La felicidad en el Islam

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La felicidad en el Islam
(parte 1 de 3): El concepto de felicidad
El modo de alcanzar la felicidad es, tal vez, una de las cosas más importantes en la
vida humana; y sin embargo, la ciencia no puede decir mucho al respecto.
El concepto mismo de felicidad es bastante difuso y esquivo. ¿Es la felicidad una
idea, una virtud, una filosofía, un ideal inalcanzable o está determinada por la
genética? No se ha logrado establecer ninguna definición al respecto.
Incluso en la actualidad, encontramos una “industria de la felicidad”: vendedores
de drogas, compañías farmacéuticas, Hollywood, compañías de juguetes, gurús de la
auto-ayuda y, por supuesto, Disney, creador del lugar más alegre de la
Tierra. ¿Puede la felicidad comprarse? ¿La felicidad se alcanza aumentando al
máximo el placer, ganando fama y fortuna o viviendo una vida de ocio
ilimitado? Esta serie de artículos explorará brevemente la evolución de la idea de la
felicidad en el pensamiento occidental, luego analizaremos la comprensión cultural
presente hoy en Occidente. Finalmente, se discutirá el significado de los medios para
alcanzar la felicidad en el Islam.
La evolución del concepto de felicidad en Occidente
El ideal cristiano de felicidad se basa en las palabras de Jesús:
“Estos son tiempos de aflicción, cuando os vea nuevamente, llegará la felicidad y
nadie os la quitará.” (Juan 16:22)
La idea cristiana de felicidad se fue desarrollando a lo largo de los siglos, y fue
uniéndose a la teología del pecado. San agustín dice, en “La ciudad de Dios”, que a
causa del pecado de Adán y Eva, la felicidad es “inalcanzable en esta vida”[1].
En 1776, Thomas Jefferson, resumiendo un siglo de meditaciones sobre el tema en
América y Europa, juzgó que la “persecución de la felicidad” es una verdad “auto
evidente”. Esta idea ya estaba muy arraigada y no necesitaba ninguna demostración.
El imperativo moral del siglo se había vuelto la “persecución de la felicidad” para
el mayor número de personas. Pero, ¿qué hay de auto-evidente en la persecución de la
felicidad?
¿Es la felicidad nuestra meta última?
La felicidad en la cultura occidental
En Occidente, lo común parece ser creer que la felicidad se obtiene cuando uno
logra riquezas, poder o fama. Los jóvenes desean ser estrellas de rock y los viejos
ganar la lotería. Buscamos a menudo la felicidad removiendo el stress, la tristeza o
causas de irritación. Para algunos, la felicidad se logra con terapias no
convencionales:
Eva Moskowitz, historiadora, nos da una idea de la obsesión americana con el
evangelio de las terapias: “Hoy, esta obsesión no conoce límites, existen en Estados
Unidos más de 260 recetas diferentes del programa de los ‘12 pasos para ser feliz.’”
Una razón por la cual resulta difícil establecer un método para ser feliz, es,
sencillamente que no es fácil saber en qué consiste la felicidad. Y en consecuencia,
los juicios que se emiten al respecto, resultan bastante deficientes. Un cuento
tradicional islámico, nos muestra un ejemplo de la dificultad de juzgar la felicidad:
“¡Oh, gran maestro Nasrudín! -Dijo el ávido estudiante-, debo hacerte una
pregunta muy importante sobre una cuestión que todos desean conocer, ¿Cuál es el
secreto de la felicidad?
Nasrudín guardó silencio un rato, luego dijo: “El secreto de la felicidad está en
saber discernir”.
¡Ah! -dijo el estudiante- ¿y cómo se aprende a discernir bien?
Con la experiencia - respondió Nasrudín
¿Y cómo se obtiene esta experiencia? –preguntó el alumno.
Al discernir mal- dijo Nasrudín.
Un ejemplo de buen discernimiento, es comprender que perseguir alocadamente el
confort material no es el camino a la felicidad. Habiendo sacado esta conclusión por
nuestro correcto discernir, no nos apoyaremos en el confort. Por el contrario,
continuaremos buscando una felicidad que parece fuera de nuestro alcance. A veces
creemos que la manera de ser feliz es ganando más dinero, y tal vez en este afán de
obtener riquezas descuidamos nuestra familia. La mayoría de los grandes eventos
traen mucha menos felicidad de la que esperábamos de ellos. Además, al buscar la
felicidad, frecuentemente no sabemos exactamente qué es lo que deseamos,
desconocemos qué es lo que en definitiva nos haría felices y cómo
obtenerlo. Discernimos mal.
Tal vez la felicidad duradera no provenga de “hacer” algo. Imaginemos que usted
obtuviera de pronto fama, fortuna y tiempo libre. ¿Usted estaría contento? Usted
estaría eufórico, pero por poco tiempo. Gradualmente se adaptaría a su nueva
condición y la vida volvería a su mezcla normal de emociones. ¡Los estudios
demuestran que los ganadores de la lotería, después de unos meses, no son más felices
que la persona promedio! Para recuperar la alegría que inicialmente produce un
evento excepcional, se necesitaría ahora un evento aún más grande.
En 1957, el ingreso per cápita en USA, expresado en dólares, era menos de
$8,000. Hoy es de $16,000. Con los ingresos duplicados, tenemos ahora el doble de
poder adquisitivo. Por ejemplo, hay en plaza dos automóviles por persona. También
tenemos hornos de microondas, televisiones a color, DVD’s, máquinas que graban los
llamados telefónicos que recibimos cuando no estamos en casa, y $12 mil millones de
dólares al año son gastados en adquirir zapatillas de marcas reconocidas.
Y sin embargo, ¿Se ha elevado el nivel de felicidad en USA? No. En 1957, el 37
por ciento de la gente decía ser “muy feliz”, En 1991, ese porcentaje era del
31%[2]. Y los porcentajes de personas que padecen de depresión se han incrementado
notablemente.
El Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dijo:
“La verdadera riqueza no es la acumulación de bienes o tener buena salud, la
verdadera riqueza es la riqueza del alma.” (Sahih Al-Bujari)
Footnotes:
[1]
Ciudad de Dios (XIX.4-10). (http://www.humanities.mq.edu.au/Ockham/y6705.html).
Center for a New American Dream, 2000 Annual Report.
(http://www.newdream.org/publications/2000annualreport.pdf)
[2]
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