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Historia de una historia
ALEJANDRO ABAD*
D
on Julián Marías publicó su
Historia de la Filosofía en el año
1941. Fue probablemente el primer
libro de pensamiento dado al público desde la
finalización de la Guerra Civil y, por extraño
que parezca, sigue teniendo un éxito editorial
difícil de alcanzar por libros de reciente
edición, no ya de pensamiento, sino de
cualquier otra materia.
Tengo en mis manos la cuarta reimpresión de
la edición en “Manuales” de Alianza
Editorial que se empezó a hacer en 1998. La
andadura de este libro, su génesis, la
trayectoria, alcance y extraño éxito merecen
alguna consideración.
En sus Memorias: Una vida presente, Don
Julián Marías nos cuenta cómo siendo
* Abogado.
todavía estudiante ocupó parte de su tiempo
en ayudar a una serie de compañeras a
preparar el difícil “examen intermedio” que
tenía lugar a partir del segundo año de
estudios de filosofía y letras y se refería a las
llamadas “materias comunes”, de acuerdo
con el plan de estudios que se seguía durante
los años en que Marías fue alumno de la
Universidad de Madrid. El sistema era
absolutamente diferente del que hoy tenemos
y no sin envidia podemos reflexionar sobre
las virtudes de la peculiar manera de entender
los estudios universitarios y la forma en que
los profesores examinaban a sus alumnos.
En la Facultad de Filosofía no se impartían
cursos generales de carácter básico de
Historia de la Filosofía, sino que los
profesores impartían en su clases de
asistencia no obligatoria cursos monográficos
sobre cuestiones muy concretas en relación
con la lógica, la ética, Descartes o Dilthey,
por poner algunos de los ejemplos que señala
don Julián en su prólogo a la traducción
inglesa de la obra que nos interesa.
Conocer y pasar el mencionado “examen
intermedio” implicaba un esfuerzo personal
importante, pues no bastaba haber asistido a
algunos o todos los cursos que se impartían,
sino que requería leer obras de carácter
general que dieran coherencia y sistema a los
conocimientos adquiridos en los cursos y un
notable estudio de muchos autores o
cuestiones que no habían sido objeto de
ninguno de ellos.
Los cursos privados que impartió el joven
Marías desde el otoño de 1933 en la
Residencia de Señoritas dirigida por María de
Maeztu, que oficialmente encargó durante el
curso 1935-36 a Marías un curso para las
residentes, no sólo sirvió a las alumnas a
pasar con sorprendente éxito el citado
“examen intermedio”, sino que fue, como
veremos, la primera génesis de nuestro libro.
Al acabar la Guerra Civil, las posibilidades
de Marías, que había pasado por la cárcel tras
unas acusaciones tan calumniosas y falsas
como ridículas vistas a la altura de principios
del siglo XXI (fue falsamente acusado de
colaborar con el diario Pravda y ser el
acompañante voluntario del “bandido Bean
de Canterbury”), eran limitadísimas. De ser
un brillantísimo estudiante que, tras la guerra
pudo aún obtener el premio extraordinario de
licenciatura, gracias a una hábil maniobra de
distracción de don Manuel García Morente
frente a la obsesiva oposición de los políticos
que trataban de influir sobre el jurado, pasó a
depender en exclusiva de su genio personal,
su impresionante capacidad de trabajo y la
posibilidad de lanzar al mercado editorial
algo tan poco remunerado y con tan
restringido mercado como son las obras de
pensamiento, ya que se había vetado su
persona para ocupar cualquier plaza docente
de carácter público o institucional e incluso
para la publicación de artículos periodísticos.
A la vista de estas tristes circunstancias, la
que llegó a ser su mujer, Dolores Franco,
Lolita, fue quien sugirió a Marías escribir una
Historia de la Filosofía. La empresa no era
fácil. Julián Marías contaba con los apuntes
que Lolita había tomado de sus clases en la
Residencia de Señoritas. Con ser este un
material de gran calidad, no era, desde luego,
suficiente para elaborar un libro que mejorara
los manuales de Historia de la Filosofía
disponibles en el momento.
Cuenta Marías que se puso a trabajar y, a
pesar de que sufrió un período de desánimo,
consiguió terminar su trabajo en diciembre de
1940. Este logro no hubiera sido posible si a
lo largo de su juventud, principalmente
durante el período universitario, Julián
Marías no hubiera conseguido formar una
importante biblioteca con obras clásicas de
Filosofía de los principales autores, muchas
de ellas en sus lenguas originales.
El libro se nutrió, según testimonio del
propio autor, de reflexiones sobre las lecturas
de los textos originales de los autores
tratados, no como suele hacerse, por
comparación y estudio de las opiniones de
autores de otros manuales de Filosofía o
Historia de la Filosofía. Esta metodología
resultó en una originalidad y autenticidad que
no alcanzan otras obras de naturaleza
análoga.
Por otro lado, la cantidad de cuestiones
tratadas, la atención prestada a todas y cada
una de las épocas, los movimientos
filosóficos, no tienen comparación con
ninguna otra obra de su extensión. En la
época circulaba, por ejemplo, la obra de
August Messer en cinco volúmenes.
Así lo justifica la edición americana de la
traducción al inglés que goza de tan buena
salud como la española. A lo largo de las más
de
cuatrocientas
páginas del libro
encontramos capítulos relativos a más de cien
autores, algunos de los cuales tienen
detallado y extenso tratamiento en los
diferentes aspectos y hallazgos de sus obras.
Aparte de los autores que dan título a algún
capítulo de la obra, inmersos en el texto,
referenciados, encontramos en su contexto
histórico una pléyade inmensa de otros tantos
filósofos, pensadores, literatos, profesores,
científicos, incluso políticos y artistas que
influyeron en las ideas de su época y son
parte de la Historia de la Filosofía.
La Edición de la editorial Dover Publications
Tld. New York tiene, sobre la española de
Alianza Editorial, la ventaja de incluir, al
final, un muy completo índice de autores y
materias que facilitan el empleo de la
Historia de la Filosofía como manual.
Pero si hemos de destacar la obra de don
Julián Marías sobre otras, hemos de poner el
acento en su carácter unitario, de libro de
autor. La mayoría de los textos disponibles
hoy en día son obras colectivas. Este hecho
dota al libro de una coherencia y valor no ya
literario sino estrictamente filosófico que no
se pueden atribuir otros. Me refiero a que el
libro en sí, con independencia de ser una útil
herramienta de trabajo, representa una
manera personal de entender y explicar algo
tan complejo e intrínsecamente filosófico
como es la Historia de la Filosofía. La
percepción y explicación que Marías hace de
la Historia de la Filosofía en su obra es en sí
un ejercicio de filosofía que más difícilmente
se puede atribuir un grupo de autores, entre
otras cosas, porque, según yo entiendo, la
Filosofía es algo intrínsecamente personal,
trasmisible, asimilable, en cierta medida
permeable al pensamiento ajeno, pero, en
definitiva, personal y circunstancial.
Frente a la hipotética “objetividad” que
pudiera pretender la obra colectiva, la obra
personal es tan objetiva como la que más, ya
que se la ha de entender como visión del
autor, que ni agota ni pretende agotar la
realidad, pero cuya perspectiva es
identificable y su circunstancia, tiempo y
autor, definibles y en cuanto tales, más
fácilmente
evaluables
desde
otras
circunstancias o puntos de vista.
Como no es mi pretensión hacer “competir”
los textos disponibles de Historia de la
Filosofía, sino homenajear al texto y autor
por su extraño éxito, no me extenderé en
estas cuestiones más allá de lo que implique
dar alguna luz o explicación a la vitalidad de
la obra de Marías. Frente a algunas obras,
claramente destinadas a ser un manual para
estudiantes de bachillerato, destaca la de
Marías por su extensión, por la amplitud de
los temas, épocas y autores tratados. Resulta
un tanto inquietante que se pueda pretender
dar homogeneidad y explicación de la
Historia de la Filosofía tratando a ¡trece
autores!, por mucho que se extienda uno en el
análisis de su pensamiento y se reproduzcan,
facilitando su lectura al alumno, páginas
escogidas de sus principales textos.
Del mismo modo resulta sonrojante las
diferencias que se pueden establecer entre los
textos destinados a estudiantes de
bachillerato en cuanto a la bibliografía
ofrecida. En algunos brilla por su ausencia.
En otros es tan parca como descaradamente
insuficiente o parcial. Llama la atención que
por más que se incluya y estudie en casi todas
las obras de este contexto a nuestro Ortega y
Gasset,
su
estudio
se
haga
tan
descontextualizado como para omitir a
Marías incluso en la bibliografía sobre el
autor.
Así las cosas parece claro que la Historia de
la Filosofía de Julián Marías tiene clara
vocación de clásico y lleva camino de
convertirse si no en la principal obra de su
autor —piénsese la cantidad y calidad de
textos que ha venido dándonos desde su
temprana madurez hasta hoy en día—, sí en
la más difundida y quizás la que más y mejor
sirva a algo patente en ella: la vocación
filosófica y de profesor de su autor.
La fidelidad a tal vocación es la que nos
permite seguir gozando, año tras año, de las
lecciones del profesor repudiado y acosado
por la Universidad española del tiempo en
que mejores condiciones estaba para haber
creado una escuela y discipulado amplios que
nos hubieran puesto, a la vista de las
circunstancias, a la cabeza del pensamiento
más fructífero y mejor estructurado de
Occidente.
La oportunidad que le quitó y nos quitó la
manipulada Universidad de la época en que
fue escrita la Historia de la Filosofía fue
suplida por el esfuerzo personal, la
constancia, el rigor y la inalienable voluntad
de ser libre ante todo y contra toda
imposición o limitación externas.
Este libro, quizás el de Historia de la
Filosofía más leído en nuestro entorno, es la
bandera de quien quiso ser profesor y bajo el
lema de “que por mi no quede” consiguió
mucho más de lo que pretendieron evitar
quienes se empeñaron en que no tuviera
alumnado, transmitir, generación, tras
generación desde 1941 hasta nuestros días, su
rica, extensa, profunda, clara, útil, rigurosa y
al tiempo personal Historia de la Filosofía.
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