamina C y el complejo vitamínico B.
Las vitaminas liposolubles suelen absorberse con alimentos que contienen esta sustancia. Su descomposición
la lleva a cabo la bilis del hígado, y después las moléculas emulsionadas pasan por los vasos linfáticos y las
venas para ser distribuidas en las arterias. El exceso de estas vitaminas se almacena en la grasa corporal, el
hígado y los riñones. Debido a que se pueden almacenar, no es necesario consumir estas vitaminas a diario.
La vitamina A es esencial para las células epiteliales y para un crecimiento normal. Su insuficiencia produce
cambios en la piel y ceguera nocturna, o falta de adaptación a la oscuridad debido a los efectos de su carencia
en la retina. Es posible que con el tiempo se llegue a la xeroftalmia, un estado ocular caracterizado por
sequedad y engrosamiento de la superficie de la córnea y la membrana conjuntiva. Si no se trata, sobre todo la
xeroftalmia puede causar ceguera, especialmente en los niños. La vitamina A se puede obtener directamente
en la dieta mediante los alimentos de origen animal, tales como leche, huevos e hígado. Casi toda la
vitamina A se obtiene del caroteno, que se encuentra en las frutas y verduras verdes y amarillas, y se
transforma en vitamina A en el cuerpo.
La vitamina D actúa casi como una hormona, ya que regula la absorción de calcio y fósforo y el metabolismo.
Una parte de la vitamina D se obtiene de alimentos como los huevos, el pescado, el hígado, la mantequilla, la
margarina y la leche, que pueden haber sido enriquecidos con esta vitamina. Los seres humanos, sin embargo,
toman la mayor parte de su vitamina D exponiendo la piel a la luz del Sol. Su insuficiencia produce
raquitismo en los niños y osteomalacia en los adultos.
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La vitamina E es un nutriente esencial para muchos vertebrados, pero aún no se ha determinado su papel en el
cuerpo humano. Se ha hecho muy popular como remedio para muchas y diversas dolencias, pero no existen
pruebas claras de que alivie ninguna enfermedad concreta. La vitamina E se encuentra en los aceites de
semillas y en el germen de trigo. Se cree que funciona como antioxidante, protegiendo las células del
deterioro causado por los radicales libres.
La vitamina K es necesaria para la coagulación de la sangre. Participa en la formación de la enzima
protrombina, la que, a su vez, es indispensable en la producción de fibrina para la coagulación sanguínea. La
vitamina K se produce en cantidades suficientes en el intestino gracias a una bacteria, pero también la
proporcionan los vegetales de hoja verde, como las espinacas y la col, la yema de huevo y muchos otros
alimentos.
Las vitaminas hidrosolubles (vitamina C y complejo vitamínico B) no se pueden almacenar, por lo que es
necesario su consumo diario para suplir las necesidades del cuerpo. La vitamina C, o ácido ascórbico,
desempeña un papel importante en la síntesis y conservación del tejido conectivo. Evita el escorbuto, que
ataca las encías, piel y membranas mucosas, y su principal aporte viene de los cítricos.
Las vitaminas más importantes del complejo vitamínico B son la tiamina (B 1), riboflavina (B 2),
nicotinamida (B 3), piridoxina (B 6), ácido pantoténico, lecitina, colina, inositol, ácido para−aminobenzoico
(PABA), ácido fólico y cianocobalamina (B 12). Estas vitaminas participan en una amplia gama de
importantes funciones metabólicas y previenen afecciones tales como el beriberi y la pelagra. Se encuentran
principalmente en la levadura y el hígado.
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