IV DOMINGO DE PASCUA, 11/5/2014 Hechos 2, 14a.36-41; Salmo 22; 1Pedro 2, 20b-25; Juan 10, 1-10. En Jumilla el segundo domingo de mayo es el domingo de la Romería, de la súbida del Cristo a su santuario en Santa Ana. Este año, el segundo domingo de mayo para la Iglesia es el IV de Pascua, también conocido como el del Buen Pastor, ya que es esta imagen de Cristo, que procede del Antiguo Testamento, y que él mismo Jesús se apropio para aplicársela durante su tiempo de predicación, siendo una imagen que fue utilizada por los primeros cristianos para representar a Jesús Resucitado que caminaba con ellos y los guiaba. Este domingo, del Buen Pastor, es en el que se nos invita a orar por todas las vocaciones a la vida consagrada, para que el Señor continúe llamando a su seguimiento de una manera especial, intensa, profunda, y siga encontrando una respuesta generosa en su pueblo, en su Iglesia, a esa llamada; así, como pedir y orar por todos y cada uno de los que están planteándose esa vocación de entrega total a Cristo en alguna Congregación. La vocación o la llamada a una entrega total desde una consagración específica no es algo distinto a la llamada a la conversión que recibimos cada uno de los cristianos en este tiempo de Pascua. La Pascua es el tiempo de anunciar la Muerte y Resurrección de Jesucristo por nosotros, y de llamarnos a vivir conforme a este Misterio de Muerte y Resurrección, tal y como, según los Hechos de los Apóstoles, hizo Pedro a todos los judíos el día de Pentecostés, tras recibir el Espíritu Santo, y cuyo relato se nos ofrece en la primera lectura de este domingo. Seguir a Cristo crucificado y resucitado es seguir a Cristo como nuestro Pastor, nuestro buen Pastor, tal como lo expresa el salmo 22 que se nos ofrece como salmo responsorial en este domingo. Seguir a Cristo crucificado y resucitado es seguirlo desde nuestras cruces, nuestros dolores y sufrimientos, tal y como nos lo pide Pedro en su primera carta, una parte de la misma que se nos ofrece como segunda lectura. No es un sufrir por sufrir, ni un aceptar el sufrimiento con resignación porque no nos queda otra, es un sufrir imitando a nuestro Pastor, a Cristo, un sufrir por los demás, pensando siempre en los demás, en que otros no sufran; un sufrir en base a la Justicia: mientras en el mundo haya sufrimiento causado por las injusticias: hambre, violencia, marginación, exclusión,.., el creyente, el seguidor de Cristo debe identificarse con el que sufre, con el que padece la injusticia, y desde su sufrimiento denunciar y atacar la injusticia. Si en nuestro mundo nosotros no sufrimos, es que no estamos del lado de Cristo, sino de los que hoy siguen crucificando a tanto Cristo como tenemos a nuestro lado. Y, un sufrir con esperanza, sufrimos ahora como Cristo sufrió en la cruz, pero sabemos que Él está vivo, ha resucitado, de la misma manera, nuestro sufrimiento será gozo, alegría, victoria, causa de vida, es anuncio de la resurrección final de todos. En esto, nuestro Pastor es Cristo, como nos dice Pedro en la segunda lectura y como nos dice Jesús en el Evangelio de Juan. Pero el Evangelio no sólo nos habla de Jesús como Buen Pastor, sino que el mismo Jesús nos dice que Él es la puerta, la puerta de entrada al redil, la puerta por donde entran los pastores, y todos nosotros, desde nuestro bautismo estamos llamados a ser pastores, buenos pastores, a imagen de Cristo. Pasar por la puerta es hacer lo mismo que hizo Cristo: pasar por el mundo haciendo el bien, con los ojos abiertos, viendo a los demás como hermanos, sintiendo sus necesidades como propias, siendo ellos, para nosotros, más importantes. Esta es la única manera que tenemos de seguir fielmente a Cristo, todo lo demás, el culto religioso expresado de muchas formas, sin esto, se convierte en idolatría, folklore o cultura, pero sin vida. Que vivamos esta Pascua, aceptando una vez más la llamada de Cristo, Buen Pastor, a ser como Él, a pasar por la puerta.