CR 35 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 1 Monoenergetismo: para ganarse a los monofisitas, Sergio de Constantinopla (inicio s. VII) enseñó que Cristo tenía una única operación. Monotelismo: buscando la unidad religiosa, el Emperador Heraclio dejó de hablar del monoenergetismo y pasó a sostener que había una sola voluntad en Cristo. Lo impuso a toda la Iglesia (638). Máximo el Confesor consiguió que el Papa Martín I convocara un concilio en Letrán (649) que condenó ambos errores. En el año 681, el concilio ecuménico de Constantinopla III los condenó solemnemente: “se dan en Él (Cristo) dos voluntades y dos operaciones naturales, sin división, sin cambio, sin separación, sin confusión”. CR 36 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 2 El Verbo asumió una naturaleza humana perfecta, y la voluntad libre pertenece, de modo esencial, a la integridad y perfección de la naturaleza humana. Así tiene un querer divino común con el Padre y el Espíritu Santo, propio de la naturaleza divina, y un querer humano propio de su naturaleza humana asumida, que no comparte con el Padre y el Espíritu Santo. Libertad humana de Cristo: “Doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy libremente” (Jn 10, 17). Que Cristo sea libre no significa que pudiera pecar. Elige siempre el bien con dominio sobre sus actos porque su libertad es perfecta. Querer el mal, no es lo propio de la libertad, aunque sea un signo de libertad, como el error no es conocimiento. CR 37 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 3 La voluntad humana de Cristo siempre “sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino que, por el contrario, está siempre subordinada a esta voluntad omnipotente” (Constantinopla III, 681). En Getsemaní, cuando Jesús dice: “No se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26, 39), no hay oposición de voluntades, sino que su inclinación sensible o su sensibilidad podían apetecer algún bien distinto del querer divino, pero estaban enteramente sometidas a él por el acto libre de su voluntad racional humana. CR 38 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 4 Constantinopla III, 681 confesó “dos operaciones naturales sin división, sin cambio, sin separación, sin confusión, en el mismo Señor nuestro Jesucristo, nuestro verdadero Dios, esto es, una operación divina y otra operación humana”. Santo Tomás de Aquino (Compendium theologiae, c. 212, n. 419): “La naturaleza es el principio de la operación. Por eso en Cristo no hay una sola operación por ser un único sujeto, sino dos operaciones porque son dos las naturalezas”. Como todo hombre, puede realizar todas las acciones humanas naturales y como todo hombre en estado de gracia puede realizar obras sobrenaturales. Todas estas acciones son propias de la segunda Persona de la Santísima Trinidad. CR 39 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 5 Como las acciones humanas de Cristo eran libres y nacían del inmenso amor al Padre que el Espíritu Santo había infundido en su alma, todas ellas eran meritorias, es decir, eran dignas de alcanzar el fin al que las había ordenado el designio divino. Antes de su Resurrección, Cristo mereció para sí mismo aquellos bienes que aún no poseía (glorificación y exaltación de su humanidad). También mereció para nosotros la salvación. Mereció la gracia para todos los hombres, pues a este fin estaba ordenada la Encarnación del Verbo. CR 40 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 6 Las acciones humanas de Cristo en cuanto son instrumentos de la divinidad En el orden físico: se sirve de gestos y palabras humanas para hacer milagros. Estas acciones humanas en cuanto son instrumentos de la divinidad para realizar obras propias de la omnipotencia divina se llaman en teología “teándricas”. En el orden espiritual, la divinidad se sirvió de su querer humano y de sus palabras para perdonar los pecados, y de sus acciones humanas para comunicar la gracia. En todas estas acciones la causa eficiente principal es la naturaleza y el poder del Verbo, que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo; y la humanidad de Cristo es la causa instrumental. CR 41 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 7 Cristo tuvo aquellos sentimientos y pasiones propios de la naturaleza humana compatibles con la plenitud de gracia y que servían a nuestra redención: alegría de las obras de su Padre (Lc 10, 21) y de saberse amado del Padre (Jn 15, 10); deseos ardientes de nuestra redención (Lc 12, 50) y de quedarse en la Eucaristía (Lc 22, 15); tristeza al contemplar los sufrimientos de su Pasión y el pecado de los suyos (Mt 26, 38); dolor del alma hasta llorar por la muerte de Lázaro (Jn 11, 3335); ira ante la hipocresía de algunos (Mc 3, 5) y los mercaderes en el Templo (Mt 21, 12), etc.. En Cristo la razón controlaba perfectamente sentimientos y pasiones, toda su afectividad. CR 42 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 8 En Jesús no faltó la virtud natural, de la que derivan todas las demás, que es el amor, y que es sobrenaturalizado por la caridad. Éste ha sido el motor de su vida, y la clave de la armonía y unidad de todo su ser: su amor y entrega al Padre y a nosotros. CCE 478: “Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, ‘es considerado como el principal indicador y símbolo (...) del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres’ (Pío XII, Enc. Haurietis aquas, 1956)”. CR 43 de 43 OTRAS CARACTERÍSTICAS, 9 Los Evangelios no nos han transmitido ninguna descripción directa sobre el rostro y el aspecto físico de María y de Cristo. De modo indirecto nos sugieren algunos datos sobre la fisonomía de Jesús: debió de tener una presencia agradable, amable para que muchos acudieran a Él, y le llevaran niños para que les impusiera las manos; unos modales dignos que inspiraban el afecto de personas de toda condición; una mirada que removió a los Apóstoles para que lo siguieran dejando todas las cosas... Quizá Dios permitió que no tuviéramos una descripción de Jesús para que no fuéramos atraídos a Él por motivos meramente humanos.