CINE Ya no hay héroes JORGE BERLANGA* ¿Q UE fue de aquellos an tiguos héroes de la pantalla, personajes llenos de gallardía, ejemplo de valor y de prestancia, seductores de hermosas damas y terror (le villanos? Desaparecieron Eríol Flynn, Gary Cooper, Tyron Power y Humph-rey Bogart y en el cine ya sólo hay sitio para el antihéroe. En lo que respecta al ciñe español, aquí nunca hemos pasado del héroe de medio pelo, pero resulta curiosa la tendencia que se puede detectar últimamente en algunas películas de dar la vuelta a la tortilla y mitificar al macarra, al chorizo o al criminal. Al ffin y al cabo, todos tienen sus virtudes, y ya que cada vez es más difícil inspirarse en personajes de conducta intachable, se adueña de nuestras pantallas la figura del fuera de la ley. «El Lutell (Mañana seré libre)», de Vicente Aranda, es la segunda parte, sin ser continuación estricta de «Camina.o revienta», basada en la autobiografía del célebre enemigo: público número uno durante los últimos años del franquismo, hoy rehabilitado. Cabía prever que, I tras la fuga de «El Lute» del penal del Puerto de * Madrid, 1958. Licenciado Santa María en la Nochevieja de en Filosofía y Letras. Crítico de 1970, empezase un thriller a la esCine. pañola que documentara lo que podría darse en llamar «una vida en el delito». Pero no. Aranda no muestra a su personaje atracando Gary Cooper bancos, sino adentrándose bravamente en las páginas de «El Quijote» y obligando a leer a sus analfabetos hermanos. Dicho de otra manera, no es una película de «gangsters» hispánicos, sino la crónica, llena de ironía, de la rehabilitación de Eleuterio. El Lute no se rehabilita en la cárcel, sino en la vida civil. Pretende vivir de forma tranquila y respetable, quiere una nevera, un coche, una mujer que sustituya a la que le abandonó. Sólo que como la sociedad no se lo consiente, ya no puede ser inocente, ha de fingir, disfrazarse y vivir en continua persecución, hasta su detención final, conducido a prisión con una escolta digna de un personaje regio. Esta es más o menos la tesis de la película, donde destaca principalmente la habilidad de Aranda para imprimir un ritmo lleno de vivacidad, al igual que una buena ambientación y una labor correcta de los actores, donde destaca una vez más el buen hacer de Imanol Arias en la recreación y caracterización del personaje. También en la línea de drama-tización de la vida de delincuente famoso, está «Matar al Nani», de Roberto Bodegas. La historia de Santiago Corella, con el misterio final de su desaparición, es suficientemente conocida por el bombardeo informativo que todos hemos sufrido por parte de la televisión y otros medios de comunicación. La película incide en los acontecimientos producidos anteriormente a ser detenido el personaje y llevado a las dependencias policiales. Queriendo mantener un pulso vivo de interés narrativo, el film, contando con algunos momentos brillantes, se pierde en el propio desinterés del personaje, al fin y al cabo un delincuente de poca monta. Puede que sin la referencia tan clara a un individuo real, y habiendo potenciado más la ficción con un guión liberado de tesis e hipótesis que lo acaban lastrando, nos hubiéramos encontrado con una buena película de género «negro», que en la realidad se queda, lamentablemente, entre dos aguas. AVENTURA EQUINOCCIAL Siguiendo con las historias de antihéroes, tenemos «El Dorado», de Carlos Saura, la película que con claro autobombo ha sido denominada la más cara del cine español. La abundancia de medios se ha quedado en este caso estancada por la cortedad de ideas. La visión de un capítulo de la conquista de América, la expedición de Pedro de Ursúa en busca del mítico país de El Dorado, en la que se sucedieron las traiciones, la miseria y la exasperación hasta acabar con la rebelión contra la corona de España de Lope de Aguirre, nos es contada con lúgubre detaílismo, en lo que se podría llamar una película-río, tanto por su larga duración como por su desesperadamente lento desarrollo, con los personajes remontando un agobiante río sin fin, mientras aprovechan de vez en cuando para rebanarse el cuello unos a otros. Falta en la película un coguio-nista que hubiese despejado el terreno de lianas innecesarias y apuntalado los diálogos, mejorar la construcción dramática del film, tan irregular; ganar poder de concentración, dirigir menos con-vencionalmente a los extras y negarse a admitir el confuso run-rún de voces cuando las masas se disuelven. También falta un trabajo más intenso en la construcción de la personalidad de Lope de Aguirre, quien es literalmente un extraño durante casi todo el film, y cuando éste termina, ha permanecido indefinido más de dos horas para enloquecer abruptamente en los minutos; finales. Puede que la fidelidad histórica que Saura se ha exigido sea cierta. Ha hecho un seminario impecable. Pero, aunque muy buena sea la Verdad con mayúsculas, el cine ha de ser otra cosa. Siempre será preferible la espléndida mentira que nos ofrezcan películas imaginativas e irrebatibles, no en nombre de la Historia, sino del Cine. Apostando fuertemente por el cine y la pirueta estilística, aparece el novel Felipe Vega con su «Mientras haya luz». Para ser su primer film, el director se ha puesto el listón muy alto y lo ha saltado con arrogancia. La historia cuenta el viaje, casi iniciático, de un hombre que; parte en busca de un antiguo amigo, que lo ha abandonado todo y ha desaparecido, hasta encontrarlo en la costa portuguesa dedicado al contrabando. El argumento podría ser sencillo, y de hecho lo es, pues el guión se basa en una absoluta simplicidad de cortiportamientos, si no fuera por el arriesgado ejer- isodoble» cicio narrativo ¡ en su puesta en imágenes, pinceladas fugaces que van construyendo un cuadro puntillista, con escenas cortas que aparecen y se difuminan, sin otra conexión que la voluntad del autor para crear 4on ellas un todo, un rompecabezas donde todas las piezas, en principio perdidas, encajan hasta llegar a una conclusión. Este ejercicio, en cualquier caso, es un ejercicio brillante de estilismo, en donde la ortografía .puede con el contenido y la cabeza con el corazón. Frente a los modernos experi-mentalismos, hay quien prefiere optar por la rabcia tradición del esperpento hispano que, dada la parquedad de intenciones de nuestro cine, no deja de tener su osadía. Esto es! lo que ha hecho José Luis García Sánchez con «Pasodoble», una delirante comedia de tópicos hispánicos reventados. La historia es la de una fran-cesita, hija ilegítima de un noble de antiguo abolengo, director de un museo, que vive con su hijo, que llega a Córdoba. A la vez que Makren, la francesita, busca a su padre, éste ve cómo una familia a la que han expropiado su casa uti- liza su museo como vivienda. Mientras la policía discute cómo se les puede desalojar, se descubre que la más anciana de la familia fue la amante del fundador del museo. Este argumento sirve a García Sánchez y al guionista, Rafael Azcona —al que Carmelo Bernaola dedica el tema musical del film—, para hacer una obra insólita, que ataca despiadadamente todos los mitos, leyendas y tabúes de nuestra geografía moral. No deja títere con cabeza, pero eso sí, con tremenda gracia e ironía. Cierta muestra de esperpento cotidiano es también «Sinatra», dirigida por Francesc Betriú. Basada en una novela homónima de Raúl Núñez, cuenta las peripecias de un fracasado cantante, que siempre aspiró a parecerse a Sinatra, que trabaja como portero de noche en un hotel y que se relaciona con diversos personajes gracias a un club de contactos por correspondencia. Estupendamente interpretado por Alfredo Lan-da, nos encontramos con un personaje a quien ya no le queda nada en esta vida por hacer ni nadie por quién suspirar, que empina el codo como un cosaco, fuma hasta dormido, yace en calzoncillos en una habitación de mala muerte, mientras los verdes neones iluminan sus vencidos mofletes. Esa poética del perdedor, no obstante, pronto entra en colisión con el recobrado Betriú de antaño, en el terreno . esperpéntico, donde siembran sus vidas prostitutas baratas, chulos de baja estofa, desolados travestís, señoras sedientas de marido, caballeros reprimidos y una enana de antología, entre otras cosas. Betriú levanta su farsa con decorosa desfachatez, dejando por el camino momentos que rozan el ridículo y otros bien resueltos, amenos y divertidos. Con un irre- prochable trabajo de actores, una excelente fotografía, y la buena idea de someter a Barcelona a una pintura goyesca como ésta, la película se convierte en una fusión del nihilismo de «El buscavidas» con los chistes de «La codorniz». CINE Y LITERA TURA Siguen siendo corrientes las adaptaciones cinematográficas de novelas. Una especialmente meritoria es «El túnel», de Antonio Drove, sobre la novela de Ernesto Sábato. Una primera dificultad a la hora de hacer en cine esta historia, en apariencia tan engañosamente fumable, era dar cuerpo y ámbito a la voz de Castel, que es el alma de esta novela incorpórea. Narrado en primera persona y en presente histórico, y anticipando el narrador sus objetivos y su crimen desde el párrafo de apertura, el libro adquiere su peculiar poder de sugestión a base de una escalonada pero insistente letanía confesional que no sólo presenta con fuerza la persona escindida del narrador-asesino, sino que a través de la acumulación de obsesiones nos deja ver, en claroscuro, los grados de ese delirio que crece «como una liana que fuera enredando y ahogando los árboles de un parque en una monstruosa trama». El reto de hacer verosímil la trama de palabras del libro lo cumple Drove con audacia, no extendiéndola ni mucho menos sustituyéndola con versiones de pura acción o pura exterioridad. Drove lo supera con una intensa concentración en lo que el cine opone de más propio a la literatura, con el gesto y la cara del actor protagonista, el excelente y atormentado Peter Weller, al igual que el escenario de obsesiva fantasmagoría en el que se transfor- ma el estudio del pintor. Sobre estos dos centros de atención, y con la escasa ayuda de Jane Seymour, que responde bien a los rasgos de María Iribarne, pero que no consigue transmitir con convicción los misterios de su vida anterior, Drove arma una pielícula de fuertes interiores estilizados sobre el conflicto de unos personajes que viven de su interioridad. También basada en un libro, que parecía de casi imposible adaptación, está «La insoportable levedad del ser», dirigida por Philip Kaufman sobre la novela de Milán Kundera, éxito internacional de ventas, con una historia que combinaba las proezas sexuales con las elucubraciones filosóficas y los aconteceres políticos. Contra todo pronóstico, el film ha resultado sin embargo modélico. Su primera virtud radica en la estructura de su guión. Kaufman y Jean Claude Carriére han reducido la extensión en el tiempo de la historia, con lo que han obviado el envejecimiento de los intérpretes, que aparecen por otra parte más jóvenes que en la novela. Sus caracteres se revelan también menos antipáticos; algo necesario «Sinat «El túnel» en el cine, porque tener durante casi tres horas ante los ojos a personajes tan irritantes como los del libro, podría haber sido insoportable. Otro acierto ha sido suprimir los saltos en el tiempo y adoptar un orden lineal y cronológico, en vez de la compleja narrativa de la obra original. Es también una película muy sensual, en la que el amor, sexo y amistad se entrecruzan de forma sugerente, donde las imágenes de archivo de la invasión soviética a Checoslovaquia alternan con las de la ciudad de Praga milagrosamente reconstruida en Lyon y que refleja la sutil transformación de los sentimientos, los mecanismos del compromiso político y la influencia de la Historia en la vida de los individuos. Los actores hacen un estupendo trabajo, destacando a las dos intérpretes femeninas, Lena Olin y, sobre todo, Juliette Binoche encarnando a Teresa, mujer absorbente y enamorada que lucha en vano por retener a un hombre que siempre se escapará de sus brazos. Siguiendo con libros, aunque dentro ya del más puro cine de acción e intriga, está «Best se-ller», dirigida por John Flynn. Es la historia de un policía que escribe una novela basada en un famoso caso que quedó sin resolver y en el cual él resultó herido y tres de sus compañeros muertos. Han pasado diecisiete años desde aquello y su situación no es muy buena: su esposa ha muerto de cáncer y vive con su hija adolescente, tratando de escribir un libro para el que |no está muy inspirado. La aparición de un tipo inquietante, antiguo matón del gángster que estaba detrás del caso que lleva \ años sin resolver, complicará la ¡historia, sabiendo que pudo ser el mismo que antaño intentara acabar con su vida. El mayor interés de la película radica en la presencia de dos excelentes actores, James Woods y Brian Dennehy, aunque por ahora su fama no corra pareja con su calibre profesional, que desarrolla todo un duelo interpretativo de un «thriller» más que digno en su factura. «Thriller» con ribetes políticos, ambientado nada menos que en el pentágono, es «No hay salida», de Roger Donaldson. Nueva versión de «El reloj asesino» que John Farrow dirigiera en 1948 con Charles Laughton y Ray Mi-lland, nos cuenta la historia de un hombre encargado por el propio autor del homicidio de una mujer, en este caso un alto cargo del gobierno interpretado por Gene Hackman, de cargar la culpabilidad a un testigo de aquél que resulta ser él mismo, un joven oficial que interpreta Kevin Kostner. La agobiante intriga está perfectamente desarrollada, mezclada con una paralela trama de espionaje que conduce a un sorpresivo final. El film es un perfecto producto comercial de excelente nivel artístico, donde destaca, además del trabajo de dos grandes actores, la explosiva sensualidad y alta temperatura erótica de la atractiva Sean Young, que a pesar de su corto papel, consigue comerse la película. PICARESCA Siempre buscando comer algo están «Los alegres picaros», del director italiano Mario Monicelli, víctima tras acabarla de un grave accidente de coche, que narra la historia de Lazarillo, un mozalbete que fue vendido en su infancia a un ciego, de quien aprendió trucos para conseguir dinero y comida, que va a parar como esclavo a una galera, donde conoce a Guz-mán, otro picaro. Tras un motín «La insoportable levedad del ser» en el barco, consiguen escapar y viajar hasta Granada, subsistiendo gracias a su ingenio y habilidad manual. En una posada se encuentran con Rosario, una prostituta a la que ponen a trabajar en un carro con la intención de robar a sus clientes, hasta que en su deambular les ocurren todo tipo de peripecias, hasta el punto de ser uno condenado a muerte y el otro aceptar el puesto de verdugo. Con un plantel de actores de primera, como Vittorio Gassman, Giancarlo Giannini o Niño Man-fredi, Monicelli ha realizado una excelente comedia de picaresca, donde recupera el espíritu de antiguas películas suyas, como «Ru-fufú» o «La armada Brancaleo-ne». Una comedia que se mantiene joven como nunca es «Arsénico por compasión», de Frank Capra. La película, que marca el final de la primera fase de la carrera de Capra, no es una típica comedia de este director. En ella no hay héroes honestos y bondadosos que vencen a tiburones de la política, ni personajes amables y familiares que encarnen el espíritu de sano y decente americanismo de casta, que definen otras come- dias de este director. La historia de dos abuelitas que se dedican a despenar ancianos; indigentes a base de lingotazos de veneno es totalmente disparatada, frivola e irreal, con una gajería hilarante de personajes que \ la convierten en un film burlesco y estrafalario tremendamente divertido. Todos los actores están sublimes, desde el atribulado Cary! Grant, al siniestro Peter Lorre, pasando por las encantadoras Priscilla Lañe y Josephine Hull y el siempre impagable secundario: Edward Eve-rett Horton. En resumen, una comedia deliciosa que uno nunca se cansa de ver. «Arsénico y encaje antiguo»