“Vírgenes fashion” o mandá “virgen” al 2020 por Germán Díaz Religioso Salesiano. Lic. en Comunicación Social germansdb@hotmail.com Si algo faltaba para seguir desprestigiando a la Iglesia Católica, era justamente burlarse de la Santísima Virgen María. En Santiago de Chile, se llevó a cabo un desfile de modas con creaciones de diferentes estilos estéticos basadas en las representaciones que los católicos hacen en diversos lugares del mundo. Sí, sólo eso faltaba. Tal vez, ahora, se sienta un precedente para continuar la fiesta y el carnaval anticatólico. La ofensa, la burla, la conspiración casi diabólica de caprichosos artistas y comerciantes ávidos de dinero, se confabulan, una vez más, para atacar a la Iglesia de Cristo. No son tiempos de paz por cierto. Los obispos chilenos han pedido la intervención del evento, ya que daña y horroriza a quienes amamos a la santa madre de Dios y, con enervada sensación de ira, rechazamos que mujeres de dudosa condición moral la representen. El diseñador chileno Ricardo Oyarzún, promotor del polémico desfile de moda, defendió su iniciativa con el pobre argumento de que su espectáculo fue una "alegoría" inspirada en las imágenes religiosas. Yo me pregunto: ¿Por qué no prueba hacer una alegoría con Adolf Hitler o con alguna de sus tías o abuelas? Sería lindo ver las reacciones. ¿Por qué no eligió los vestidos de su madre para realizar un show? ¿Es necesario ofender a otro y etiquetar con la palabra “arte” cualquier cosa que se le ocurra? Por cierto que hoy es muy difícil definir el arte. Desde los tiempos del dadaísmo y el “pop art”, todo elemento ordinario puede contener sentido artístico. El arte atraviesa una crisis de identidad hace casi un siglo. Los conceptos y la estética se han modificado. Por ejemplo, no conviene llamar artes plásticas, ya que no todo tiene ese soporte. “Bellas artes” tampoco, porque hay arte en la fealdad. Solemos asombrarnos, cuando vemos una escultura abstractacontemporánea en la ciudad, y nos preguntamos: “por qué no sacan ese montón de fierros”. Artes visuales no, porque queda afuera el arte que se ve y se escucha o se huele. Llaman arte al desatino, a la ocurrencia, a la idea transgresora, que vende y parece más culta, porque no se entiende o rompe las reglas. ¿El arte, en definitiva, qué es? No es fácil responder cuando hay tantas respuestas como artistas existen, y todos tienen razón. Muchas cosas llamaron la atención, debido a la noticia del “genial” modisto chileno. Pero, entre tanta pavada mediática, uno puede sustraer algún adjetivo colocado intencionalmente en la redacción de las noticias. El diario chileno publica la noticia de esta manera: “El modisto subrayó que su desfile "Vírgenes Fashion Show" , que se efectuó, la víspera, en una discoteca gay capitalina, pese al rechazo de grupos conservadores y la Iglesia católica local, "no se trata de una representación textual, sino que es una alegoría".[1] ¿Por qué necesariamente el periodista se toma la atribución de definir como “conservadores” a aquéllos que defienden sus creencias más íntimas? ¿No es demasiado arbitrario hacerlo? ¿Acaso el gentil trabajador de la información accedería a posar de “virgencita” y sonreír para el público? No entiendo, o mejor sí entiendo, pero no comprendo. ¿Por qué siempre que un grupo de católicos se siente ofendido por los ataques de seudoartistas y sus representaciones agresivas se los titula “conservadores”? ¿Por qué los que defienden la vida y luchan contra el aborto son tildados y menoscabados con el titulo de “conservadores”? ¿Por qué permitir que se haga cualquier cosa con la cultura o los valores sociales significa ser liberal? ¿Por qué ser liberal suena hoy a ser gente sensata o de avanzada? ¿Qué tiene que ver la sensatez con la ridiculez y con la falta de respeto? ¿Acaso un liberal es más inteligente y feliz que un conservador? ¿Quién mide la verdad y la razón? Hoy ya no existe la censura entre nosotros. Quizá debería existir, al menos, un nivel ínfimo, pero sería atinado cortar algunos espectáculos, canciones, programas de TV. Sería muy provechoso, para la sociedad, ejercer algún grado de censura. Como Platón, en La República, que supone que la lectura de ciertos poemas no edificaría en nada la formación espiritual de los soldados, pues los desanimaría o decepcionaría. Así también, hoy vivimos en la decepción, en el horror, en la contaminación moral. No hay censura, no hay tampoco límite, no existe un organismo de ninguna índole que procure mostrar lo bueno, lo grande, lo hermoso, lo sublime, lo ideal. El Estado no controla los contenidos televisivos, ni teatrales, ni de ningún tipo. Todo puede ser. En un Estado donde todo puede ser, cualquier cosa puede suceder. Vivimos en la decepción sabiendo que todo puede ser vulnerado, todo puede ser burlado, todo es posible de difamarse, quemarse, arrojarse al vacío. Pasamos de la caza de brujas a ser cazados por ellas. De la inquisición a la desprotección. Del totalitarismo al “porquerismo”. ¿No sentimos asco, ni vergüenza al oír a una niña decir, por televisión, que “se toca” en la pieza de sus padres y que mandes un mensaje al 2020 para saber más? Consentimos o nos asqueamos. Participamos o denunciamos. No puede haber neutralidad. El asco al manoseo parece también haberse extinguido. “Maten a los pedófilos y pederastas”, exigimos, pero la TV basura, tal vez, es peor, no lo toca al niño, sólo lo pudre por dentro y lentamente desde la más tierna infancia. La virginidad ya no constituye un valor, es sólo una temática para el humor. A pesar de todo, aún hay esperanza, aunque toquemos fondo, siempre hay un horizonte mejor. La madre santísima de Dios fue y sigue siendo Virgen, y sigue viviendo entre sus hijos que la amamos, ella permanece cerca, seguro inquieta, molesta, pero no nos deja. Ella es Nuestra Madre la Virgen Santísima. ¡Madre, bendice a los artistas y a los comunicadores para que descubran a Cristo y, en él, la verdad que excede toda opinión o discurso! Madre, enséñanos a amarte y seguirte fieles por el camino del amor. [1] El Universal, Santiago de Chile, 16 de enero de 2009.