Domingo XXII del Tiempo Ordinario

Anuncio
Domingo XXII del Tiempo Ordinario
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres
(Mc 7,1-8.14-15.21-23)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 85,3.5)
Piedad de mí, Señor; que a ti te estoy llamando todo el día, porque tú eres bueno y clemente, rico en
misericordia con los que te invocan.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre,
para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo
conserves.
PRIMERA LECTURA (Dt 4,1-2.6-8)
No añadáis a las palabras que yo os hablo… guardad los mandamientos del Señor.
Lectura del libro del Deuteronomio
Moisés habló al pueblo diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando
cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor Dios de vuestros padres os va
a dar. Estos mandatos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando
tengan noticia de todos ellos, dirán: “Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.” Y, en
efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de
nosotros siempre que lo invocamos? Y, ¡Cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan
justos como toda esta Ley que hoy os doy?»
SALMO RESPONSORIAL (Sal 14)
R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente
y practica la justicia
el que tiene intenciones legales
y nos calumnia con su lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no retracta lo que juró
aún en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
el que así obra nunca fallará. R/.
SEGUNDA LECTURA (Sant 1,17-18.21b-22.27)
Llevad la palabra a la práctica
Lectura de la carta del apóstol Santiago
Mis queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el
cual no hay fases ni periodos de sombra. Por propia iniciativa, con la Palabra de la verdad, nos engendró,
para que seamos como la primicia de sus creaturas. Aceptad dócilmente la Palabra que ha sido planteada
y es capaz de salvarnos. Llevadla a la práctica y nos os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros
mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus
tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Sant 1,17-18)
R/. Aleluya, aleluya
El Padre por propia iniciativa, nos engendró con la Palabra de la verdad, para que seamos como las
primicias de sus criaturas.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Mc 7,1-8.14-15.21-23)
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres
Lectura del Santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que
algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos). (Los fariseos, como los
demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus
mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de
lavar vasos, jarras y ollas). Según eso, los fariseos y letrados preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus
discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?» Él les contestó:
“Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son
preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los
hombres». En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que
entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos,
homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo,
frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Esta ofrenda, Señor, nos atraiga siempre tu bendición salvadora, para que se cumpla por tu poder lo que
celebramos en estos misterios.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 30,20
Que bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles.
O bien (Mt 5,9-10)
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”. Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
ANTÍFONA DESPUÉS DE COMUNIÓN
Saciados con el pan del cielo, te pedimos, Señor, que el amor con que nos alimentas fortalezca nuestros
corazones y nos mueva a servirte en nuestros hermanos.
Lectio
Este Domingo se vuelve a la lectura del Evangelio de Marcos, y en él se llega al pasaje donde Jesús
critica la perversión de la Ley de Moisés hecha por los intérpretes posteriores y los fariseos. La antigua
ley era justa y sabia en grado superior a la de los demás pueblos. Y Jesús la respetaba, pero criticaba la
hipocresía de un cumplimiento externo, sin atender a la pureza que nace del corazón.
El evangelio de hoy trata de la pureza del corazón. Podemos sintetizarlo así: el hombre “puro” es él que
tiene el corazón puro, y tiene el corazón puro quien sigue la voluntad de Dios revelada en la Biblia,
voluntad que centra todas las decisiones del hombre en la motivación fundamental del amor. Mejor
dicho, lo que hay que purificar es el amor. En el texto, Jesús establece dos principios fundamentales, la
prioridad de la palabra y la centralidad del corazón, e invita a analizarlos a partir de casos concretos. Por
medio de estos dos principios Jesús nos enseña el “hacer” que Dios espera de nosotros como hombres
nuevos. Así la relación con Dios no se convierte en un puro acto formalísimo y mágico, sino existencial
y estructurado en el compromiso cotidiano. ¡Qué bella lección de moral bíblica!
¿Qué dice el texto?
El pasaje de hoy que nos relata el Evangelista san Marcos, viene precedido por una discusión de un
grupo de Fariseos y de Escribas escandalizados con el comportamiento extraño de los discípulos de
Jesús; por las palabras fuertes que Jesús dirige a los Fariseos y Escribas que lo interpelaron y por la
invitación que hace Jesús a poner la atención en el “corazón” del hombre como fuente de contaminación.
He aquí que podemos distinguir en el texto tres partes:
1- Esta primera parte nos la relata los versículos 1-5, explícitamente el (v, 5) “¿Por qué tus discípulos no
viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?”. La tradición de
los antepasados comprendía estos preceptos y prácticas que los rabinos habían añadido a la Ley de
Moisés. Entonces los fariseos aferrados a esta tradición es que se sorprenden que los discípulos no lo
hagan. Esto nos muestra que los discípulos no eran personas “religiosa”, no eran apegados a la tradición.
De eso nos da evidencia también el apóstol Pablo cuando le dice a Pedro en la carta a los Gálatas. “si tú,
siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? (Gal
2,14). Esto quiere decir que Pedro no seguía las costumbres y tradiciones judías, que algunos querían
imponer.
2-Jesús interpela: “porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (v.
8) lo dice porque los fariseos le estaban dando más énfasis a las “añadiduras” que a lo que dice la
Escritura.
3-“oídme todos y entended”. (v.14) Aquí Jesús nos enseña y nos muestra que esta tradición del
lavamiento de manos es superstición; es decir que todo lo que entra en la boca no te hace perverso sino
que la maldad sale del corazón, y eso es lo que nos contamina espiritualmente. Ese es el principio que
está ensañando y que los discípulos también les costó entender.Jesús dice, pues en este capítulo que…
“de dentro, del corazón del hombre proceden los malos pensamientos: las fornicaciones, robos
homicidios, adulterios, engaños insensatez, etc. Todas esas malas cosas salen de dentro y hacen impuro
al hombre”
¿Qué me dice el texto?
Ahora preguntémosle una vez más a Jesús que nos diga con su palabra reveladora que hay en nuestro
corazón que nos impide realmente formar comunidad, vencer las dificultades comunitarias que surgen y
que poco a poco nos alejan de Dios y de nuestros propios hermanos. De esa manera podemos ver que de
todo esto surge una doctrina sobre la negatividad del hombre, y la pregunta que hoy deberíamos hacernos
es: ¿por qué, Señor, no somos capaces de amar verdaderamente al prójimo?
Puesto que la cuestión de la “pureza” o “impureza” puede sonarnos como algo superado hoy. Nosotros
no tenemos nada en común con las prescripciones judías sobre la pureza. Los buenos modales, la higiene
requerida en la mesa y el tipo de alimentos que comamos, para nosotros no tienen ninguna relación con
la espiritualidad, con la relación con Dios. Sin embargo, en el pasaje que estamos leyendo hay un aviso
espiritual tan importancia.
El problema ya no es ¿Qué es lo que nos hace puros o impuros?, sino ¿Con base en qué criterio debemos
valorar nuestro comportamiento con el prójimo? y ¿Qué es lo que tiene un peso determinante para
nuestra relación con Dios? Jesús nos pide que examinemos con un profundo sentido crítico las normas
que determinan nuestro comportamiento. Todo nuestro actuar debe estar orientado totalmente hacia el
mandamiento del Dios. Algunas prescripciones devotas –y otras menos devotas- quisieran ponerlo a un
lado. Para nosotros los hombres es importante estar en la justa relación con Dios. En esto consiste la
verdadera pureza. El único camino para lograrla consiste en comportarse no según las normas humanas,
sino según la voluntad de Dios. La relación con la familia es el primer termómetro de esto.
¿Qué le respondo al señor que me habla en el texto?
Con base en esta palabra que el Señor nos regala, le damos gracias por cuando Él nos concede cada día, y
le pedimos que nos conceda el don de poder discernir y examinar nuestros pensamientos y nuestros
sentimientos, con el fin de cada día poder superar todas aquellas “añadiduras” que nos separan de la
verdadera palabra de Dios.
Apéndice
Del Catecismo de la Iglesia Católica
El Señor lleva la Ley a su plenitud
581:Jesús fue considerado por los judíos y sus jefes espirituales como un «rabbi». Con frecuencia
argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la Ley. Pero al mismo tiempo, Jesús no podía
menos que chocar con los doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación
entre los suyos, sino que «enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas» (Mt 7, 28-29).
La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en Él se
hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas. Esa palabra no revoca la Ley sino que la
perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: «Habéis oído también que se dijo a
los antepasados… pero yo os digo» (Mt 5, 33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas
«tradiciones humanas» (Mc 7, 8) de los fariseos que «anulan la Palabra de Dios» (Mc 7, 13).
582:Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la
vida cotidiana judía, manifestando su sentido «pedagógico» por medio de una interpretación divina:
«Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede hacerle impuro… —así declaraba puros todos los
alimentos—… Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen las intenciones malas» (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la
interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no recibían su
interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba.
¡Bienaventurados los limpios de corazón!
2518: La sexta bienaventuranza proclama: «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a
Dios» (Mt 5, 8). Los «corazones limpios» designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a
las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad, la castidad o rectitud
sexual, el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe.
2532: La purificación del corazón es imposible sin la oración, la práctica de la castidad y la pureza de
intención y de mirada.
Descargar