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Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero ;
¡déle Dios mal galardón!
(Anónimo)
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[1. LOCALIZACIÓN] El texto propuesto para el comentario es el Romance del prisionero, uno
de los más conocidos del Romancero Viejo. El Romancero Viejo es un conjunto de poemas
anónimos compuestos durante los siglos XIV y XV que se hallan emparentados tanto con la poesía
épica (para Menéndez Pidal, los romances tienen su origen en la fragmentación de la épica, de la
que toma parte de los asuntos y la métrica) como con lírica tradicional, con la que comparte muchos
rasgos de estilo.
Dentro de los grupos en que suelen clasificarse los romances, el Romance del prisionero se
incluye en el de los romances líricos y novelescos. En tales romances el asunto es inventado (no
procede de sucesos históricos, de la épica o de leyendas caballerescas) y el lirismo predomina a
veces sobre la narración: [2. TEMA Y RESUMEN] la voz poética, en primera persona, es la de un
prisionero que se lamenta de su cautiverio y de la imposibilidad de disfrutar de su libertad; su único
consuelo es una avecilla que le canta “al albor”, pero incluso eso se le niega cuando un ballestero la
mata1.
[3. ESTRUCTURA]
[EXTERNA] El romance es un poema no estrófico, con un número de vedrsos indefinido (en
este caso, 16) [INTERNA]Si atendemos a la disposición del contenido, observamos que el poema
presenta un planteamiento (vv.1-10) donde se produce la localización temporal (primavera), el
protagonista se nos presenta a sí mismo (“sino yo”) y declara estar en una prisión (localización
espacial); en el nudo (vv. 11-14) sabemos que se siente triste y angustiado, que su único consuelo es
una avecilla que le canta; el poema termina con la muerte de la avecilla (vv. 15-16); un desenlace
abrupto que imprime al texto una mayor intensidad lírica.
[4. RASGOS DE ESTILO]
[NIVEL FÓNICO-FONOLÓGICO] Como hemos dicho al principio, estamos ante un romance:
los versos son octosílabos y la rima es, en este caso, imperfecta, pues mezcla rima consonante y
asonante, quedando sueltos los versos impares, de manera que el esquema métrico es el siguiente: a-a-a-a-a-a-a-a.
[NIVEL PRAGMÁTICO-TEXTUAL] La voz poética nos habla en primera persona, lo cual no
hace sino favorecer nuestra empatía hacia su delicada situación y estado de ánimo, [NIVEL
MORFOSINTÁCTICO], que se nos transmite a través de dos de los tres únicos adjetivos del
poema (triste y cuitado), lo cual no hace sino intensificar dichos sentimientos.
Los seis primeros versos, según hemos visto, sitúan temporalmente la acción mínima y describen a
la vez un entorno natural presidido por la alegría y el amor: el calor primaveral, el canto de las aves,
los idilios… Las repeticiones de toda clase que se acumulan en estos versos son características del
estilo de los romances:
a) El tercer y cuarto verso guardan entre sí un paralelismo semántico (los trigos encañan- están
los campos en flor) y un quiasmo sintáctico (sujeto-verbo / verbo sujeto). También los
versos 5º y 6ºguardan entra sí una relación semántica (cuando canta la calandria / y
responde el ruiseñor). Y entre los dos pares de versos, se da un paralelismo sintáctico
(cuando/y) que se repite, aunque no de manera tan perfecta, en los versos 7 y 8, donde se
rompe la progresión de los elementos bellos de la naturaleza para pasar a una acción humana
(el amor de los enamorados).
b) En el conjunto de esta parte hay que destacar, además, el valor anafórico del “cuando” (con
evidente valor temporal).
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Lógicamente, el poema puede dar lugar a otras interpretaciones. El hecho de que se haya mantenido en nuestra
tradición literaria desde hace tantos siglos, es producto, precisamente, de la múltiples y universales sugerencias que
encierra en sus versos. Una de estas interpretaciones puede relacionarse con un tema frecuente en la literatura española
del siglo XV: la cárcel de amor, el amor como prisión, como atadura, esclavitud. Desde esta perspectiva, el poema se
llena de significados simbólicos y se convierte en una alegoría del amor imposible: la prisión podía responder al tópico
cortesano del amor como prisión y sufrimiento al no poder el hombre, por cuestiones religiosas y morales, dar rienda
suelta a sus instintos amorosos.
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Todos estos procedimientos de repetición sirven para resaltar la fuerza lírica del poema y para
dotarlo de un fuerte sabor popular (no olvidemos que en la poesía popular las figuras de repetición
son claves con el fin de favorecer la memorización y la transmisión oral del poema); además, dota
al poema de armonía y equilibrio, rotos por la conjunción sino y la irrupción del yo poético que
declara estar en prisión, incapaz de disfrutar del idílico cuadro que se nos acaba de describir. Así se marca la
oposición entre la naturaleza primaveral y el triste encierro del prisionero. Este cambio brusco resulta
extraordinariamente expresivo por varias razones: en primer lugar, se acentúa el contraste
semántico con la parte anterior ; en segundo lugar, hay que recordar la presencia de los dos
adjetivos triste y cuitado (no volveremos a encontrar ninguno hasta el último verso). Que en un
poema con tan pocos adjetivos, los dos más importantes están juntos, no hace sino intensificar,
como ya hemos dicho, la impresión de una tristeza, una desdicha, emocionalmente más intensa. Si a
esto añadimos que son casi sinónimos (podemos hablar de gradación del sentimiento) y que,
además, están situados prácticamente en el centro “geográfico” del poema, está clara la intención
del autor por dar realce a estos dos sentimientos.
Hallamos en estos versos de nuevo las repeticiones características del romancero: anáforas (que,
sino), repeticiones sinonímicas (triste,cuitado)… La falsa antítesis noche-día potencia la completa
soledad de su oscura mazmorra. En los versos siguientes encontramos un cambio significativo:
hasta este momento, en toda la descripción del mundo exterior y de la antigua situación del
prisionero, se empleaba el presente histórico: un recurso frecuente en el romancero para actualizar y
hacer más vívida la narración, para detenerla. Pero ahora, como preparación al relato de la acción
mínima, se vuelve al imperfecto; el tiempo parece que echa a andar, lo cual se confirma con el uso
del pretérito perfecto simple (matómela) en el penúltimo verso; su aspecto perfectivo marca un
antes y un después, pone de relieve la brutal acción que ha dado lugar al largo lamento del
prisionero: la muerte del ave (a la que se había referido en todo momento con un diminutivo, mucho
más expresivo y que denota una gran afectividad) supone la muerte de su única esperanza, la
desaparición no sólo de su libertad física, sino también de su libertad mental e, incluso, espiritual.
El dativo ético “me”, que tiene un valor de proximidad emocional, hace más dolorosa esa
desaparición. No es extraña, por tanto, la exclamación imprecatoria del último verso (¡dele Dios
mal galardón!), en la que explota toda la angustia acumulada durante el poema, todo el desconsuelo
y desesperación del personaje.
[NIVEL LÉXICO-SEMÁNTICO] El lenguaje del poema es, sobre todo, un lenguaje sustantivo,
nominal, sin apenas metáforas (la excepción es la de la avecilla, que simboliza la esperanza).
Precisamente en ello, reside la expresividad y fuerza emotiva de este romance. Hay que destacar en
el primer núcleo la relación semántica entre los distintos elementos asociados al campo asociativo
de mayo: primavera, calor, trigo, campos en flor, calandria, ruiseñor, enamorados, amor. Todas
las circunstancias positivas del tópico literario del locus amoenus, que connotan alegría, vida, amor,
libertad. En el segundo núcleo, el de la prisión, hay una vinculación semántica antitética con la
anterior: tristeza, infelicidad, prisión, la oposición día-noche, sugieren, negativamente, tristeza,
soledad, angustia, falta de libertad para disfrutar de la vida y del amor.
[5. CONCLUSIÓN] El texto comentado, en definitiva, es una buena muestra de la fuerza expresiva
de los romances líricos y de sus relaciones con la lírica tradicional. De entre los diversos recursos
expresivos observados, típicos de los romances, debemos destacar la sabia antítesis entre la plenitud
de la naturaleza y la soledad del preso, que, combinada con la postergación de la acción clave –la
muerte de la avecilla-, proporcionan una intensidad conmovedora a la amargura final del prisionero.
No es de extrañar que, con el correr de los siglos, esta versión trunca alcanzase una mayor difusión
y popularidad que la versión completa.
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