JOSE MARIA AYERRA GRUPO GRANDE INTRODUCCION Siendo la experiencia mas novedosa de cuantas he realizado, a la par que la mas comprometida y complicada, han tenido que pasar más de 12 años antes de poder animarme a escribir algo al respecto. Con anterioridad, sólamente hubiese podido trasmitir una serie de sucesos parciales inconexos y sin sentido. No es que hoy me encuentre mucho más lejos. En el momento presente sigue habiendo una prevalencia de las dudas sobre las certidimbres, y quizá no pueda ser de otra manera dada la complejidad de los mismos. Pese a lo dicho, intentaré a continuación exponer algunas de las reflexiones surgidas al hilo de mis múltiples experiencias en dichos grupos; al igual que los presupuestos teóricos y técnicos, pasados y actuales, que inspiran mí forma de participar en los diferentes niveles en que me sitúo en ellos. Para los trabajadores que ejercemos en el ámbito de la psiquiatría pública, es de especial trascendencia el entendimiento de las dinámicas de los grupos grandes, puesto que desarrollamos una gran parte de nuestra taréa en el ámbito de las instituciones, que son el equivalente de los mismos. Los grupos grandes, como en los humanos, grupos familiares y pequeños, cuentan con dos niveles de lectura y entendimiento: el manifiesto y el latente (lo que subyace tras lo superficial, y cuyo conocimiento es fundamental, pues determina sus dinámicas). La profundización en el conocimiento de las dinámicas latentes de estos grupos nos ayudan en el análisis de los mismos, así como a entender la influencia que ejercen en sus componentes, a los que condicionan en su manera de pensar, sentir y relacionarse. Diariamente nos encontramos en las instituciones despersonalizados, con límites difusos a la hora de analizar los conflictos, sin poder precisar que corresponde al individuo y que a la institución, en los grupos grandes como en las instituciones se tiende a la personalización de los conflictos, poniendo en uno lo que corresponde a todos, para bien o para mal, etc. Sin un conocimiento de las dinámicas latentes de las organizaciones e instituciones, todo entendimiento es limitado y parcial, pues, como en los seres humanos, en general, lo importante discurre por debajo de lo manifiesto. Se ha escrito mucho del grupo familiar y de los grupos pequeños como sus representantes, utilizados con el objetivo de la modificación del grupo interno del individuo y el favorecimiento de su proceso de individuación. Igualmente, como tendré la oportunidad de exponer mas adelante, las estructuras latentes de los grupos grandes determinantemente influido por las micro culturas aportadas por sus mienmbros, y las macro culturas que lo rodean, finalmente se comportarán como condicionantes fundamentales de nuestro pensamiento y condicionarán, por tanto, nuestros comportamentos. La potencialidad de sus efectos es directamente proporcional a su tamaño. Los supuestos sociales, ideológicos y estructurales, reproducidos en estos grupos, tienden a fundir y confundir a sus componentes influyendo en los mismos de manera inconsciente y generando actuaciones que van más allá de sí mismos. Sólo determinadas personas, con características evolutivas excepcionales de madurez psicoemocional, pueden seguir en un pensamiento creativo y discriminado diferente al de la cultura grupal, y ni siquiera todo el tiempo, tal es el poder de influencia de estos grupos. Cabría afirmar que frente a un grupo grande cualquier persona se siente pequeña y desvalida, viéndose precipitada a actuaciones regresivas e infantiles, independientemente de su edad y su cualificación profesional, como a lo largo de este trabajo trataré de exponer. Quiero anticipar y subrayar el objetivo principal común a todas mis experiencias y reflexiones no es otro, que la búsqueda de mi sentido como persona individual y como perteneciente a una multiplicidad de contextos sociales. El origen de mi necesidad de entendimiento es similar al enunciado por muchas de las personas que yo atiendo, cuya historia de frustración y sufrimiento les lleva a fantasear con la idea de hacerse un profesional de la psicología o de la psiquiatría, en la esperanza de: conocer primero, y transformar despues en conocimiento y palabras las situaciones traumáticas de la vida. A diferencia de mis pacientes yo pude operativizar esta fantasía, viéndome por tanto abocado en el camino de dar sentido a mis múltiples sin sentidos internos y localizar el origen de mis dificultades, que en un principio de mi formación situé dentro de mi mismo, posteriormente vi la transcendencia de mi entorno familiar mas inmediato y en mí inclusión como profesional de salud mental en estructuras hospitalarias y manicomiales, pude conectar con los efectos de los contextos mas amplios en mí. Estudié durante mi carrera en la asignatura de Higiene, en referencia a la dificultad que nos encontramos en las campañas de desratización, un acontecimiento que ejemplifica bien mi intencionalidad en el desarrollo de mis funciones, tanto pedagógicas como terapéuticas. Al parecer, cuando las ratas toman un alimento envenenado que les proporciona un malestar intenso, y relacionan su malestar con el alimento ingerido, orinan en el mismo para avisar al resto del peligro y transformar su dolor y muerte en una experiencia válida y útil para el resto. Igualmente me he encontrado atrapado en situaciones vitales de extremada inconfortabilidad, tanto como persona, como en el ejercicio profesional , tratando de transformar dichas experiencias en conocimiento transferible, a modo de sugerencia, a los demás. FACTORES DETERMINANTES DE MÍ INCLUSIÓN Y PERMANENCIA EN LOS GRUPOS GRANDES. Son varios los factores que inciden en mi necesidad de incluirme en los grupos grandes. A continuación expondré algunos de ellos: A) FACTORES PERSONALES Es difícil poder precisar el porqué uno hace lo que hace, y desde luego innecesario para la experiencia que trato de transmitir, bastaría con afirmar que creo firmemente en el “determinismo individual y colectivo” . Creo por tanto que nada de lo que hacemos es casual , por lo que señalaré a continuación las circunstancias que han influido en mi interés por estas experiencias. 1. Desde muy joven me sentí en la necesidad imperiosa de encontrar explicaciones a muchos de mis comportamientos y sentimientos, necesidad que combinada con una falta de fe para creer más allá de lo sentido y experimentado, me colocaba en una difícil situación. Con frecuencia he llegado a creer que de todos los caminos posibles siempre he elegido el más costoso. Hoy tengo que agradecer a mi “falta de fe” y a mi obstinada tozudez, el supuesto entendimiento de situaciones personales a las que debo muchas de mis convicciones más valiosas. 2. En segundo lugar y en íntima relación con lo anterior, diría que una constante en mí vida es el seguimiento de mis propias intuiciones por encima de cualquier otra circunstancia por obvia que pueda parecer. Me encuentro con demasiada frecuencia con palabras vacías y teorizaciones sin sentido, engañosas, que en un primer momento resultan tranquilizadoras, pero que no se pueden comprobar en el ejercicio práctico (los textos originales se encuentran en la propia vida y en los pacientes, familias y grupos que atendemos). B) FACTORES PROFESIONALES MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS COMO PARTICIPANTE EN LAS INSTITUCIONES PSIQUIATRICAS. HOSPITAL CLÍNICO El primer contacto que tuve con las institución fue en el servicio de psiquiatría de un hospital clínico, dependiente de una cátedra de psiquiatría de las consideradas pioneras en España. Me encontraba en calidad de asistente voluntario, por tanto, mi posición era privilegiada pudiendo “ver sin apenas ser visto”. El encuentro supuso para mi un choque brusco dado que las expectativas con las que yo llegaba estaban absolutamente alejadas de la realidad que aparecía ante mi. En mis expectativas imaginaba a los servicios de salud mental como lugares mas evolucionados humanamente. Hoy sigue intacta en mi la necesidad de esta afirmación como prerequisito para un acompañamiento en el sufrimiento psicológico de los seres humanos. Cabría destacar algunas de las situaciones que observaba perplejo ante la falta de entendimiento de las mismas. En lo manifiesto este servicio era de una avanzada ideología (en él cabían biologistas, conductistas, psicoanalistas, antipsiquiatras), sin embargo había una gran rigidez en los espacios, en las comunicaciones, en las dinámicas internas. Influido todavía por mi experiencia pues hacía poco tiempo había realizado el servicio militar. La estructura latente de esta institución se me asemejaba con una estructura militar fuertemente jerarquizada, aunque el haber explicitado dicha observación hubiese podido suponer un escándalo, ya que como he dicho en la estructura formal aparente era un servicio de gran heterogeneidad. Otro acontecimiento que me llamó poderosamente la atención fue observar al responsable de la sección en la que yo trabajaba que era un hombre con gran prestigio profesional, un gran curriculum, un psicoanalista reconocido, preocupándose por lo que desde mi perspectiva eran cosas muy pequeñas y silenciando situaciones importantes. Este es uno de los fenómenos mas repetidamente insistentes en todos nosotros. Por desgracia los problemas y enredos infantiles no son patognomónicos de los niños, ya que en los contextos institucionales y grupos grandes son los adultos los que se encuentran actuando dichas problemáticas. La imposibilidad de ver lo obvio. La estructura física en la que los pacientes se encontraban era lamentable, no era excepcional que un paciente hospitalizado saliera de alta sin haber hablado con nadie salvo de los síntomas que justificaron su ingreso. Recuerdo a modo de ejemplo que por aquél entonces se puso de moda la “terapia aversiva” hacia el alcoholismo, por lo que algunos días a la semana se practicaba en la sala la terapia denominada “bañera” consistente en juntar alrededor de una bañera grande y antigua a los pacientes diagnosticados de alcoholismo, a los que se les daba apomorfina y a continuación su bebida predilecta, provocándoles así nauseas y vómitos, generandose un espectáculo, cuando menos grotesco. Evidentemente nadie se hacía cargo de las repercusiones psicoemocional previas y posteriores, al igual que el sufrimiento inherente al padecimiento psiquiátrico de los pacientes allí hospitalizados. Había una total disociación entre lo que se hacía y lo que se decía que se hacía, como frecuentemente se ponía de manifiesto cuando en las sesiones clínicas, abiertas al exterior y en las que participaban una diversidad de profesionales de otras instituciones, se exponía con gran sensibilidad y sutileza las relaciones con los pacientes, la ética de las intervenciones, la resonancia con el sufrimiento, fenómenos que hacían que uno tuviese la sensación de estar oyendo hablar a personas que no conocía y de un supuesto servicio al que tampoco había accedido. HOSPITAL PSIQUIATRICO TRADICIONAL Al finalizar la carrera el primer puesto de trabajo al que accedí fue como “medico interno” en un “hospital psiquiátrico tradicional”. ¡Cuánto tengo que agradecer al tiempo de estancia en el “manicomio” (palabra mucho más ajustada a la realidad de la institución en la que realicé mis primeras andanzas), ya que el impacto de la experiencia fue tal que ha condicionado todo mi desarrollo!. Resumiré a continuación algunos de los fenómenos que han sido fruto de mis reflexiones posteriores. Creo que mi estar en las instituciones viene condicionado por la confusión inicial con que comencé mi andadura en ellos en un momento de impronta profesional. Trabajé en un hospital psiquiátrico que se encontraba bajo el mismo nombre dividido en dos, uno de hombres y otro de mujeres, con una relación de mucha rivalidad y odios entre los componentes de un servicio y otro, ya que anteriormente había sido un sólo equipo que se escindió por conflictos no resueltos. Yo, que a mi llegada desconocía el hecho y que me habían dado el nombre del director del hospital, al que me referí por su nombre, generé un profundo silencio en el resto de compañeros, pues el nombre que me habían dado correspondía al del director del hospital psiquiátrico de al lado. Habiéndome aclarado mi confusión, también me aclararon que por el hecho de pertenecer a ese hospital psiquiátrico contaba ya con un numeroso grupo de personas enemistadas conmigo, a las que ni siquiera conocía y con las que a priori, lo único que tenía era una afinidad profesional. A este acontecimiento inicial se sucedieron otros muchos de características similares, acontecimientos cuyo denominador común era que transcendiendo los límites de las personas implicadas, las hacía irracionales, viéndose condicionados a actuar en direcciones que luego no reconocían como propias. Fenómenos cotidianos unos y otros en el funcionamiento de las personas en la institución. En las relaciones con los compañeros fuera de la institución, aparecían de tal forma que nada tenían que ver con su manera de estar dentro de la misma. Personas dinámicas por la tarde, al día siguiente eran transformadas en los más fervientes psicopatólogos, médicos sensibles y humanos fuera de la misma, podían realizar actuaciones psicopáticas en las más absoluta inconsciencia. Se me hacía dificil el entendimiento de todo aquello, lo achacaba a su incompetencia profesional, formulaba mis quejas al director médico y administrativo, a los que responsabilizaba fundamentalmente de este tipo de sucesos. Con el tiempo he podido entender que la institución es un puzzle cuyo sentido transciende a las personas que la componen, sea cual sea el lugar de responsabilidad que ocupen, sin negar que no tiene la misma transcendencia los aciertos o equivocaciones de unos y otros. Las personas diluían su responsabilidad individual en los diversos subgrupos de pertenencia, que se habían transformado con el paso del tiempo en subgrupos de dependencia psicoemocional. De esta manera un señalamiento a una persona implicaba una ofensa para el colectivo al que correspondía, el colectivo médico, enfermeros, cuidadores, hermanos (pues era un hospital psiquiátrico regentado por religiosos). Si el señalamiento se hacía a un colectivo determinado, éste se defendía del mismo implicando a la institución total y si la institución era la que se encontraba en entredicho, todos respondían al unísono diluyendo la responsabilidad en el contexto social o familiar. En un contexto tan persecutorio y disociado se pierde la capacidad de reflexión y análisis, imposibilitando la corrección de los errores que reprimidos son elevados a la categoría de horrores y que automáticamente se suman a los conflictos históricamente acumulados retroalimentando el clima persecutorio e hipotecando un poco mas la posibilidad de una adecuada asistencia. Finalmente pude resituar la dificultad en una estructura total patológica y consecuentemente patogénica que nos contenía a todos. Pude comprobar que los mismos fenómenos psicopatológicos que encontraba encerrado en mi despacho cuando escuchaba a los pacientes graves, podía observarlos amplificados en la propia institución. Veía ésta como una cabeza enferma donde el autismo institucional, el vaciamiento simbólico del lenguaje, la imposibilidad de un funcionamiento armónico y coherente, las fuertes disociaciones, los aspectos parciales elevados a la categoría de lo absoluto, un duelo no realizado con el pasado y permanentemente actuado, una dinámica de la culpa que lo impregnaba todo, la rigidez, la desconexión con la realidad, la fuerte represión de los afectos y un predominante sentimiento de indefensión e impotencia permanentemente actuada. “Entendía que la institución se había convertido en un sofisticadísimo sistema de cronificación de todos sus componentes”. La estructura institucional, manifiesta y latente, se transformaba en una poderosa amenaza para la organización individual, haciendo que la persona empequeñecida y asustada se funda y confunda con los supuestos institucionales, identificándose inconscientemente con el agresor como la única manera de supervivencia dentro de ella. Frecuentemente en las supervisiones de profesionales jóvenes nos encontramos cómo habiéndose incluido adecuadamente ilusionados y motivados en una institución cronificada, en un tiempo relativamente corto se encuentran sumidos en sentimientos de profunda impotencia, fracaso, desilusión, culpa, temerosos de todo y con actitudes fuertemente defensivas, atribuyéndose así mismos las características propias de la institución, en una situación similar a la del niño que se confiesa responsable del alcoholismo del padre, la depresión de la madre, la muerte del hermanito, etc. Es fuera del efecto de estas estructura institucional, asfixiante de los aspectos creativos y genuinos individuales, desde donde uno puede llegar a sorprenderse de lo actuado y pensado. Si el tiempo de estancia es suficientemente dilatado y dada la intensidad de la agresión, se podrían generar alteraciones estables en el pensamiento, traspasando los límites institucionales y condicionando el pensamiento y entendimiento futuro. Podría ejemplificar lo relatado con dos situaciones cotidianamente puestas de manifiesto en mi experiencia. La primera es que frecuentemente me encuentro con que los peores psicóticos se encuentran en la cabeza de muchos profesionales de la psiquiatría. La segundo es que muchas formaciones psiquiátricas se realizan más desde una huida que desde un ir hacia la adquisición de instrumentos útiles de conocimiento. El dolorimiento emergido en el contacto con pacientes graves e instituciones psiquiátricas inhóspitas genera una situación traumática en este momento de impronta profesional y transforma lo que debiera de ser una formación al servicio de la capacitación para el ejercicio clínico, en una formación reactiva muy frecuentemente fóbica hacia la patología mental grave y no tan grave. Es frecuente, que los lugares más inhóspitos de la institución sean ocupados por los recien llegados, por los terapeutas más noveles, acentuando la situación traumática señalada. No casualmente se da la siguiente relación consistente en “a más formación del profesional, trabajo sobre patología más leve y finalmente termina en supervisión de profesionales” No todo en el hospital psiquiátrico era locura y destrucción, en él y en lugares recónditos y carenciados del lado de los pacientes, encontré que la solidaridad y apoyo mutuo se encontraban también representados. Este fenómeno como todos es igualmente observable en el contexto social más amplio donde a veces la solidaridad se encuentra más del lado de los contextos más humildes. La contribución fundamental que obtuve de mi experiencia manicomial fue un entendimiento claro y preciso de “qué no hacer”, “el qué hacer” es el camino en el que sigo comprometido. INSTITUCIÓN COMUNITARIA Finalmente me referiré a la experiencia obtenida en los 13 primeros años de vida del “AREA EXPERIMENTAL URIBE KOSTA - SALUD MENTAL”, hoy integrado en el Servicio Vasco de Salud Mental Uribe”. En mi búsqueda de un modelo más abarcativo de salud mental, oposite a una plaza como responsable del servicio de adultos de este centro comunitario, con el que se pretendía encontrar el modelo de asistencia psiquiátrica extrahospitalaria. El horror hacia las instituciones de estructuras totales, cerradas y autísticas, haría que un servicio comunitario y un primer intento de sectorización pudiera sonarme como algo maravilloso. En los primeros años desarrollamos un número importante de programas comunitarios, con otras instituciones, asilos, geriátricos, madres de afectados por la droga, colegios, atención primaria, deficientes psíquicos, ayuntamientos, etc. El servicio en este tiempo me aparecía como un fino radar captador de los efectos de los diversos acontecimientos sociales. Nuevamente la idea de contexto, la atención a un terrorista, a una víctima del terrorismo, a un parado y a un empresario, etc. La idea de totalidad, los desajustes sociales generando contexto persecutorios, que a su vez influyen en una pérdida de confianza en los mismos repercutiendo en la demanda. De aquí extraje el convencimiento de que el mejor aliado de los servicios psiquiátricos es un “contexto justo y humanamente evolucionado”, al igual que la idea de globalidad. Pudimos adquirir una gran experiencia con las familias de nuestros pacientes y tanto en tratamiento individual, familiar, como en contextos multifamiliares. Nuevamente la dinámica loca la pudimos encontrar en la propia estructura familiar y localizarla igualmente en la estructura social más amplia, comprobando de esta manera que las estructura manicomiales no acaban en los límites de los muros de la institución, sino que continúan en la cultura que condiciona la cabeza y el pensamiento de las personas. El acceso a otras instituciones de características semejantes a los manicomios con otro tipo de población atendida (geriátricos, residencias, cárceles), me posibilitó encontrar los mismos fenómenos anteriormente mencionados del manicomio. Después de todas estas observaciones realizadas en la “vida cotidiana” que es a mi modo de ver el lugar donde se ven más nítida y espontáneamente los acontecimientos, evitando los fenómenos de resistencia inherentes a nuestros encuadres, ya no faltaba más que la comprobación en el laboratorio de la repetición o no de este tipo de fenómenos, por lo que a continuación pasaré a realizar una descripción y reflexión en torno a mi experiencia en el contexto de grupos grandes. C) EL CAMINO RECORRIDO Las experiencias de grupo grande que he realizado en estos años provienen de dos tipos de contextos: 1. Los grupos grandes en contextos pedagógicos. 2. Los grupos grandes en contextos terapéuticos. Experiencias tenidas en el contexto de nuestro Hospital de Día y que son los Grupos multifamiliares que realizamos con los pacientes graves y sus familias una vez por semana durante hora y media. Comencé en ambas experiencias casi al mismo tiempo, hará ya unos 13 años, por lo que las describiré consecutivamente para finalizar con algunos comentarios. C.1.- Los grupos grandes en el contexto de una experiencia pedagógica de grupoanalítica. inspiración Este modelo de formación de postgrado, fue diseñado para trabajadores de salud mental bajo la idea grupal. Como referencia optamos por el modelo grupoanalítico inglés propuesto por Foulkes. El programa formativo lo desarrollamos de dos formas diferentes, una forma en la que el programa se desarrolla semanalmente a lo largo del curso académico y una segunda forma intensiva que tuvimos que desarrollar ante la demanda de profesionales que estando interesados en la participación en nuestro programa, no podían acceder a los mismos dada la distancia geográfica a la que se encontraban. En ambos programas existe una parte teórica desarrollada en forma de seminarios, una parte teórico-práctica consistentes en grupos de reflexión de tarea y una parte de experiencia personal, que consiste en la participación de un grupo pequeño de 7/9 miembros y la participación así mismo en una experiencia de grupos grandes, que se desarrolla de forma diferente en ambos programas. En el programa semanal la experiencia de grupos grandes se realiza al finalizar el curso en forma de experiencia intensiva consistente en 8 grupos grandes durante 4 días, con participantes de ambas experiencias y también de miembros que han participado en nuestros programas formativos en años anteriores. El número de personas que participan anualmente suele ser del orden de 40/60. En los programas intensivos realizados a lo largo de tres días y con una frecuencia de una vez al mes, totalizando un número de 8 fines de semana durante el curso académico, los grupos grandes se incluyen a lo largo del fin de semana, en un número de 2, uno en la última hora del sábado y otro con el que se cierra cada experiencia. Los grupos grandes de ambas experiencias tienen una multiplicidad de características comunes, aunque señalaré más adelante algunas de las peculiaridades específicas provenientes del tipo de encuadre. En la actualidad este tipo de experiencias pedagógicas intensivas donde incluimos los grupos grandes, las hemos desarrollado como experiencias más puntuales en Madrid, Sevilla, Canarias y últimamente de forma más continuada en Ginebra. Cuatro palabras acerca del encuadre de estos grupos grandes: 1. Duración 1 1/2 horas. 2. Miembros cara a cara, en asientos individuales dispuestos en circulo o círculos concéntricos. 3. Libre discusión o conversación flotante. 4. Situación aprogramática 5. Conductor o conductores no directivos. 6.Participación voluntaria, sin que la exclusivamente como una resistencia. ausencia pueda ser interpretada Los objetivos que se perseguían en los primeros grupos grandes a los que asistí, si los había no me supieron transmitir más allá de un ambiguo objetivo de investigación de los fenómenos de Grupo Grande. Por mi parte, mi objetivo además del reto y curiosidad de la propia experiencia, creía y no sin razón, que mi entrenamiento consistía en aprender a soportar, en contextos contenedores y fiables, importantes niveles de angustia provocando situaciones parecidas a las que uno va a encontrarse en la práctica institucional para poder realizar una introspección personal y grupal de los mismos. En mí existía siempre la esperanza de que fuese un lugar que me ayudara en el entendimiento de los contextos más amplios, institucionales y suprainstitucionales. De esta manera y sin más objetivo manifiesto que el de investigar los fenómenos de este tipo de grupos, me impliqué como participante en los primeros grupos grandes. C.2 Evolución de los grupos grandes. Los grupos grandes a los que me referiré a continuación, son los realizados de forma intensiva una vez al año con participantes de diversas experiencias actuales y de años anteriores. Actualmente son muy diferentes a los de los primeros tiempos, cabría distinguir tres momentos o etapas diferentes: a) Los grupos grandes de los primeros años. Lo que caracterizaba a los grupos de los primeros años era "que se desenvolvían en un ambiente francamente persecutorio", con las peculiaridades propias de esta situación, como son: Frecuentes y prolongados silencios . Sensación de pequeñez y de dilución de los límites individuales y grupales de sus componentes. Fuertes sentimientos de impotencia. Imposibilidad para pensar, con vivencias despersonalizadoras. Fuerte sensación de peligro que se transforma en solicitudes desesperadas y compulsivas. Rigidez en los planteamientos, con pocos contenidos verbales, en los que prevalece la confusión y los malentendidos entre sus miembros y que redunda en una mayor sensación de peligro. Las situaciones antitéticas son frecuentes y es que los pocos esquemas conceptuales que uno tiene necesita defenderlos como valiosísimos tesoros que nos preservan de la precaria identidad en la que nos encontramos, rememorando así la adolescencia. La comunicación en los silencios es prevalentemente visceral resonando con intensidad las tripas, que son perfectamente audibles en la inmensa mayoría de los participantes. La inquietud, las tensiones musculares, los dolores de cabeza, la sudoración o el frío, carraspeos, toses francas, etc., situaciones que desaparecen en cuanto los contenidos verbales pueden ser reinstaurados generándose un diálogo. Distorsión de las percepciones: *Auditiva, la dificultad en la audición, con una sensación de lejanía. *Temporal, apareciendo el tiempo extremadamente enlentecido. * Espacial, el espacio grupal aparece como enorme. Hablar por hablar, es en sí mismo importante. En muchos momentos las personas se incluyen desde palabras aparentemente sin sentido, pero que tienen una enorme importancia de inclusión en el grupo, dado que implica vencer la enorme resistencia a la inclusión verbal. Los escasos contenidos verbales siempre haciendo referencia a situaciones metafóricas persecutorias, la conspiración del silencio (los caballeros de la tabla redonda, el ruedo y los toros). Ante la dificultad de un funcionamiento armónico del grupo y de incorporar creativamente la multiplicidad de particularidades diferentes de los participantes, existe la continua tendencia a la instauración de subgrupos que disocian el grupo grande imposibilitando su desarrollo. Subgrupos cuyas características fundamentales son las de las sectas, tendentes al fraccionamiento y destrucción del grupo grande (algunas excisiones dentro de las diferentes escuelas podrían rememorar esta situación). La única conclusión de estos primeros grupos era la conciencia de haber pasado por una situación de peligro, con un sentimiento confuso del para qué de los mismos. Aparecían como un sin sentido, pudiendo ocasionalmente llegar a ser enloquecedores. El grupo grande puede actuar como posibilitador de una psicosis inducida. El riesgo de que algún participante pueda psicotizarse en este tipo de experiencias existe y hay que tenerlo en cuenta, pues es una situación no deseada pero real. Como he señalado, la dilución de las identidades más superficiales, pueden poner de manifiesto la existencia de fallos identificatorios más profundos, que venían siendo compensados por seudoidentidades que al ser diluidas generan un cuadro confusinal. Para ejemplificar lo dicho hablaré de una de mis experiencias. Después de uno de los primeros grupos grandes a los que asistí, me fui a casa y a la 1 ó 2 de la mañana sonó el teléfono, me llamaba una amiga y compañera, que había participado junto con su marido en la experiencia, para solicitar mi ayuda pues su marido se encontraba mal, confuso y angustiado. Me vestí y fui a su casa, que se encontraba cerca de la mía, y al llegar me encontré con ambos en el portal, él descalzo y con el pantalón de pijama nada más, hablando de que en el grupo grande "el de la conspiración del silencio", grupo extremadamente persecutorio, tenía la convicción de que todo lo ocurrido tenía que ver con él, se referían a él, que se encontraba con las tripas al aire y parasitado de una serie de alteraciones visuales, consistente en visiones que no puede precisar en qué consistían, dado el tiempo transcurrido y la angustia del momento. El final de esta experiencia, en lo concerniente a este participante amigo fue de franca utilidad para él, superó la situación con la ayuda de un apoyo personal y neuroléptico y la misma experiencia le ayudó a replantearse su quehacer profesional (dejó el campo clínico y le va bien en otros campos de la investigación y docencia). La situación aguda se resolvió con un tratamiento neuroléptico que requirió ser sostenido durante un cierto tiempo y una psicoterapia individual que duró varios años. Ocasionalmente he tenido que atender en alguna ocasión ya más generalmente a situaciones confusionales menores en intensidad y tiempo. Estos momentos regresivos no son peligrosos en sí, pero un inadecuado abordaje en estos momentos puede ser de gran importancia y transcendencia. Si logramos hacer y transformar esta situación en una regresión operativa (conceptualizada por el Dr. Jorge García Badaracco), esta experiencia puede ser el comienzo de un profundo cambio. En el momento presente creo que aquellos grupos habían estado conducidos por un staff con dificultades internas entre sus miembros y su tipo de intervención era parecida a la propia de grupos pequeños, con escasa participación de los conductores y con intervenciones más interpretativas. Ejemplo: un psicoanalista con experiencia en grupos que conducía klenianamente, sólo intervenía en un grupo grande desde interpretaciones largas y farragosas que nadie éramos capaces de entender, ni participantes ni el resto de conductores. Este tipo de interpretaciones son una ofensa para el grupo que no puede llegar a entender el sentido, generando una situación de mayor confusión y sumiendo a sus componentes en una situación más regresiva, equivalente al conferenciante que introduce una terminología no al alcance de su público, produciendo una sensación de tontez, e hipotecando o alejando el posible sentido, parasitando el aparato psíquico y generando una situación de ofensa e irritación en los componentes y favoreciendo una atmósfera persecutoria e idealizante. De igual manera reacciona un paciente psicótico en pleno momento de angustia ante una interpretación sofisticada. Lo vive como una ofensa enloquecedora ya que ha perdido el instrumento del lenguaje simbólico y aunque fuese adecuada en su contenido, no sería alcanzable para el paciente. El mismo fenómeno se produce en el grupo en los momentos en que se encuentra bloqueado el aparato psíquico grupal. b) Los grupos grandes: La inclusión del concepto pedagógico. Hay dos factores fundamentales que me dieron otra visión sobre la conducción de grupos. De un lado la experiencia vivida en Barcelona en un intensivo de grupo grande, organizado por Grupo-Analisis (Barcelona), y conducido por el profesor Patrick de Maré, donde entendí que el conductor debía de ser más activo, que explicaciones más pedagógicas devolvían el sentido y reconstruían un aparato psíquico grupal y que el objetivo era, tal como yo lo interpreté, más que tener la vivencia de una situación fuertemente regresiva, el lograr hacer un grupo pensante compuesto por personas o contextos al servicio de los diferentes momentos evolutivos de las personas, que eviten el fenómeno "de despersonalización" tan frecuente en el seno de los mismos, convirtiéndolos en personajes o números. De otro lado, la propia experiencia acumulada, tanto por algunos de los miembros de estos grupos como por mi parte. Como conductor podía ya sentarme con comodidad y confianza en mí y en el propio grupo (pese a lo cual nunca me he olvidado de pasar por el servicio minutos antes de cada grupo). Los ambientes de estos grupos en general fueron menos crispados. La inclusión de explicaciones sobre la realidad, que rompan con un clima emocional persecutorio, devolviendo el sentido perdido a la experiencia. Por ejemplo en momentos en los que los miembros del grupo se encuentran empequeñecidos y perdidos, hacerles entender que esta situación es un efecto del propio grupo; en asociaciones de pequeñez e impotencia podría sugerirles que el grupo grande está contraindicado en niños y que las personas que constituyen este grupo son todos profesionales adultos. (Situación anteriormente relatada al hilo de las explicaciones de las instituciones). La menor distancia del conductor y su participación más activa, fueron rompiendo con el clima persecutorio y las situaciones fuertemente regresivas. La evolución de la comunicación fue de lo visceral inicial, a lo verbal. A estos primeros contenidos verbales se sucedieron un largo período de "un lenguaje metafórico", que entendí se trataba de un lenguaje más cercano a lo imaginario, pero ya con componentes simbólicos por la alusión continua a imágenes: " El trencito", "El mural", "El circo", "La ballena", etc,. Evidentemente y como consecuencia de lo anterior, el clima emocional se distendió mucho en relación a los primeros tiempos, aumentó el número de participantes intervinientes, disminuyó las distorsiones de las percepciones (tiempo, espacio, etc), disminuyó la amenaza a la identidad individual y los riesgos de despersonalización. c) Los grupos grandes actuales. Con los años se han ido estableciendo mayores niveles de fiabilidad y confortabilidad de estos grupos, así como formando una matriz grupal que se ha ido enriqueciendo de la experiencia de años y años de trabajo. Los grupos grandes se han ido transformando de grandes y fríos a pequeños y cálidos, con una potencialidad creativa directamente proporcional a la destructividad pasada. Cuando los conflictos propios de la vida grupal en lugar de encontrar una vía de metabolización e incorporación en forma de conocimiento, son evitados, reprimidos, negados y actuados, generando malentendidos, efecto de su imposibilidad de incorporación creativa, quedan como elementos escindidos sostenidos por subgrupos con dinámicas similares a las sectarias, tal y como lo he señalado anteriormente. C.4 Los grupos grandes en el contexto de experiencias intensivas. Las experiencias intensivas que hacemos en contextos pedagógico-terapéuticos para profesionales de Salud Mental, finalizan con dos Grupos Grandes que integran a todos los componentes y miembros de staff, generalmente se realizan con un solo conductor. La participación en una experiencia intensiva donde se suceden en corto tiempo un número significativo de grupos experienciales pequeños, de reflexión de tarea y de seminarios teóricos, genera un contexto global dinámico donde los participantes se encuentran fuertemente movilizados emocionalmente. El grupo grande en estas condiciones tiene la especificidad o diferencia, de los grupos anteriormente expuestos, de constituir un contexto multifamiliar, ya que se encuentra constituido por los miembros que a su vez pertenecen a los diferentes grupos pequeños, observándose cómo la dilución de la identidad individual conlleva a la búsqueda de los compañeros de los grupos pequeños, que en este caso rememoraría el grupo familiar. Igualmente este contexto genera nuevos problemas para los participantes, ya que los límites no son individuales solamente, sino que frecuentemente los contenidos pertenecientes al grupo pequeño pueden ser incluidos en el grande generando fuertes sentimientos de traición al grupo pequeño. En mi experiencia conflictos, en los que los grupos pequeños pueden haber quedado atrapados, son implicados en el grupo grande, no como una acusación y crítica del grupo pequeño (que también puede darse en situaciones de expresión de acting de aspectos agresivos), sino como una nueva oportunidad de resolución de dichos conflictos. De esta manera el grupo grande, equivalente a la totalización de la institución, aparece como un contexto protector del buen desarrollo de la experiencia de los grupos pequeños. Habitualmente los contenidos más íntimos del grupo pequeño son contenidos y evitados por la discreción del propio conductor, quién es en su función cuidador y respetuoso de los límites. Aunque con el tiempo, aún en grupos grandes, caven momentos de gran intimidad, con contenidos personales no altisonantes, aunque este tipo de contenidos más íntimos los he podido encontrar mas nítidamente representados en alguna experiencia de grupo de mediano tamaño (20/25 miembros). En los seminarios intensivos y dada la importante movilización emocional de la experiencia surgida de los diferentes espacios, hace que de estos dos grupos, el primero actúe a modo de cámara de descompresión de toda la experiencia, comenzando este tipo de grupos por los conflictos estructurales y organizativos (una mala información de secretaría, una mala coordinación de staff, un problema con lo económico, con la comida, con el espacio, etc.). Si los temas más organizativos y estructurales se encuentran suficientemente aclarados y el grupo en la coherencia organizativa encuentra un continente suficiente, continuará implicándose más y más en la profundización y exploración de sus propios conflictos. Cualquier inadecuación tendrá su expresión en el grupo grande, es por esto por lo que en el futuro tendremos enormes dificultades en el desarrollo de los modelos grupales dentro de las instituciones públicas y grupos sociales, dado que recuestionan la coherencia de las mismas. Los grupos grandes son especialmente idóneos para el abordaje y resolución de situaciones confusionales surgidas de la intensa movilización producidas en este tipo de experiencias. Así mismo son capaces de hacer surgir los aspectos más auténticos de las personas y consecuentemente cuestionan los aspectos más engañosos y falsos sostenidos por las seudoidentificaciones. A continuación relataré algunos ejemplos al respecto: En el primer grupo de una experiencia intensiva con equipos de toxicomanías (en las que por cierto y a modo de curiosidad los denominados Heavy-metal, dada la dureza de los mismos, pues se reproduce la misma problemática en la experiencia, que la de su población tratante, cual si se tratase de grupos de toxicómanos incapaces de tolerar la mínima frustración, ambientes de absoluta desconfianza paranoide, un funcionamiento en el todo o nada). Como iba diciendo, a los cinco minutos del comienzo del grupo grande, una participante se levantó del asiento y comenzó a solicitar una dosis, afirmando que era toxicómana y tenía un síndrome de abstinencia, por lo cuál necesitaba una dosis urgente. La situación pudo ser contenida y resuelta favorablemente en el mismo grupo, me levanté, la cogí del brazo, le pregunté si quería quedarse o salir. El contacto la tranquilizó, optó por quedarse, la senté a mi lado y la mantuve cogida de la mano y seguí trabajando con el resto del grupo lo que estaba suponiendo esta situación, tomando un papel más activo y directivo en el sentido de evitar falsas salidas maniacas, negadas o extremadamente persecutorias, a la par que tranquilizadoras, no rehuyendo el conflicto, situación que confirmaría el riesgo. Los conflictos tienen que ser encarados, el no verlos o posponerlos demasiado nunca supone una solución, sino mas bien una hipoteca y un riesgo futuro. Al poco tiempo, hizo mención de soltar mi mano, lo que entendí como una reestructuración de los límites internos y externos, por lo que le solté la mano, continuando y finalizando el grupo más tranquila y orientada. En el segundo grupo realizado a la mañana siguiente élla pudo hablar de lo ocurrido y de una serie de situaciones personales, adicionales y organizativas que la habían desbordado. Pese a todo, creo que el grupo grande posibilitó el poner de manifiesto el juego de identidades profundos que pueden moverse en torno a la tarea tanto individual, como a la tarea representada en el colectivo del paciente, que actúa a modo de agresor con el que hay que identificarse para sobrevivir psicológicamente "Identificación con el agresor”, en un intento de sobrevivir a tal amenaza. Equivalente a las técnicas miméticas de los animales, para poder eludir el peligro pasando desapercibido en el entorno psicológico del grupo. En otra experiencia intensiva compuesta por cuatro seminarios, con trabajadores de Salud Mental, se me planteó la siguiente situación antes del primer grupo grande: En la primera reunión de staff después de la segunda experiencia intensiva, una persona de staff notificó que después de finalizada la experiencia de fin de semana, una participante había llamado a una de las personas de staff para transmitirle con una cierta confusión "que había recibido una llamada telefónica la tarde de finalizar la experiencia y que alguien, creo que no podía concretar quien, le acusaba de ser ella la culpable de que el grupo grande no hubiese funcionado todo lo fluido y adecuado que correspondía". Comenzó la experiencia, la persona se incorporó a su grupo pequeño, incluyó este hecho, que desbordó al grupo pequeño. En la reunión de staff, el conductor notificó que en el grupo grande primeramente había una persona confusa, pero posteriormente todo el grupo había quedado en una situación confusa, por lo que supimos que era una tarea pendiente para el grupo grande. Todos los conflictos manifiestos, pendientes de metabolización, aparecerán como primera tarea en el mismo, quizá haciendo alusión a los grados de fiabilidad y confianza con que pueden ser esperados. Evidentemente, el grupo comenzó por la situación emergente y la chica "refirió la culpa que sintió cuando telefónicamente le dijeron que ella era la responsable de lo que había ocurrido en el grupo grande". Utilizando un lenguaje metafórico le contesté lo siguiente: "No me preocupa el hecho de si recibiste o no una llamada telefónica de alguien, sino que te quedases perpleja y culpable con ella”. Vamos a imaginar por un momento que alguien te hubiese llamado telefónicamente esa tarde y te hubiese propuesto coger con tus brazos una bola de acero de 30 toneladas y que jugaras con ella lanzándola al aire como si fuese un globo, ¿qué hubieses pensado?, Evidentemente, qué tu interlocutor te realizaba una propuesta loca y no le hubieses dado más trascendencia, por tanto, “se ve que te encontrabas en una situación de confusión propia de la experiencia intensiva y del grupo en particular, que funde y confunde tu potencialidad en este grupo”. Llegado a este punto, sí me gustaría aclarar a todos los componentes del grupo grande: “que si en algún momento, como conductor del grupo, me sintieseis como en la posición de saberlo todo, de ser el único responsable grupal, que sepais que no es fruto de mi realidad sino que necesito que se me eche una mano, pues me encontraré sumido en una situación confusional parecida a la planteada en este momento". La intervención fue tranquilizadora y el grupo continuó haciendo alusión a las dificultades. Una vez mas el grupo grande se muestra como un lugar idóneo para el abordaje y resolución de situaciones confusionales, dependiente no sólo de la macroestructura del propio grupo, sino que además incluye la estructura interna del individuo, quién en general puede acceder a una experiencia inédita y correctora de gran trascendencia. Una vez resuelta la situación confusional y restaurada su capacidad de pensar, al igual que el resto del grupo pudo seguir en su proceso de desidealización. El contacto con los aspectos mas indiscriminados de uno mismo, que frecuentemente confundimos con locura, una vez abordado y resuelto permite tenerlos encuentra como acontecimientos mas frecuentes y naturales en todos nosotros desidealizando la locura. Es frecuente que el grupo grande sea un contexto de comienzo más fiable y adecuado que el grupo pequeño en personas cuyo proceso de individuación se encuentra todavía fuertemente comprometido, encontrándose en los grupos pequeños como en un grupo familiar internalizado persecutorio e invasivo, en el que se recrean fuertes ambivalencias y dependencias infantiles. Toda la problemática del mundo interno se movilizará y pondrá de manifiesto en la transferencia, al ser incluidos en el contexto de grupos pequeños, imposibilitando una mínima distancia necesaria para el insight. Distancia que es recobrada en el grupo grande cuando se encuentra en una situación emocional mucho más cercana al resto de participantes y compartiendo una situación emocional sin un sentimiento tan asfixiante e imposibilitador como el surgido en el grupo pequeño. Fenómeno similar nos encontramos en el trabajo con grupos multifamiliares, donde conflictos primitivos familiares pueden encontrar su expresión y entendimiento en el contexto multifamiliar más que en el grupo familiar íntimo. La explicación que he encontrado para esta situación aparentemente paradójica, es que el grupo grande generando en los participantes una situación de pequeñez e indefensión, acorta la diferencia entre sus miembros, por lo que personas con sentimientos profundos de inferioridad y dependencia en grupos más pequeños pueden sentirse en situaciones de una mayor igualdad, como integrantes y participantes de un grupo grande. SOBRE LOS CONDUCTORES Si un grupo es conducido por varios conductores deberá ser la coherencia el principio fundamental con el que deben de trabajar en el grupo, pues cualquier divergencia en staff, tendrá repercusión dividiendo al grupo. Aclarar que la coherencia no implica el entender de la misma manera los fenómenos, sino aceptar las diferencias en staff e incorporarlas de una manera creativa, como aportaciones parciales a un sentido más global. Como ejemplo, nos incluimos en un grupo grande compuesto por los miembros de los grupos pequeños y también sus conductores, previamente en el staff existían divergencias en el entendimiento de muchos de los fenómenos que no pudieron ser resueltas, por lo que tuvimos su reflejo en el grupo grande que rápidamente se excindió reproduciéndose un contexto compuesto por grupos pequeños cada cuál con una fidelidad a su conductor, rememorando metafóricamente en las intervenciones de los participantes a las diversas familias de mafiosos. Cuando el staff no está suficientemente armónico, es preferible un conductor como referente fundamental. Dos conductores acostumbrados a trabajar juntos puede ser, a mi modo de ver, la situación más deseable. Aunque el referente del grupo tiende a ponerse en el conductor de mayor experiencia y por tanto con una confianza básica más desarrollada. Ni que decir tiene que los curriculums administrativos son insuficientes en este tipo de experiencias. Las intervenciones del conductor o conductores deberán ser no muy elaboradas, con una terminología sencilla , llana, directa y espontánea. El conductor debe de evitar el querer engañar, renunciar a tener razón, estar dispuesto a aceptar los errores y pedir disculpas si es necesario. No hay conductor grande en el grupo grande, el sentimiento de profunda indefensión no es patognomónico de los miembros del grupo, sino que abarca al conductor, el cuál sino se encuentra familiarizado con este tipo de sentimientos, puede sorprenderse en actuaciones megalomaniacas con las que se protegerá de las situaciones de indefensión y las potentes proyecciones de culpa o grandeza, en función del momento emocional del grupo. En definitiva, la experiencia acumulada a lo largo del tiempo y una forma de conducir el grupo grande más activa, espontánea y sincera, donde el conductor se incluye como persona y está dispuesto a reconocer sus equivocaciones como parte de la tarea, la evitación de señalamientos cerrados que pueden suponer una amenaza para algún participante y la continua dilución tanto de los aspectos amorosos y persecutorios proyectados en él por el propio grupo, es la consecuencia de largos años de experiencia y de reflexión de este tipo de grupos. El conductor tiene que tener una actitud de firmeza en la confrontación y el abordaje de los conflictos y meticulosidad en el mantenimiento de los límites, tanto administrativos (encuadre), como en la evitación de contenidos íntimos individuales o familiares, inadecuados al momento grupal. Límites que pasan ocasionalmente por el contacto físico, si es necesario, en un momento confusional de uno de los miembros del grupo, haciendo en este caso el conductor de continente emocional de la persona confusa, para en un segundo momento generar este continente en el propio grupo. Junto a esta actitud de firmeza debe coexistir armónicamente una actitud de flexibilidad que posibilite una cultura en la que sea primeramente el conductor con su actitud, capaz de adaptarse a las necesidades de los componentes del grupo en sus diversos momentos, culturas, generando en un segundo momento una cultura de tolerancia grupal, posibilitando por tanto un grupo al servicio de las personas capaces de implicar sus diferencias y no las personas al servicio del grupo. CONCLUSIONES Aceptando como cierto que el grupo grande puede poner de manifiesto situaciones de precariedad en nosotros, profesionales de Salud Mental. No es menos cierto que dichas precariedades se expresarán como consecuencia de la tarea, en los momentos regresivos institucionales o como consecuencia de acontecimientos traumáticos vitales. El grupo grande posibilita la conciencia, entendimiento y elaboración de estas situaciones convirtiéndose por tanto en una forma preventiva para los trabajadores que realizan su tarea en Instituciones. Es importante el conocimiento técnico de los instrumentos que utilizamos en nuestros laboratorios, aunque la adquisición de dicho conocimiento implique una fase experimental previa, que es en la que nos encontramos en el desarrollo de los grupos grandes y sus aplicaciones, tanto el el ámbito asistencial como pedagógico (ya hay una realidad en la práctica clínica, los grupos multifamiliares). Personalmente me ayuda a pensar en los diferentes encuadres el considerarlos como instrumentos ópticos en los que no es lo mismo un microscopio, que un catalejo, que un telescopio, los tres son instrumentos ópticos de gran eficacia en sus respectivas aplicaciones, pero igualmente inútiles en una aplicación inadecuada. Parecido se me asemeja la terapia individual que enfoca el mundo interno del individuo, el grupo pequeño que pone de manifiesto además de el mundo interno las cuestiones relacionadas con el parentesco familiar y el grupo grande que incluyendo a ambos añade un sentido más abarcativo que el del contexto sociocultural. En la medida en que el instrumento es más abarcativo contiene y se apoya en la realidad anterior, que pasa a ser el equivalente a un sentido parcial, en la nueva realidad más abarcativa y diferente, cerrando de esta manera un proceso dinámico en continua transformación posibilitador de la evolución humana. La fe en nuestros tratamiento proviene de nuestros procesos propios. Dado lo patognomónico de nuestro trabajo, con el sufrimiento humano y en instituciones frecuentemente inhóspita, que tienden a hacer aflorar nuestros aspectos más evolucionados y los menos, el grupo grande supone una oportunidad para la revisión de los aspectos más primitivos. Hay un sólo clima posibilitador de crecimiento y está caracterizado por la confianza y fiabilidad. Un clima donde es posible el encuentro, la experiencia inédita y la experiencia correctora, el sentir y el consentir, donde la equivocación es fuente de aprendizaje. Los componentes grupales aparecen con lo más creativo de sí mismo y miran con benevolencia sus dificultades y las de los demás, entendiendo que son simplemente conexiones con la naturaleza imperfecta del ser humano, generando solo identificaciones y simpatía. El grupo grande es un magnífico ejercicio de tolerancia, al tener que incluir armónica y creativamente tantas diferencias. Se encuentra indicado a su vez en las somatizaciones, dolores de cabeza, tensiones musculares, etc., que desaparecerán con el diálogo. Es un lugar privilegiado para realizar insight social, permitiéndonos caer en la cuenta de que el contexto cultural actual adolece de gran estupidez. A la misma conclusión se llega en el acompañamiento a pacientes murientes, donde nítidamente aparecen los valores primarios (afecto, compañía, cuidado, compromiso, la vida como un valor en sí mismo, el tiempo, lo cotidiano, la ausencia de dolor), trastocándose otros valores secundarios (el dinero, el poder, la belleza, la negación de la indefensión, la negación de la muerte, la insolidaridad, etc) La psicosis es una condición humana no restringida solo al mundo de la patología mental grave. La considero una potencialidad presente en todas las personas en mayor o menor medida, como frecuentemente tengo la oportunidad de comprobar en los comportamientos y actuaciones psicóticas de muchas personas desbordadas por acontecimientos naturales o en las psicosis inducidas en estos grupos grandes de laboratorio. El grupo grande es una magnífica cura de humildad para las personas. En su seno se va estableciendo un principio cultural de las personas que se encuentren en una situación psicológica de mayor precariedad. La permanente atención sobre los silenciosos, las aclaraciones más personalizadas al confuso, los continuos cuestionamientos de las seudoidentificaciones. La calidez y fiabilidad del grupo dependerá fundamentalmente del cuidado de la persona que se encuentre en situación de mayor precariedad. Principios, ambos, fundamentales para la adquisición de la confianza básica necesaria para el crecimiento psicoemocional de los seres humanos. El grupo grande tiene que ir avanzando teniendo en cuenta permanentemente a las personas con más dificultades, se tiene que incluir la cultura del cuidado a los silenciosos; hay personas en situaciones de silencio participativo que tienen que ser respetadas, no es a estas personas a las que me refiero, sino que es a algún miembro que, ahogado por la propia experiencia, ni siquiera puede pedir ayuda, por lo que hay que detectarlo a través del lenguaje corporal e incluirlo si se sospecha de alguien, invitándole a participar. El grupo grande tendrá que vencer una multiplicidad de resistencias de todo tipo, dado que recuestiona identidades colectivas que se encuentran profundamente instaladas en las personas individuales, identidades que cuestionadas pueden generar el pánico de diluciones importantes que conecten con angustias de destrucción, vacío y muerte insoportables, siendo capaces de reaccionar con su propia vida física (terrorismo, xenofobia, guerras religiosas, etc. etc.). El poder participar e intervenir en un grupo grande, el ser escuchado por el mismo, es una experiencia inédita al servicio del crecimiento de sus participantes. En el grupo grande, más que en cualquier espacio terapéutico, hay que evitar "el babelismo", hay que avanzar sobre entendidos, insistiendo en las aclaraciones permanentes, los malentendidos acumulados son consecuentes a problemas de comunicación dentro del propio grupo y tienen un potencial destructivo a medio y largo plazo. Los conflictos no abordados con el tiempo crecen, generando nuevos conflictos que hipotecarán un funcionamiento y desarrollo armónico. Tengo que reconocer que entiendo la patología mental como la acumulación de malentendidos, como un tema de nuestra propia estupidez humana. Conviene aclarar que entiendo los procesos terapéuticos como procesos pedagógicos sofisticados y que al igual que existe la creencia de que "la letra con sangre entra" axioma hoy todavía sostenido en muchos de los sistemas pedagógicos, el trabajo clínico, ya desde mis comienzos, me enseñó que “la sangre ya está, hay que transformarla en letra". De esta manera, en vez de poner a personas o grupos en situaciones de carencia y frustración para trabajar el rebosamiento de la angustia generada en el setting, trato de ser respetuoso con las defensas y con todos los contenidos de los pacientes y grupos, priorizando un compromiso emocional y un clima de fiabilidad, donde las defensas no sean necesarias, aceptando el principio confirmado una y otra vez en mi práctica de que "toda persona con problemas psíquicos tienda a su curación si se encuentra en un ambiente adecuado", incluyendo las psicosis y las esquizofrenias y excluyendo el amplio capítulo de las psicosis orgánicas. Igualmente este principio, a mi modo de ver, regiría para todo tipo de relaciones humanas. Se ha sostenido y se sostiene que existe la pulsión de muerte y la de vida. Puedo asegurar que he buscado con detenimiento, la pulsión de muerte y sus efectos y hace tiempo que llegué al convencimiento de que no existe mas que una pulsión fundamental que es "la pulsión de vida", aunque la vida psíquica no sea posible de forma armónica en contextos imposibilitadores de los mismos. Cambiamos el mundo cuando somos capaces de imaginarlo de otra manera, consecuentemente el poder imaginar los grupos grandes y los contextos institucionales y sociales como contextos estructurados y estructurantes, es un prerrequesito necesario para el avance. El ser humano, hoy en día, requiere cada vez más incluir en su aparato psíquico individual contextos más abarcativos. Para finalizar diré que en mi formación personal me han influido, además de un gran número de pacientes, grupos e instituciones, que he atendido a lo largo de más de 20 años de experiencia, el profesor Patrick de Maré y el Dr. Jorge García Badaracco, en lo referente al trabajo en grupos grandes y psicosis, al igual que el profesor J. Guimón con quien he compartido y comparto, en un diálogo creativo, muchas de mis experiencias institucionales.