Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Anuncio
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos
(Mc 13,24-32)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Jr 29,11.12.14)
Dice el Señor: tengo designios de paz y no de aflicción, me invocaréis y yo os escucharé, os
congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé.
ORACIÓN COLECTA
Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador
de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero.
PRIMERA LECTURA (Dn 12,1-3)
En aquel tiempo se salvará tu pueblo
Lectura del Libro de Daniel
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos
difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu
pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos
para vida perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a
muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
SALMO RESPONSORAL (Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11)
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
Porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.
SEGUNDA LECTURA (Heb 10, 11-14. 18)
Como una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados
Lectura de la carta a los Hebreos
Hermanos: Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los
mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los
pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo
que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha
perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda
por los pecados.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Lc21,36)
R/. Aleluya, aleluya
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para manteneros en pie ante el Hijo del Hombre.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Mc 13,24-32)
Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos
Lectura del santo Evangelio según San Marcos
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su
resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al
Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus
elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo. Aprended lo que os
enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera
está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro
que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no
pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor, que esta ofrenda sea agradable a tus ojos, nos alcance la gracia de sentir con
amor y nos consiga los gozos eternos.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 72,28)
Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio.
o bien (Mc 11,23-24)
Os lo aseguro, cualquier cosa que pidáis en la oración creed que ya lo habéis recibido y lo
obtendréis.
ORACIÓN DESPUÉS DE COMUNIÓN.
Ahora que hemos recibido el don sagrado de tu sacramento, humildemente te pedimos, Señor, que
el memorial de tu Hijo nos mandó celebrar aumente la caridad en todos nosotros.
Lectio
El año litúrgico toca a su fin. En consecuencia, los textos litúrgicos también se vuelven hacia el fin
absoluto de la historia.
No se dan fechas ni detalles precisos. Se emplea un lenguaje apocalíptico, que habla de un futuro
triunfal ante un presente adverso No es un futuro histórico, sino escatológico, definitivo, de
consumación de la historia. Se caracterizará por la “venida del Hijo del hombre”, que implicará la
resurrección final y la salvación definitiva (1ª lectura: Dan 12, 1-3; evangelio: Mc 13, 24-32).
Esa salvación está ya anticipada, en la medida en que nuestros pecados han sido perdonados,
gracias al único sacrificio de Cristo, que se ofreció a sí mismo por nosotros (2ª lectura: Heb 10, 1114.18).
El evangelista que nos ha insistido permanentemente en el “estar” con el Señor, nos coloca frente al
futuro de nuestra comunión con el Maestro Jesús. Ante la incertidumbre de “aquellos días” mientras
dura la historia, la actitud que corresponde es la de vivir en esperanza, cultivando también
asiduamente la intimidad con Dios y la aceptación de su voluntad (aleluya: Lc 21, 36).
Contexto
Nos situamos en el capítulo 13 de Marcos, que es conocido como el del “discurso escatológico” (o
acerca del “fin”). Éste parte del anuncio que Jesús hace de la destrucción del majestuoso templo de
Jerusalén (13,1-2). Los discípulos le preguntan cuándo sucederá esto (13,3-4). Y entonces Jesús
comienza la enseñanza a los cuatro discípulos que llamó el primer día, aunque no debemos perder
de vista que también se dirige a todos (“a todos lo digo”, v.37).
En la enseñanza Jesús va más allá del hecho de la destrucción del templo. Va extendiéndose
gradualmente hasta contemplar globalmente el futuro del mundo y de la historia. De manera
didáctica, su exposición va alternando las referencias –siempre en grandes líneas- sobre lo que el
futuro le traerá a los discípulos y el comportamiento que ellos deben adoptar. A lo largo de su
enseñanza, Jesús tiene siempre en vista a sus discípulos.
Leyendo despacio el capítulo 13, vemos cómo Jesús va exponiendo gradualmente lo que le sucederá
de manera general al mundo (13,1-8), luego –de manera particular- a sus discípulos (13,9-13),
enseguida a Jerusalén (13,14-20) y, finalmente, señala cómo se concluirá la historia del mundo
(13,24-27).
Precisamente la última parte (13,24-27) es la que profundizamos hoy, completada –como es propio
de la didáctica de este evangelio- con el comportamiento que se espera que los discípulos tengan
frente a los hechos señalados (13,28-32).
Estructura del texto
-
Jesús y la culminación de la historia (13,24-27)
La remoción de lo que parece sólido e incontestable (13,24-25)
La última palabra sobre la historia humana y sobre todos los acontecimientos es la venida
del Hijo del hombre en la gloria de Dios (13,26-27)
La paciencia histórica de los discípulos: fuerza de esperanza (13,28-32)
Jesús y la culminación de la historia (13,24-27)
De cara al fin de la historia, Jesús plantea (a) qué es lo relativo e inconsistente dentro de ella (13,2425) y (b) qué es lo que verdaderamente permanece sólido e incontestable (13,26-27). Así, el fin de
la historia del mundo está relacionado con la remoción de todo lo que hasta el momento ha estado
fijo y con la venida del Hijo del hombre.
La remoción de lo que parece sólido e incontestable (13,24-25)
Jesús dice: “las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas”. Lo que la cosmología hebrea
llama “firmamento”, la cúpula celestial que el creador ha “martillado” con sus propias manos y
sobre el cual estableció un orden incontestable que ha regido la historia del hombre, se da un
cambio radical.
Todo lo que parecía fijo, llega a su fin: el sol y la luna, además de dar luz (de día y de noche,
respectivamente), hacen posible la medida del tiempo gracias a su curso regular; las estrellas,
inmutablemente ordenadas las unas con las otras, símbolo de orden y de estabilidad en el universo.
Cuando estos elementos del cosmos son removidos del escenario, el hombre se siente perdido
(¿Qué hora, qué día es? ¿Cómo andar en el desierto o navegar en el mar, sin estos puntos de
referencia?, etc.).
Es así como la remoción de todos estos símbolos de la estabilidad y del orden humano significa las
realidades que caracterizan la historia en el presente no tienen consistencia eterna.
La última palabra sobre la historia humana y sobre todos los acontecimientos es la venida del
Hijo del hombre en la gloria de Dios (13,26-27)
“Entonces verán al Hijo del hombre...” (13,26). Este es el fin de la historia humana: la
manifestación del Señorío de Jesús, el que venció el mal y lleva hasta el culmen su victoria en el
sometimiento definitivo de todo lo que se opone a vida. Sabemos entonces que, en esta historia
donde hay tanto dolor y muerte, tantos absurdos provocados por el mismo hombre, el final no será
una catástrofe sino el triunfo de la vida.
“Entonces... reunirá a sus elegidos” (13,27). Es verdad que los discípulos en el mundo sufren
mucho por ser profetas ante las estructuras de injusticia, son perseguidos y maltratados, pero
también es verdad que Jesús es fiel con los que lo siguen. Por eso la vida terrena de los discípulos
no puede terminar de cualquier manera: su Señor los busca en todo lugar en que se encuentren y los
reúne. La comunión de vida con Jesús puede costarle a los discípulos una muerte algunas veces
cruenta, pero precisamente esta muerte los lleva la vida eterna con Jesús.
La paciencia histórica de los discípulos: fuerza de esperanza (13,28-32)
Pero este mundo no es el jardín de paz que todos quisiéramos: hay guerras, hambre, desempleo,
discriminación social, racial y sexual, marginación, abusos de poder, etc. Por eso ante la realidad
presente los discípulos pueden caer en dos tentaciones: el aislamiento del mundo o la de la
desesperación. De ahí que Jesús les proponga:
(1) Aprender la lección de la higuera (13,28-29). La imagen de la higuera, que con sus tiernas
hojas que renacen después del crudo invierno, anuncia la llegada del verano, así el discípulo debe
estar seguro de la pronta intervención de Dios y alimentar su esperanza a partir de los pequeños
signos de bondad y de trabajo sincero por la vida que pululan escondidos por todo el mundo. ¡El
mundo nuevo ha comenzado!
(2) Confiar firmemente en su Palabra (13,30-31). Los que tienen las riendas del mundo
pronuncian sus palabras y estas determinan el curso de la historia, pero estas palabras son relativas,
no tienen consistencia final ante la Palabra de Dios (“que no pasará”) sobre el mundo (“que
pasará”). La última palabra la tiene Dios en la venida del Hijo del hombre y esa palabra es la que
determina en última instancia la vida del discípulo.
(3) No hacer cábalas sobre el fin del mundo (13,32). Todos los cálculos que frecuentemente
escuchamos sobre el día en que se va a acabar el mundo son pura fantasía humana. Sólo Dios Padre
lo sabe. No hay que perder tiempo en lo que no podemos saber, sino más bien invertir todas las
energías en lo que sí sabemos: orientar la historia toda hacia la finalidad para la cual fue creada.
En fin, lo que Jesús le ha enseñado a sus discípulos durante su vida terrena deben ponerlo en
práctica ahora, en el presente histórico. Pero una cosa es cierta: ¡el final, o mejor, la “finalidad” del
discipulado es la plena comunión con el Señor glorioso!
Apéndice
Releer el Evangelio con un Padre de la Iglesia
“‟Nadie conoce esa hora: ni los ángeles, ni siquiera el Hijo‟. Jesús dijo esto para impedir que los
discípulos siguieran preguntándole acerca del tiempo de su venida. „No os compete a vosotros –
dice- conocer los tiempos y los momentos‟ (Hech 1,7). Él escondió esto para que fuéramos
vigilantes y cada cual considerara que el hecho puede ocurrir en propios días.
En efecto, si hubiera sido revelado el tiempo de su venida, su adviento perdería interés y no
motivaría la expectativa de las naciones y de los siglos. Por eso, se limitó a decir que vendría, pero
no determinó el tiempo, y así, he aquí que en todas las generaciones y siglos se mantiene viva la
esperanza de su llegada. De hecho, a pesar de que el Señor indicó los signos de su venida, todavía
no se prevé su último plazo, porque a través de sus múltiples mutaciones, ellas ya se verificaron,
pasaron y continúan verificándose.
En verdad, su última venida es semejante a la primera. Tal como lo esperaban los justos y profetas,
porque pensaban que él se revelaría en sus días, así también los fieles desean acogerlo, cada cual
en su tiempo, precisamente porque Él no indicó con claridad el día de su visita. Y esto es sobre
todo para que nadie piense que ha sometido a plazos de tiempo a Aquél que tiene el libre dominio
de los ritmos y de los tiempos”.
(San Efrén, Diatesaron 18,15-18)
"Cristo, Dios nuestro e Hijo de Dios, la primera venida la hizo sin aparato; pero en la segunda
vendrá de manifiesto. Cuando vino callando, no se dio a conocer más que a sus siervos; cuando
venga de manifiesto, se mostrará a buenos y malos. Cuando vino de incógnito, vino a ser juzgado;
cuando venga de manifiesto, ha de ser para juzgar. Cuando fue reo, guardó silencio, tal como
anunció el profeta: ``No abrió la boca como cordero llevado al matadero''. Pero no ha de callar así
cuando venga a juzgar. A decir verdad, ni ahora mismo está callado para quien quiera oírle"
(San Agustín, In Ps 49, Serm 18).
Releer el Evangelio con el Catecismo de la Iglesia
El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel:
"Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (aun cuando a nosotros no
nos ``toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad'') (Hch 1,7). Este
advenimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento, aunque tal acontecimiento y la
prueba final que le ha de preceder estén ``retenidos'' en las manos de Dios" (673, cf. 674, 1038,
1039, 1040).
"Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este
mundo. El triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal"
(680).
Carácter escatológico de la oración:
"En la Eucaristía, la Oración del Señor manifiesta también el carácter escatológico de sus
peticiones. Es la oración propia de los ``últimos tiempos'', tiempos de salvación que han comenzado
con la efusión del Espíritu Santo y que terminarán con la Vuelta del Señor. Las peticiones al Padre,
a diferencia de las oraciones de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya
realizado, de una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado" (2771; cf. 2772).
Apéndice
DEL CATECISMO DE LA IGLESIA
«Los signos que preceden al fin del mundo»
672: Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del
Reino mesiánico esperado por Israel que, según los profetas, debía traer a todos los hombres el
orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo
del Espíritu y del testimonio, pero es también un tiempo marcado todavía por la «tribulación» (1
Cor 7, 28) y la prueba del mal (Ver Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (Ver 1 Pe 4, 17) e
inaugura los combates de los últimos días (Ver 1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tim 4, 1). Es un tiempo de espera
y de vigilia.
673: «Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (aun cuando a
nosotros no nos “toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad”)
(Hech 1, 7). Este advenimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento, aunque tal
acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén “retenidos” en las manos de Dios»
«La última prueba de la Iglesia»
675: Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la
fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra
desvelará el «Misterio de iniquidad» bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a
los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.
La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el
hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne.
Descargar