PERIODISMO EN ZONAS DE RIESGO COBERTURAS EN LA FRONTERA DE PARAGUAY CON BRASIL Las zonas de mayor riesgo para el ejercicio del periodismo en Paraguay están ubicadas en las regiones fronterizas, principalmente en las ciudades que limitan con el Brasil tenemos “frontera seca” con nuestros vecinos. Esto hace que los controles sean mucho más difíciles y facilitan la actuación de los grupos criminales, en particular los conocidos “sicarios” que son contratados por la mafia para sus “ajustes de cuentas” o amedrentar a los comunicadores de las zonas. Lo primero que debemos decir es que en esta parte del país, los periodistas están prácticamente abandonados a su suerte, y solamente cuando se llegan a situaciones extremas de amenazas o agresiones, o sobre hechos consumados que se empieza a actuar. Los departamentos del Amambay y Canindeyú, en la región norte del país, están consideradas como las áreas de mayor peligro debido a la presencia de organizaciones mafiosas que se dedican al cultivo y el tráfico de la marihuana. De hecho, esta zona es conocida como el Paraíso de la Marihuana o macoña, debido no solo a la cantidad sino a la calidad de la producción. Esta situación de alguna manera condiciona la labor de los periodistas que trabajan tanto como corresponsales de medios nacionales como para sus medios locales. Los principales obstáculos a la hora de abordar estos temas tienen que ver con el hecho de que la mayoría de los medios de comunicación están en poder de los dirigentes políticos o personas con mucha influencia conectadas con el tráfico de drogas. Pero esto no es un hecho nuevo. Se sabe que el negocio en la zona empezó a mediados del siglo pasado y durante décadas fue un secreto a voces que nadie se atrevía a publicar. Recién a partir de 1989, una vez derrocado el régimen militar de Alfredo Stroessner, los casos relacionados al narcotráfico empezaron a ser denunciados por los medios de comunicación. Pero esta “libertad” tampoco duró mucho puesto que el 26 de abril de 1991, se escribió una de las páginas más tristes para el periodismo paraguayo, cuando Santiago Leguizamón, corresponsal del diario Noticias y director de Radio Mburucuyá de Pedro Juan Caballero (capital de Amambay), fue acribillado en pleno centro de la ciudad. Él había publicado una serie de artículos en los que denunciaba el contrabando de soja paraguaya hacia el Brasil, el narcotráfico y algunos temas relacionados al tráfico de armas. Con la muerte de Santiago Leguizamón se instaló una suerte de escudo de temor entre los demás periodistas de la zona, que dejaron de tocar estos temas, lo que obligó en cierto modo a los medios de la capital a enviar sus periodistas a realizar las notas sobre estos casos y luego publicarlos. Obviamente hay mucha diferencia en firmar una nota y vivir en la misma zona, exponiendo incluso a su familia, que estar a 500 kilómetros de distancia y protegido por toda la infraestructura de seguridad que ofrece la empresa. Hubo varios otros casos de periodistas que fueron atemorizados e incluso asesinados en esta zona, como Salvador Medina quien el 5 de enero de 2001, fue interceptado por un desconocido que lo disparó a quemarropa, acabando con su vida. Salvador conducía un programa de radio y desde el micrófono denunciaba el contrabando de rollos de madera desde la reserva forestal del Ministerio de Agricultura y Ganadería de Paraguay y las conexiones de una banda que operaba en la colonia Ara Pyahu, a 20 kilómetros de Capiibary, vinculada con asaltos y otros delitos. El corresponsal de ABC Color en la ciudad de Pedro Juan Caballero, que limita con Ponta Pora (Brasil) Cándido Figueredo, vive actualmente con escolta policial permanente. Tampoco debemos dejar de mencionar el caso de Enrique Kike Galeano quien fue obligado a abandonar el país y vivir oculto por casi un año en el Brasil, presionado por el dominio de la mafia fronteriza que lo amenazó a él y toda su familia. En realidad, la falta de acompañamiento por parte de la Policía Nacional y la Fiscalía, en los casos que guardan relación con hechos delictivos hace que los corresponsales de las zonas de Amambay y Canindeyú se vean presionados por quienes caminan al margen de la ley. En algunos casos perjudicados con la destrucción de sus elementos de tareas y otras agresiones por el solo hecho de cumplir con su tarea: buscar información o denunciarla. Otra zona que podríamos identificar entre las más peligrosas para ejercer el periodismo es la región de la Triple Frontera donde operan grupos mafiosos vinculados al tráfico o contrabando de cigarrillos, productos electrónicos e informáticos. La labor de los periodistas en esta región es bastante compleja. Existe mucha censura y presión por parte del poder económico que siempre está de alguna manera conectado con el poder político. Es muy frecuente escuchar entre los periodistas las denuncias de intentos de sobornos por parte de algunos “empresarios de frontera” o en su defecto, colegas que prefieren quedarse en el molde, es decir no denuncian ni investigan. En un reciente trabajo de investigación presentado por la Universidad Católica de Asunción, sobre las condiciones laborales de los periodistas en las zonas de frontera, Carlos Bottino, corresponsal en Alto Paraná de Radio Ñandutí y conductor de radio Itá Pirú de Ciudad del Este reconoció que en ocasiones son “castigados” al ser suspendidos los avisos oficiales que tienen paquetes económicos mayores en el pago de publicidad. Mariana Ladaga, corresponsal del Grupo La Nación Comunicaciones confirma lo dicho por Bottino, y afirma que un artículo firmado por ella fue transformado antes de publicarse. El material hacía referencia a algunas denuncias que podrían dañar la imagen de la Itaipú Binacional, uno de los principales clientes comerciales del Grupo periodístico. Ante esta realidad La esperanza es que el nuevo gobierno encare una política de saneamiento en estas regiones sobre todo para que se corten los vínculos de la mafia con los medios de comunicación. Casi el 80 por ciento de las emisoras de radio en el interior del país, están en manos de dirigentes políticos o empresarios con mucha influencia. Esto vuelve muy vulnerable a la profesión periodística y corren el riesgo de convertirse en vehículos de propaganda al servicio de políticos ligados a la mafia; incluso luego de las últimas elecciones generales se pudo comprobar que algunos de los candidatos regionales financiaron sus campañas con dinero proveniente del narcotráfico. Esta “limpieza” que no es una tarea fácil, deberá incluir a las autoridades policiales y judiciales que en la frontera son abiertamente cómplices o están comprados por los grupos mafiosos. En la medida que estas instituciones funcionen los periodistas tendrán mayor garantía y seguridad para el cumplimiento de sus tareas. Mientras esto ocurre, desde el Foro de Periodistas Paraguayos (Fopep), una organización nueva que apenas cumplió 2 años el pasado 26 de abril, estamos impulsando un proyecto que tiene como objetivo primero identificar las áreas de mayor riesgo para las coberturas periodísticas y en base a esto, elaborar un sistema de protección y monitoreo que sirva para verificar cualquier situación que implique riesgo para los periodistas. A partir de esto queremos implementar también un sistema de alertas locales como existe de hecho en los países de la región. Este es un capítulo pendiente para el Fopep que ya presentó un proyecto para crear alertas en casos de agresiones y amenazas a periodistas. También está dentro de nuestros planes organizar cursos de capacitación y entrenamiento para que sepan cómo moverse, cómo trabajar en situaciones de riesgo ya que la mayoría de nuestros colegas no manejan cuestiones mínimas para tomar precauciones básicas que les ayude en su labor cotidiana. En resumen a.) Trabas. Es urgente que exista una mayor protección hacia el periodista en el marco del ejercicio de su profesión, este respaldo no solo debe provenir de los dueños de los medios sino también de los mismos periodistas entre sí para poder combatir este mal que aqueja a nuestro periodismo. b.) Justicia. Independientemente a esta realidad, uno de los poderes del estado, la justicia en este caso, debe salvaguardar al comunicador en su tarea y no que ésta, sirva para apañar los hechos ilegales denunciados, como acontece diariamente en nuestra sociedad. Si una justicia realiza su rol acorde a su mandato, posibilitará que el periodista realice su profesión con más tranquilidad y a sabiendas de que estará protegido en su acción. c) Capacitación. También debemos señalar que los profesionales de la comunicación deben estar capacitados constantemente, esto permitirá que conozcan su derechos y obligaciones y posibilitará que en un momento determinado no sean avasallados por los que ejercen el poder de manera torcida. Aquí entra a tallar como figura principal para hacer conocer estas leyes, el SPP, que a través de su organización debe capacitar a sus afiliados, o bien, los propios empresarios de la comunicación pueden hacerlo en sus respectivas empresas. Belo Horizonte, mayo de 2008