29 de marzo, día de combatientes en la Sociedad del miedo “Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito” (William Blake) Ciertamente tras la imagen de un criminal/delincuente, existe un trasfondo común; se trata de ciertas características específicas que acarrea consigo dicho término, siendo algunas de estas las siguientes: -El atentar contra la propiedad privada -El atentar contra el orden público -El actuar fuera del estrecho y acotado marco legal existente. Ahora bien, a la hora de establecer culpables, caen bajo la categorización criminal/delictual los mismos de siempre: los que no tienen bienestar material suficiente que les posibilite simplemente vivir sin perecer en el intento, o en su defecto, nosotros/as los/as anarquistas. Y la gente se preguntará ¿Por qué atentamos contra los principios tanto legales como morales que nos impone la sociedad y su Estado?, la respuesta la encontramos entonces en el hecho de que nos movemos y actuamos de acuerdo a principios éticos inexistentes en la actual sociedad: buscamos la igualdad y la libertad, la recuperación de los lazos de solidaridad, propios de cualquier ser humano no manipulado. Igualdad real en cuanto a condiciones materiales y culturales de existencia para cada ser humano, y libertad referida a la de poder optar realmente a vivir sin obedecer ni mandar, sin explotar ni ser explotado, sin oprimir ni ser oprimido. En la actual sociedad no obstante, se nos vende la idea de que somos libres e iguales en democracia, claro está, en la democracia de los ricos, la de los que nos manejan tanto cultural, como social, económica y políticamente; y bueno la libertad se reduce a la de poder “elegir” dentro del amplísimo espectro de productos puestos en el mercado, sea a base de explotación desmedida de trabajadores/as que cobran un mísero salario y que reducen su vida a la esfera del trabajo, perdiendo toda vida familiar rica y gratificante, toda vida social (ya que le tememos hasta a el vecino), cambiándola por la posibilidad de adquirir un bien material (el teléfono celular más caro, la cámara digital, el televisor de plasma, etc.) que poco o nada viene a mitigar la carencia de un sentimiento de felicidad o libertad, sea por medio del acceso a créditos hipotecarios y de consumo general, muy fáciles de obtener por lo demás, pero casi imposibles de saldar. Entonces, claro está, atentamos contra la legalidad, ya que la justicia existe sólo en el mundo de semidioses adinerados que pueden comprar justicia; atentamos contra el orden impuesto, porque más que orden es represión desmedida contra cualquier persona que decida escapar a lo que la constitución señala, es la conducta adecuada de un ciudadano; y contra la propiedad privada, ya que existen claras diferencias sociales que hacen que quien posea más dinero pueda optar a tener grandes industrias, pagando jornales míseros a sus trabajadores, impidiendo por decreto de la empresa toda posibilidad de asociación entre estos porque puede significarles el tener que aumentar los miserables salarios que pagan, o en su defecto que vayan a huelga general “sus trabajadores”(como si les perteneciera hasta la vida de los mismos) por unos días y pierdan miles de millones de dólares por dicho motivo; o puedan tener a sus disposición grandes latifundios despoblados mientras los más pobres no tienen un techo digno para vivir, ni un mísero pedazo de tierra para cultivar y vivir de ello; o varias casas (mansiones en realidad) en varios lugares del país, para pasar dos o tres días al año cuando vacacionan, mientras la gente que vive ahí no puede optar ni siquiera a una vivienda digna, menos decir aún el que puedan optar a “vacacionar” en lujosas mansiones encalladas en la orilla de la mejores playas del país. Existe además la inestabilidad constante de poder ser despedido cuando se les antoje, con la leyes de flexibilización laboral, diciéndonos: “hay una fila enorme de personas afuera que está esperando tener este puesto de trabajo”, patrañas. ¿Qué orden y ley se protege?¿La propiedad privada de quiénes?¿El orden social existente nos beneficia acaso a todos/as por igual?, ciertamente no. Volviendo entonces al tema de contingencia, nos encontramos, a lo largo y ancho del país, continente y planeta tierra, con una serie de personas, que viviendo en condiciones deplorables toda la vida, sin acceso a una educación digna y liberadora, hacedora de conciencia crítica y enriquecedora en valores humanos de solidaridad, respeto, libertad e igualdad, no tienen más opción que “salvarse”. Despojados de toda posibilidad de encontrar trabajo, ya sea porque no completaron la enseñanza obligatoria, o porque manejan un lenguaje burdo y soez, incompatible con la imagen del joven pobre que se supera por medio de su esfuerzo y puede acceder a “superarse” ya sea por medio de su trabajo o por medio de la educación técnica o superior, estos/as jovencitos/as se ven en la necesidad imperativa de alimentar sus estómagos y no desfallecer frente al hambre, o en su defecto, producto de la introducción de drogas en las poblaciones de las cuales provienen, por parte de grandes traficantes, entre los cuales se encuentran varios de aquellos que tienen un vivir “aburguesado”, producto de las ganancias que produce dicho negocio, se encuentran aquellos que delinquen para obtener dinero que luego cambiarán por drogas, para calmar la “angustia de vivir” por vivir, ya sea por instinto o porque simplemente igual que todos/as tienen el derecho a no querer morir. La interrogante que surge ahora es ¿Acaso se nace delincuente y a éstos les encanta llevar esa vida?, por supuesto que no, y si vamos al meollo del asunto nos encontramos con la justificación de su existencia (o inexistencia) por parte del aparato gubernamental, el Estado y su fuerza represora, la policía: ya que al vivir en una sociedad en la cual el miedo es una herramienta motora para la negación de la solidaridad y la unión de las personas críticas de este sistema inmundo, es de vital importancia la existencia de un grupo de marginados que mantengan atemorizados al común de la población, no a los poderosos por supuesto, porque sus fortalezas son infranqueables, sino a la gente que vive sumida en la batalla diaria del trabajar para vivir, y seguir viviendo bajo las mismas condiciones en las que les ha tocado vivir históricamente, en su condición de explotados que mueven el mundo de los grandes capitalistas simpatizantes con el régimen neoliberal, los ricos que viven en su burbuja de oro, que todo lo tienen y todo lo pueden y podrán ¿No se trata acaso realmente de la carencia absoluta de oportunidades, de igualdad social, cultural, económica, lo que hace que estos “parásitos” sigan existiendo?¿Seremos realmente los anarquistas o cualquier persona que no reconociéndose como tal actúa movido por los mismos principios para poder provocar cambios reales en las condiciones de vida del común de los seres humanos en miras hacia un bienestar general, del trabajador común, unos terroristas y criminales? Ciertamente, para este sistema sí lo somos, aunque si los motivos que nos mueven salieran a la luz pública, los criminales serían quienes nos han mantenido sumidos en la miseria a través de los siglos, los mismos de siempre, los ricos y acaudalados semidioses terrenales.