Llegaba la primavera, la gente salía de sus casas, los niños correteaban por las calles de barro y de piedra pero el rey de Kans envió un ataque a mi pueblo . Yo, como líder de todos mis compañeros de aldea, recibí un mensaje del embajador del rey de Kans que me comunicaba lo siguiente: Por orden directa de Anskast, rey de Kans, su pueblo deberá formar parte de nuestro reino. En caso de no someterse a nuestras órdenes, su aldea recibirá ataques cada mes hasta acabar con sus habitantes y vos será ejecutado en la plaza del reino ante toda una multitud y ante nuestro rey. PD: Esperamos respuesta inmediata, en el caso de no recibirla en el plazo de una semana, comenzaran los ataques. Nada más leer la carta congregué a todos los aldeanos para comunicarles la noticia y decidir que hacer. La mayoría de la gente estaba indecisa, entonces yo subí a un balcón y dije: - Tenemos dos posibilidades. La primera es rendirnos y vivir como esclavos bajo órdenes, impuestos y extorsiones. La segunda es luchar por nuestra libertad y por la de los nuestros, puede que algunos muramos, pero por la mejor causa por la que se puede morir ¡ por nuestra Libertad! Una cosa os digo, no tomaré ninguna decisión sin consultárosla porque la aldea somos todos, desde el más joven hasta el más anciano. De repente un hombre gritó: - ¡Hay que luchar hasta la muerte por no tener dueño! Toda la gente comenzó a gritar apoyando la opción de luchar. Todos y todas nos organizamos, las personas más fuertes cortaban árboles, después los demás los transformaban en flechas y en lanzas. En dos días teníamos todas las armas necesarias preparadas así que comenzamos a construir una fortaleza con torres de madera y también hicimos una reserva con piedras donde dejamos bien protegidas los alimentos y las armas de reserva. Una semana más tarde recibimos un pequeño batallón rea, pero lo interceptamos antes de que se adentrara en el pueblo. Diez aldeanos murieron pero también murieron los veinte soldados. Aprovechamos la densidad del bosque para preparar emboscadas. Un día interceptamos un carruaje real, dentro viajaba el embajador que encarcelamos. Al ver tanto soldado muerto se me ocurrió disfrazarnos de soldados para así entrar en la fortaleza y así lo hicimos. Allí dentro conversamos con campesinos hartos de trabajar y de ver morir a los suyos por hambre, víctimas de la codicia del rey. Ellos me dijeron: - Estamos con vosotros, en mi calle la gente os apoya. No perdamos el contacto por que los aires, aquí, huelen a revolución. No – le respondí – es demasiado pronto aún, dentro de unos meses ellos estarán débiles y al atacar nosotros, vosotros os rebelareis. De acuerdo amigo- Me respondió. De repente un sargento se nos acercó y dijo: - ¡Vamos, adelante compañía! Nosotros le seguimos y acabamos en el cuartel del castillo donde vivía el rey. Allí dentro había caballos, espadas, lanzas, escudos, arcos, flechas, etc. Se me ocurrió un plan y le dije a mis compañeros: - Chicos, tengo un plan, cogemos espadas, caballos… Las armas las meteremos dentro de un carruaje tirado por cuatro caballos, nosotros iremos a caballo más un caballo de repuesto y con armas y armas de repuesto. Dicho y hecho, nos llevamos casi todas las armas y treinta caballos. Salimos sin problema y llegamos a la aldea. Por la mañana salimos a cazar unas cuantas perdices y conejos para comer. Por la tarde, fuimos a la emboscada pero solo circulaban comerciantes y campesinos ricos pero entonces vimos que los solados acampaban en una llanura, eran solo diez a cincuenta metros de nosotros. Parecía que esperasen algo pero en verdad protegían el camino para que por la mañana pasase el rey y su comitiva. Por la noche escribí una carta de advertencia y se la até a una flecha y a la mañana siguiente la lancé contra el conductor del carruaje del monarca, esperamos a que un soldado se acercase y leyese la nota y en ese instante salimos casi todos los aldeanos. Fordd y yo nos acercamos al carruaje, entramos para secuestrar al rey pero no estaba, viajaba su hija. Nathel, una joven rubia y esbelta con unos ojos turquesa preciosos. Secuestramos a Nathel, cogimos prestados las armas, los trajes y nos fuimos en cogimos sus caballos. Al llegar a la aldea nos encontramos más de cincuenta aldeanos de otro pueblo y se unieron a nuestra lucha. Encerramos a Nathel en una habitación, con ella pretendíamos llegar a un acuerdo, pero en el intercambio se nos adelantaron los soldados y la cogieron. Como era de esperar, a la mañana siguiente recibimos un segundo ataque imposible de parar. Por suerte solo ardieron alguna casas rápidas de construir Ya éramos más de 1000 en la aldea, ya que se unieron a nosotros tres pueblos más. Cincuenta nos vestimos de soldados y nos adentramos en la fortaleza, Fordd, Ruüb y yo nos reunimos con gente de allí, todos nos apoyaban y estaban dispuestos. Entonces creamos una estrategia. Cuando los soldados, en una semana, fueran a destruirnos definitivamente, antes de que los soldados saliesen de la fortaleza ellos les atacarían y después correrían hasta llegar a nuestro frente de batalla donde se unirían a nosotros. Llegó la hora, Los soldados fueron atacados por los ciudadanos de la fortaleza. Murieron cinco mil soldados de veinticinco mil que partieron pero tan solo llegaron dos mil ciudadanos de diez mil que atacaron. Frente a frente, veinte mil soldados contra diez mil aldeanos. Era la hora de ver si serviría mi estrategia, untamos con aceite los matojos secos para que ardiesen. Hice la señal, bajé el brazo y de repente una lluvia de flechas con fuego hicieron que medio campo ardiese en cuestión de segundos. Solo quedaban quince mil soldados. Recibimos una lluvia de flechas pero solo murieron quinientas personas, ya que utilizamos los escudos que robamos. Todos los lanceros bajaron las lanzas y se lanzaron contra los espadachines con caballos, después, nuestros espadachines a caballo atacaron mientras yo montado en Negro, mi caballo, me dirigí hacia el rey, que estaba bastante desprotegido pero se me escapó todo parecía perdido pero entonces llegaron dos pueblos con cinco mil personas. Éramos ocho mil aldeanos contra nueve mil espadachines del rey. Yo mientras perseguía al rey y al final lo atrapé, lo metí en un carro que dirigía Fordd. Al llegar de nuevo al campo de batalla me encontré nuestra victoria, los soldados que quedaban se rindieron al ver al rey en nuestras manos. Entonces, al ver que solo eran quinientos soldados contra cinco mil aldeanos les dejé vivir pero al rey nos lo llevamos. No se por donde vino la flecha pero alcanzó a mi buen amigo Fordd pero se recupero enseguida. Al llegar a la aldea me dieron una de las peores noticias Ruüb estaba muerto. El rey me pidió piedad, consulte con el pueblo, la respuesta fue la siguiente: -¿De que serviría un muerto más? Él se arrepentía de todo lo sucedido y me dijo: - Tiene razón habéis ganado la guerra, nosotros hemos perdido, mi vida está en la vida de vos. - Se equivoca, en la guerra no hay vencedores tan solo hay vencidos. Pero espero una cosa clara. La vida de una persona no tiene dueño y nunca la tendrá – y le dejé escapar. Mucha gente murió pero algunos otros vivimos. Construimos una tierra sin dueño, con gente que ante todo respetaba la vida y la libertad y así vivimos. Con justicia, sin guerras, sin impuestos y lo más importante sin dueño.