MESA REDONDA EVANGELIZAR, ES DECIR, ENVIADOS A HACER DISCÍPULOS Pedro Collantes – Movimiento de Vida Cristiana Quisiera empezar agradeciendo al Pontificio Consejo para los Laicos y al CELAM la oportunidad de poder compartir estas breves reflexiones sobre las prioridades de la obra evangelizadora de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades en América Latina. La tarea de la Iglesia es de gran envergadura y así lo entendemos en América Latina. Los miembros del Movimiento de Vida Cristiana descubrimos en nuestras vidas una clara vocación al apostolado y buscamos colaborar en todo cuanto esté a nuestro alcance con las tareas de la Nueva Evangelización de estas tierras. El apostolado es el centro de nuestra vida y nuestra acción1 y define nuestra identidad. Frente a los grandes desafíos de hoy, y dentro del marco del apostolado universal de la Iglesia, el Movimiento de Vida Cristiana se descubre llamado a poner sus mayores esfuerzos en cuatro ámbitos fundamentales que en seguida paso a señalar. 1. El servicio evangelizador a los jóvenes En los jóvenes radica la esperanza de un futuro mejor. La sociedad depende de su formación humana, religiosa, moral. De su coherencia entre la fe y su vida; es decir, de su encuentro y conformación con Cristo, podemos decir, depende el futuro de la sociedad. Como lo han mencionado los diferentes documentos de Conclusiones de las Conferencias Generales, la Iglesia, y por ello los movimientos, debemos comprometernos en un esfuerzo por salir al encuentro de los jóvenes para ofrecerles un espacio de vida cristiana. Debemos tener un programa pedagógico que los ayude a encontrarse a Jesús, y a que lo puedan anunciar con su vitalidad, entusiasmo, energía y alegría. El joven se muestra siempre en actitud de reto. Su espíritu juvenil está en búsqueda de respuestas sólidas que les den “razón de su esperanza”2 ante el hambre de Dios que experimenta y que algunos procuran llenar con sucedáneos. ¿De quién se pueden fiar los jóvenes? ¿Quién es Aquel que puede dar respuesta satisfactoria a sus anhelos más profundos? «Plantearse dichas cuestiones –afirmó en Colonia el Papa Benedicto XVI- significa reconocer, ante todo, que el camino no termina hasta que se ha encontrado a Aquel que tiene el poder de instaurar el Reino universal de justicia y paz, al que los hombres aspiran (…) es buscar a Alguien que ni engaña ni puede engañar, y que por eso es capaz de ofrecer una certidumbre tan firme, que merece la pena vivir por ella, y si fuera preciso, también morir por ella»3. Nuestra responsabilidad es ofrecer al Señor Jesús al joven que está buscando y está dispuesto a dar su vida por un ideal que dé razón a su vivir y a su morir. Junto a eso, debemos unir esfuerzos para que los mismos jóvenes, encendidos en el amor a Cristo, sean apóstoles de 1 Ver: Movimiento de Vida Cristiana ¿Qué es?, Fondo Editorial, Lima 2003, p. 27. Ver I Pe 3,15. 3 S.S. Benedicto XVI, Discurso durante la fiesta de acogida de los jóvenes, 18/6/05. 2 apóstoles de apóstoles, promotores de comunidades juveniles de fe, que con su ardor “enciendan el mundo” con el fuego del Amor de Dios, como diría Sta. Catalina de Siena. Los jóvenes están dispuestos a emprender el desafío de la nueva Evangelización en cuanto descubren que ésa es la respuesta que necesita el ser humano y ellos mismos. Su ardor por anunciar al Señor Jesús es consecuente con el hambre que experimentan. Depende de nosotros ofrecer la respuesta que necesitan. 2. El compromiso solidario con los pobres Quienes de alguna manera ven amenazada su dignidad de seres humanos necesitan de nuestra especial atención. Debemos comprometernos solidariamente con los pobres, los necesitados, los enfermos, los marginados, los abandonados, con todos aquellos en cuyo rostro se descubre el rostro de Cristo sufriente. Una guía de eficaz dirección es la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI, quien nos dice que el esfuerzo evangelizador debe estar encaminado a pasar de condiciones menos humanas a condiciones cada vez más humanas4, abriendo el horizonte que encuentra su culmen en el encuentro con Cristo vivo. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tenido una enseñanza social que debe ser conocida y puesta en práctica por nuestros movimientos. Junto a los criterios de juicio para evaluar nuestra acción, encontramos ahí pautas de acción que nos ayudan a cambiar el mundo que olvida a Dios o lo deja de lado, y así podemos avanzar hacia la construcción de la Civilización del Amor. En América Latina experimentamos un círculo vicioso de pobreza. Quienes viven en situación de miseria o pobreza no tienen acceso a una educación digna, condiciones elementales de salud, o de créditos que los ayuden a invertir o mejorar su actual situación. Hay una gran disparidad en los sueldos y no hay mucha movilidad entre las generaciones, de modo que los hijos de familias pobres suelen permanecer en la pobreza. Ante las diversas reacciones que estos y otros problemas de esta naturaleza suscitan, sabemos que el compromiso solidario es el único eficaz si nace de una vida auténticamente cristiana. La miseria exige de nuestra parte una asistencia inmediata, pronta, pide una red solidaria eficiente que satisfaga las necesidades inmediatas. Siguiendo el mandato del Señor, sabemos también, como dice el dicho popular, 4 «El verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimum vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin, y especialmente, la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres» (S.S. Pablo VI, Populorum progressio, nn. 20-21). 2 que “no basta con dar un pez, es necesario enseñar a pescar”. La asistencia y la promoción humana no están reñidas. Van de la mano y ambas tienen que ser implementadas en nuestros países, en nuestras regiones. Ambas brotan del mensaje del Evangelio y ambas deben conducir a que quienes se vean beneficiados con estos servicios se vean beneficiados, sobre todo, al recibir el Evangelio, como nuestra Madre Santa María llevó cuidado a su prima Isabel, al tiempo que le transmitía el gozo de la Buena Nueva. Esa es también nuestra responsabilidad como movimientos. 3. Evangelización de la cultura El Papa Juan Pablo II nos habló de una “anticultura de muerte”, y el Santo Padre Benedicto XVI acaba de indicar que «hoy se está consolidando cada vez más una cultura caracterizada por el relativismo individualista y el cientificismo positivista; por consiguiente una cultura que tiende a cerrarse a Dios y a su ley moral»5. Los movimientos debemos cooperar en evangelizar de manera vital, en profundidad, la cultura y las culturas del hombre, que se ven hoy amenazadas por los problemas arriba descritos. Debemos llevar la Buena Nueva a los ámbitos que tienen una especial trascendencia en la configuración de la cultura. Como también afirma el Santo Padre, debemos estar dispuestos a renovarnos sin cesar, leyendo los “signos de los tiempos”, buscando lo que se podría llamar “nuevos areópagos”, que son campos de apostolado que esperan recibir la Buena Nueva. Junto a la educación y los medios de comunicación o la arquitectura destacan también las nuevas tecnologías de la información, el arte (pintura, teatro, canto). Están también las responsabilidades cívicas que nos corresponde desarrollar a los laicos, especialmente atentos no sólo a hacer frente a leyes que atentan contra la persona humana, sino también a hacer presente el mensaje evangélico en esos mismos medios. 4. La evangelización de la familia Se debe destacar, de modo especial, que el futuro de la humanidad se fragua en la familia 6, en aquello que se ha llamado “santuario de la vida”7. La Iglesia desde siempre nos ha enseñado las excelencias del camino cristiano a la vida matrimonial y la familia. Los esposos reciben una invitación de Dios a vivir en unidad, como la Trinidad, la perfección en el amor y a difundir esa luz y calor en medio del mundo. La familia es el núcleo de la vida social y debe ocupar un puesto importante en nuestro compromiso de nueva evangelización. Al ser un camino o escuela de humanidad, es también un camino de plenitud humana, de santidad. Nuestros esfuerzos evangelizadores deben conducir a lograr que cada vez más familias asuman seriamente el compromiso cristiano en sus vidas y se transformen en células que renueven la sociedad. S.S. Benedicto XVI, Discurso al Colegio de escritores de la revista italiana “La Civiltá católica”, 17/2/06. Ver S.S. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 86; Discurso inaugural, Santo Domingo, 12/10/1992, 18. 7 Ver S.S. Juan Pablo II, Centesimus annus, 39. 5 6 3 El MVC alienta a que la familia se renueve en su fidelidad al Señor y sea cada vez más un cenáculo de amor, a semejanza de la Familia de Nazaret. Por ello, en sus diversos proyectos y servicios acrecienta la conciencia de que sin su fortalecimiento no se podrá edificar la anhelada Civilización del amor. Luis Fernando Figari, nuestro Fundador, insiste en que el matrimonio es un camino integral para el ser humano que es llamado a santificarse por él, un camino de santidad, de modo que «la dinámica de la vida conyugal será para el esposo y la esposa un lugar especial para encontrarse con la gracia de Dios que amorosamente se derrama en sus corazones. Acogiendo la fuerza divina y cooperando con ella, la vida conyugal favorecerá la transformación de los cónyuges en la medida en que se donan el uno al otro, dando muerte al egoísmo, y construyendo una comunión cada vez más fuerte e intensa en el Señor»8. Esta comunión tiene consecuencias sociales inmediatas. Conclusión Como parte del Pueblo de Dios, los miembros del Movimiento de Vida Cristiana acogemos con entusiasmo la convocatoria a emprender una Nueva Evangelización. Asumimos este programa como compromiso de vida. Tenemos presente que se presentan nuevos retos y esto exige que la tarea sea «nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»9. En ese dinamismo, encontramos hoy en el apostolado con los jóvenes, la solidaridad con los pobres y la evangelización de la cultura y de las familias las cuatro grandes áreas más importantes en la obra evangelizadora en América Latina. 8 Luis Fernando Figari, El matrimonio, un camino de santidad, Comisión Episcopal de Familia - Vida y Espiritualidad, Lima 1994, p. 29. 9 S.S. Juan Pablo II, Alocución al CELAM en la Catedral de Puerto Príncipe, 9/3/83. 4