UN SOLO CORAZÓN – MUCHOS ROSTROS Nuestro Tema: Un solo Corazón - Muchos Rostros Reflexión Nº 1 ¡El sueño de Dios para nuestro mundo! Un sueño compartido por Arnoldo y José, quienes se entregaron a sí mismos para hacerlo realidad. Nosotros/as también compartimos este sueño. El tema de la Canonización intenta capturar esto en forma de imagen, expresando los aspectos de la misión que nuestros últimos capítulos generales han destacado: comunión de personas, diálogo y relaciones promotoras de vida, yendo más allá de nosotros/as mismos/as en amistad con quienes son diferentes. El tema nos invita a ver más allá de lo que divide: el idioma, el color, las tradiciones religiosas, y a ver lo que une: el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. (Rom 5:5) Un solo Corazón. Lucas usa esta frase para describir el cambio en los discípulos de Jesús después de la venida del Espíritu Santo: “el grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4:32) y oraban “con un solo corazón” (2:46). Un solo Corazón refiere la meta de la misión, que el Espíritu Santo “nos conduzca a construir comunidades que sean a la vez escuelas de diálogo, y que se caractericen por relaciones promotoras de vida plena.” (Oración para el Año de Gracia) Las relaciones interpersonales son promotoras de vida cuando están basadas en el amor y el respeto. Muchos Rostros, por lo tanto, nos desafía a crecer en la valoración de la variedad de personas, culturas y religiones, cuya belleza deseamos respetar. Dirige nuestra atención a la persona individual porque nada nos distingue más como individuos que nuestros rostros. El rostro es la parte del cuerpo por la que se expresan más claramente las actitudes personales – una sonrisa, un ceño, pueden expresar mucho. El rostro refleja la personalidad y el carácter de una persona. La frase Muchos Rostros destaca aquellos aspectos que hacen de cada persona un ser único y nos invita a alegrarnos de la diversidad de personas y culturas como “sacramento de la abundancia de Dios.” (SVD 1988, p. 694) Cuando reina este espíritu, nuestras comunidades internacionales serán promotoras de vida para nosotros/as y ser testimonio para los demás. El tema, de esta manera, expresa el centro de nuestra espiritualidad misionera, a saber, que en la medida que tratamos de promover el bienestar y la dignidad de cada persona y grupo, experimentamos a Dios en nuestra misión y nosotros/as mismos/as alcanzamos la plenitud de vida que Jesús prometió. (Jn 10:10) Esto nos conduce al significado más profundo del tema, porque Un solo Corazón también refiere al Sagrado Corazón, es decir, al amor de Dios por el mundo, encarnado en el corazón humano de Jesús. Dios tiene un corazón para la humanidad. En palabras del B. Arnoldo: “El Padre del cielo mostró su amor de una manera nueva e inefable al enviar a los amados de su Corazón (el Hijo y el Espíritu Santo) para revelar su amor a la humanidad.” Los Muchos Rostros de Jesús Jesús continúa revelando la presencia de Dios Amor en nuestro mundo; el Espíritu nos atrae hacia el Corazón de Dios y nos da ojos para ver los muchos rostros de Jesús, es decir, para contemplar el rostro de Jesús en cada rostro. Algunos rostros son atractivos, otros lo son menos o están desfigurados por la violencia, algunos están enojados, otros desfigurados por el hambre. Sin embargo, cada uno es un rostro de Cristo y en cada rostro brilla una parte de la belleza de Dios para los quieren ver. “Las Hermanas en los pobres han de ver al mismo Cristo pobre, y los tratarán con bondad y misericordia”, escribió el Beato Arnoldo en la Regla de 1891 p. 28. Sin embargo, el ideal de Un Solo Corazón está muy lejos de ser una realidad. Nuestro mundo es un mundo fragmentado, dividido por la violencia y la desigualdad; extraños de la naturaleza. Es difícil ver a Jesús en el rostro de los opresores y explotadores de los demás. Nuestros capítulos echaron una mirada penetrante a la realidad de nuestro mundo (SVD 2000 #11; SSpS 2002 #26), considerando el lado negativo pero también los signos unificadores de la acción del Espíritu. Aún no tenemos un solo corazón, pero nuestra fe en Jesús nos asegura que existe un solo Corazón, el Corazón de Dios, con nuestro Fundador rezamos: “Viva el Corazón de Jesús en todos los corazones.” “El Corazón de Jesús”, él nos recuerda “debería vivir en nuestros corazones a través del amor, es decir, por nuestro amor al próximo, de tal forma que los necesitados sean ayudados, los vulnerables apoyados y los perdidos hallados.” El Documento Preparatorio de las Hermanas SSpSAP (2002, p.7+8) enfatiza el fundamento de esta espiritualidad misionera: “Sin una vida interior de amor enraizada en el Padre, Hijo y Espíritu Santo no podremos contemplar el rostro de Jesús en nuestras Hermanas y ver cada uno de ellos como don, ni podremos discernir la acción de su Espíritu en los signos de los tiempos. La espiritualidad de comunión significa sobre todo la contemplación del corazón del misterio de la Santísima Trinidad que habita en nosotros/as, cuya luz también debemos ser capaces de ver brillar en el rostro de nuestros hermanos y hermanas.” Este es uno de los frutos que esperamos cuando rezamos con el Beato Arnoldo: “Viva Dios Uno y Trino en nuestros corazones y en el corazón de todas las personas.” Es cuando vamos a los demás en amor que este misterio de la inhabitación de Dios vive en nosotros/as; Dios vive y ama en nosotros/as. “Si nosotros nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros... porque el amor procede de Dios”, escribe Juan. (1 Jn 4:12.7) La inhabitación divina no es simplemente una devoción piadosa de nuestro Fundador sino expresa el fundamento de toda misión. Rezar y vivir la oración lleva a una nueva forma de ver y de ser, a un sentido distinto de sí mismo/a y de cada persona, en realidad, de todo el mundo, atraídos por el misterio de Dios que es amor. (1 Jn 4:8.16) Nos lleva a valorar la humildad y el respeto como las actitudes más propias de un/a misionero/a ante la belleza de cada persona y cultura. “Con qué reverencia deberíamos tratar la tierra santa de la presencia de Dios en medio de los pueblos y sus culturas.” (SSpS 1996, #30) La toma de conciencia de la presencia de Dios Amor en todas las personas condujo al Capítulo SVD a usar el término “diálogo” para articular mejor nuestra vocación misionera específica e insistir en “el diálogo como una actitud de “solidaridad, respeto y amor” que debe permear todas nuestras actividades.” (SVD 2000, #53) El diálogo aquí significa mucho más que discusiones redundantes sobre las diferencias de religiones. Refiere a aquellos encuentros de la vida más profundos y personales, en donde el uso de palabras puede ser de ayuda. En este diálogo de corazón a corazón “el lenguaje que todas las personas entienden es el del amor”, como solía decir el Beato José. Las Flores florecen con el Sol Como el sol hace florecer los capullos, así el amor ayuda a la persona a valorar su propia belleza. Un Hermana SSpS cuenta: “En mi primera Navidad en Ghana, acompañé a la Hna. Jane SSpS cuando visitaba una colonia de leprosos. Como era Navidad llevó algunos regalos. Una pobre mujer consumida por la enfermedad había perdido ambas piernas y los ojos, y su rostro estaba terriblemente desfigurado. Sólo se podía mover en la habitación arrastrándose. El regalo de la Hna. Jane para ella fue una esterilla. Cuando ella sintió y se dio cuenta de lo que se trababa, su rostro brilló de gozo y las lágrimas corrieron por sus ojos vacíos, exclamando: “¡Qué maravilloso! Ahora ya no tendré que sentarme sobre el suelo raso todo el día.” Fue simplemente la palabra gracias la que me afectó profundamente y jamás olvidé la belleza de su rostro iluminado por la gratitud.” La compasión de la Hna. Jane hizo que la belleza de esta mujer floreciera. La silenciosa dignidad de la mujer nos interpela; ella es a quien recordamos. Esa es la acción del Espíritu. “Solo el amor acrecienta los corazones humanos”, expresó el B. Arnoldo en una conferencia para Navidad. El Amor Divino encarnado en Jesús ensanchó su corazón. Que también nos conceda “un corazón dispuesto a abrazar a todos los pueblos de nuestro único mundo.” (Oración) En la Eucaristía el Espíritu nos capacita para hacer nuestro el sueño de Jesús: “Te pido que todos sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre...Yo les he dado a ellos, la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros y así el mundo crea.” (cf. Jn 17:21-22). Que brille la luz del Verbo en nuestros corazones para que se irradie la gloria de Dios como brilla en el rostro de Cristo – y en el rostro de cada persona. (cf. 2 Cor 4:6) Carol Welp SSpS & Peter McHugh SVD