VI Domingo de Pascua Domingo de la expansión misionera El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho Jn 14,23-29 ANTÍFONA DE ENTRADA (Is 48,20) Con gritos de júbilo anunciadlo y proclamadlo; publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: el Señor ha redimido a su pueblo. Aleluya. ORACIÓN COLECTA Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado; y que los misterios que estamos recordando trasformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras. PRIMERA LECTURA (Hch 15,1-2.22-29) Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables. Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barrabás y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo. Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a lo ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud.» SALMO 66 (Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8) R/. Oh Dios, que te alaben os pueblos, que todos los pueblos te alaben. El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca, la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. – R/. Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe. R/. SEGUNDA LECTURA (Ap 21,10-14,22-23) Me enseñó la ciudad santa, que bajaba del cielo Lectura del Libro del Apocalipsis El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como Jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Jn 14,23) R/. Aleluya, aleluya El que me ama, guardará mi palabra, dice el Señor; y mi padre lo amará, y vendremos a él. R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Jn 14,23-29) El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho Lectura del Santo Evangelio según San Juan En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que me ama, guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es la mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy, pero volveré a su lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo». Credo ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificaos por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor. Prefacio Pascual ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Jn 14,15-16) Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, dice el Señor. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros. Aleluya ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante, y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas. Lectio En este capítulo 14 del cuarto Evangelio se recoge el primero de los dos coloquios que Jesús tiene con “los suyos” en la Última Cena. Su intención es poner delante de ellos el acontecimiento final de la glorificación de Cristo. Juan, que recuerda haberse recostado sobre el pecho de Jesús durante la cena, nos revela en esa preciosa imagen que ha inspirado tantas obras de arte (13, 25), su secreto de discípulo amado. Ha reflexionado largamente sobre la enseñanza del Maestro y, conjugando las palabras y los recuerdos de la Última Cena con los hechos sucedidos después de la resurrección del Señor, ofrece la instrucción más íntima de las dadas a los discípulos. Se trata de un coloquio en el que llama la atención el amor de Jesús por ellos, amor cálido y tierno, no seco y sin corazón. Él es la Palabra que se ha hecho carne por amor y sobresale aquí por su pedagogía rica en humanidad. Este tipo de amor, tan buscado en los ministros de hoy, estaba muy presente en la Iglesia primitiva (cf. Hch 20, 37-38; Flp 1, 8; Rm 1, 9), y es preciso volver sobre él, pues forma parte integral de nuestra humanidad. El Espíritu Santo nos ayudará a comprender las palabras de Jesús Juan 14, 23-29 Dejamos que la voz del Verbo resuene en nosotros. 1. MEDITATIO - “Y vendremos a él, y haremos morada en él”: La tienda de la shekinah (presencia) de Dios. Cristo es misionero del Padre, el evangelio de Juan en reiteradas ocasiones habla de la relación del Hijo con el Padre, es implícita la relación con el Espíritu Santo, una invitación para descubrir la presencia Trinitaria que alimenta el espíritu de cada creyente. - “El Espíritu Santo os recordará todo lo que yo os he dicho”: Jesús vuelve al Padre, pero todo lo que dijo e hizo permanece con nosotros y entre nosotros. Es fundamental tener muy presente lo que la gracia de Dios hace e hizo en nuestras vidas, abrir el alma y el corazón para acoger la voz del Espíritu, en el discernimiento continuo de la vida del creyente que al nutrirse de Cristo hace que desaparezca tanta superficialidad y ceguera espiritual que alejan de una presencia vital con El Señor, porque Cristo es la paz y ha venido a traernos la paz. - “Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis”: Antes que suceda… Jesús nos explica lo que sucederá con anticipación, para que los acontecimientos no nos sorprendan desprevenidos. v. 23. Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”. Amar, en general, significa quererse, estar juntos, tomar decisiones para construir el futuro, darse… pero amar a Jesús no es lo mismo, Amarlo significa hacer como ha hecho Él, no ser indiferente frente al dolor, a la muerte, es ponerse en “los zapatos del otro”, a los pies de los hermanos, para responder a sus necesidades vitales; servir incondicionalmente, si amamos como Él, nos puede llevar lejos...es así como la Palabra se convierte en Pan cotidiano del cual nos alimentamos, la vida será amor genuino por Jesús, amor Trinitario que morará en cada uno y cada una de nosotros. v. 24-25. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado... Las Palabras de Jesús, nacen del corazón del Padre que propone a todos ser como Él. No se trata de ser buena persona, se trata de ser hombres y mujeres imágenes, semejantes a quien no cesa jamás de donarse a Sí mismo Jesucristo. vv. 25-26. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Recordar es obra del Espíritu Santo: cuando durante nuestras jornadas el pasado se desliza como algo irremediablemente perdido y el futuro se presenta amenazador para quitarnos la alegría de hoy, solamente el soplo divino puede ayudarnos a hacer memoria de lo que se dijo, de cada palabra salida de la boca de Dios para cada uno y cada una de quienes nos sentimos amadores de Cristo, es importante reconocer la presencia del Espíritu del Señor quien nos hace obrar por amor. v. 27. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. La confianza infinita a nuestro Padre Dios, fortalece todo temor todo dolor, toda prueba o dificultad en Cristo es plenitud de la filiación en una adhesión amorosa a sus proyectos de bien por nosotros. La paz la poseeremos cuando hayamos aprendido a fiarnos de lo que el Padre elige para nosotros. v. 28. Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Vuelve al discurso del amor. El amor de los discípulos es todavía con algunos matices de imperfección, propios de la naturaleza humana, Jesús nos pide hoy una amor capaz de alegrase porque el otro es feliz. Un amor capaz de no pensar en sí mismo como el centro del universo, sino como un lugar en el que oír se hace apertura a dar y poder recibir: no un intercambio, sino como “efecto” del don entregado. v. 29. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Jesús invita también hoy…a creer, a confiar, a apoyarse en El como un niño en brazos de su Padre a permanecer con El y en El. 2. CONTEMPLATIO Hacer morada. El cielo no tiene lugar mejor que un corazón humano enamorado. Porque en un corazón dilatado de amor va más allá de toda situación y de toda barrera de espacio y tiempo. Vivir en el amor equivale a vivir, en Aquel que es el amor, y amor eterno. Amar al Señor se hace concreto: es querer con la vida y testimonio que Él sea conocido en todo el mundo, que reine en la tierra, no es un amor de Tú a Tú es un Amor de Tú a Tú para Ellos, es extender sus brazos y su corazón hasta donde podemos, es inclusive no marcar límites pues con nuestra oración, podemos llegar a los confines más desolados del ser humano que por infinidad de circunstancias se alejó de la de Su compañía. Es cumplir Su Palabra, hacer profesión de nuestra fe en estado de Misión. 2. COMPROMISO Ser dóciles a la enseñanza del Espíritu Santo para edificar nuestra vida familiar, comunitaria, parroquial. Apéndice Una luz por descubrir 4. Por tanto, es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios. La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro. La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo. Por una parte, procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro « yo » aislado, hacia la más amplia comunión. Nos damos cuenta, por tanto, de que la fe no habita en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas. Dante, en la Divina Comedia, después de haber confesado su fe ante san Pedro, la describe como una « chispa, / que se convierte en una llama cada vez más ardiente / y centellea en mí, cual estrella en el cielo »[4]. Deseo hablar precisamente de esta luz de la fe para que crezca e ilumine el presente, y llegue a convertirse en estrella que muestre el horizonte de nuestro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz. Apéndice Una luz por descubrir 4. Por tanto, es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios. La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro. La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo. Por una parte, procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro « yo » aislado, hacia la más amplia comunión. Nos damos cuenta, por tanto, de que la fe no habita en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas. Dante, en laDivina Comedia, después de haber confesado su fe ante san Pedro, la describe como una « chispa, / que se convierte en una llama cada vez más ardiente / y centellea en mí, cual estrella en el cielo »[4]. Deseo hablar precisamente de esta luz de la fe para que crezca e ilumine el presente, y llegue a convertirse en estrella que muestre el horizonte de nuestro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz. Lumen Fidei No 4 Actitud de servicio 93. Sigue la palabra jrestéuetai, que es única en toda la Biblia, derivada de jrestós (persona buena, que muestra su bondad en sus obras). Pero, por el lugar en que está, en estricto paralelismo con el verbo precedente, es un complemento suyo. Así, Pablo quiere aclarar que la «paciencia» nombrada en primer lugar no es una postura totalmente pasiva, sino que está acompañada por una actividad, por una reacción dinámica y creativa ante los demás. Indica que el amor beneficia y promueve a los demás. Por eso se traduce como «servicial». 94. En todo el texto se ve que Pablo quiere insistir en que el amor no es sólo un sentimiento, sino que se debe entender en el sentido que tiene el verbo «amar» en hebreo: es «hacer el bien». Como decía san Ignacio de Loyola, «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras»[106]. Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de donarse sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de servir Amoris lettia No 93-94