Buenas Nuevas La Santísima Trinidad

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La Santísima Trinidad.
Santísima Trinidad – ciclo A - 18 de mayo 2008.
Por Enzo Giustozzi y Marcelo A. Murúa
Jn. 3, 16-18
El Amor de Dios es la vida de sus hijos
Dios Padre mandó a su Hijo a salvar al mundo, no a condenarlo
Jesús - Sí, Dios al mundo lo amó tanto, que entregó a su mismo Hijo único para
que todos los que creen en él no se mueran nunca, sino que tengan Vida
eterna.
Porque Dios no mandó a su Hijo a este mundo, para condenar al mundo,
sino para salvarlo.
El que cree, se salva ya; y el que rechaza la fe, él solito se condena y ya
está.
Jesús - Al que cree en el Hijo de Dios, [Dios] no lo juzga [ni lo condena]; pero el
que no cree, se juzga [y se condena él solito] porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios.
Propuesta Pastoral
Guía para la utilización del guión con jóvenes o adultos
1) Realizar la dramatización. El texto es corto, ayudaría que los participantes pudieran
tener una copia del texto en sus manos.
2) Organizar a los participantes en grupos de tres o cuatro personas. El animador
introduce y ubica el texto, explicando las características de la Fiesta de la Santísima
Trinidad. En los grupitos, conversar informalmente, durante cinco minutos, a partir
de la pregunta:
- ¿Qué palabras nos ha dicho Jesús hoy? ¿Qué Fiesta celebramos ?
3) El animador/catequista/sacerdote que está coordinando el trabajo grupal propone
estas otras consignas a los grupos:
- Entre todos los participantes del grupo reconstruir el texto (volver a contarlo,
intentando recuperar todos los detalles)
- ¿Qué enseñanza podemos extraer del texto de hoy?
- ¿Cómo podemos transmitir el amor de Dios a los que nos rodean? Señalar gestos
solidarios concretos.
4) El animador invita a poner en común la reflexión de cada grupo. Centrar la
reflexión uniendo ambos textos en la idea "Dios nos ama y quiere nuestra
salvación".
5) El animador invita a cada participante a decir en voz alta algo que se haya
aprendido en este relato:
- Compartamos actitudes y gestos que nos ayuden a transmitir el amor de Dios a los
demás.
6) El animador propone un momento de oración compartida para terminar el trabajo.
- Dios nos ama y nos orienta a través de su Palabra para encontrar el camino de la
Vida…
- Padre, Hijo y Espíritu Santo, que vivamos practicando el amor…
7) Oración final.
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
nos ponemos en su presencia
para dar gracias por su amor
y pedirles que nuestras comunidades
vivan y transmitan con fidelidad
un mensaje de Vida Nueva
para todos.
Padre, Hijo y Espíritu Santo
¡que vivamos practicando el amor
y construyendo la justicia y la paz!
- Que así sea -
Propuesta Pastoral
Guía para la utilización del guión con niños
1) Realizar la dramatización.
2) Reconstruir el relato, con los niños, a partir de las preguntas:
- ¿Qué acabamos de escuchar?
- ¿Qué Fiesta celebramos hoy? ¿Qué nos enseña el texto del evangelio de esta
Fiesta? (A partir de los recuerdos de los niños el catequista/animador va
reconstruyendo el texto, poniendo el acento no en una explicación doctrinal de la
Trinidad sino en el amor de Dios).
3) Centrar la reflexión en el gran amor que Dios nos tiene y en la misión de responder a
ese amor llevándolo a los demás.
- El Padre Bueno nos ama tanto que envía a Jesús, su querido Hijo, para que nos
ayude a conocer su amor. ¿Cómo podemos vivir el amor de Dios en:
a.- Nuestra familia…
b.- Nuestro grupo de amigos…
c.- Nuestro barrio…
(Promover qué los niños hagan una lista de gestos y actitudes que ayuden a vivir el
amor de Dios en los lugares donde viven).
El animador invita a poner en común la reflexión de cada uno de los niños. Va
animando para que hablen en voz alta, a medida que los niños comparten sus
respuestas va orientando para proponer actitudes y gestos concretos.
4) El animador propone un momento de oración compartida para terminar el trabajo.
- Dios nos ama de verdad, por eso Jesús nos enseña a vivir ese amor:
- Padre, Hijo y Espíritu Santo, queremos vivir en paz y amor…
5) Al terminar podemos repartir entre los niños esta pequeña oración que habremos
fotocopiado previamente
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
queremos vivir en paz y amor,
por eso les pedimos que nos ayuden
y nos acompañen siempre.
Queremos ser solidarios,
construir la paz
y ayudar a todos,
para transmitir con nuestras vidas
el gran amor que Dios nos tiene.
- Que así sea, Jesús mi buen Señor -
Subsidio pastoral narrativo
¿Cómo hablar de la Trinidad…?
La formulación teológica de la fe cristiana en la Santísima Trinidad, ha quedado
dogmáticamente fijada a partir de los primeros concilios (Nicea -325-, Constantinopla -381,
Efeso -431-, Calcedonia, 451); y prácticamente no ha sufrido reformulaciones ni dogmáticas ni
pastorales hasta nuestro siglo. Baste recordar las fórmulas del catecismo de preguntas y
respuestas, que estudiábamos de memoria hasta el Concilio Vaticano II.
Y siempre que llega la fiesta de la Santísima Trinidad, se nos plantea el problema de
cómo hablar del tema en clave catequística y pastoral, sin caer en un lenguaje de cuño
matemático (uno solo, pero tres), algo así como una especie de “teorema con tres incógnitas”
doctrinal. A la Trinidad la nombramos constantemente: Las doxologías de las oraciones
litúrgicas y los salmos, el gloria al fin de cada misterio del rosario, la señal de la cruz, etc. Pero
dificilmente la oración personal, la “devoción” se dirija a la Santísima Trinidad como tal.
Generalmente le rezamos al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo. Casi nunca a los tres en cuanto
tres-en-uno.
A este respecto, es interesante una anécdota autobiográfica del ex-arzobispo de Boston,
el cardenal Cushing. Contaba que apenas ordenado sacerdote, lo llamaron una noche a atender un
moribundo. Su primer moribundo. Estaba lógicamente nervioso.
Cuando llegó a la casa del enfermo, alguien le dijo que el hombre en cuestión no estaba
ni siquiera bautizado. Los nervios iniciales, crecieron aun más: porque no era cuestión de
“despachar” al otro mundo a un feligrés ya preparado, sino de bautizar a un adulto. Y a un
adulto no se lo puede bautizar “a cuenta de la fe de los padres”, como a un bebé. Un adulto, para
poder ser bautizado, debe profesar personal y libremente la fe católica, y de manera explícita.
En medio del desconcierto y los nervios, creyó recordar que su manual de teología
dogmática exigía que para bautizar a un adulto, aun “in articulo mortis”, había que “arrancarle”
de algún modo una profesión de fe explícita en Dios uno y trino y en Cristo redentor, como
mínimo...
Entonces no tuvo mejor idea que acercarse al pobre hombre -que ya boqueaba-, y
empezar a decirle al oído:
- Señor, ¿Usted cree que Dios es uno solo, pero en tres personas? ¿Y que el Padre no es
el Hijo, y el Hijo no es el Padre, y el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo, pero procede de
los dos?
Ante esta andanada de “metralla” teológica el pobre moribundo abrió los ojos, y con el
poco aliento que le quedaba le dijo al joven sacerdote:
- Pero, padre, yo me estoy muriendo ¿y Usted me viene con adivinanzas?
No podemos ni debemos renunciar a la elaboración teológica de siglos y a las
formulaciones de los primeros concilios ecuménicos, mencionados más arriba. Y menos que
menos hoy, ante la reaparición de ciertas viejas herejías cristológico-trinitarias, por ejemplo en
grupos como los testigos de Jehová y los mormones (ambos niegan la trinidad de Dios y la
divinidad de Jesucristo).
Pero cabe preguntarse si ese lenguaje es pastoralmente adecuado para un moribundo. En
cambio parece indudable que la recuperación del lenguaje bíblico, generalmente más vivencial y
concreto que especulativo o dialéctico, puede ser útil en la pastoral y la catequesis, en general, y
no sólo “in articulo mortis”...
Recibiremos con gusto tus comentarios y sugerencias, escríbenos a
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