Un continente en apuros LUIS GARCÍA BERLANGA ebo comenzar diciendo que nunca he cabo, respondían a unas exigencias comerciales estado muy a favor de que el fenómeno a la vez que disponían de unos medios ahora cinematográfico, ese asombroso universo impensables. Los grandes estudios, configuratan mágico como insólito en el que la realidad dos a la manera de Hollywood, facturaban de puede desdoblarse en los extremos de lo continuo obras que, revisadas en la actualidad, inesperado, pueda llegar a ser un simple nos sorprenden en su esplendor material e incluso instrumento manejado por los políticos. Para los en su calidad intrínseca. Nuestra pasión por el que nos dedicamos a esta profesión tan grata neorrealismo en boga en los años 50, el cine como desesperante que es la de materializar en hecho con pocos medios pero cuyo mensaje esimágenes lo inaprensible, jugando con la taba supuestamente cargado de futuro, hizo incertidumbre del resultado final de un producto tambalear, curiosamente, los cimientos del gran que puede combinar tan pronto la ilusión como paraíso industrial hasta desmoronarlo, llevánla desilusión, no deja de parecemos una donos a un presente paupérrimo en el que por complicación el que a veces el azar que desgracia hacer películas significa algo más que amenaza a toda creación esté también a merced llorar. de un inextricable tejido de decisiones n estos momentos es difícil imaginarse administrativas. Nos enfrentamos en este final un retorno al pasado, que un productor del siglo XX, sin embargo, a una situación con pueda ofrecernos de pronto la posibilidad difícil salida. Hemos sido testigos del de recrear escenarios fastuosos hundimiento de una industria que pudo construyendo decorados que considerarse en el pasado más o menos boyante reprodujeran pueblos enteros o palacios y de cuya aniquilación todos podemos de ensueño, entornos increíconsiderarnos, empezando por mí, definitivamente culpables. «Nos enfrentamos en este finalbles, obras de arte por sí No dejo de sentir pesadumbre y de siglo a una situación con mismos, como los que fabricaban no hace tanto tiempo remordimiento cuando pienso difícil salida. Hemos sido genios de la arquitectura inen cómo combatimos, en la sólita del plato como el gran búsqueda rebelde de un cine testigos del hundimiento de una nuevo y comprometido, a industria que pudo considerarse Alarcón o poder contar con aquellas antiguas películas de la en el pasado más o menos masas de figurantes representando ejércitos, caballos, época de CIFESA, grandes boyante y de cuya aniquilación elefantes, escuadras de barcos. mamotretos históricos o finas comedias, cuando no tremendos todos podemos considerarnos El dispendio sobrepasaría los dramas rurales, que entonces definitivamente culpables.» más optimistas presupuestos. La creación está en estos considerábamos abominables, momentos sometida a pero que, al fin y al D E los límites de una inversión reducida que además depende de muchos factores ajenos ya a la concepción esencial del proyecto. Habrá que admitir que ya es irrecuperable ese esplendor industrial de antaño, el «star system» a la española, que hacía que se abarrotasen los cines, que se creasen colas inmensas por ver una película de Jorge Mistral, Conchita Montenegro, Imperio Argentina o Sarita Montiel, aunque ahora parece que se está acercando en algo Isabel Pantoja en el intento de recobrar antiguas pasiones. Y será difícil encontrar un productor del tipo de Cesáreo González, que no dudaba en sacar los millones que hicieran falta de su bolsillo para poder sentar sobre sus rodillas a Lola Flores. De la dialéctica que surgió entre la consideración del hecho cinematográfico como simple Habrá que admitir espectáculo o como expresión que ya es irrecuperable cultural, con una extraña ese esplendor industrial de antaño, el «star a la española, aunque ahora parece que se esté divergencia entre las dos system» acercando en algo Isabel Pantoja en el intento de recobrar antiguas pasiones. opciones, ha resultado la crisis buscado acomodándonos en una inercia tan enque ahora vivimos, cuya solución gañosa como negativa. cada vez parece más intrincada. a actual dependencia de la producción cinematográfica española hacia el Estado puede llegar a convertirse en un peliagudo lastre que frene la dinámica normal que ha de tener un fenómeno basado de por sí en el movimiento continuo y los gustos caprichosos del público. Es el problema con el que nos encontramos cuando una bienintencionada política de proteccionismo político en favor de la cultura choca con una realidad distante de unos planteamientos puramente críticos, donde la razón de unas consignas se enfrenta a la sinrazón de unas exigencias diferentes por parte del espectador. Si nuestra oferta cinematográfica depende tanto de las subvenciones, puede que sea por una falta sustancial de calidad competitiva como producto rentable. Y si esa falta de rentabilidad no es más que la consecuencia directa del desinterés por parte del público al que va dirigida, habrá que replantearse de nuevo el momento en el que vivimos, las limitaciones de la oferta y las verdaderas claves de la demanda, en vez de seguir lamentándonos de una situación de inferioridad en el mercado, que al fin y al cabo nos hemos L L a crisis de la industria hollywoodiense, que ha sufrido la bancarrota de importantes compañías, el hundimiento de famosos estudios y la necesidad de aceptar la inclusión del capital extranjero para conservar algunos restos de su pasado esplendor, no ha impedido que siga manteniendo su poderío comercial, sostenido por unos canales perfectamente mantenidos a lo largo de los años, con escasa o nula ayuda de su Gobierno. La competencia desleal, de la que tanto nos quejamos, quiza sólo sea cauísa de nuestra imptencia para asumir el riesgo a la hora de poner en juego dinero no oficial suficiente, ver el cine no como pequeño negocio asegurado, sino como gran negocio pendiente de un hilo. eguimos entonces con el eterno debate que se nos plantea entre la seriedad solemne de la cultura y la ligereza del entretenimiento de barraca de feria. Algo que podría ser perfectamente compatible, pero donde todavía existen discrepancias notables. Europa, como referencia intelectual e histórica, sigue vendiendo ideas a América, sin dejar de ir a remolque de la agilidad profesional del otro continente. Recuerdo que hace más de diez años participé ya en un congreso en el que se intentaba lograr una S' identidad cinematográfica las culturales, que nos hacen despreciar aquí el fronteras, un «Ahora apogeo nos servirá cinematográfico preguntamos para conseguir sique la europea, sin que, como era de cine francés, como allí desprecian el nuestro; posibilidad permita plantarle de un mercado cara a la el cine italiano, como en Italia suponer, llegásemos a condesconocer clusiones algo válidas. Ahora maquinaria apenasdesede común, conindustrial la apertura lossabe nada del español, y así en el nos preguntamos si la posibiresto de Europa. Hasta que no exista una conEstados Unidos. ciencia Desde micomún, punto o, aún más importante, un lidad de un mercado común, con la apertura de fronteras, de vista, sería un sueño públicoposible, semejante con similares gustos, seservirá para conseguir un guiremos pero muy poco probable.»sin ir a ninguna parte. Sobre todo en apogeo cinematográfico que un momento en el que la nueva eclosión de permita plantarle cara a la nacionalismos puede suponer una atomizamaquinaria industrial de los ción de preferencias. Descubriremos entonces Estados Unidos. Desde mi que el cine, si no se concibe desde una óptica punto de vista sería un sueño universal, sólo puede caer en un localismo posible, pero muy poco proinútil y de contenido inocuo, aunque entre bable. Tal vez la televisión, dentro de la ambición de un continente. Y así que de medio rival ha llegado a nos va. convertirse en una tabla de salvación para el cine, pueda ser un incentivo para el auge de las coproducciones. Pero mi experiencia particular en diferentes festivales internacionales me conduce al pesimismo, porque más allá de las fronteras políticas están