La leyenda de Inés de Castro TEATRO JOSÉ LUIS LANASPA U no de los aspectos culturales del arte escénico es la recuperación de determinados hechos históricos y el juicio desde la distancia del tiempo sobre ellos. Un singular ejemplo en este sentido ha sido la puesta en escena en el Teatro Español de Corona de amor y muerte, la leyenda de Inés de Castro, obra de Alejandro Casona, uno de los grandes y ya clásicos dramaturgos españoles. Este autor, hijo de maestros nacionales, título que también él tenía, tomó el apellido de escritor por la “casona” familiar en Asturias en la que pasó su infancia. Residió en Buenos Aires entre 1939 y 1961 y allí es donde escribió y estrenó esta tragedia romántica, del XIV, de la española Inés de Castro en su amor imposible por el que sería Pedro I de Portugal: sentimientos frente a razones de Estado. Y todo expresado con escenas y palabras llenas de belleza y emoción en armonía que sólo los grandes autores consiguen. Hay que recordar que la figura y la leyenda de Inés de Castro ha sido tema de conocidas obras, entre ellas Os Lusiadas, de Camoens, y Reinar después de morir, de Vélez de Guevara. “Creo —dice— que el tratamiento poético que hace Casona convirtiendo, con absoluta libertad, la historia en leyenda es un auténtico hallazgo muy superior a todos sus antecedentes que son muchos y muy estimables, pero su raza de autor le hace pasar por encima de ellos acercando y haciendo partícipe al espectador de cuanto ocurre y estableciendo esa magia que es la comunicación entre la escena y el patio de butacas...”. Contribuyen al éxito la dirección de Marta Recatero y la interpretación de un largo reparto de actrices y actores de renombre. Cinco horas con Mario De la época bonaerense de Casona son también los conocidos títulos de Las tres perfectas casadas, La dama del Alba, La barca sin pescador o Los árboles mueren de pie. Ahora, esta acertada recuperación del autor asturiano en el centenario de su nacimiento, con Corona de amor y muerte, se debe al director del Teatro Español, Gustavo Pérez Puig. Esta obra de Miguel Delibes tiene un fondo moral que llega a los espectadores y que, si son jóvenes, les puede servir de prevención para ese paso fundamental en la vida — “quien en el casar acierta, en nada yerra”, según el refrán— que es el matrimonio o “la pareja de hecho” que se dice en estos tiempos. Lo que transmite el autor es un monólogo entre una mujer y su difunto marido. Ya nada tiene remedio. Pero es una reflexión, sin lugar para la hipocresía, que hace pensar en la ligereza con la que se establecen relaciones entre jóvenes (“ciudadanos y ciudadanas” que dirían algunos políticos) y se entra en caminos de los que ya no se puede salir sin heridas. Es, el de esa pobre mujer, el momento de la verdad, de la rebeldía, del arrepentimiento... Es un respiro de sinceridad y por eso digo que sería bueno para los jóvenes, sometidos como están al contaminante espectáculo de la televisión y demás frivolidades que empujan precisamente a no pensar. llevado a los diálogos teatrales tanta profundidad de pensamiento y de sueños inalcanzables. Miguel Narros ha vuelto a dirigir con imaginación la obra que, en esta ocasión, protagoniza Verónica Forqué en el papel de Titania, lo que supone un especial atractivo en el escenario. Y en el Teatro de la Abadía, Y a la inteligencia de Delibes, que tan razonablemente ha escrito sobre nuestra sociedad, se añade en este caso la interpretación de la magnífica actriz Lola Herrera en la dramática confesión de la protagonista. Arte como reflejo de lo que hay en el fondo de la realidad es Cinco horas con Mario, que afortunadamente no deja de representarse temporada tras temporada desde hace ya veintitantos años con el cartel de “completo” en la taquilla. Shakespeare y Garcilaso El sueño de una noche de verano ha llegado al Centro Cultural de la Villa de Madrid después de un recorrido por varios escenarios españoles. En esta ocasión, la versión de la obra de William Shakespeare es de Eduardo Mendoza, que —dice— ha procurado traducir al comediógrafo antes que al poeta. Pocos, como el dramaturgo inglés, cuya obra es patrimonio universal, han Garcilaso, el cortesano. Se trata de celebrar el quinto centenario del poeta toledano con un espectáculo que reúne una selección de sus poemas. De ilustre familia, Garcilaso de la Vega intervino en la guerra de las Comunidades y en diversas campañas imperiales a favor de Carlos I. Y tras su vida breve y contingente se reconoció su genialidad como poeta. Prototipo del caballero renacentista, Rafael Alberti lo ha evocado así: “Si Garcilaso volviera/ yo sería su escudero,/ que buen caballero era”. Murió en Niza en 1536 en una acción de guerra contra Francia. Su lírica se inspiró en gran parte en su romántico e imposible amor por Isabel Freire, dama de la reina. Una aportación cultural más del Teatro de la Abadía, dirigida por José Luis Gómez, que reconoce que “el teatro ha sobrevivido por un imperativo moral”. El buen teatro, claro.