Acerca de la existencia de Dios En las siguientes líneas voy a exponer algunas ideas acerca de la existencia o inexistencia de Dios. Esta interrogante ha sido tema de gran importancia durante largo tiempo, y aún no se ha encontrado un argumento realmente convincente a favor o en contra de estos planteamientos. A lo largo de la historia, cualquier crítica a la religión se ha expuesto, naturalmente, a ser víctima de ataques provenientes de todas partes. Lo que tal vez resulte particularmente significativo es el hecho de que los apologistas religiosos desplieguen un especial fervor en sus ataques hacia intelectuales eminentes. En su mayoría, los filósofos del siglo XX han mostrado una tendencia a eludir la expresión de cualquier criterio que tocase el asunto de la sensibilidad religiosa. Para Santo Tomás, la existencia de Dios es evidente por si misma, aunque no evidente con respecto a nosotros, por lo tanto, es inútil tratar de demostrarla de forma racional. La prueba debe realizarse a partir de las cosas que la experiencia permite observar. De esta forma, a Dios se le conoce por sus efectos sobre el hombre, y en consecuencia, la demostración debe realizarse después de estos efectos. Desde este punto de vista, Santo Tomás trata de demostrar la existencia de Dios mediante cinco vías. Expondré sólo las dos primeras, por ser las más convincentes para la mayoría. La primera vía se funda en el movimiento de las cosas y en el principio en que todo lo que se mueve en el mundo es movido por algo. Así, un objeto es movido por un objeto anterior, y este objeto anterior ha sido movido por otro objeto anterior, y así se sigue de forma sucesiva, pero, si se rechazase continuar con este proceso de forma indefinida, habría que admitir que al inicio de todo existe un primer motor, algo que se mueva sin ser movido por nadie. A este primer motor, Santo Tomás llama Dios. La segunda vía se basa en el principio de la causalidad eficiente, esto es, nada puede ser la causa de sí mismo, pues de serlo, hubiese tenido que existir antes. Con esto llegamos a que todo efecto tiene una causa anterior, y esta causa anterior no es más que el efecto de una causa anterior a ésta. De esta forma, Santo Tomás rechazó proceder de manera infinita hacia atrás. Es así que Santo Tomás concluye que esta primera causa que no es efecto de ninguna causa anterior es Dios. Descartes creía imposible que un ser finito como el ser humano pudiera producir una idea tan perfecta como es la idea de Dios, pero reconoció que ello era así, por lo que dedujo que el mismo Dios había puesto en el hombre la idea de Dios. Kant tuvo una educación religiosa, impregnada de la mentalidad pietista. El pietismo está basado en una fe absoluta en lo referente a la existencia de la divinidad. Esta fue una primitiva influencia que llevó a Kant a admitir la necesidad práctica de admitir conceptos que en el plano teórico parecerían absurdos (el orden magnífico, la belleza y previsión que por todas partes descubrimos en la naturaleza son capaces por sí solas de producir la creencia en un sabio y magnífico creador del universo y una convicción fundada que pasa al público en principios racionales) Kant decía que no era posible tratar teórica y científicamente conceptos como la inmortalidad del alma, o la existencia de la divinidad; sin embargo, estos tienen explicación en el plano práctico, como postulados de la moralidad. Se centró, más que en la demostración, en la necesidad de la existencia de Dios. Su razonamiento era así: si Dios no existe, todo está permitido. Esto se podría explicar de la siguiente forma: teóricamente, la existencia de Dios es indemostrable, pero en la práctica es necesaria. Si existe la moral, no todo está permitido. Si todo no está permitido, es porque Dios existe. La filosofía kantiana tiene sus raíces en la práctica, no obstante, se convierte en lo que se ha llamado la filosofía del como sí, es decir, sea o no sea cierta la existencia de Dios, el hombre actúa como si Dios existiera. Unamuno trata el tema de la inmortalidad, pues de este deriva el gran conflicto entre razón y fe. La razón dicta 1 un no a esta posibilidad, la fe, en cambio, que expresa lo que añora el corazón, es un sí a la inmortalidad. Para Unamuno, el conflicto entre la razón y la fe es irresoluble, no existe posibilidad de mediación entre ambos; cuestiona la creencia que resuelve de manera confiada el asunto de la existencia de Dios y del más allá, y tampoco acepta la fe sencilla del cristiano, especialmente del católico, por estar esta amparadas en verdades reveladas. Ante este conflicto, se termina por fundamentar la creencia en la inmortalidad en la esperanza, que no puede ser confirmada ni negada en términos racionales. Lamentablemente, la esperanza no reporta la tranquilidad espiritual. Creer en Dios es anhelar que le haya () y hacer de él nuestro íntimo resorte de acción. De este anhelo () surge la esperanza; de ésta, la fe, y de la fe y la esperanza, la caridad () los sentimientos de belleza, de finalidad, de bondad. Para Bertrand Russell, deben haber dos cosas esenciales para todo aquél que se llame cristiano. La primera es de naturaleza dogmática, esto es, hay que cree en Dios y en la inmortalidad. La segunda implica tener algún tipo de creencia acerca de Cristo. Russell se deshace rápidamente de varios argumentos a favor de la existencia de Dios, entre ellos el de la Causa Primera. Para él, esta situación es de la misma naturaleza que le idea hindú de que el mundo se apoya en un elefante, y que esta se apoya en una tortuga; y cuando se les pregunta dónde se apoya la tortuga, el hindú responde que sería mejor cambiar de tema. Para Russell no hay razón para suponer que el mundo haya nacido sin una causa, ni razón para suponer que no haya existido siempre. Descarta también la idea del designio, en la que se dice que todo en el mundo está hecho para que podamos vivir, y que si fuese el mundo distinto, no podríamos vivir en el. Se conoce que las criaturas se adaptaron a su medio, y no que este estuviese hecho a propósito para ellas. Acerca de este argumento, Russell dice también que si lo que existe en el mundo es lo mejor que se ha podido perfeccionar, no existirían cosas como el fascismo y el Ku Klux Klan. También echa abajo el argumento moral acerca de la existencia de Dios, rechazando el argumento de Kant en el que se dice que de no existir Dios, no existiría el bien ni el mal. Russell pregunta si esa diferencia se debe o no a un mandato divino. De ser así, afirma que para dios mismo no habría diferencia entre el bien y el mal, y ya no se podría afirmar con sentido el que Dios sea bueno (Si se llegase a afirmar () que Dios es bueno, debe afirmarse también que el bien y el mal tienen cierto significado que es independiente del mandato divino, porque los decretos de Dios son buenos y no malos, independientemente del mero hecho que él los hiciera.) Entonces se tendría que decir que no fué solo por medio de Dios que se adquirieron los conceptos del bien y del mal, porque se caería en una contradicción lógica. Para decir que Dios es bueno, el bien y el mal deben de ser anteriores a Dios. En conclusión, se puede decir que los argumentos mostrados a lo largo de la historia por parte de los partidarios del Cristianismo y de los detractores del mismo no son lo suficientemente sólidos como para llegar a una conclusión única. Debo decir que veo difícil la idea de un dogma, y que, así como con Russell, no debe haber temor alguno respecto a algún juicio divino por negarle, y en el caso de existir Dios, sería poco probable que le ofendiesen aquellos que dudasen de su existencia. No puedo creer en algo que se fundamenta en la esperanza (la inmortalidad del alma), ni concebir algo como un dios castigador, capaz de otorgar castigo eterno. No existe razón para suponer que el universo no haya existido siempre. Pienso que detrás de esta incógnita queda aún conocer el origen y la finalidad del universo, y la idea de Dios no ayuda mucho en esto. 2