CASO MINERA LA ALUMBRERA TESTIMONIOS Marcos Pastrana, Pueblo Diaguita Calchaquí, Tafí del Valle, Tucumán Cada uno de nosotros somos una parte viva de la historia. Es una historia triste pero que teníamos que pasarla en algún momento para que tomemos conciencia de muchas cosas que teníamos olvidadas porque creíamos que vivíamos en un gran país, en una gran democracia, que teníamos grandes héroes. Pero cuando vimos cómo hay ido escribiendo oficialmente la historia, vamos viendo cómo han ido clasificando y los que tenemos como héroes u hombres probos, fueron partícipes necesarios, indispensables, para llevar a cabo todo esto. Y hemos dicho que vamos a luchar hasta que se vayan, pero no se han ido, están siempre con nosotros. Desde que pisaron América no se fueron, están ahí, al acecho. Todo el tiempo rapiñan algo, lo que pueden. Tanto es así que nos vemos en la obligación de rescatar un montón de cosas de manos de políticos y gobernantes, y nada más y nada menos que la justicia, el derecho, aquello que por siempre reclaman los pueblos. Este es un juicio cuya inspiración nace de la necesidad, de la represión y desde nuestro grito de independencia para presionar por nuestra libertad. Estamos poniendo en tela de juicio y tratando de institucionalizar todo esto que está oculto para el 99% de la población, para hacerlo visible y posible, primero dentro nuestro, dada la institucionalidad y la trascendencia que se merece, porque esto costó muchísimo; es parte de la lucha diario de quienes estamos acá y de quienes no están y que en los respectivos pueblos contribuyen y van a seguir adelante con esto. Todo debe estar en la memoria, no debemos olvidar. En mi experiencia propi, mi abuelo fue el que le proveía las mulas a Abel Peirano y decía que era un buen hombre. Lo que no sabía mi abuelo es que Peirano era un artífice necesario e indispensable de este perverso engranaje. En los años 90, ya trabajando en la Universidad Tecnológica, vimos que había una trama de reformas del estado, de modificación de leyes y fueron dejando algunas piedras angulares para el sostenimiento de la nueva legislación. Desde entonces buscan la licencia social y la siguen buscando pero nunca tuvieron gracias al consentimiento popular. Sin embargo, las leyes se han ido perfeccionando, leyes que esos partícipes necesarios se han ocupado de sancionar. Muchos de ellos hoy siguen formando parte de las instituciones y creo que estos juicios van orientados a desenmascarar y atacar las posiciones que ocupan hoy en la sociedad, en las instituciones y en el destino de nuestras vidas. Muchos de ellos ocupan espacios televisivos y otros medios de comunicación y con total impunidad siguen hablando. En lo que hace al valle de Tafí y como pueblos originarios, ¿cuándo tomamos conocimiento de Minera La Alumbrera y de la operación de este emprendimiento? Fue por el año 95. Desde distintos espacios se veían cambios de legislación y los atribuían a cuestiones más puntuales, pero nadie intuía que la parte central de esas reformas del estado era la explotación minera. Ahí estaba el nudo de la cuestión. Nadie sabía que sus campos, sus propiedades privadas estaban siendo motivo de una prospección y de un proyecto de gran envergadura. Esta premeditación que ha llevado a la injusticia que estamos sufriendo los pueblos actualmente, ha sido la moneda corriente de la cual muchos funcionarios hoy en funciones también fueron cómplices. En el mes de febrero del 95, un arquitecto que había sido secretario de obras públicas de la municipalidad de Tafí del Valle escribió una nota y le decía al intendente y al concejo deliberante que había detectado que mano de obra desconocida había mojoneado unas parcelas en el cerro y que solicitaba a la municipalidad que se hicieran las investigaciones porque lo veía como una invasión del territorio. Por supuesto que nadie se preocupó de investigar. Unos mese después, dos terratenientes me notifican a mí que estaba en grupos ambientales y de pueblos originarios que la minera estaba por pasar con su mano de obra por Tafí del Valle. Fue el primer contacto que tuvimos con Minera La Alumbrera. A partir de entonces, empecé a buscar, junto a muy poquitas personas, qué había de todo esto y encontramos que había tres manuales de impacto ambiental del electroducto que iba desde Cruz del Norte, en Tucumán, hasta La Alumbrera, 270 km. Este manual de impacto ambiental fue analizado por un grupo interdisciplinario de la Universidad Tecnológica Nacional. Desde el primer momento, el dictamen de ese grupo interdisciplinario calificó de inviable el proyecto, porque no reunía ninguna de las condiciones operativas que debe tener un proyecto y tampoco servía como estudio de impacto ambiental, sino que era sólo un mero manual de diseño que no hacía más que justificar el tendido. Nunca vemos ni nos enfrentamos con los funcionarios de la minera, ya que no son argentinos. Nos tenemos que enfrentar a nuestras propias autoridades, esos partícipes necesarios, esos responsables directos de todo esto. Este manual de impacto ambiental, por iniciativa de la población en Tafpi del Valle, fue a audiencia pública el 28 de diciembre del 95, donde fueron invitados y notificados todos los organismos nacionales y de la provincia de Tucumán y todos los medios de comunicación. Una de las cosas que intuimos desde el primer momento es que había que ratificar los hechos con pruebas porque si no se iba a perder el tiempo. Se notificó a todos aquellos que tenían responsabilidad, en distinto grado, respecto a la aprobación de esto. En la audiencia pública el 90% se expidió en contra y firmaron un acta en la que rechazaban el proyecto del electroducto, por ende sin energía no se podía seguir adelante con el emprendimiento. Ninguno de los organismos, como la secretaría de medio ambiente que entonces era la dirección de medio ambiente en Tucumán, la dirección de saneamiento ambiental que hacía las veces de organismos de control, nadie quiso dar el certificado de aptitud ambiental. Y únicamente la secretaría de energía, en una acción política impulsada por el entonces ministro Cavallo y con la intermediación de Eduardo Menem, sacó un decreto de necesidad y urgencia y dieron un certificado de aptitud ambiental provisorio, que es el que hasta la fecha hace que ese electroducto siga siendo posible. Por eso, no sólo que es ilegítimo sino también ilegal el funcionamiento de ese electroducto. O sea, una de las obras complementarias para el funcionamiento de esa minera no cuenta en este momento con ninguna aprobación oficial responsable que amerite que el electroducto siga funcionando. Una de las denuncias centrales que hacemos como pueblos originarios es atacar la legitimidad y la legalidad de esa obra complementaria. Están las pruebas, nadie se hace cargo de eso, porque esta mina se pudo en funcionamiento únicamente a través de decretos de necesidad y urgencia y de utilidad pública que le dio el entonces presidente Menem. En este momento nadie es capaz de interponer alguna medida que ataque la operación de la minera. El otro punto en relación a la denuncia concreta de pueblos originarios respecto del electroducto es el que se refiere al patrimonio histórico-cultural. A lo largo de electroducto hay múltiples testimonios y santuarios que hacen ese patrimonio, que han sido destruidos, saqueados y no hubo ningún rescate del que tendrían que haber hecho. El estudio de impacto arqueológico que hizo la minera, que realizó una arqueóloga de Tucumán recién recibida, fue rechazado tres o cuatro veces por las mismas autoridades de la minera y finalmente tuvo que ser arreglado por otros profesionales para que la minera lo acepte. Por las leyes que rigen hoy, tanto en el ámbito provincial como nacional, el que debe ser guardador y depositario del rescate de los bienes del patrimonio de los pueblos originarios es la secretaría de cultura de la provincia. En este momento no hay ningún rescate de ningún testimonio. Y el tercer punto, que fue denunciado en su momento por el Dr. González, es el de la biodiversidad, la destrucción de prácticamente 17 km de las yungas cerca de Santa Lucía, en una franja de servidumbre de 50, 60 metros a lo largo de 17 km. Todo esto en contra de las disposiciones que regían y aun rigen en la provincia, ley de suelos, de bosques y de medio ambiente. Obran en manos del tribunal los resultados de estudios complementarios la arqueóloga Bárbara Manases, la antropóloga Patricia Arenas, distintos dictámenes que hay de foros y seminarios realizados en diferentes universidades del país. También hay un dictamen del Instituto de Arqueología de la Universidad Nacional de Tucumán. En este momento el tema se ha ido naturalizando dentro de los pueblos. En Tafí del Valle, mucha gente sabe los perjuicios que está causando el electroducto que alimenta la mina y que va a ser usado para la minera Agua Rica. Uno de los puntos salientes de los contratos de esta servidumbre que tiene Alumbrera en cuanto al electroducto es que tiene un plazo de estabilidad legal, durante la cual Alumbrera puede transferir la concesión de ese electroducto a cualquier otra empresa, y es lo que estamos viendo con Xstrata; van transfiriendo todas las concesiones. Esto es posible porque no hay una presión. Lo que tenemos que resolver las organizaciones es cómo hacemos para presionar a nuestros gobernantes, a nuestras instituciones. Para encontrar una culpa, tenemos que identificar responsabilidades y encontrar a los responsables. Tomándonos un trabajo específico podemos determinar uno a uno cuáles son los responsables y esto va a tener una proyección insospechada hacia adentro de nuestras propias organizaciones. La universidad, la legislatura, la justicia, el poder ejecutivo tienen responsabilidades concretas, directas, dentro del marco de la ley, porque fueron acomodando las leyes conforme a las necesidades que tenía la empresa para operar. Son como un cerco que se va cerrando sobre los distintos actores que permiten la actividad minera. El caso Alumbrera tiene que ser el caso testigo de todo lo que no tiene que pasar. Lamentablemente, hoy en Andalgalá están vendiendo a minera Alumbrera como la única capaz de explotar esto porque reúne todas las condiciones, probadas a lo largo de su existencia, en el cuidado del ambiente. Somos producto de la desobediencia civil, de la desobediencia a la ley, la negación de la ley como herramienta de regulación social para la restitución del derecho, pero no sólo el derecho humano sino que tenemos que entrar en el campo superador de la humanidad, que es el reconocer el derecho de la biodiversidad. Mientras tengamos el monopolio del usufructo del derecho como seres humanos, creo que nunca vamos a llegar a entender la armoniosa distribución de la biodiversidad. Si no le reconocemos el derecho al árbol de nacer, hundir sus raíces y distribuir la vida; al viento de soplar; a la lluvia de caer; al territorio como unidad integradora de la vida, vamos a seguir peleando sólo por nuestros derechos y siempre va a ser incompleto. Para nosotros los pueblos originarios, todos somos sujetos de derecho, interdependientes. Por eso esta actividad que se llama minería es saqueo, no sólo material sino también espiritual, intelectual, moral. Estos juicios éticos nos van a llevar por el camino certero como pueblos y como parte integrantes del territorio. Toda esta manipulación y este abuso del derecho en que han incurrido todas las estructuras que nos gobiernan han demonizado una actividad que es esencial y fundacional, no sólo de la humanidad, sino de todo el cosmos dentro del universo. La minería está presente en todos los fenómenos y en todo el orden cósmico. Si uno observa con detenimiento la biodiversidad, hacen minería los gusanos, las plantas. Nosotros no tenemos vida propia sino que somos tomadores de vida. Cuando perdemos la capacidad de tomar vida, recién estamos en condiciones de darla. Nos hemos permitido reglamentar la minería mediante el sistema de leyes que sólo duermen en los despachos de los jueces, de los abogados, cercenándonos el derecho. En realidad nacemos, vivimos y morimos con el derecho, siempre y cuando tengamos el coraje, la valentía y la disposición todos los días de poder ejercerlo. Nuestro objetivo es restituir nuestro derecho y tengan por seguro que vamos a pelear contra la ley; ya lo estamos haciendo. Pedimos que se cumpla la ley, pero la ley del derecho. Este tribunal se va a expedir sobre los casos en los que la justicia no se expide. Tenemos pruebas suficientes. Cada pueblo, cada paraje que es un territorio mutilado, es una prueba. En los documentos entregados al tribunal están todas las pruebas que requiere el sistema para condenar. Pero la prueba viviente está en nosotros, porque estamos reaccionando. Cuando hablamos de las responsabilidades, hemos podido identificar muchas, pero quiero poner en primer lugar a la responsabilidad comunitaria, la nuestra, esa que a veces nos echan en cara cuando nos dicen “¿qué han hecho ustedes?”. Sin embargo, si hoy estamos aquí y somos muchísimos en todo el país, y si todos los días nace una nueva conciencia, es porque esa responsabilidad comunitaria, a despecho de agresiones, encarcelamientos, judicializaciones, está aquí para juzgar a quienes nos han hecho tanto daño. Esa responsabilidad comunitaria está en marcha. Otra responsabilidad que han puesto para oponerla a nuestra responsabilidad comunitaria es la que han inventado como responsabilidad social, la que nos compra los jueces, la policía, los gobiernos y que ha dado un manto de legalidad a las coimas, de los funcionarios en particular. Hay una responsabilidad política de todos los que gobiernan, legislan o imparten justicia. Hay también una responsabilidad administrativa de organismos del estado que no hacen lo que deben hacer. Hay una responsabilidad científica, gravísimamente aceptada y muchos de ellos han sido discípulos nuestros, compañeros de trabajo o de tareas. Son aquellas mentes que con el silencio están avalando todo lo que nos pasa. Y quizás sean mucho más culpables que los que están operando a favor de las transnacionales. Hay una responsabilidad financiera que nadie sabe de dónde viene. ¿De dónde viene el dinero que mueve a las transnacionales? Viene del blanqueo, de la trata de blancas, de las guerras; todo es dinero sucio. Nunca banco se quiere hacer cargo de haber financiado un emprendimiento minero. Hay una responsabilidad institucional, y un caso emblemático es la Universidad Nacional de Tucumán, que hace un par de años recibió a los autoconvocados de los pueblos y no han podido ni siquiera hacerles una pregunta. Quiero rescatar a aquellos medios y periodistas anónimos que desde el primer momento se pusieron de nuestro lado. Crecieron con nosotros, no tuvieron miedo de decir lo que pasaba. Lamentablemente los grandes medios de comunicación están todos cooptados. Nuestro trabajo está más allá de buscar las responsabilidades, está en la restitución del territorio. Como pueblos originarios ¿qué cargo le hacemos a Minera La Alumbrera? El más sagrado de los derechos que es el territorio. Y un derecho fundamental que está en todos los convenios internacionales que es el consentimiento libre, previo e informado. En ningún caso se les preguntó a los pueblos originarios. Casos concretos son el electroducto y la destrucción de la biodiversidad y de nuestro patrimonio histórico-cultural, que es la conservación de nuestra cosmovisión, de nuestros saberes, de nuestra identidad cultural. Hacemos cargo a Minera La Alumbrera como una de las responsables principales de la violación de nuestros derechos territoriales, del derecho al consentimiento libre, previo e informado y de la destrucción de nuestra identidad cultural, de nuestra cosmovisión. Las multinacionales son ladronas, siempre han vivido del saqueo, pero nuestros gobernantes han incurrido en un delito peor que ser ladrón, que es el de ser traidores a su pueblo. Miriam Genisans, Grupo Ecologista Proeco, Tucumán Trabajo en la Universidad Nacional de Tucumán y ahí hemos ido aprendiendo a vivenciar de otra manera la abolición del estado de los años 90 y todo el flagelo que heredamos de la dictadura. Muchas cosas de las que vienen pasando a las comunidades académicas, a los trabajadores de estas instituciones que son patrimonio público, están relacionadas con prácticas dictatoriales, con todo este sufrimiento que hemos vivenciado con la última dictadura. Hay una demora que la comunidad académica tiene, en el caso de Tucumán, para ir reaccionando. Lo primero que se plantea es: Alumbrera impune, Alumbrera exitosa. Tuvimos que profundizar la investigación por fuera de la universidad, porque dentro no hubo espacios institucionales en los que cuales se asumiera que la Universidad de Tucumán es absolutamente responsable de la llegada de las transnacionales. Eran los años en que había que resistir la privatización de los bienes y servicios del estado, los años de la desocupación masiva de la sociedad argentina y de manera secreta se iban trabajando estas situaciones. Es por fuera de la universidad que muchos de nosotros, siendo trabajadores de la universidad, nos encontramos con este otro país invadido. Vengo con una formación ecologista, trabajando en los derechos humanos, resistiendo la reforma estructural del estado y la transformación de las universidades públicas en la última ley, que las transforma en empresas. Mi testimonio consiste en denunciar el doble comportamiento que tiene una institución de estado que, por un lado, nos bloquea, nos obtura todo trabajo de análisis crítico, siendo parte de un engranaje invasivo, cómplice. Hay gente que activa cotidianamente nuestro estado de territorios colonizados, siendo el proceso de colonización cada vez más extremo, y la discriminación. Vengo a denunciar a la Universidad Nacional de Tucumán, a esta madre que me ha formado como artista plástica, a esta institución pública que, en las personas de sus funcionarios, de sus cuadros técnicos que nos enrostran en la cara sus títulos de doctores, su inteligencia, su formación, ha venido a ser la plataforma de arribo de estas transnacionales. Las transnacionales son invasivas, lo que no se entiende es que compatriotas hayan posibilitado, facilitado su arribo y que continúen sosteniendo la mentira. Mienten, tergiversan, insultan, desacreditan, y en eso vamos a poner de víctimas a la comunidad académica que tímidamente intentamos hablar, reunirnos. Nos discriminan porque no nos dan espacios especiales, no hay anfiteatro para hacer este tipo de reuniones, no hemos logrado tener un aula de una unidad académica de la Universidad Nacional de Tucumán. Hemos tratado de lograr esos espacios de buenas maneras, por eso no los tenemos. Quizás si hubiéramos ido al choque, capaz que sí, pero en ese caso seríamos los violentos, los talibanes, los terroristas verdes. Vengo con este testimonio porque es tiempo de desenmascarar la hipocresía en esta universidad nacional. Es momento de hacerles saber a los colegas que no hay tiempo de separar el conocimiento del cuerpo y el sujeto político. El conocimiento está absolutamente avalado por esta ciencia inscripta dentro de negocios genocidas. Acá no se trata de administrar escasos bienes de la naturaleza para asegurar vidas dignas a los seres humanos que están habitando y a los que están por venir. Habrá vida humana, animal y vegetal por mucho tiempo en la medida que paremos estas destrucciones territoriales y esta contaminación. Los académicos estamos en una situación de indefensión dentro de estas universidades apropiadas por transnacionales. En esta situación sigue funcionando la desacreditación del conocimiento, el miedo y el “no te metás”. Estamos sufriendo una situación, no solamente de daño en el plano material a la naturaleza que nos alimenta, sino también en el plano simbólico, de la psiquis, de los afectos, de las sensibilidades, en el plano de la convivencia cotidiana. Tenemos derechos a un ambiente sano establecidos en la propia constitución y los tenemos que defender. Nos hacen este doble juego perverso y nadie nos dice cómo vamos a sanar los cuerpos físicos, los cuerpos anímicos, las ilusiones que tenemos derecho a ejercer. No quisiera que se desatienda ese contenido sutil que significa esto de que estamos siendo conquistados, colonizados cotidianamente y que se nos va demoliendo esta posibilidad de recuperar lo que nos heredan los pueblos originarios, miles y miles de resistencias a esta situación de apropiación de nuestras vidas.