ME 68 de 141 SEXTO MANDAMIENTO, 1 CCE 2332: “La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la actitud para establecer vínculos de comunión con otro”. “La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales (del hombre y de la mujer) están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar” (CCE 2333). “Cuando el Génesis habla de ‘ayuda’ no se refiere solamente al ámbito del obrar, sino también al del ser. Femineidad y masculinidad son entre sí complementarios no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino ontológico” (Carta a las mujeres (IV Conferencia de Pekín), 29.06.1995). ME 69 de 141 SEXTO MANDAMIENTO, 2 La sexualidad concierne la totalidad de la persona. Su estudio íntegro abarca, al menos, siete amplios campos 1 Cromosómico: hombre y mujer se diferencian en los cromosomas sexuales (xx / xy). 2 Morfológico: los cuerpos masculino y femenino difieren no sólo en los genitales, sino también en otras marcadas diferencias somáticas. 3 Racional: no sólo nivel instintivo. Tanta es la carga racional de la condición sexuada del ser humano que incluso ha hecho ciencia de la sexualidad. ME 70 de 141 SEXTO MANDAMIENTO, 3 4 Voluntario: por ello el hombre y la mujer son responsables de su práctica sexual y de sus consecuencias. 5 Afectivo-sentimental: la sexualidad humana no es puramente biológica, sino que hace relación muy directa al amor. 6 Placentero: es fuente de uno de los mayores placeres del hombre y de la mujer, y no sólo de placer sensitivo, sino también afectivo y emocional. 7 Procreador: una de las finalidades más marcada de la sexualidad es la procreación de nuevas vidas. ME 71 de 141 SEXTO MANDAMIENTO, 4 CCE 2348: “Todo bautizado es llamado a la castidad”: hace relación al amor. El célibe por el “reino de Dios” entrega su amor indiviso a Dios; la castidad del soltero antes de casarse se orienta al amor en el futuro matrimonio; la castidad en el matrimonio se concreta en la vocación a la unión amorosa esponsalicia. “La castidad -no simple continencia, sino afirmación decidida de una voluntad enamorada- es una virtud que mantiene la juventud del amor en cualquier estado de vida. Existe una castidad de los que sienten que se despierta en ellos el desarrollo de la pubertad, una castidad de los que se preparan para casarse, una castidad de los que Dios llama al celibato, una castidad de los que han sido escogidos por Dios para vivir en el matrimonio” (San Josemaría, Es Cristo que pasa, 70). ME 72 de 141 SEXTO MANDAMIENTO, 5 Para vivir la castidad, “el dominio de sí es una obra que dura toda la vida. Nunca se la considerará adquirida de una vez para siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida. El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas épocas, como cuando se forma la personalidad, durante la infancia y la adolescencia” (CCE 2342). Para vivir la castidad es preciso educar la pureza, lo que exige la práctica de otras virtudes íntimamente relacionadas con la pureza, como es la templanza y la fortaleza. Asimismo, exige fomentar las disposiciones del pudor y de la modestia. Se requiere la ayuda de los medios sobrenaturales, cuales son la oración, la devoción a la Virgen y la recepción de los sacramentos. ME 73 de 141 SEXTO MANDAMIENTO, 6 El matrimonio es el estado que garantiza el sentido pleno de la sexualidad entre el hombre y la mujer: sólo él protege la donación plena que entraña la vida conyugal, y supone el compromiso de entrega mutua, estable y exclusiva entre un hombre y una mujer. Por eso la relación sexual lícita es la que tiene lugar en el ámbito del matrimonio. La unidad y la indisolubilidad del matrimonio es lo que justifica que la esposa dé al marido toda su realidad como mujer y, a su vez, el marido entregue a su esposa su especificidad como hombre. Sólo en él se justifica la entrega amorosa y mutua de lo que tienen como específico en su ser de varón y de mujer. ME 74 de 141 SEXTO MANDAMIENTO, 7 CCE 2357: “Apoyándose en la sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”. CCE 2358: “Un número apreciable de hombres y mujeres presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.