Domingo XXII del Tiempo Ordinario El que quiera venirse conmigo que se niegue a si mismo (Mt 16,21-27) ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 85,3.5) Piedad de mí, Señor; que a ti te estoy llamando todo el día, porque tú eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. ORACIÓN COLECTA Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. PRIMERA LECTURA (Jr 20,7-9) La palabra del Señor se volvió oprobio para mí Lectura del Libro de Jeremías Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», y proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía. SALMO RESPONSORIAL (Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9) R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R/. Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R/. SEGUNDA LECTURA (Rm 12, 1-2) Presentad vuestros cuerpos como hostia viva Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos Hermanos: Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Ef 1,17-18) R/. Aleluya, aleluya. El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama. R/. Aleluya, aleluya. EVANGELIO (Mt 16,21-27) El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo. Lectura del Santo Evangelio según San Mateo En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.» Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.» ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Esta ofrenda, Señor, nos atraiga siempre tu bendición salvadora, para que se cumpla por tu poder lo que celebramos por estos misterios. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 30,20) Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles. o bien (Mt 5,9-10) Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán, «los hijos de Dios». Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. ORACIÓN DESPUÉS DE COMUNIÓN Saciados con el pan del cielo, te pedimos, Señor, que el amor con que nos alimentas fortalezca nuestros corazones y nos mueva a servirte en nuestros hermanos. Lectio El texto evangélico (Mt 16,21-27), que la Iglesia nos propone para la celebración Eucarística del XXII Domingo se encuentra en el contexto entre la confesión de Pedro y la Transfiguración del Señor y está íntimamente relacionada a ellos; Mateo en este texto nos presenta claramente dos partes: - El anuncio de la pasión y resurrección de Jesús y la decisión de seguir el proyecto del Padre a pesar de la reacción negativa de Pedro 16, 21-23 Jesús presenta los requisitos y consecuencias esenciales para el quien quiera ser su discípulo 16, 24-227 Comenzó Jesús a declarar, una y otra vez a sus discípulos, “Que él tenía que ir a Jerusalén.” Habla de una necesidad divina, de la voluntad de Dios. Jesús debe ir a Jerusalén para ser fiel a la misión recibida del Padre. Ha venido para salvar al mundo, y Jerusalén es esencial a su obra. No ir a Jerusalén pondría en peligro todo lo que había venido a hacer. Pedro quiere que el Mesías tenga éxito. La diferencia es que la visión de Pedro sobre la misión del Mesías está distorsionada, y él está tratando de sobreponer su visión a la de Dios. Los discípulos eran incapaces de entender lo que Jesús estaba diciendo; hasta que vean a Cristo resucitado, la verdad comenzará a irrumpir en su entendimiento. Jesús debe “padecer mucho.” Isaías 53:4-6 introduce la idea del Siervo Sufriente, así que la idea no debe ser completamente ajena a los discípulos; pero parece que sí. V. 21 “Y resucitar al tercer día.” Parece que los discípulos ya no siguen escuchando cuando Jesús predice su resurrección. Todavía están concentrados en las palabras “ser muerto.” “Esto también es completamente comprensible. No fue nada fácil para los apóstoles aceptar que Jesús no era como se lo imaginaban. Tampoco fue nada fácil para Jesús recorrer su camino hacia la cruz. En el anuncio de su pasión, su muerte y su gloriosa resurrección, uno de los aspectos que los hombres no entendemos y que diferimos de los caminos y planes de Dios, es que todo lo queremos hacer a nuestro modo, logrando con ello evitar acontecimientos y situaciones que nos son desagradables, evitamos el dolor, el sufrimiento, los padecimientos y no queremos tomar nuestra cruz como Jesús nos pide. En cambio Cristo es figura del profeta perseguido Mt. 16,14. Para destruir el poder del mal no hay otro camino que el sacrificio de sí mismo. El amor de Pedro hacia Cristo es como el nuestro que nos dejamos llevar por el impulso humano, muchas veces inconsciente queremos evitar el sufrimiento de las personas que queremos; pero para Cristo no es así, él para salvarnos muere en una cruz, así ha de ser para los verdaderos discípulos. Con Pedro Jesús quiere aclararnos que su camino hacia la resurrección primero tiene que pasar por el sufrimiento y la muerte, Jesús reprende a Pedro que todavía no entiende y no tiene la experiencia que para llegar a gozar de Dios hay que sufrir; con este pasaje Él nos invita que a tener una mentalidad nueva, “a ser criaturas nuevas en Cristo”2 Cor 5,17; pero al reconocer nuestra debilidad repitamos con el salmista “Señor tú me sondeas y me conoces”. Ser discípulo de Jesús: Es seguirle, es caminar con los ojos fijos en El, es encuentro personal con El, para acoger su estilo de vida, su misión e ir asimilando poco a poco sus actitudes y criterios hasta tener los mismos sentimientos de Cristo Fil 2,5. El discipulado en el Nuevo Testamento aparece como respuesta a la llamada de Cristo. “sígueme”, No se llega a ser discípulo, si no, es pasando por el camino de Cristo. El discipulado es moldear la vida entera en la dinámica del seguimiento del que fue camino a la cruz para recibir allí, del Padre la vida resucitada. La cruz no sólo es para ser contemplada sino para hacerla realidad en todas las circunstancias de la vida. De esta manera el discipulado reconoce y asume el destino de su propio Maestro. El discipulado es un camino de vida, una verdadera vida que vale la pena descubrir. Quien sigue a Jesús en la cruz con su muerte y resurrección además de afirmar la autenticidad de su discipulado tiene la garantía de vivir con Jesús en el gozo evangélico de los pobres y las bienaventuranzas de los perseguidos por El, es libre como Cristo para servir y entregar su vida por amor, como lo entendieron y vivieron los santos; al respecto la Madre María Oliva Bonaldo nos dice: “La santidad no es una palabra, es la suma de las bienaventuranzas evangélicas: el Perseguido, el Calumniado, el Humilde, el Afligido, el Hambriento, el Sediento, el Misericordioso el Puro de corazón, el Pacífico, el Humillado el Martirizado, el Crucificado, nuestra Salvación es Él; bienaventurados nosotros si nos esforzamos por completar su divina pasión aunque sea con un mínimo de sufrimiento, aceptando por amor suyo y por la salvación de nuestros hermanos”. La cruz de Jesús significa todo esfuerzo que nos convierte en fieles cumplidores de la voluntad del Padre y que es asumido y realizado por amor. Sin esa perspectiva y sin esa motivación, no puede darse cruz en el sentido expresado por Jesús. Jesús no pide nada a sus discípulos que El no haya cumplido. El Papa Francisco afirma que seguir a Jesús no significa tener más poder, porque su camino es el de la Cruz. “Seguir a Jesús es exactamente esto: por amor, ir con él, detrás de Él: el mismo camino, la misma vía. Y el Espíritu del mundo será el que no tolerará y nos hará sufrir, un sufrimiento como el que pasó Jesús. Pidamos esta gracia: seguir a Jesús por el camino que Él nos enseñó. Esto es bello, porque nunca nos deja solos. ¡Nunca! Siempre está con nosotros. ”. El camino del Señor, “es un camino de ‘abajamiento’, un camino que termina en la Cruz”. He aquí la razón por la cual, “siempre habrá dificultades”. Existirán siempre, “porque Él ha hecho este camino antes” que nosotros. Este texto evangélico de Mateo está muy relacionado con las dos lecturas que nos presenta la liturgia: En la primera Jer 20, 7-9 vemos a Jeremías que por la misión que el Señor le ha confiado carga con la cruz del anuncio de la Palabra profética, que aunque quiera no puede silenciarla, porque es la atracción irresistible del misterio terrible y fascinante a la vez, así es Dios cuando se revela al hombre y lo envía a una misión” me sedujiste y me dejé seducir, gritos, desprecio todo el día”. Jer 20,7. La palabra producía en mí fuego, que aunque intentaba pagarla no podía” 20, 9. El sufrimiento del profeta debía ser inmenso; sentía irresistiblemente que en su vida no podía prescindir de su tarea y, por otra parte, veía ésta como algo no deseable y contrario a su manera de ver las cosas. Es el sentimiento de quien intenta ser fiel a la vocación de Dios, a pesar de que ésta conduce muchas veces a situaciones límite que no agradan a quien ha sido llamado a tal misión. En la segunda lectura Rom 12. 1-2, San Pablo nos pide ofrecernos a nosotros mismos a hacer lo bueno lo que agrada a Dios, lo perfecto, cargar la cruz es entregar la propia vida al Señor en respuesta a su gran amor, esto lo podemos hacer solamente desde Cristo y con Cristo. Apéndice