LOS «VIRUS» DE LA TV ABIERTA Gilberto Hume Gilberto Hume, periodista de larga trayectoria, tiene la responsabilidad de dirigir Canal N de El Comercio. Un verdadero reto en un momento que no se caracteriza por la discusión de las ideas políticas y culturales. Generosamente nos envió este texto, como amigo y colega, aprovechando los festejos de Quehacer. El otro día conversaba con Carlos Ferrero, co-anfitrion con Lourdes Flores de uno de nuestros programas de entrevistas, y analizábamos una de las últimas emisiones de «2 X 2». Yo le dije: «Me pareció buenísima la conversación con Oswaldo Cattone y Gisela Valcárcel. Ya hubieran querido Nicolás Lucar o Mónica Delta hacer una entrevista de ese nivel». ¿Pero es eso lo que ustedes, los actores políticos en verdad, nos pedían? En una semana en la cual las cuentas de la privatización no cuadraban, se había presentado el nuevo presupuesto, y se sabía recién del monto de las adquisiciones militares... ¿por qué no le dejamos esos temas a Magaly o a Panorama? Concluida la conversación llegamos a la conclusión de que nos habíamos dejado contagiar del «mal de la TV abierta». Esa terrible enfermedad cuyos síntomas son: ansiedad por el rating, desesperación por el ritmo y el tiempo de los programas, disminución de la capacidad intelectual, aversión a la política, rechazo total a las denuncias y otras manifestaciones que los viejos magnates de la TV recomiendan tratar con «temas ligths». Entre estos últimos están los dramas humanos, las catástrofes naturales, los escándalos de la farándula y las guerrillas extranjeras. Como resultado, el paciente desaparece de las pantallas y los magnates se van quedando sin estrellas y sin el efímero poder que le daban los programas periodísticos y noticieros. Una vez descubiertos los síntomas nos fue fácil definir la enfermedad y su curación. Esa es la indudable ventaja del cable: se desarrolla en un ambiente en el cual los «virus» de la TV abierta difícilmente se propagan. Eso no quiere decir que una persona débil no pueda contagiarse, pero es más difícil. En el cable la inversión es menor (no se necesita transmisores) y por lo tanto no se está tan expuesto a las presiones. Cada canal tiene su especialización (la competencia es menor) y cada canal se posiciona en función de su contenido (cada uno sabe muy bien cuál es su público objetivo). Los canales de noticias sabemos que nuestro público está formado por hombres y mujeres mayores de 35 años, principalmente del sector de mayor poder adquisitivo. Hasta aquí parece que el negocio es redondo y que los canales de noticias del cable gozamos de buena salud. Pero esta primera impresión no es tan cierta. A pesar de que en sólo dos meses nos hemos colocado en el primer lugar de los canales de noticias de Cable Mágico, Canal N aún no goza de los favores de los anunciantes. Lo que sucede es que las agencias de publicidad, con una mentalidad cortoplacista, no recomiendan invertir en cable. Ellas se cobran con el porcentaje que su cliente invierte en los medios (17.65%) y piensan que si ponen sus avisos a $30, (que es lo que se cobra en el cable, mientras la TV abierta cobra diez veces más) sus ingresos se reducen. Mientras tanto, el paciente se sigue debilitando y las agencias corren el riesgo de quedarse sin clientes. 2 Hay que tener paciencia. Esperemos que esta enfermedad se cure como el resfrío, con el tiempo. Pero hay otro problema. Para un periodista que busca que su trabajo se difunda entre la mayor cantidad de gente posible, el cable se puede convertir en una frustración, pues sólo llega a 350,000 hogares. Debido a lo que ya todos sabemos y a los $35 por abonado, no llegamos a las mayorías (tal vez por eso no sufrimos, por el momento, las presiones que tuvo la TV abierta). Pero esta constatación se convierte en un reto para que nuestro trabajo contribuya a que las cosas cambien. ¿Esto es posible en Canal N? Creo que sí. Formamos parte de una empresa periodística con tradición en la que con los años no sólo se ha renovado la tecnología sino, sobre todo, la concepción de servicio del periodismo. A diferencia de un canal de entretenimiento, en el cual las noticias son un programa más, no se imaginan ustedes con qué tranquilidad se afrontan las discusiones cuando el dueño y el jefe son periodistas. desco / Revista Quehacer Nro. 120 / Set. – Oct. 1999 3