FORTUNATA Y JACINTA AUTOR: Galdós era el décimo hijo de un coronel del ejército, Sebastián Pérez, y de Dolores Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la Inquisición. El padre inculcó en el hijo el gusto por las narraciones históricas contándole asiduamente historias de la Guerra de la Independencia, en la que había participado. Su imaginación fue desbordante ya desde muy joven. En 1852 ingresó en el Colegio de San Agustín, que aplicaba una pedagogía activa y bastante avanzada para la época, durante los años en que empezaban a divulgarse por España las polémicas teorías darwinistas, de lo cual hay ecos en obras suyas como, por ejemplo, Doña Perfecta. Llegó a Madrid en septiembre de 1862, se matriculó en la universidad y tuvo por profesores a Fernando de Castro, Francisco de Paula Canalejas, Adolfo Camús y Valeriano Fernández y Francisco Chacón. Allí también conoció al fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos, que le alentó a escribir y le hizo sentir curiosidad por una filosofía, el krausismo, que marcaría fuertemente su primera novelística. Sin embargo, de momento se limitó a frecuentar los teatros y a crear con otros escritores paisanos suyos (Nicolás Estévanez, José Plácido Sansón, etcétera) la «Tertulia Canaria» en Madrid, mientras acudía a leer al Ateneo a los principales narradores europeos en inglés y francés. Allí, durante una conferencia de Leopoldo Alas «Clarín», traba amistad con el famoso crítico y novelista asturiano. En 1867 hizo su primer viaje al extranjero, como corresponsal en París, para dar cuenta de la Exposición Universal. Volvió con las obras de Balzac y de Dickens y tradujo de éste, a partir de una traducción francesa, su obra más cervantina, Los papeles póstumos del Club Pickwick. Toda esta actividad supone su inasistencia a las clases de Derecho y le borran definitivamente de la matrícula en 1868. En ese mismo año, se produce la llamada revolución de 1868, en que cae la reina Isabel II. Cuando regresaba de su segundo viaje a París, y cuando volvía de Francia a Canarias en barco, vía Barcelona, y en la escala que el navío hizo en Alicante, se baja del vapor en la capital alicantina y marcha a Madrid a tiempo de ver la entrada del general Serrano y la de Prim. El año siguiente se encarga de hacer penecrónicas periodísticas sobre la elaboración de la nueva Constitución. Las primeras obras: En 1870 publicó su primera novela, La Fontana de Oro, escrita entre 1867 y 1868, en parte durante uno de sus viajes a Francia, gracias al dinero de su tía. En realidad, en esa época la publicación de un libro se hacía gracias a la ayuda de los periódicos y de las revistas o corría a cuenta del autor. Esta obra, con los defectos de toda obra primeriza, bosqueja la situación ideológica de España durante el Trienio Constitucional (1820–1823). La Sombra fue publicada en noviembre de 1870 por entregas en La Revista de España. A pesar de que fue editada posteriormente a la La fontana de oro los críticos ponen de relieve la posibilidad de que fuera redactada uno o dos años antes. ARGUMENTO: El eje conductor de la historia es el personaje Juanito Santa Cruz. Este joven de familia adinerada, durante su época estudiantil, se corre buenas juergas con sus amigos. En una de ellas se encapricha de Fortunata, una joven de clase humilde. Termina por aburrirse de ella y desaparece de su vida. Su madre decide casarle con su prima Jacinta. Durante la luna de miel el joven le narra sus aventuras por los barrios pobres de Madrid y le habla de Fortunata. El tiempo pasa y Jacinta no puede tener hijos, ella y el resto de la familia llegan a obsesionarse con el tema. Un buen día aparece Ido del Sagrario, un pobre al que Juanito invitaba a casa para reírse de él, y le cuenta a Jacinta que sabe donde hay un hijo de su marido: de éste y de Fortunata. La joven se ilusiona con la idea de tener un hijo de su marido (dejando a un lado el dolor del engaño). Tras consultarlo con Guillermina Pacheco (una vecina santurrona), las dos mujeres van a por el Pitusín. El tutor de la criatura era José Izquierdo, tío de Fortunata, al que terminan por comprar el niño. Cuando lo habla con su marido todo resulta ser una farsa. No era suyo. Era cierto que él había tenido un hijo con Fortunata pero la criatura murió cuando él ya estaba casado con Jacinta. Ésta y su suegra le habían tomado cariño así que lo ingresan en un hospicio. Mientras tanto, Fortunata había malvivido con distintos hombres. El que no la engañaba le daba palizas o la abandonaba a la primera de cambio. Estuvo un tiempo en Barcelona. A su vuelta se instaló en el piso de Feliciana, una conocida suya. El novio de ésta solía ir a la casa con un amigo, Maximiliano Rubín. Fue allí donde el joven se enamoró perdidamente de Fortunata. Al poco tiempo le propuso mantenerla, la chica vio esto como una salida de la mala vida que llevaba: aceptó. Maxi vivía con su tía, Doña Lupe. Llegado un punto Maximiliano se quiso casar: lo consultó con su tía y sus hermanos. Estuvieron todos de acuerdo siempre que Fortunata pasara una temporada en el convento de Las Micaelas, para reformarse. Pasado este período se llevó a cabo lo concertado. En su nueva casa le esperaba una trampa a Fortunata. Juan Santa Cruz alquiló el piso de al lado y compró a la criada de los recién casados para enredar la situación. Fortunata tardó nada en picar el anzuelo. Maxi volvió a casa de su tía y Fortunata a un piso que pagaba Juanito. Con el tiempo el joven volvió a cansarse de las vulgaridades de su capricho. Se fue alejando de ella hasta abandonarla de nuevo, eso sí: esta vez le dejó una pequeña cantidad para que se mantuviera un tiempo. Fortunata tropezó con Don Evaristo Feijoo, amigo de su cuñado Juan Pablo. El hombre le propuso un trato: una buena vida a cambio de compañía. Con él estuvo una temporada, ni siquiera vivían juntos, hasta que Feijoo sintió que se hacía demasiado viejo y Fortunata se quedaría otra vez en el arroyo. Le aconsejó volver a casa de su marido y así se hizo tras mover algunos hilos. Durante este segundo matrimonio conoció a Segismundo Ballester, compañero de botica de Maxi, que estaba loco por ella. Cuando Juan la vio reformada, de nuevo quiso tenerla a su lado. Fortunata, esta vez sin huir de casa, volvió a caer. Maximiliano iba perdiendo la cabeza poco a poco. Un día con sus locuras descubrió que su mujer estaba embarazada. Para entonces Juan se había vuelto a cansar de ella. Era cierto que estaba embarazada y tras explicárselo a su tía política, doña Lupe «la de los pavos», la joven se fue de la casa. Volvió a donde se había criado, con su tía Segunda. Tuvo a su segundo hijo asistida por un médico amigo de los Rubín y el joven Segismundo. A su marido le contaron que Fortunata había muerto, no lo creyó y consiguió descubrir donde estaba; incluso se acercó a conocer a la criatura. Le contó que Santa Cruz la estaba engañando con Aurora, una amiga de la familia Rubín e íntima suya. Tan pronto como se vio sola en la casa salió a ajustarle las cuentas. A los pocos días moría desangrada. Antes de apagarse firmó una nota en la que entregaba su hijo a Jacinta. A Maximiliano, que no se sabía si estaba demasiado cuerdo o loco, lo encerraron en Leganés. El mismo día del entierro de Fortunata llegó al cementerio el cuerpo de Feijoo. PERSONAJES: Fortunata Juan Santa Cruz Jacinta Maximiliano Rubín En relación a Fortunata Juárez el Negro Camps Evaristo Feijoo Ido del Sagrario Nicanora José Izquierdo Rosita Juan Evaristo Segismundo Segunda OPINION PERSONAL: Fortunata y Jacinta nos muestra la España del siglo XIX, una España que sigue siendo la misma en muchos aspectos, aunque haya cambiado en otros. El matrimonio de conveniencia, el amor verdadero, la lucha de clases... este siempre ha sido un tema recurrente en la vida real, de manera que autores como Galdós han sabido plasmar en la literatura. Fortunata representa el amor verdadero, la libertad, la pasión, la madre, mientras que Jacinta representa el matrimonio de conveniencia, la esterilidad de los ociosos ricos que no trabajan, que no aportan con su duro trabajo el fruto a la tierra. La Naturaleza habla por sí misma en esta novela, donde "el pueblo", es decir, Fortunata, se convierte en la madre de un rico heredero. Las dos mujeres, opuestas por las circunstancias están más cerca la una de la otra que nunca: ambas son engañadas por el mismo hombre, un "Juanito", un Juan con diminutivo que no acaba de crecer, un delfín, un heredero rico que siempre estará bajo las órdenes de Barbarita, su madre.