Ciudad y puerto INGENIERÍA FERNANDO SÁENZ RIDRUEJO urante el próximo mes de noviembre se va a celebrar en Punta del Este y Montevideo la 6ª Conferencia Internacional Ciudad y Puerto. Basta enunciar los tres temas previstos para dar idea del alcance de esta reunión: “El retorno de la ciudad hacia sus muelles”, “Emprender en la ciudad portuaria y las condiciones de éxito” y “El Mercosur, una iniciativa movilizadora”. Al final de la reunión los congresistas se trasladarán a Argentina para celebrar una postconferencia sobre las relaciones puerto/ ciudad en Buenos Aires. D Estamos ante un movimiento urbanístico de primera magnitud para afrontar un problema de todas las poblaciones portuarias de los países desarrollados. Las estructuras envejecidas de los puertos, sus almacenes, tinglados y accesos, los talleres abandonados y, en muchas ocasiones, los edificios administrativos obsoletos, se han convertido en barreras que separan del mar a las ciudades costeras. Las ciudades han ido dando la espalda a unos mares y a unos puertos que fueron su razón de ser. El movimiento está dirigido por la Association Internationale Villes et Ports, con sede en Le Havre, y antiguos de las ciudades con criterios meramente escenográficos, rehabilitando edificios, pero sin permitir su adaptación a funciones nuevas, han acabado condenando a la ruina aquellas zonas que se trataba de salvar. Son muchas las ciudades portuarias españolas que se encuentran empeñadas en esta tarea y a todas sirve de ejemplo la espléndida labor realizada en Barcelona con motivo de la Olimpiada de 1992. Esa labor ha permitido que la ciudad haya vuelto a mirar, con orgullo, hacia su puerto y hacia su mar. Guadiaro-Majaceite Cádiz es la ciudad más antigua de España y su abastecimiento de agua ha sido, desde época romana, un problema de primer orden. En el siglo I de nuestra era se llevaba el agua desde más de 50 kilómetros de distancia, mediante un acueducto dotado de sifones de piedra cuyos restos todavía se conservan. en sus anteriores reuniones ha marcado una orientación económica que conviene señalar pues, no pocas veces, este tipo de iniciativas, entre urbanísticas y ecológicas, fracasan por carecer de soporte económico. Se trata, sí, de recuperar amplias zonas para el recreo y el ocio, pero también de crear las condiciones para que los puertos se adapten a las nuevas necesidades y servicios que la sociedad reclama. Los intentos de rehabilitar los cascos El enorme crecimiento de todas las poblaciones de la bahía gaditana ha obligado, ya en este siglo, al aprovechamiento exhaustivo de todos los recursos del río Guadalete y de sus afluentes. Pero estos recursos se han mostrado hasta tal punto insuficientes que se calcula que, durante los últimos quince años, las poblaciones de la zona han estado sometidas un día de cada tres a algún tipo de restricción en el suministro de agua. La solución a este problema ha sido compleja desde el punto de vista legal y difícil desde una perspectiva ingenieril. Como única forma de aportar nuevos recursos a la zona se ha construido un túnel de trasvase desde la cabecera del río Guadiaro a la del Majaceite, que es afluente del Guadalete. De este modo se pueden incorporar los excedentes del Guadiaro al abastecimiento de Cádiz, hasta un valor máximo de 110 millones de metros cúbicos anuales. Esta operación, al tratarse de una transferencia de aguas entre cuencas distintas, ha exigido la aprobación previa de una ley, promulgada en agosto de 1995. Durante el pasado mes de febrero se ha terminado la excavación del túnel y han sido varios los actos efectuados con ese motivo. Juan Luis Ramírez, autor del proyecto, y Antonio Escudero, director de las obras, han expuesto los trabajos en una sesión celebrada por la Sociedad Española de los Túneles. El túnel, de más de 12 kilómetros de longitud, se ha abordado sólo desde una boca, sin pozos de acceso intermedios, para reducir al máximo la afección a los parques naturales de la sierra de Grazalema y de Alcornocales. La excavación se ha realizado rápidamente gracias a una potentísima máquina tuneladora dotada de doble escudo telescópico. Esta máquina junto a su rezaga —un tren de cuatrocientos metros de largo— ejecuta todas las funciones de la construcción de un túnel: excavación, colocación de las dovelas del revestimiento, relleno de trasdós, inyección del terreno, etc. Se ha llegado a perforar la longitud récord de 78 metros en un día. El Metro de Madrid y el de Bilbao Dos ciudades españoles, Madrid y Bilbao, están haciendo importantes esfuerzos para la prolongación, en un caso, y la implantación, en otro, de sus ferrocarriles metropolitanos. Madrid está dedicando grandes sumas a obras espectaculares que, de momento, tienen la ciudad convertida en una sucesión de vallas y zanjas. La ampliación del Metro de Madrid, prevista hasta finales de 1998, supone un reto sin precedentes, tanto por su longitud como por el breve plazo de su ejecución. Se están construyendo 33 nuevas estaciones y 31,7 kilómetros de túneles, que sumado a los de la próxima conexión con el aeropuerto de Barajas representan un aumento de casi un tercio del total de la red. Desde el punto de vista técnico, la ampliación del Metro madrileño tiene tramos muy interesantes, como la variante de la línea 10 por Príncipe Pío, que incluye dos túneles de vía sencilla entre esa estación y la del Lago de la Casa de Campo. La necesidad de enlazar con dos estaciones existentes, esquivando numerosas estructuras del subsuelo, y el paso por debajo del Manzanares han condicionado el trazado y han obligado a adoptar unas características en el límite de lo tolerado, con pendientes del 4 por ciento y radios de 250 metros. Todo parece indicar que las nuevas líneas del Metro de Madrid van a seguir la tendencia tecnocrática marcada en los últimos tiempos. Largos pasillos de acceso, interminables escaleras mecánicas y enormes corredores de enlace, que pronto se poblarán de vendedores africanos, denuncian unas obras pensadas más para la funcionalidad de los trenes que para la comodidad de los viajeros. INGENIERÍA El caso del Metro de Bilbao es distinto y, a nuestro juicio, de mayor repercusión ciudadana. Se trata de una idea nacida en 1971, con tan largo período de gestación, que había dado lugar a la incredulidad de los bilbaínos. El Metro tenía que franquear la ría y sus arroyos afluentes y su construcción era, para la sabiduría popular, “imposible”. Ni el comienzo de las obras en 1988, ni el desmantelamiento de la plaza Elíptica en 1990 alteraron esa convicción de unas gentes que tuvieron que frotarse los ojos cuando el 11 de noviembre de 1995 comprobaron por sí mismas que ya estaba en marcha la primera fase. Desde entonces, el Metro se ha incorporado a la vida de Bilbao y de los municipios ribereños de la margen derecha del Nervión y ha alterado los hábitos de transporte de buena parte de los ciudadanos. Antes de trascurrido un año de la inauguración eran ya 120.000 los usuarios que lo empleaban cada día. Lo que aquí nos importa señalar son los criterios con los que se ha diseñado el Metro de Bilbao, que lo hacen mucho más próximo al ciudadano que lo que resultan las nuevas líneas de Madrid. El acceso a las estaciones es, en Bilbao, lo más directo posible. Las bocas de entrada y los ascensores inciden directamente sobre plataformas metálicas colgadas en el propio ámbito de la estación. El empleo de los tres materiales básicos, hormigón, vidrio y acero, la iluminación y el mobiliario y hasta los anuncios, todo está pensado por Norman Foster y su equipo con una voluntad estética que resulta novedosa en la capital bilbaína. El Metro de Bilbao es símbolo de un cambio de la tendencia imperante durante el despegue industrial de Vizcaya. Una industria polarizada hacia la siderurgia, un urbanismo inhumano y unas relaciones laborales extremadamente duras habían convertido al Nervión y su ría en uno de los ámbitos más contaminados y menos propicios para la convivencia de toda España. Ahora, a pesar de que subsisten algunos proyectos grandilocuentes, Bilbao quiere recuperar el carácter de ciudad liberal y culta que tenía hace un siglo. En sus librerías empiezan ya a encontrarse más libros de poesía y menos tratados sobre tuercas y tornillos.