Frío consuelo Iztaccihuatl, mujer mía de figura quieta no temas, no habrá más combate duerme un poco, sólo un poco deja que la llama de mi antorcha nos ilumine déjame calentar tu corazón mientras me despojas de todo odio de toda razón. Luna, tú que te posas en el centro del valle aquieta este sufrimiento tan sentido, ¡tan enfermo! que crece imparable en este pecho hinchado de guerra mórbido de nostalgia y de condena del que emprenderá el vuelo a lo alto del cielo hasta el sol, para estar con ella, para protegerla. Noche, tú que haces brillar las estrellas arrebata de mí a mis enemigos y a la serpiente que acecha sigilosa, amenazante haz que brille en ti mi mujer y mi linaje derrama sobre mí tu frío, ahora sobre mi alma cubre mi cuerpo y advierte de mi furia a todo aquel que perturbe e inquiete tú calma. Señor, toma mi espíritu y condúcelo con mi enamorada con mi mujer de siempre, siempre pura, siempre perfecta tómala a ella y a mí, a este humilde guerrero arrodillado enloquecido de rabia y presto para la siguiente batalla buscando la eternidad que otorga la muerte sin importar la serpiente sin importar la batalla. Amor, preciosa mujer, princesa lozana embelleces el paisaje de quien en ti posa su mirada de quien busca siempre, de quien siempre añora duerme tranquila que yo protegeré con mis manos tu espalda mientras contemplo quieto tu cuerpo rodeado de flores domando el fuego que te ilumina y te eleva en total calma. Aire, tu qué haces flotar el aroma libre de su ser tú que acaricias con pasión eterna la noche visible por el humo incesante que cimbra con piedad el barro de este valle hazla tuya y renueva nuestra unión hasta el fin de los tiempos como un beso que transporta a un sueño eterno a un sueño cubierto por un frío consuelo.