Domingo de Pentecostés

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Domingo de Pentecostés
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo
(Jn 20, 19-23)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sab 1,7)
El Espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.
Aleluya.
o bien (Rom 5,5; 10,11)
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu que se nos ha dado.
Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones;
derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en
el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación
evangélica.
PRIMERA LECTURA (Hch 2,1-11)
Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del
cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de
Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le
sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el
ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio
idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: ¿No son galileos todos esos que están hablando?
Entonces, cómo es que cada uno los olmos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay
partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia,
en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos
forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos
hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 103 lab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34)
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor:
Dios mío, qué grande eres!
Cuántas 'Son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.
Les retiras el aliento,
y expiran y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.
SEGUNDA LECTURA (Co 12,3b-7.12-13)
Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay
diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y
hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta
el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo,
a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos,
esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos
hemos bebido de un solo Espíritu.
SECUENCIA
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.
EVANGELIO (Jn 20, 19-23)
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo
Lectura del santo evangelio según san Juan
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.»
Se dice «Credo»
Prefacio
Plenitud del Misterio Pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte siempre gracias y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, dios todopoderoso y eterno.
Pues, a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado
como hijos por su participación en Cristo.
Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que
infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la confesión de
una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los
coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Hch 2,4-11)
Se llenaron todos de Espíritu Santo,
y cada uno hablaba de las maravillas de Dios. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Oh Dios, que has comunicado a tu Iglesia los bienes del cielo: que el Espíritu Santo sea siempre
nuestra fuerza y la eucaristía que acabamos de recibir acreciente en nosotros la salvación.
Lectio
El evangelio de San Juan presenta lo sucedido el día de la resurrección, cincuenta días antes, allí
mismo en Jerusalén. Cristo resucitado se hace presente en medio de los discípulos y su presencia
salvadora cambia la situación: del temor se pasa a la fortaleza de la fe; de la oscuridad de los
terribles sucesos a la luz nueva de la resurrección; de la cobardía y el miedo de la esperanza perdida
al testigo valeroso de lo que ha vivido y experimentado en la relación con Jesús resucitado. Dos
partes: en la primera los discípulos temerosos se encuentran en la casa a puerta cerrada (v 19), Jesús
irrumpe en medio de ellos, se identifica pues conserva las señales de su muerte y ahora glorificado
por el Padre se les muestra (revela) deseándoles la Paz, ellos tienen la experiencia del encuentro con
Jesús vivo, lo cual causa en los discípulos una inmensa alegría. (Cfr. v 20) Les da la “Paz” para
darles seguridad y valentía; sin esta Paz no podrán realizar la tarea a la que los va enviar. En la
segunda parte, Jesús pone a los discípulos en camino para la realización de la misión, no es nada
fácil; comparte su propia misión: el Padre ha enviado a su Hijo, Jesús a salvar la humanidad del
pecado, a dar la vida…les comunica su Espíritu (vv 21 y 23) “sopló” y les “dijo”: “recibid el
Espíritu Santo”, haciéndolos creaturas nuevas como en la primera creación (Cfr. Génesis 2,7; Is
42,5), el “Ruah” de Dios, soplo o aliento vital, la fuerza y el motor es el Espíritu Santo.
San Lucas relata el acontecimiento más importante de los Hechos: Pentecostés o el nacimiento de la
Iglesia. Quiere hacer conocer un hecho evidente en las comunidades cristianas de su tiempo: el
Espíritu Santo, prometido por Jesús, estaba actuando en y por ellas. ¿Cómo describir esta venida
transformadora del Espíritu Santo que dio origen a la Iglesia y seguía animando a las comunidades
de aquel entonces? Dos escenarios de la narración. El primer escenario: la casa donde la comunidad
estaba reunida en oración desde hacía nueve días con María, la madre de Jesús. El Espíritu viene y
se apodera de todos ellos. Recurre a las imágenes clásicas usadas en el Antiguo Testamento para
describir las intervenciones de Dios. Habla de un ruido, como de viento huracanado, que invadió
toda la casa. La lengua griega usa el mismo término para designar “viento” y “Espíritu”. Aparecen
como lenguas de fuego que se reparten y se posan sobre cada uno de los presentes quienes, llenos
ya del Espíritu, comienzan a hablar en lenguas extranjeras. Seguidamente cambia de escenario. Los
discípulos parecen no estar en una casa, sino ante una multitud congregada, venida de muchas
naciones que, asombrada, escucha a los apóstoles hablando en su propio idioma. La pluralidad de la
multitud, que Lucas presenta con insistencia, revela la apertura del Evangelio a todas las naciones, a
todas las culturas. ¿En qué consiste esta misión? Es una misión bien específica “a quienes perdonéis
los pecados les quedan perdonados; a quienes se lo retengáis les quedan retenidos” (Cfr. v. 23).
“Pecado” en San Juan tiene una connotación característica (Cfr. Juan 1,29; 8,21.34), consiste en
integrarse voluntariamente al orden injusto de las autoridades judías, que no quieren escucharlo y
no creen en él. Lo que Jesús quiere es que sus discípulos sean capaces de ser “Luz” en medio del
mundo (Cfr. Juan 8,12). El pecado esclaviza al ser humano, necesita ser liberado, por eso su misión:
ayudar a los “otros” a liberarse de él, y a romper esta cadena. Ellos mismos necesitan tener esta
experiencia y por eso Jesús los saca de su estado de miedo, de temor: “sopla” sobre ellos, y obra
una nueva creación con la fuerza y asistencia del Espíritu Santo. Esta acción de Jesús, que obra en
sus amigos una nueva creación, hace que puedan tener valentía para vivir con los criterios
evangélicos enseñados por Él, y “separarse” del mundo profano, es decir, poder vivir en el mundo,
pero no con los criterios mundanos. Los apóstoles entonces reciben un encargo muy importante:
ayudar a que muchos descubran la realidad del pecado en su vida y en el mundo, accedan así, a la
conversión y puedan experimentar la salvación que Jesús da; Él es quien libera del pecado. Por eso,
al interior del versículo 23 hay una pedagogía para el proceso de la fe: tienen el poder de perdonar y
retener, esta última acción tiene que ver con la conciencia de que cada uno necesita de dejarse
sanar, pues Dios es don y perdón (cfr. Juan 3,16- 17). La característica de su misericordia consiste
en buscar más de cerca a los “míseros” y nosotros estamos pobres y necesitados. La confesión hace
que poco a poco Dios nos sane. Contexto litúrgico: En el año de la Misericordia: ¿Cómo me ayudan
a mi experiencia de fe los textos de hoy? El pecado es un obstáculo fundamental a la obra de Dios
en nosotros, nos hace sordos a la Palabra de Dios, nos hace reacios a asumir las tareas y misión que
Dios nos confía en nuestro bautismo. Este retener, según el evangelio, es poner en “cuarentena” e
inducir a la pedagogía del perdón. La primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-13 sobre
Pentecostés da razón de esta celebración para la vida del cristiano. San Lucas del autor de los
Hechos de los Apóstoles, tiene un interés bien específico, el de transmitir el sentido, el alcance, y
las consecuencias de la venida del Espíritu Santo para aquella comunidad de creyentes y para el
mundo entero. Para eso, construye este relato que conserva su frescura y actualidad después de
haber sido escrito hace más de dos mil años. No sólo narra un hecho del pasado como es la primera
venida del Espíritu, sino que podría servir de modelo para dar a conocer e interpretar lo que el
Espíritu Santo sigue haciendo en las personas y en nuestras comunidades cristianas de hoy. Dos
elementos con los con los cuales San Lucas propone para esta primera venida del Espíritu una fecha
muy significativa para los judíos: el día en que terminaban las siete semanas de celebraciones
después de la Pascua, es decir el día cincuenta, que en lengua griega se dice “pentecostés”, un día
asociado al recuerdo de la Alianza de Dios con el pueblo judío en el Monte Sinaí. Éste es el primer
mensaje de Lucas: la venida del Espíritu inaugura una nueva alianza de Dios con todos los hombres
y mujeres de la tierra. Vale la pena preguntarnos ¿Cómo quiero que invada mi ser? Hoy
necesitamos de este Pentecostés para que como Iglesia podamos vivir de los criterios del evangelio
por la dignidad humana, la paz, y el respeto por la vida, y nuestra fe sea viva y dinámica.
¿Qué conclusiones puedo sacar de esta Palabra que me ayuden a revisar y a reavivar el proceso de
mi vida de fe? ¿A qué me invitó Dios con las Fiestas de la Semana Santa? ¿Cuáles son los frutos de
este tiempo pascual? ¿Cómo he vivido el Gran Domingo desde primer domingo de Resurrección
hasta la Ascensión del Señor? Centrados en el texto del Evangelio y teniendo en cuenta las demás
sentido tiene para mi vida de fe la Fiesta de Pentecostés? ¿Dejo el protagonismo del Espíritu Santo
fortalezco mi relación con el Espíritu Santo cada día? ¿Cuál es el don que más necesito? Escojo el
versículo que más me impacta. ¿Por qué?
No podemos vivir nuestra vocación cristiana sin una referencia total al Espíritu. Porque en Él nos
viene la plenitud del Amor del Padre y del Hijo.
Hemos sido bautizados en el Espíritu. Y por el bautismo hemos sido constituidos hijos de Dios y
coherederos con Jesús del Reino.
¿No será que nuestra tibieza espiritual se debe a la poca importancia que damos a la vida en el
Espíritu.
OREMOS:
Espíritu Santo,
perfecciona la obra que Jesús
comenzó en mí.
Apura para mí el tiempo
de una vida llena de tu Espíritu.
Mortifica en mí
la presunción natural.
Quiero ser sencillo,
lleno de amor de Dios
y constantemente generoso.
Que ninguna fuerza humana
me impida hacer honor
a mi vocación cristiana.
Que ningún interés, por descuido mío,
vaya contra la justicia.
Que ningún egoísmo reduzca en mí
los espacios infinitos del amor.
Todo sea grande en mí.
También el culto a la verdad
y la prontitud
en mi deber hasta la muerte.
Que la efusión de tu Espíritu de amor
venga sobre mí, sobre la Iglesia
y sobre el mundo entero. (San Juan XXIII)
APENDICE
Del Catecismo de la Iglesia Católica:
244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a
los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una
vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la
glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.
245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio ecuménico en el
año 381 en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del
Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como "la fuente y el origen de toda la divinidad"
(Cc. de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en
conexión con el del Hijo: "El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e
igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza: Por eso, no se dice
que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Cc. de Toledo XI,
año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: "Con el Padre y el
Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).
El Espíritu y la Iglesia En Los Últimos Tiempos
Pentecostés
731
El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se
consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina:
desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu.
732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por
Cristo está abierto a todos los que creen en El: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en
la Comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al
mundo en los "últimos tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no
consumado:
Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera
fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado (Liturgia bizantina, Tropario de
Vísperas de Pentecostés; empleado también en las liturgias eucarísticas después de la comunión)
El Espíritu Santo, El Don de Dios
733 "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8. 16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este
amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm
5, 5).
734 Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del
don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo (2 Co 13, 13)
es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.
735 Él nos da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra herencia (cf. Rm 8, 23; 2 Co 1, 21):
la Vida misma de la Santísima Trinidad que es amar "como él nos ha amado" (cf. 1 Jn 4, 11-12).
Este amor (la caridad de 1 Co 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque
hemos "recibido una fuerza, la del Espíritu Santo" (Hch 1, 8).
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