UNA GENERACIÓN EN MOVIMIENTO: APROXIMACIÓN A LA INVESTIGACIÓN DE LA AUTO-PERCEPCIÓN GENERACIONAL EN LOS INTELECTUALES ESPAÑOLES DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX. Jorge Costa Delgado Becario pre-doctoral FPI – Universidad de Cádiz Comunicación El objetivo de esta comunicación es doble: reflexionar sobre los problemas metodológicos relativos al estudio de un grupo que se concibe en términos generacionales y señalar los fundamentos y los límites de esta particular forma de autopercepción. Utilidad del concepto de generación El presente estudio procede de una reflexión sobre un caso particular del uso del concepto de generación. Dicho concepto –con todos sus matices, que trataremos de desarrollar más adelante- puede servir para organizar la información procedente de contextos históricos en los que la palabra “generación” no es una apuesta fundamental en las luchas que entablan los seres humanos en torno a la representación del mundo social. Sin embargo, en otras ocasiones, la vigencia del concepto de generación en el contexto histórico que es objeto de estudio introduce una dimensión performativa que acompaña a la dimensión descriptiva, propia del enfoque histórico-sociológico. José Luis Moreno Pestaña (2013: 87) distingue tres posibles usos del concepto de generación: uno científico, “que agrupa a los sujetos según ciertas propiedades comunes relacionadas con la dimensión temporal y con la sucesión de grupos humanos”, otro político, que “propone o detiene la sucesión en los centros de poder, vinculándola a la puerilidad, la madurez o la senectud de ciertos grupos humanos”, y un último ético, en el que “la referencia a la generación propia y su confrontación con las ajenas permite ordenar los repertorios de creencias y ajustar los proyectos a ciclos temporales más o menos previsibles”. La dimensión performativa atraviesa todos los usos, con efectos dispares, cuando quien teoriza sobre las generaciones lo aplica a su propio tiempo histórico1. Este rasgo característico no es una cuestión menor, porque la performatividad y la polisemia de un concepto hacen problemático su uso científico, tanto más cuanto que su uso profano está sumamente extendido. A pesar de todo, creo que el concepto de generación es productivo para la investigación sociológica e histórica, al menos por tres motivos, que desarrollaremos posteriormente en tres apartados diferentes: 1. Para un contexto social bien delimitado2, con la terminología que se prefiera, un buen uso de las generaciones permite dar cuenta del carácter de las variaciones temporales internas al mismo, con una doble ventaja: un vocabulario –instrumental teórico- ad hoc, propio de la diacronía frente a la sincronía, lo que permite integrar ambas dimensiones de una manera controlada; y una mayor claridad y economía expositiva ante el problema de analizar la evolución de un contexto social tomando como referencia temporal dos momentos diferentes, lo que supone en la práctica hacer frente a la descripción de dos contextos empíricos diferentes con un mismo repertorio conceptual. Por ejemplo, una vez bien aclarado el uso que se va a hacer del concepto de generación, una expresión del tipo: “la clase obrera de finales del siglo XX no es la misma que la de principios del mismo siglo” (a pesar de que se usa el mismo concepto dentro del mismo estudio para referirse a dos realidades diferentes) sería evitable y precisable describiendo de manera razonada una serie de generaciones. O bien podría sustituirse la afirmación “las propiedades de quienes detentan el poder institucional en el campo intelectual son diferentes en los dos estados históricos del campo dado” por esta otra: “podemos distinguir dos generaciones dentro del campo intelectual a lo largo del período estudiado”, recalcando la unidad –epistemológica, no ontológica ni empírica- del objeto de 1 La dimensión performativa también puede aparecer cuando se aplica a un tiempo o espacio histórico distantes. Pero en ese caso, lo hace en distintos planos –el uso científico es aquí meramente descriptivo y se aplica a un contexto diferente al de los usos político y ético, performativos y contemporáneos al autory de manera menos inmediata –con un “índice de refracción” tanto mayor como alejado sea el contexto estudiado y mayor la formalización científica-. 2 Conviene matizar que “bien delimitado” no tiene por qué ser sinónimo de “limitado”, sino más bien de una selección “bien argumentada”; aunque con frecuencia, particularmente en sociedades con un alto grado de especialización, ambas condiciones puedan ser necesarias. En cualquier caso, esto último no es tanto un a priori teórico como una exigencia que el material empírico impone a la investigación. estudio, sin perjuicio de su variación temporal. Volveré a este apartado al final del texto. 2. Paradójicamente, cuando el uso profano –no científico- de las generaciones está socialmente extendido, una teoría generacional potente permitiría aproximarse a determinados contextos sociales integrando en el análisis una de las categorías que los propios sujetos que forman parte de ellos utilizan para ordenar una parte de la realidad estudiada y, al mismo tiempo, para ubicarse en ella. En este caso, una de las debilidades de la teoría generacional puede convertirse en una ventaja epistemológica si se logra utilizar con garantías. 3. Un trabajo sobre el concepto de generación que precisara bien su alcance serviría para medir cualitativamente el paso del tiempo dentro de las coordenadas señaladas por los dos puntos anteriores. Esta medición cualitativa se puede resolver en una graduación de distintos tipos de cambio generacional que no tendría un valor absoluto, sino relativo a la escala que cada investigación considere pertinente para su objeto de estudio. La virtud de esta graduación interna del concepto de generación sería la de clarificar su uso al diferenciar algunos de los significados que van asociados al significante “generación”, con el objetivo de facilitar –si no directamente permitir, en muchos casos- un debate científico productivo. Autopercepción: la subjetividad como punto de partida Éste no es más que uno de los posibles casos en que puede utilizarse sociológicamente el concepto de generación; sin embargo, por la particularidad que presenta conviene analizarlo por separado. A pesar de que la idea de la existencia de sucesivas generaciones humanas puede rastrearse muy atrás en el tiempo (Marías, 1967: 13-76), no siempre ha jugado un papel protagonista en el repertorio conceptual que se pone en juego para construir una representación de la sociedad. Por supuesto, se pueden poner todas las objeciones que se quieran acerca de la extensión social de dicho “repertorio conceptual” y de las limitaciones que impone el material empírico con que trabaja la historia para reconstruir los distintos discursos que una época determinada produjo sobre lo social y, en el caso que nos ocupa, sobre la sucesión y reproducción de grupos sociales. De ahí que la manera más apropiada de desarrollar este punto sea a partir de un caso particular, del que pueden sacarse algunas conclusiones como orientaciones a tener en cuenta para el estudio de casos similares. En octubre de 1913 se constituye en Madrid la Liga de Educación Política Española (LEP). El 23 de marzo de 1914, José Ortega y Gasset pronuncia en el Teatro de la Comedia en Madrid la conferencia “Vieja y nueva política”, que constituye el programa de la LEP y en el que la idea de la sucesión generacional juega un papel de primer orden. Estamos por lo tanto ante el discurso de un grupo que se presenta como generación (Ortega, 2004: 710), lo que supone una forma particular de aproximarse a la cuestión de la sucesión generacional: la autopercepción. Cabría otra posibilidad: obviar la conciencia de los sujetos implicados para dedicarse, al margen de esta, al estudio de un contexto socio-histórico a lo largo del tiempo para constatar o refutar, a partir de la selección de una serie de propiedades sociales, que se han producido cambios relevantes en el objeto de estudio que pueden expresarse razonablemente mediante una teoría del cambio generacional. En el primer caso, se parte del hecho de que un sujeto o un grupo afirman su identidad en términos generacionales. En el segundo, no hay ningún a priori que suponga la pertinencia del concepto de generación para el objeto de estudio en cuestión, aunque luego se revele necesario. Por ejemplo, un estudio que trate de describir la evolución de un fenómeno social elaborando un modelo que explique su reproducción y que llegue a la conclusión de que, dentro del período estudiado, existe una variación sustancial de las condiciones de dicha reproducción y, por lo tanto, de la configuración elaborada a partir de la reconstrucción del fenómeno en cuestión3. Hay también una posibilidad intermedia: considerar la pertinencia de la teoría generacional como un supuesto de la investigación, debido a la existencia de un estado de la cuestión o de material que orienta al investigador en este sentido. Para cada uno de estos tipos de aproximación, se imponen diferentes operaciones empíricas que quizás puedan clasificarse sin pretensión de exhaustividad4. Es lo que haré con el primer tipo de aproximación de la que trata este apartado. 3 En caso de que no hubiera una transformación sustancial, solo se hablaría de generaciones para decir que, en lo que a ese fenómeno se refiere, no habría diferencias inter-generacionales. 4 Probablemente, a cada tipo de aproximación también corresponda una consideración diferente del lugar que ocupará el concepto de generación en el esquema teórico que el investigador pondrá en funcionamiento, pero eso escapa a las posibilidades de este artículo. El manifiesto firmado y la constitución de la LEP nos facilitan el punto de partida –pero no el de llegada- de una primera operación: delimitar una población como parte de la construcción del objeto de estudio. Los firmantes del manifiesto proporcionan una buena base de datos de la que extraer información mediante un doble proceso: la selección de las propiedades de esta población que se consideren relevantes para el estudio y el análisis del discurso que producen los sujetos en tanto que miembros de la generación. Ambos procesos son inseparables y se alimentan mutuamente, pero deben ir acompañados de una delimitación más precisa del objeto de estudio que al mismo tiempo oriente, dotando de una jerarquía de criterios, tanto la selección de propiedades como el análisis del discurso. Para el caso que nos ocupa, he limitado el estudio de esta autoproclamada generación a los campos intelectual y político, eligiendo una serie de indicadores que me permitieran ordenar el material de que disponía: 1. Origen social 2. Ocupación profesional 3. Formación académica 4. Formación científica en el extranjero 5. Existencia de producción intelectual 6. Vínculos con la Institución Libre de Enseñanza o con la Iglesia 7. Militancia política Evidentemente no será posible obtener toda esta información para cada uno de los firmantes del manifiesto (un total de noventa y nueve), pero dispondremos de una primera aproximación al material empírico –un primer intento de objetivar ese colectivo que se presenta generacionalmente-, que nos permitirá plantear nuevas preguntas para problematizar la generación más allá del discurso que los sujetos tienen sobre sí mismos. Eso implica tres supuestos: en primer lugar, la selección de discursos, prácticas y sujetos que la historia –o la historiografía- nos presenta es un punto de partida necesario pero no evidente por sí mismo, es necesario preguntarse si es pertinente. En segundo lugar, tal pertinencia sólo puede juzgarse a la luz de unos criterios precisos: los indicadores que hemos considerado relevantes en esta primera aproximación y que serán revisables conforme avance la investigación, lo que supone la elección previa – implícita o explícita- de un marco teórico de análisis. Por último, las posibilidades de la investigación están limitadas por diversos factores: la existencia y calidad de trabajos sobre el mismo objeto de estudio, la disponibilidad de las fuentes, o las condiciones materiales en las que se desarrolla la investigación; por tanto, no tiene sentido establecer un programa de investigación en abstracto sin atender a lo que realmente puede hacerse para un estado de la cuestión dado y desde una posición determinada. Una de las operaciones que nos permiten interrogarnos sobre esta primera aproximación al material empírico es la búsqueda de contraejemplos: a la vista de las propiedades de los sujetos, ¿quiénes podrían estar, porque comparten propiedades similares a la población de partida, pero no aparecen como firmantes del manifiesto? (son los casos de Araquistáin, Besteiro, Eugenio d’Ors, Gregorio Marañón...) O bien, ¿por qué en una población eminentemente intelectual encontramos algunos sujetos con propiedades diferentes? (los espacios de sociabilidad con lógicas distintas a las de los campos intelectual y político producen efectos que la mera observación de las propiedades no permite explicar: por ejemplo, obreros que forman parte de un club de alpinismo junto a un profesor de universidad). Otra operación necesaria consiste en explorar significativas ausencias del conjunto de propiedades que define la pertenencia al grupo: el “negativo” de la generación, por así decirlo. En este sentido, cabe preguntarse ¿por qué no hay ninguna mujer entre los firmantes? Y más allá de la evidencia de la exclusión de género, ¿qué relaciones mantenían con el grupo aquellas mujeres que sí compartían otras propiedades significativas para la configuración de la población estudiada? (es el caso de María de Maeztu). Hacerse estas preguntas permite corregir algunos de los inevitables defectos de la perspectiva adoptada o el reduccionismo derivado de una mala selección de las propiedades o los indicadores. Pero, al igual que nos preguntamos por el “negativo generacional”, debemos también analizar las relaciones internas al propio grupo. Una pregunta fundamental aquí sería: ¿qué relaciones se dan entre los miembros del grupo que puedan explicarse en función de las propiedades consideradas? Para intentar responder a esta pregunta nos veremos obligados a concretar empíricamente la figura teórica de los campos intelectual y político. Se trata ahora de estudiar una serie limitada de factores (instituciones, procesos sociales, oposiciones estructurales…) que configuran y dan sentido a estos campos sociales, con el objetivo de explicar esas relaciones que podemos intuir a partir de la interpretación de la información organizada gracias a los indicadores. Para el caso que nos ocupa, algunos de estos factores serían: la Institución Libre de Enseñanza, la creación de la Junta de Ampliación de Estudios y la extensión de programas de becas para estancias en el extranjero, los cambios en la administración pública, la creciente importancia del movimiento obrero y su relativa apertura a los intelectuales en España, la oposición centro-periferia, los debates intelectuales más importantes de este período (Europa/España)… Todos son necesarios para explicar la generación –nuestro punto de partida- y su estudio, no está mal recordarlo, nos lleva a explorar otras parcelas del contexto socio-histórico en el que ésta se ubica. Tenemos, por tanto, una población de partida –los firmantes del manifiesto de la LEP- que ha sido ampliada mediante la incorporación de algunos sujetos que se consideran relevantes para el estudio. También hemos delimitado nuestra perspectiva a los campos intelectual y político, concretando una serie de factores para una reconstrucción significativa de los mismos. Esta última operación abre tres nuevas vías para la investigación: 1. El estudio específico de estos nuevos factores. Por ejemplo, para mi trabajo, podría definirse como uno de esos factores independientes a efectos analíticos la propia teoría de las generaciones que elabora Ortega y Gasset: el lugar que ocupa en su producción filosófica, en el campo de la filosofía, sus efectos sociales, políticos y éticos, su relación con otras esferas de la vida del autor… 2. Una posible nueva ampliación de la población de estudio, a partir de la comparación del grupo generacional con alguno de estos contextos específicos. Si consideramos algunas propiedades compartidas por una parte importante de los firmantes del manifiesto y que definen a colectivos más amplios, podremos definir mejor no sólo las propiedades diferenciales del grupo sino su relación con otros sectores sociales más amplios. Se trata, por así decirlo, de dar un paso más (cuantitativo, al ser las poblaciones más amplias; y cualitativo, porque las agrupaciones tienen cierta coherencia epistemológica) en el sentido del contraejemplo y del negativo generacional. Eso nos puede llevar a plantearnos, volviendo a la España de 1914, si es conveniente estudiar al conjunto de profesores de universidad –o de alguna disciplina en particular, como la filosofía- de la época para contrastarlo con nuestra generación. Veríamos entonces, probablemente, como aparece un importante grupo de intelectuales del que no teníamos noticia entre los firmantes del manifiesto, cuyas carreras están vinculadas a la Iglesia católica. También sería interesante, dado que hay muchos firmantes que mantienen una estrecha relación con la Institución Libre de Enseñanza, comprobar si hay algunas propiedades comunes a otras personas cercanas a la ILE que marcan la diferencia respecto a los firmantes. Conforme se va enumerando una lista de posibilidades, la investigación se vuelve cada vez más impracticable. En cualquier caso, será necesario plantearse el problema de un tratamiento diferente de los sujetos que integran la población de estudio, sea esta ampliada o no. Aquí encontramos dos polos, que no son excluyentes, sino complementarios: 2.1. Cualitativo: una narración más o menos detallada de la evolución de los sujetos a lo largo de un lapso temporal en un contexto determinado. No nos detendremos aquí, pero hay distintos enfoques posibles, que se resumen en conceptos como trayectoria, carrera o cursus. 2.2. Cuantitativo: una sistematización a partir de una selección de variables que se abstraen del contexto socio-histórico dado –en un mayor grado que la abstracción de contenidos relevantes para la narración cualitativa, que supone más información sobre cada sujeto, pero una selección más reducida- para tratarlas estadísticamente. La elección de un método en particular depende de varios factores, pero sobre todo de la disponibilidad de tiempo y de material empírico para desarrollarlo. En nuestro caso, hemos optado por dar prioridad a la reconstrucción de una serie de trayectorias que nos permitan desarrollar, matizar y ejemplificar el estudio. En algunos casos, eso bastará para llegar a conclusiones sólidas; en otros, tan sólo podremos plantear hipótesis empíricamente fundadas que tendrían que ser confirmadas por un trabajo más amplio. La posibilidad de un tratamiento estadístico de una población más amplia –en particular, de los profesores universitarios, o de los firmantes del manifiesto de una manera más exhaustiva- permanece abierta, aunque es incierta. 3. El análisis de los efectos de generación en discursos y prácticas de los sujetos fuera del propio grupo. Se trata de ver qué efectos tiene la identidad generacional en otros espacios sociales, o, por decirlo de otra manera, qué efectos generacionales podemos rastrear en la trayectoria de los sujetos y, si fuera el caso, en su actividad como grupo organizado. En este sentido, una de las hipótesis fundamentales que me planteo es que esta generación –y en el siguiente apartado veremos con más detenimiento a qué me refiero con “generación”, término que utilizo aquí asumiendo provisionalmente el discurso que los sujetos tienen sobre sí mismos-, esta generación, decía, o más bien, los sujetos que la conforman, tienen una serie de propiedades comunes a la hora de participar –o abstenerse de hacerlo- en política, y que dichas propiedades guardan relación con las propiedades que los caracterizan como integrantes de una generación. Se comprenderá que esto no quiere decir que dichos sujetos actúen conscientemente como grupo –aunque en ocasiones pudieran hacerlo-, o ni siquiera que compartan posiciones políticas –por ejemplo, muchos de ellos apoyarán activamente o se inclinarán por diferentes bandos en la Guerra Civil-. La cuestión es otra: se trata de ver si hay una serie de propiedades que nos permiten comprender la posición que estos sujetos ocupan en el campo político, lo suficientemente específicas como para que no resulten una obviedad y que guarden relación con lo que nos permite definirlos como grupo. Junto a estas propiedades específicas, habrá muchas otras que sean relevantes para definir la posición política de un sujeto y que no pueda interpretarse generacionalmente: la posición de cada uno de los sujetos no queda, por tanto, unívocamente determinada por su pertenencia generacional, sino que será el resultado de una relación compleja de los distintos factores que se tomen en consideración. Pero, al mismo tiempo, de existir esas propiedades específicas, podremos hablar de un efecto generacional en la política o bien, si se quiere subrayar el punto de partida epistemológico, de los efectos políticos de una generación. Azaña lo expresa muy bien, para un contexto muy concreto, en sus observaciones acerca de la ruptura de Ortega con el Partido Reformista y el papel de los intelectuales procedentes de la LEP en las reuniones del comité nacional del partido: “La mayoría de los que a ellas asisten conocen la política de oídas o por lo que leen en los libros, con lo que todo se reduce a torneos en los que cada señor va a demostrar que es más culto, más ingenioso y más elocuente que los otros”, mientras que “los políticos están en contra de Ortega”, que defiende que la menor aproximación a Romanones “nos desprestigia ante la opinión pública y nos anula como fuerza política” (Santos Juliá, 2010: 124). Modo de generación y sucesión generacional ¿Qué significa medir cualitativamente el paso del tiempo? Significa aceptar la premisa de que es posible diferenciar, a efectos de la reconstrucción del contexto social estudiado, distintas series temporales en función del tipo de cambio que se produce. La idea no es nueva: Mannheim (1993: 199-200) y Ortega (2006) hablaron de ello respecto a las generaciones. Fernand Braudel (1958) distinguió entre la longue durée (estructura), el tiempo medio (coyuntura) y el tiempo corto (l’histoire événementielle). El esquema de Braudel tiene una indudable potencia epistemológica más allá de los desarrollos concretos que elaboró el propio historiador francés, con la virtud añadida de que incorpora la consciencia del sujeto histórico a su esquema de análisis (Braudel, 1958: 728), pero no responde al problema de la sucesión, es decir, de la dinámica de reproducción y transformación de las diferentes estructuras sociales con la misma riqueza que un enfoque generacional. La terna estructura, coyuntura y acontecimiento presupone la unidad epistemológica del objeto de estudio y permite organizar la información disponible para estudiarla y explicarla mejor, pero relega el análisis de la sucesión de grupos sociales y la reproducción de estructuras sociales a un segundo plano, potenciando la idea de la estabilidad de la longue durée5. Hay dos acepciones bastante generalizadas del concepto de generación. La primera se utiliza para agrupar a sujetos que tienen varias propiedades en común, siendo una de ellas, a la que se otorga una suerte de privilegio epistemológico, haber nacido en fechas cercanas. Para este propósito no es tan relevante el acontecimiento que se tome como referencia para definir la generación: fecha de nacimiento, algún acontecimiento fundador… Lo importante es que, cuando ocurre ese acontecimiento, las personas incluidas en el grupo tienen una edad similar. En ocasiones se matizará si esa similitud de edad resalta su componente social –es decir, la pertenencia a una misma clase de edad6- o biológico –mera coincidencia cronológica-, pero no nos detendremos aquí. Por 5 Evidentemente hay que entender la propuesta de Braudel en el contexto del debate teórico al que pretende dar respuesta: “L’histoire, dialectique de la durée, n’est-elle pas à sa façon explication du social dans toute sa réalité? et donc de l’actuel? Sa leçon valant en ce domaine comme une mise en garde contre l’événement: ne pas penser dans le seul temps court, ne pas croire que les seuls acteurs qui font du bruit soient les plus authentiques; il en est d’autres et silencieux, -mais qui ne le savait déjà ?” (Braudel, 1958 : 738). 6 La noción de clase de edad “nos remite, en un momento del tiempo, a la división que se opera, en el interior de un grupo, entre los sujetos, en función de una edad social: definida por una serie de derechos, otra parte, esta acepción de generación permite dimensiones muy variables: puede hablarse de generaciones muy limitadas a un espacio concreto (Generación del 27), o bien de generaciones que atraviesen todo el espacio social (la generación de Mayo del 68). La segunda acepción parte desde otra perspectiva epistemológica: la elaboración de un modelo teórico de reproducción social que permita explicar ciertos fenómenos sociales. Una de las preguntas básicas a las que deberá responder el modelo en su aplicación empírica es la de la existencia de continuidades y rupturas en los fenómenos que trata de interpretar. Para ello, con frecuencia se habla de continuidades o rupturas intergeneracionales, sin que sea imprescindible definir la generación en sí, porque lo principal aquí no es la agrupación de sujetos en función de propiedades comunes, sino la forma en que se reproducen –o se transforman- las relaciones entre las propiedades que analiza el modelo. O dicho de otra manera, la variación observable en el modo en que se generan los sujetos (el modo de generación) a lo largo del tiempo para el fenómeno social específico que la lógica del modelo de reproducción en cuestión trata de interpretar. Porque un sujeto, al formar parte de un proceso social en particular, adquiere propiedades sociales que antes no tenía, modifica o pierde otras, y ve cómo otras propiedades que poseía devienen más relevantes que antes. El proceso gradual por el que se operan estas transformaciones y confirmaciones puede definirse como modo de generación: el modo en que se generan los sujetos a efectos de la lógica del modelo de reproducción en cuestión. Estas dos acepciones recogen dos posibles usos científicos del concepto de generación, aunque en realidad, remiten a dos significados diferentes asociados a un mismo significante en virtud de la metáfora biológica compartida que está detrás del término. La segunda acepción, que implica una elaboración teórica más compleja –la construcción de un modelo de reproducción- puede derivar, como indica Jean Claude privilegios, deberes, formas de actuar… –en suma, por una «esencia social»- y delimitada por una serie de momentos de transición –que difieren históricamente: matrimonio, servicio militar, primera comunión, certificados de escolaridad…-. A su vez, cada grupo social establece una serie de normas de acceso –más o menos codificadas y ritualizadas en forma de «ritos de paso»- de una clase de edad a otra. Esta división de clases de edad, por tanto, es variable históricamente: no depende de una serie de «naturalezas psicológicas» previas, sino que se construye en el seno de cada grupo social en función de sus condiciones materiales y sociales de existencia y de sus condiciones y estrategias de reproducción social” (Martín Criado, 1998: 86) Passeron (2006: 193), en la tendencia a la generalización social de un modelo que sirve solamente para unos factores específicos, convirtiéndose en una suerte de clave fundamental que estructuraría en último término toda relación social, o bien en la ilusión de una reproducción perfecta de los fenómenos sociales que se pretenden reconstruir7. La primera acepción, por su parte, corre el peligro de renunciar a un intento serio de contextualizar la agrupación seleccionada –la generación en cuestiónamparándose en la tautología de la edad. Así, por ejemplo, los cambios socio-políticos de Europa a partir de 1914 se explicarían porque jóvenes dirigentes políticos –es decir, personas de la misma edad, en este caso social y biológica- alcanzaron puestos de responsabilidad política en una época convulsa (Casanova: 2011). Como si eso fuera un acontecimiento poco común en la historia y como si la cuestión fundamental no fuera, más bien, situar cuál era el “menú de posibilidades” que se abría en esa coyuntura y por qué fueron posibles esos cambios y no otros. Al margen de estos problemas que podríamos calificar de metodológicos, lo importante es que ambas acepciones pueden ser utilizadas científicamente también con garantías y enorme productividad, pero siempre con el inconveniente de la confusión que puede producir su uso alternativo en un mismo trabajo, o con la dificultad añadida que puede suponer para entablar una discusión científica evitando falsos debates, como comentábamos al principio, acerca de lo que se considera o no una generación. Las síntesis de Gérard Mauger (1990 y 2013) en Francia y de Enrique MartínCriado (1998) en España aportan una buena panorámica crítica de los distintos aportes en materia de teoría generacional y de su aplicación empírica. Mi propuesta aquí consiste en tratar de integrar las dos acepciones en un mismo marco teórico, para lo que me serviré, esta vez, no de un trabajo todavía en curso, como el caso anterior, sino de uno ya terminado. No considero, ni mucho menos, que esta propuesta aclare un problema que se presenta indefectiblemente siempre que se habla de generaciones. Con frecuencia, los matices que aquí desarrollo no son necesarios, ya que el uso que se hace del concepto de generación puede quedar perfectamente bien delimitado en la práctica de la investigación y, al no confundirse con otros términos similares que no juegan un 7 “La reproduction sociale ne se confond pas avec un processus de répétition historique. La métaphore biologique qu’enferme le concept biologique ne doit pas égarer la recherche. La reproduction sociale n’est jamais reproduction d’une structure ou d’un système qui perdurerait, comme la « forme spécifique » des espèces animales, par-delà et à travers l’engendrement biologique” (Passeron, 2006 : 193) papel en ese trabajo en concreto, la precisión terminológica se vuelve superflua. Sí me parece que esta reflexión metodológica puede aportar claridad a los debates en torno a los diferentes usos del concepto de generación y a los trabajos en los que esos usos puedan confundirse. En su libro La norma de la filosofía. La configuración del patrón filosófico español tras la Guerra Civil José Luis Moreno Pestaña analiza la evolución del campo filosófico español después de la Guerra Civil. Una de las hipótesis fundamentales que se demuestran en este trabajo es que la transformación de la norma filosófica no es simultánea a la brutal transformación que se produce en el campo político (Moreno Pestaña, 2013: 121-126), sino que se produce algo más de una década después. Lo que aquí nos interesa es la caracterización de esa transformación de la norma filosófica como un cambio generacional. Esa norma filosófica se puede definir no sólo por el conjunto de problemas intelectuales que se consideran propios de la filosofía, sino también por las propiedades sociales que se consideran legítimas para ser un filósofo. Así, si tomamos como referencia el campo filosófico, cada norma filosófica llevaría aparejada, gracias a una articulación compleja –de instituciones, relaciones sociales, disposiciones incorporadas…, para cuya relación remitimos al trabajo que estamos comentando- un modo de generación que tendería a producir un determinado tipo de sujetos, en este caso filósofos conforme a la norma en cuestión. El modo de generación nos sitúa en la segunda acepción que mencionábamos anteriormente, bajo el supuesto de que una norma hegemónica en un estado del campo filosófico dispone de una serie de “mecanismos” que tienden a reproducirla, lo que nos permite la analogía con un modelo de reproducción social. Ocurre, sin embargo, que no toda transformación en el campo filosófico tiene tal entidad que permita catalogarla como un cambio en la norma de la filosofía y que, como bien nos hace ver José Luis Moreno Pestaña, hay otras transformaciones que merecen nuestra atención si queremos hacer un estudio profundo del campo filosófico en este período. La distinción que hace Karl Mannheim entre posición generacional, conexión generacional y unidad generacional nos ayudarán en este propósito. Para el sociólogo húngaro, la posición generacional implica una comunidad de fechas de nacimiento, pero también un ámbito socio-histórico compartido8. La conexión generacional implica un paso más en el establecimiento de vínculos concretos: supone que el vínculo potencial de una posición generacional se hace efectivo mediante la participación real en un destino común (Mannheim, 1993: 221). Para ilustrar el concepto de conexión generacional, Mannheim (1993: 222) vuelve a la Prusia de 1800 para diferenciar entre la juventud campesina y la juventud de las ciudades, señalando que “la mencionada juventud campesina sólo se encuentra en la correspondiente posición generacional, pero no participa de la conexión generacional en cuestión. Se encuentra en la misma posición generacional en la medida en que puede incluirse potencialmente en los nuevos destinos”. Dicha potencial incorporación se podrá hacer efectiva en tanto que la juventud campesina se incorpore a la transformación de los destinos de la nación. Por último, Mannheim (1993: 223) señala que “dentro de cada conexión generacional, aquellos grupos que siempre emplean esas vivencias de modos diversos constituyen, en cada caso, distintas «unidades generacionales» en el ámbito de una misma conexión generacional”. Por ejemplo, liberales y conservadores serían distintas unidades generacionales que formarían parte de una misma conexión generacional en el siglo XIX. ¿Cómo puede ayudarnos este esquema para comprender las transformaciones de la filosofía española? Según José Luis Moreno Pestaña (2013: 122), en los años 50 una “nueva” norma filosófica se convierte en hegemónica, produciéndose, por tanto, un cambio en el modo de generación dominante en el campo. Es importante recalcar aquí que la coexistencia de dos modos de reproducción –y por lo tanto, dos modos de generación de sujetos- es perfectamente compatible lógica y prácticamente (Mauger, 2013 y Passeron, 2006), porque eso nos permitirá introducir la primera de las categorías de Mannheim: la posición generacional. Aquí podremos incluir a quienes, pese a formar parte del campo filosófico, no participan de la norma que se ha convertido en hegemónica: es el caso de los orteguianos (Julián Marías) y zubirianos (Laín o Aranguren) a partir de los años 50. Según la adaptación que hago del esquema de Mannheim, estos últimos compartirían 8 “Resulta fácil probar que el hecho de la contemporaneidad cronológica no basta para constituir posiciones generacionalmente afines […] nadie querría sostener que la juventud china y la alemana se encontraran en afinidad de posición en torno a 1800. Sólo se puede hablar, por lo tanto, de la afinidad de posición de una generación inserta en un mismo período de tiempo cuando, y en la medida en que, se trata de una potencial participación en sucesos y vivencias comunes y vinculados” (Mannheim, 1993: 216). esa posición generacional con los demás integrantes del campo filosófico, pero no formarían parte de la conexión generacional en la que agruparíamos a quienes, por encarnar la norma de la filosofía dominante, tendrían unas propiedades comunes que los diferencian de los anteriores: los filósofos tomistas9. Para terminar, podemos distinguir diferentes unidades generacionales a partir de esa norma filosófica compartida, en función de las formas particulares en las que ésta se expresa. Las unidades generacionales resultan particularmente oportunas en este caso en que los distintos grupos se cierran sobre sí mismos y es difícil encontrar un espacio de debate común 10. Una vez expuestas las líneas generales del esquema que propongo, conviene hacer varios apuntes: 1. El hecho de que dos modos de generación puedan coexistir en un mismo tiempo histórico –contemporáneos que no son coetáneos, como diría Ortega- no implica que el modelo de reproducción que sustenta teóricamente cada uno de ellos no se vea profundamente alterado cuando las relaciones entre ambos varían, o cuando interfieren otros procesos sociales. Cuando una norma filosófica pasa a ser hegemónica marginando a otra, es evidente que las formas en que ambas tienden a reproducirse sufren profundas transformaciones. Si teóricamente podemos hablar de la norma “orteguiana” como una posibilidad –concretada en una posición generacional, tomando el conjunto del campo filosófico como referencia- que se mantiene después de los años 50, las propiedades de los orteguianos de los años 50 diferirán mucho de las de los orteguianos de los años 20 ó 30, como ejemplifica el caso de Julián Marías (Moreno Pestaña, 2013: 127-159). Es la diferencia generacional –en su primera acepción, que remite a la diferencia de edad y que coincide aquí con un cambio sensible en el estado del campo- la que da cuenta de la 9 “Serán los años 50 los que barrerían el orteguismo de la vida intelectual, tras la llegada a la madurez de la generación católica de ultraderecha (autodenominada «Generación del 48») y la marginación de los intelectuales fascistas” (Moreno Pestaña, 2013: 126) 10 “Tras 1960, los dos rasgos que hacían productiva a la España intelectual de 1940 (la orteguiano- zubiriana, podría decirse) se disgregan: desaparece el capital cultural compartido (cada uno habla el idioma del ámbito cultural que importa) y raramente se conecta en debates comunes (debido a que cada uno está entretenido en seguir, con obsesión más o menos meteorológica, los movimientos de su país de importación).” (Moreno Pestaña, 2013: 123) distancia entre ambos grupos de filósofos, que incluimos en una misma categoría – modo de generación-, ya sea porque se considere que sigue siendo posible hablar de una norma común que se reproduce con algunas modificaciones, o bien porque la clasificación resulte pertinente por su potencial explicativo en un momento de transición. 2. Las conexiones generacionales paralelas son posibles como resultado de la convivencia de dos modos de generación. Una conexión generacional actualizaría o renovaría el repertorio de un determinado modo de generación, lo que supone tres condiciones. Por un lado, como ya hemos mencionado anteriormente, que consideremos que dicho modo de generación sigue siendo el mismo pese a las variaciones que permiten hablar de una conexión generacional. Por otro, que las categorías que estamos empleando sean operativas y no esenciales, variando en función del contexto de referencia. De manera que, si tomamos como referencia el conjunto del campo filosófico, Laín y Marías forman parte de una posición generacional compartida con los filósofos tomistas que, por su parte, conformarían además frente a los primeros una conexión generacional. Sin embargo, si nuestra referencia fuera la propia norma orteguiana de la filosofía, Laín y Marías formarían parte de una conexión generacional en una línea en la que podríamos situar, años más tarde, la conexión generacional de Gustavo Bueno y Sacristán (Moreno Pestaña, 2013: 161-208). Para terminar, última condición, que la clasificación generacional de Mannheim se interprete como una jerarquía de criterios que, de manera razonada, nos permita organizar la información argumentando para cada contexto cuál es la relación entre los modos de generación –los filósofos tomistas serían una conexión generacional frente a los orteguianos y no al revés, porque eso nos permite explicar lo característico de ese estado del campo filosófico- y qué novedades se producen en ellos –lo que fundamenta la distinción entre posición y conexión generacional dentro de un mismo modo de generación-. 3. La agrupación generacional puede pecar de violencia epistemológica cuando impone sin matices la lógica de un campo sobre la de otro. Ni siquiera en el supuesto de un acontecimiento extraordinario que suspendiera la autonomía de los distintos campos sociales sería fácilmente defendible esta operación, puesto que si la citada suspensión de la autonomía no conlleva la práctica desaparición del campo como tal, los cambios que se operen en el mismo tendrán que retraducirse, más pronto que tarde, a la lógica del campo reconstituido. José Luis Moreno Pestaña (2013: 127-130 y 144-147) insiste en que las afinidades políticas de fascistas y nacional-católicos en los años 40 no se deben confundir con sus posiciones filosóficas: ni para agruparlos en una misma generación político-intelectual –porque formarían parte de la generación que usurpó la hegemonía intelectual a sus legítimos poseedores, con lo que la política no permitiría ver sus diferencias filosóficas-, ni para rescatar a algunos de ellos –porque las diferencias filosóficas entre unos y otros serían equivalentes a una diferencia política, aunque esta no se manifieste inicialmente: tesis que entronca con la visión retrospectiva de los “falangistas liberales”-. 4. Las conexiones generacionales no funcionan necesariamente como agentes del cambio en el modo de generación, aunque en ocasiones pueda ocurrir así. Ortega (2006: 417-419) distinguía entre “cambiar el mundo o sólo cambiar algo en el mundo”, expresión que ilustra maravillosamente la diferencia teórica entre un cambio en el modo de generación y los efectos de una conexión generacional. Hecha esta precisión, caben dos posibilidades en cuanto al cambio en el modo de generación: que este sea producto de una lenta acumulación de cambios graduales, lo que solo nos permitiría señalar el cambio generacional a partir de la comparación entre dos estados históricos del campo, renunciando a establecer algo más que una frontera difusa entre ambos; o que la transformación se produzca de una manera lo suficientemente brusca como para que quepa asociarla a la acción de una conexión generacional en particular. Esta última posibilidad nos lleva a plantearnos la noción de acontecimiento fundador, tan cara a las diferentes teorías sobre las generaciones. El acontecimiento y la extensión social de una generación En su síntesis sobre las distintas aportaciones teóricas al problema de las generaciones, Gérard Mauger (2013) afirma que “el estudio de la sociogénesis de las «generaciones sociales» se ha orientado hacia dos perspectivas”: la descripción de los cambios en los espacios de socialización de generaciones sucesivas, y la experiencia compartida a la misma edad de un acontecimiento fundador. Mauger (2013) agrupa los intentos serios de análisis de tales acontecimientos en tres categorías: revoluciones, guerras y crisis políticas. Lo cierto es que, incluso en estos casos excepcionales y aún asumiendo que afecten a las personas de manera diferencial en función de la edad, es difícil mantener la hipótesis de que dicha diferencia sea más importante que otras o, en todo caso, que baste para explicar un proceso social en una sociedad moderna más allá de un esquemático punto de partida. Aunque un acontecimiento fundador afectara a toda una clase de edad de tal manera que permitiera discernirla claramente de las demás clases de edad en ese aspecto, ¿sería posible hablar de unos mismos efectos de ese acontecimiento fundador sobre todos los sujetos que componen la clase de edad? ¿No se pierden muchos matices relegando a un segundo plano otras propiedades sin las cuales las trayectorias de los sujetos antes y después del acontecimiento fundador serían difíciles de explicar? Jean-Claude Passeron (2006: 196-197) hace dos interesantes observaciones acerca de los modelos teóricos de reproducción social. En primer lugar, defiende la aplicación de modelos de reproducción a sistemas parciales, donde son más fecundos empíricamente. En segundo lugar, invita a abandonar la dialéctica hegeliana que sitúa a las contradicciones internas del modelo como factor principal de su superación, entendiendo que resulta más productivo interpretar que las transformaciones sociales en un sistema determinado se producen como resultado del conflicto con lógicas o acontecimientos externos que desestabilizan el modelo de reproducción pre-existente11. Si anteriormente definíamos el modo de generación como el modo en que se generan los sujetos a efectos de la lógica de un modelo de reproducción, las indicaciones de Passeron nos permiten afrontar en una clave diferente el rol que juega el acontecimiento fundador en la teoría generacional. Partiendo de la hipótesis de que todo cambio que se produce en un modo de generación se explica mejor como el resultado de los efectos de una interacción variable con factores externos al mismo, es decir, procedentes de otros modelos de reproducción, 11 “Pris et construit, par passage à la limite des mécanismes observés, en un modèle de fonctionnement systématique, le modèle de la reproduction ne peut convenir qu’à des systèmes partiels. Il permet à la fois d’interpréter et rassembler les phénomènes qui relèvent de sa logique, et de repérer les tensions qui se créent entre cette logique et celle d’autres processus, tensions qu’il faut toujours supposer capables de déstructurer son fonctionnement systématique. La description des conflits et des antagonismes peut alors être menée en termes de « contradictions externes », c’est-à-dire dans une logique qui ne préjuge pas du devenir historique” (Passeron, 2006 : 196-197) el acontecimiento para un modo de generación en particular ya no debería ser ese acontecimiento fundador –muy problemático epistemológicamente, aunque quizás con valor didáctico para la reconstrucción de trabajos de síntesis- que atravesaría todos los campos sociales transformándolos; sino, más bien, esa interacción particular con otros procesos sociales que desestabiliza –porque lo interrumpe en su desarrollo lógico, esto es, previsible en abstracto- un modo de generación particular, entendido como modelo de reproducción, y transforma la configuración del campo en cuestión12. 12 “Il faut accepter l’idée que les modèles de reproduction sont des modèles approchés, des modèles partiels, qui ne s’appliquent qu’à des sous-systèmes de la réalité sociale. Construits, par passage à la limite, en faisant l’hypothèse de ce qui se passerait s’ils pouvaient aller jusqu’au bout de leur perfection systématique, c’est-à-dire en faisant momentanément abstraction des relations conflictuelles qu’ils entretiennent avec d’autres processus tout aussi systématiques, les modèles reproductifs reposent donc sur une autonomisation méthodologique qui ne peut être que provisoire. Pour rendre compte du changement historique, il faut dépasser ce moment de la description et mettre en relation plusieurs sous-systèmes de reproduction assez indépendants pour que leurs effets ne puissent donner lieu à un système d’équilibre et de reproduction. Le changement advient toujours de l’extérieur à des processus systématiques, puisque c’est la même chose de dire d’un processus qu’il est systématique ou qu’il est reproductif. Mais aucun système social de reproduction n’est si global qu’il n’ait pas d’extérieur. Autrement dit, la « société » n’est pas un système, au sens où un organisme, c’est-à-dire un équilibre entre un organisme et un milieu, en est un” (Passeron, 2006: 197). Bibliografía - Braudel, Fernand (1958) “Histoire et Sciences sociales. La longue durée”, en Annales E.S.C., vol. 13, pp. 725-753. - Casanova, Julián (2011) Europa contra Europa (1914-1945), Crítica. - Juliá, Santos (2010): Vida y tiempo de Manuel Azaña. 1880-1940, Madrid, Santillana. - Mannheim, Karl (1993) “El problema de las generaciones”, en REIS, nº 62, pp. 193242. - Marías, Julián (1967 [1949]) El método histórico de las generaciones, Madrid, Revista de Occidente. - Martín Criado, Enrique (1998) Producir la juventud. Crítica de la sociología de la juventud, Tres Cantos (Madrid), Istmo. - Mauger, Gérard (1990) “Introduction” y “Postface”, en Karl Mannheim: Le problème des générations, Paris, Armand Colin. - Mauger, Gérard (2013) “ « Modes de générations » des « générations sociales » ”, Revista de Sociología Histórica, nº 3 (artículo pendiente de evaluación). - Moreno Pestaña, José Luis (2013) La norma de la filosofía. La configuración del patrón filosófico español tras la Guerra Civil, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva. - Ortega y Gasset, José (2004) Vieja y nueva política en Obras completas, Tomo I, Madrid, Taurus / Fundación Ortega y Gasset. - Ortega y Gasset, José (2006) En torno a Galileo en Obras completas, Tomo VI, Madrid, Taurus / Fundación Ortega y Gasset. - Passeron, Jean Claude (2006) Le raisonnement sociologique, Éditions Albin Michel.