Domingo XVII del Tiempo Ordinario Pedid y se os dará Lc 11,1-13 ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 67,6-7.36) Dios vive en su santa morada: Dios prepara casa a los desvalidos, da fuerza y poder a su pueblo. ORACIÓN COLECTA Oh Dios, protector de los que en ti esperan; sin ti nada es fuerte ni santo. Multiplica sobre nosotros los signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. PRIMERA LECTURA (Gn 18,20-32) No se enfade mi Señor, si sigo hablando Lectura del Libro del Génesis En aquellos días, el Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.» Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios:, «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable– ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?» El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.» Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?» Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.» Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.» «En atención a los cuarenta, no lo haré.» Abrahán siguió hablando: «Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?» «No lo haré, si encuentro allí treinta.» Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran veinte?» Respondió el Señor: «En atención a los veinte no la destruiré.» Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?» Contestó el Señor: «En atención a los diez no la destruiré.» SALMO RESPONSORIA L(Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8 R/. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R/. Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/. El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Cuando camino entre peligros, me conservas la vida. R/. Extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/. SEGUNDA LECTURA (Col 2, 12-14) Os dio la vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses Hermanos: Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó. Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Rm 8,15) R/. Aleluya, aleluya Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Lc 11, 1-13) Pedid y se os dará Lectura del santo Evangelio según San Lucas Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: “Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»” Y les dijo: “Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.» Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos.» Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?” ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Recibe, Señor, las ofrendas que podemos presentar gracias a tu generosidad, para que estos santos misterios, donde tu Espíritu actúa eficazmente, santifiquen los días de nuestra vida y nos conduzcan a las alegrías eternas. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 102, 2) Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. o bien (Mt5,7-8) Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Hemos recibido, Señor, este sacramento, memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo; concédenos que este don de su amor inefable nos aproveche para la salvación. Lectio Introducción En las lecturas del domingo XVII del tempo ordinario existe un telon de fondo único que se extiende como una sola pieza en las tres lecturas a esa pieza la podemos llamar: “Diálogo profundo con Dios que nos ama”, y que comúnmente decimos la oración. En el Evangelio Jesús hace notar que esta en un dialogo de confianza, es decir un encuentro con el Padre. La actitud, el modo y la importancia que da a este momento, despierta la atención de los discípulos y los lleva a interrogarse, a pedirle que les enseñe a orar como Juan que les enseñó a sus discípulos. La primera lectura nos deja el mensaje claro de saber intervenir en un momento adecuado con insistencia entrando en un ambiente de diálogo sincero y respetuoso. Abraham, esta atento a las intenciones de Dios, con coraje entra en una conversación de tú a tú, con la clara intención de pedir la salvación de un pueblo. En la segunda lectura S. Pablo nos enseña que es Cristo quien asume nuestra fragilidad, para darnos la dignidad de hijos de Dios por medio del bautismo. La Palabra de Dios en este domingo nos enseña la importancia de la oración, nos hace intuir ella es como una fuente a la cual hay que acercarse para beber y tener vida; pongámosle un título que englobe la integridad de la intención de las lecturas: Dialogo profundo con Dios que nos ama. El diálogo como tal supone siempre de dos o mas personas; en el diálogo están los elementos primordiales: un lugar adecuado, un tiempo, la escucha, el silencio, la atención, la aceptación incondicional, una respuesta de dar, la disponibilidad del corazón, la mente lúcida y libre; estos elementos favorecen y garantizan la profundidad de un diálogo verdadero que luego se transforma en la vida. Estructura del texto. 1. 2. 3. 3.1. 3.2. 3.3. Estaba El orando en cierto lugar. Señor enséñanos a orar Las palabras claves de la oración Padre, santificado sea tu nombre. Perdónanos nuestros pecados No nos dejes caer en tentación Estaba El orando en cierto lugar. La oración de Jesús fue personal, confiada, constante. El evangelista Lucas presenta a Jesús, en constante oración, desde los primeros momentos de su vida entraba en diálogo con su Padre; cuando fue bautizado: “se hallaba en oración” (3,21) Hablaba con Dios, al margen de las leyes litúrgicas. Estuvo 40 días en el desierto orando. En la noche se iba a un lugar retirado, y oraba. Antes de tomar una decisión importante, oraba más; por ejemplo, antes de elegir a los Apóstoles (6,12), antes de preguntar a los discípulos quién es Él (9,18), en el monte Tabor (9,28), y en Getsemaní fue la oración mas sublime. Estaba. Estar orando, significa una presencia viva, activa para entrar en comunión con el ser mas amado, estar orando, indica ocupar un espacio y lugar donde se siente una atmósfera de serenidad y de paz, en la cual el centro es el Otro no yo; donde la mirada, la atención son los otros por quienes pedir, a este propósito contemplamos la oración amplia y profunda en el evangelio de San Juan 17, 1-16; suplicaba al Padre de este modo: “Así como tú me has enviado al mundo, así yo también los envío al mundo, [19] y por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad. [20] No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra. [21] Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. A sus discípulos enseñó a orar también en comunidad, cuando les dijo: “Así mismo yo les digo: si en la tierra dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre Celestial se lo concederá. Pues donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mt 18,19-20) y la primera comunidad de los apóstoles inmediatamente practicaron “He aquí a la primera comunidad en oración, un grupo de ciento veinte personas” “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones.” (Hech. 2,42) Señor enséñanos a orar Antes de ser maestro de oración, Jesús ha sido modelo: las ganas de orar le nacieron al discípulo, mientras veía rezar a su Señor; contemplándolo, se dio cuenta de que no sabía rezar como su maestro: la oración se le convirtió, pues, en asignatura libre; no era lo que Jesús le enseñaba con palabras sino con la vida. Y Jesús enseña a quien se lo pide, a quien lo desea. Sí, antes que palabras, le dio ejemplo; pero con las palabras Jesús deja ver al discípulo lo que no pudo contemplar, mientras lo veía rezar: le da a conocer los sentimientos con los que dirigirse a Dios como Padre, y le inculca la perseverancia que se nutre de esa confianza que Dios, en cuanto Padre nuestro, nos merece. La seguridad del discípulo no se basa en lo que se pide ni en cómo o cuándo lo hace, sino en la relación que establece con Dios cuando le ora. Quien se sabe hijo, no se sabe inoportuno, por más que importune a su Dios. Quien sabe que pide a un padre, no se preocupa por pedir bien, ni por pedir lo mejor, pues lo mejor será cuanto reciba del Dios que le es Padre. Jesús no propone el como deben orar sino que da motivaciones, sucita el hambre de orar, la necesidad de saber orar en modo apropiado para que la oración sea afectiva. “Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta, se le abrirá”. Las palabras claves de la oración Padre, santificado sea tu nombre. La oración para Jesús es un asunto entre Padre e Hijo pequeño, donde hay familiaridad, amor, ternura e intimidad. Y así, Jesús llama a Dios “Abba” (Mc 14, 35-36; Romanos 8, 14-15; y Gálatas 4, 6), que significa ‘papá, papíto’, y enseñó a sus amigos a invocar a Dios con esta palabra tan familiar. “Abba” e “imma” (papá, mamá) son los primeros balbuceos en arameo de los niños. Para los contemporáneos de Jesús era inconcebible e irrespetuoso dirigirse a Dios con la espontaneidad de padre-hijo pequeño. El Padrenuestro constituye la oración básica del discípulo de Jesús, porque establece una relación de confianza y amor entre el Padre y el hijo. El Padrenuestro quiere que el hijo viva esa relación íntima con el Padre y que, desde el amor, vaya proyectando y realizando toda su vida. Además el llamar a Dios ‘Padre’ significa que somos hermanos, que nos convertimos en una familia. El Padre Nuestro es un camino, que empeña toda la vida del cristiano. Aquí Jesús sintetiza el proyecto de su vida y el de su discípulo. El Padre Nuestro resume todo el evangelio: el amor a Dios y a los hermanos. Y así, es un proyecto que gira en torno a dos realidades o polos: Dios y el prójimo. Las cuatro últimas peticiones tienen que ver con atender las necesidades de todos - el prójimo -, no sólo las mías. Por eso se expresan en plural (“danos – perdónanos – no nos dejes caer en tentación – líbranos del mal”) Padre, perdónanos nuestros pecados Es una petición familiar, una dimensión comunitaria que evoca la debilidad de las creaturas, reconociendo que hemos fallado somos pecadores necesitamos ser redimidos, perdonados, esperamos una mirada de misericordia; que la paciencia de Dios se extienda en la comunidad, la primera lectura precisa este aspecto de intercesión; Abraham, asume la responsabilidad de suplicar a Dios por una entera nación que tiene la necesidad de ser perdonada. El alimento diario y el perdón de las ofensas indican el compromiso temporal de los hijos de Dios, hermanos entre sí. El Amor, recibido del Padre, hay que compartirlo con los hermanos en todas las ocasiones de la vida terrena. No nos dejes caer en tentación La petición "no caer en la tentación" (6,13) recuerda los errores cometidos en el desierto, donde el pueblo cayó en la tentación (Ex 18,1-7; Núm 20,1-13; Dt 9,7-29). En el desierto, la tentación llevaba a la gente a seguir por otros caminos, a volverse atrás, a no asumir el camino de la liberación y a reclamar de Moisés que lo conducía la liberación. Liberación del Mal: el mal es el Maligno, Satanás, que trata de desviar y que, de muchas maneras, trata de llevar a las personas a no seguir el rumbo del Reino, indicado por Jesús. Tentó a Jesús para que abandonara el Proyecto del Padre y fuera el Mesías conforme a las ideas de los fariseos, de los escribas y de otros grupos. El Maligno aleja de Dios y es motivo de escándalo. Entra en Pedro (Mt 16,23) y tienta a Jesús en el desierto. Jesús lo vence (Mt 4,1-11). Pidamos al Espíritu saber discernir, por una parte, entre la prueba, que nos hace crecer en el bien, y la tentación, que conduce al pecado y a la muerte; y, por otra parte, entre ser tentado y consentir en la tentación. Esta petición nos une a Jesús, que ha vencido la tentación con su oración. Pidamos la gracia de la vigilancia y de la perseverancia final. Estos pueden ser los requisitos de la buena oración: 1. Fe en su amistad: “Tu fe te ha salvado” (A Bartimeo). Parábolas del amigo en viaje. 2. Perseverancia: Parábola de la viuda y el juez. 3. Humildad: Parábola del Fariseo y el publicano. La Cananea. 5. Paciencia: “El tiempo es de Dios”. “Hágase, Señor, tu voluntad”. La oración del Padre Nuestro que nos ofrece Lucas en su evangelio es la mejor síntesis del evangelio y de la causa por la que Jesús vivió y dio la vida. Sentir a Dios como “papá bueno”, sentirnos hermanos en Jesús de Nazaret el hijo más querido, pedir y luchar para que llegue su reinado –un mundo nuevo y mejor- pedir el pan y el perdón y comprometerse a realizar su proyecto fue, y debiera ser, la señal de los cristianos. Apéndice PADRES DE LA IGLESIA San Cipriano: «Ante todo, el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: “Padre mío, que estás en los cielos”, ni: “El pan mío dámelo hoy”, ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en la tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo». San Cipriano: «El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice en primer lugar: Padre, porque ya ha empezado a ser hijo. La Palabra vino a su casa —dice el Evangelio— y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Por esto, el que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe comenzar por hacer profesión, lleno de gratitud, de su condición de hijo de Dios, llamando Padre suyo al Dios que está en los cielos». San Cipriano: «[Decimos] santificado sea tu nombre, no en el sentido de que Dios pueda ser santificado por nuestras oraciones, sino en el sentido de que pedimos a Dios que su nombre sea santificado en nosotros. Por lo demás, ¿por quién podría Dios ser santificado, si es Él mismo quien santifica? Mas, como sea que Él ha dicho: Sed santos, porque yo soy santo, por esto, pedimos y rogamos que nosotros, que fuimos santificados en el Bautismo, perseveremos en esta santificación inicial. Y esto lo pedimos cada día. Necesitamos, en efecto, de esta santificación cotidiana, ya que todos los días delinquimos, y por esto necesitamos ser purificados mediante esta continua y renovada santificación». San Cipriano: «Venga a nosotros tu reino. Pedimos que el reino de Dios se realice, en el mismo sentido en que imploramos que su nombre sea santificado en nosotros. En efecto, ¿cuándo es que Dios no reina? ¿Cuándo ha comenzado a ser lo que en Él siempre ha existido y jamás dejará de existir? Pedimos, pues, que venga nuestro reino, el que Dios nos ha prometido, aquel que Cristo nos ha alcanzado por su Pasión y su Sangre. Así, después de haber sido esclavos en este mundo, seremos reyes cuando Cristo será soberano, tal como Él mismo nos lo ha prometido cuando dice: “Venid, benditos de mi Padre, recibid en herencia el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mt 25,34)». San Cipriano: «[Decimos] hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, no en el sentido de que Dios haga lo que quiera, sino de que nosotros seamos capaces de hacer lo que Dios quiere. ¿Quién, en efecto, puede impedir que Dios haga lo que quiere? Pero a nosotros sí que el diablo puede impedirnos nuestra total sumisión a Dios en sentimientos y acciones; por esto pedimos que se haga en nosotros la voluntad de Dios, y para ello necesitamos de la voluntad de Dios, es decir, de su protección y ayuda, ya que nadie puede confiar en sus propias fuerzas, sino que la seguridad nos viene de la benignidad y misericordia divinas». San Cipriano: «Dios nos enseñó a orar no sólo con palabras, sino también con hechos, ya que Él oraba con frecuencia, mostrando, con el testimonio de su ejemplo, cuál ha de ser nuestra conducta en este aspecto; leemos, en efecto: Jesús solía retirarse a despoblado para orar; ytambién: Subió a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios». CATECISMO DE LA IGLESIA Sobre la oración del Padrenuestro 2761: «La Oración dominical [el Padrenuestro] es, en verdad, el resumen de todo el Evangelio». «Cuando el Señor hubo legado esta fórmula de oración, añadió: “Pedid y se os dará” (Lc 11, 9). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus necesidades, pero comenzando siempre por la oración del Señor que sigue siendo la oración fundamental». 2764: El Sermón de la Montaña es doctrina de vida, la Oración dominical es plegaria, pero en uno y otra el Espíritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos movimientos interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva por medio de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en Él. 2765: La expresión tradicional «Oración dominical» [es decir «Oración del Señor»] significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es «del Señor». Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado: Él es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra oración. 2766: Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico. Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que éstas se hacen en nosotros «espíritu y vida» (Jn 6, 63). Más todavía: la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre «ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: “¡Abbá, Padre!”» (Gal 4, 6). Ya que nuestra oración interpreta nuestros deseos ante Dios, es también «el que escruta los corazones», el Padre, quien «conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión en favor de los santos es según Dios» (Rom 8, 27). La oración al Padre se inserta en la misión misteriosa del Hijo y del Espíritu. 2767: Este don indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor «tres veces al día», en lugar de las «Dieciocho bendiciones» de la piedad judía.