ME NOTIFICO. SOLICITO PLENARIO. Excelentísimo Tribunal: MARIO LUIS CORIOLANO, Defensor Oficial de Casación, en causa N º 13569 caratulada “Fiscal y Fiscal Adjunto ante el Tribunal de Casación solicita convocatoria a Acuerdo Plenario”, a V.E. me presento y digo: I.- OBJETO: Vengo a contestar la vista oportunamente conferida a partir de la convocatoria a acuerdo plenario peticionada por los representantes del Ministerio Público Fiscal. II.- ANTECEDENTES: En palabras de los señores Fiscales, la cuestión que se pretende someter al pleno versa sobre la exclusión del procesado de la sala de audiencias al momento de producirse la declaración del menor víctima del delito investigado, y la afectación que tal medida produciría respecto del art. 18 de la Carta Magna. Respecto de dicho tema, en el seno del Tribunal de Casación, aparecen claramente definidas dos posiciones. Invocan, por un lado, la opinión mayoritaria de la Sala III en la causa nº 5871 “Grzelak José Antonio s/ recurso de casación”, que consideró que tal medida resultaba violatoria de las reglas del debido proceso, por lo que debe sustanciarse un nuevo juicio por reputarse violado el derecho del imputado a estar presente ininterrumpidamente en la audiencia y controlar la prueba; y en sentido contrario, que las Salas I y II tienen dicho en reiterados pronunciamientos que tal decisión no violentaría el derecho de defensa en juicio del imputado previsto en el art. 18 de la C.N. en tanto y en cuanto: 1) la decisión fuera razonablemente fundada y 2) se garantice formal y materialmente el contralor de la prueba, afirmando que basta para ello la permanencia de la defensa técnica en el recinto. Además, se exige la efectiva demostración de un perjuicio concreto por la decisión de excluir al imputado de la sala (Sala I: causa nº 3352 “Quiroz, Walter Javier s/ recurso de casación”; causa nº 2685 “Romero” y causa nº 3475 “Vallejos, Carlos A. s/ recurso de casación”; Sala II: causa nº 7284 “Giménez, Pascual s/ recurso de casación”). Por su parte, el Ministerio Público ante el Tribunal sostiene su alineamiento con la postura de las Salas I y II, entendiendo que la adopción de tal medida para que resulte violatoria del derecho de defensa en juicio, la parte agraviada deberá demostrar el perjuicio concreto sufrido. En otro orden de ideas también arguyó que el control de la prueba queda garantizado con la permanencia ininterrumpida en la sala de audiencia de la defensa técnica y finalmente que la prioridad en la consideración de los intereses del niño, condiciona toda decisión de los tribunales judiciales en donde se hallen en conflicto estos intereses. III.- SOLUCION Y/O INTERPRETACION PROPICIADA POR LA DEFENSA ANTE LA INSTANCIA CASATORIA: A.- En primer lugar, entiendo que la convocatoria a acuerdo plenario, debe ser desechada por falta de identidad entre los casos que se alegan fallados contradictoriamente. De ello se sigue la imposibilidad de afirmar tal contradicción y, por ende, la inadmisibilidad del trámite plenario. El Ministerio Público Fiscal ante VV.EE. desatiende los presupuestos de hecho de los casos que reputa contradichos por la Sala III en el caso "Grzelak". Me explico. En la causa n° 2685 "Romero, Hugo", la Sala I juzgó un caso en que el agravio versaba sobre: 1) la falta de fundamentación de la decisión de excluir al imputado de la sala, y 2) "al tiempo de recibir la declaración del denunciante", cónyuge del imputado. Lo decidido versó, por lo tanto, no sobre la afectación del derecho de defensa en juicio por la exclusión del imputado del recinto, sino sobre la alegada infracción a ese derecho por el carácter infundado de la decisión -que por mayoría se juzgó razonable-; y no estaba en juego el interés superior del niño que el Ministerio Público Fiscal invoca aquí a favor de su pretensión. Por lo demás, en el voto del doctor Sal Llargués en esa oportunidad se lee que la defensa no había demostrado el perjuicio por tal exclusión "…máxime cuando la defensa, tal como resulta del acta de fs.4, solicitó que se condujera al imputado fuera del recinto cuando declarara el hijo de ambos cónyuges…", de todo ello resulta una serie de diferencias tanto en los presupuestos fácticos como en el modo de plantear los agravios que impide señalar contradicción entre ese pronunciamiento y el de la Sala III en el caso "Grzelak". Lo mismo ocurre con el caso "Vallejos". Allí, la misma Sala I rechazó el recurso interpuesto por la defensa -esta vez sí- agraviándose de la exclusión del imputado al momento de declarar el menor víctima. Pero el rechazo no se fundó en que tal exclusión no afectara o pudiera afectar el derecho de defensa en juicio, sino en la falta de demostración de perjuicio concreto y en el caso concreto por tal exclusión; requisito cuya ausencia fue afirmada genéricamente en el voto que liderara el acuerdo que hallara fundamento último, en rigor de verdad, en que aún de anularse la declaración del menor durante el juicio la sentencia de mérito se sostenía suficiente y razonablemente en el resto del plexo probatorio. Idéntica es la situación respecto del caso "Quiroz" de la Sala I, pues allí también se juzgó la razonabilidad de la medida, que se afirmó, con cita expresa del precedente "Romero". Otro tanto ocurre con el precedente de la Sala II que han invocado los presentantes. Allí, el voto que lidera el acuerdo destacó que el a quo "tuvo en especial consideración '…los superiores intereses del niño…' (ver fs. 104) buscando a su vez garantizar '…que los menores testigos se puedan expresar libremente…', fundando finalmente su decisión en los arts. 3, 12 y cctes. de la Convención sobre los Derechos del Niño y en el art. 345 del ritual, nada de lo cual parece una restricción irrazonable sobre todo si se tiene a la vista la expresa autorización para que el Sr. Defensor pueda entrar y salir de la audiencia todas las veces que lo considerase necesario para imponer a su defendido de lo acontecido en la audiencia…" (el subrayado me pertenece). A diferencia de todos esos precedentes, en el caso juzgado por la Sala III el Tribunal a quo se había limitado a excluir al imputado de la sala de audiencias sin ninguna medida complementaria que velara por el derecho de defensa en juicio del imputado. Esto surge claramente de las alternativas que expone el voto del Juez Borinsky que da cuenta de diversos mecanismos (reconocidos en la jurisprudencia comparada que cita) utilizados para resguardar el interés de la víctima sin sacrificar la posibilidad de controlar la producción de la prueba por el propio imputado; que al haber sido omitidos por el a quo determinaron su declaración de nulidad. En consecuencia, si bien las situaciones analizadas son parecidas o similares, no son idénticas; por lo que no es posible sostener la existencia de fallos contradictorios, por lo que la convocatoria solicitada debe desestimarse in limine. B.- Subsidiariamente, manifiesto que no comparto la solución propuesta por la Fiscalía. Los representantes del órgano persecutor proponen al Tribunal que afirme una regla de alcance general que disponga que la exclusión del imputado del recinto donde el juicio oral se lleva a cabo (cuando de oír a un menor se trata) no afecta el derecho constitucional de defensa en juicio consagrado por los arts. 18, 75 inc. 22 y concordantes de la C.N. y, en particular, los que de ese genérico derecho se derivan de defenderse por sí (lo que es irrenunciable en cuanto defensa material -cuyo único titular es el propio imputado-), controlar personalmente la prueba que fundará la sentencia, e interrogar a los testigos de cargo (arts. 8.2. apartados d y f de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 14.1 y 14.3.e- del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). Sostienen que sobre ellos debe prevalecer "la consideración de los intereses del niño normada por la Convención sobre los Derechos del Niño [que] orienta y condiciona toda decisión de los tribunales de cualquier instancia llamado al juzgamiento de los casos donde, como en el presente, se suscite el conflicto…". Creo que la afirmación de una regla general aplicable a todos los casos sostenida en la prevalencia propuesta desconoce, en primer lugar, elementales reglas de hermenéutica constitucional: pues cuando dos normas constitucionales en apariencia colisionan, la solución no ha de ser nunca -en tanto ambas son ley suprema, arts. 31 y 28 CN- la de priorizar una por sobre la otra, sino que siempre debe procurarse una interpretación que salve la vigencia y efectividad de ambas. En segundo lugar, desconoce el principio de buena fe que rige el derecho internacional de los derechos humanos y la interpretación de los tratados que rigen la materia, del que son derivación las expresas previsiones de los arts. 26 y 27 de la Convención de Viena sobre derecho de los tratados, año 1969). Es que la propuesta del Ministerio Público Fiscal lleva a la directa derogación del derecho de defensa en juicio en tales casos, priorizando de modo absoluto el interés del niño -también de rango constitucional- cuando lo razonable y que ha de esperarse de los tribunales de la Provincia es que administren justicia respetando ambos derechos evitando el conflicto, con la adopción de las medidas a las que ejemplificativamente refiere el voto del doctor Borinsky o la aludida en el voto del doctor Celesia en los casos de cita. Adviértase que la experiencia enseña que los casos en que podría resultar relevante la doctrina que se pretende obtener del pleno son aquellos en que -por regla- la declaración del menor víctima es prueba de cargo de importancia fundamental (en general, la de toda víctima lo es), frecuentemente indispensables para fundar razonablemente sentencias condenatorias, y que, por ende, la imposibilidad de control personal por el imputado -fuera o dentro de la sala de audiencias- consagraría una práctica que se asemejaría de modo harto peligroso al juicio en ausencia, vedado por el art. 18 y concordantes de nuestra Carta Magna. El derecho de defensa exige la obligatoriedad de la presencia del imputado durante todo el juicio. Es por ello que la Constitución prohibe que se realicen juicios penales en ausencia. Si el imputado tiene derecho a estar presente ello significa que tiene derecho a hacerlo de un modo libre. No se puede entender por “presencia del imputado” el hecho de tenerlo en una sala contigua, o sometido a medidas de seguridad tales que le impidan ejercer su derecho de defensa, u observar la prueba o atender a lo que dicen los testigos, o participar en los debates. Por lo tanto, presencia en el sentido constitucional de la palabra, implica la posibilidad concreta y real para el imputado de participar del desarrollo del juicio y de los debates (“Introducción al derecho procesal penal”, Alberto Binder, pág. 160). Y en modo alguno ello puede sostenerse que "la permanencia de la defensa técnica en el recinto garantiza formal y materialmente el contralor de la prueba", pues el único titular del derecho de defensa material es el propio imputado y no el defensor que, como es sabido, puede hasta ignorar buena parte de la verdad histórica o detalles de ella que se pudieran tornar relevantes durante el juicio: mal podría el defensor ejercer la defensa material por sí, con prescindencia de lo que el imputado pueda saber. En mi opinión, el conflicto normativo es sólo aparente en la medida en que existen los medios materiales para evitarlo satisfaciendo todos los intereses en juego y sin menoscabo de derecho alguno del imputado por un lado, y de la víctima o el testigo, por otro; debiendo ponerse ya a cargo de quien ofrezca el testigo -víctima o no, y sea menor o mayor- que pudiera verse restringido en su libertad o afectado en su honra o su pudor por la presencia del imputado, la instrumentación de aquellos medios que eviten la situación conflictiva o bien pongan sobre aviso al órgano jurisdiccional para que los adopte. Lo irrazonable, en todo caso, es que esa situación recién se advierta en pleno transcurso del debate y al momento de llamar a declarar al testigo: no puede la impericia del proponente de la prueba -a quien ha de interesar más que a nadie que se pronuncie libremente- fundar razonablemente la lisa y llana supresión del derecho del imputado a controlar la declaración de testimonios de importancia fundamental para su suerte inmediata. Claramente se advierte que tales alternativas ni siquiera fueron contempladas por el a quo -que se limitó a excluir al imputado de la sala de audiencias- en el caso fallado por la Sala III, y por ello anuló; con la misma claridad surge que medidas razonables -aún puedan pensarse alternativas mejores- fueron adoptadas por el tribunal recurrido en el decidido por la Sala II, por lo que confirmó; y lo mismo parece escindirse de los diversos supuestos juzgados por la Sala I en cuanto ha referido en todos los casos a la "fundamentación razonable" de las decisiones en crisis. Finalmente, respecto de la pretensión del órgano persecutor consistente en que VV.EE. siente, como doctrina plenaria que la declaración de nulidad exige la demostración de un perjuicio concreto, estimo no corresponde al Tribunal pronunciarse en tal sentido por doctrina plenaria pues, de un lado, nadie ignora tal regla general respecto del régimen de las nulidades y en concreto no lo ha hecho la Sala III en el precedente "Grzelak", y, de otra parte, es cuestión a aplicar en cada caso concreto en que se traiga un planteo de nulidad ante VV.EE. con consideración de las constancias de la causa -y aún cuando el agravio se funde en razones distintas a la exclusión del imputado de la sala de audiencias-. Directamente me opongo a esa pretensión si, en cambio, se aspira a cargar al imputado una prueba diabólica de demostrar una hipótesis sobre qué es lo que hubiera podido en ese momento de la declaración del testigo preguntar, contestar u oponer, cuando precisamente no estuvo allí, la declaración no es vertida en ninguna pieza procesal y en ningún lado obra íntegro su contenido. Valga una demostración por el absurdo: decidir semejante cosa equivaldría a no anular un juicio practicado en ausencia que concluyera en condena si el imputado no demostrase que hubiera resultado de ese proceso si él hubiera podido controlarlo, y concretamente, obligarlo a demostrar que hubiera sido absuelto. Sólo una cuestión de grados distingue ambos supuestos: en todo caso, media la imposición de la prueba diabólica al imputado de demostrar de que modo la ausencia de su control (que no tuvo y que constituye requisito esencial de un juicio contradictorio como mecanismo de producción de verdad) hubo de convertir en falsa la conclusión condenatoria y en perjudicial el abierto desconocimiento del proceso del art. 18 de la Constitución Nacional. IV.- PETITORIO: Cumpliendo con la vista conferida, solicito conforme lo hasta aquí expuesto: a.- se desestime la presente convocatoria y b.- de no ser así, se interpreten los derechos controvertidos conforme lo manifestado anteriormente rechazándose las pretensiones del Ministerio Fiscal. Proveer de conformidad que, SERA JUSTICIA.