T.M. Nº 59 - Reacciones de nuestro estómago ante los excesos alimenticios

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TEMA MÉDICO N° 59
¿CÓMO REACCIONA NUESTRO ESTÓMAGO ANTE LOS EXCESOS ALIMENTICIOS?
Sin duda, los excesos alimentarios como las carencias nutricionales atentan contra
nuestra buena salud y el bienestar general. Nuestro estómago, reacciona frente a estas
situaciones, indicándonos que algo funciona mal en nuestro organismo.
La alimentación, cumple un rol importante en nuestra vida cotidiana. Lo saben quienes
hacen de su dieta la ocasión para sentirse en forma y disfrutar en armonía, cuando todos
los mecanismos del cuerpo funcionan en plenitud.
Comer atendiendo a las necesidades del organismo, procurando la variación sana de
todos los alimentos que contribuyen al buen desarrollo del cuerpo, es una acción que
repercute de inmediato en su correcto funcionamiento, pero también en nuestro estado
de ánimo a corto y largo plazo. Esta acción otorga la gran posibilidad de procurar una
vida plena y armónica.
El acto de comer dos o tres porciones diarias de fruta, beber dos litros de agua al día,
reemplazar las grasas saturadas, los habituales carbohidratos y el exceso de proteínas por
menúes a base de vegetales y cereales, influye de manera significativa al momento de
obtener un equilibrio que ayude a sentirnos más saludables.
Somos lo que comemos. El cuerpo nos recuerda ello constantemente, el único problema
es aprender a escucharlo.
¿Cómo debe distribuirse la ingesta diaria durante el día?
La ingesta calórica/energética de las cuatro comidas diarias debe repartirse de la
siguiente manera:
20% en el desayuno.
35% en el almuerzo.
20% en la merienda.
25% en la cena.
Este simple esquema no es respetado por la mayoría de las personas, sea por la rutina
laboral, el estrés o la búsqueda de patrones estéticos de moda, asignando un porcentaje
menor al desayuno y almuerzo y reservando una mayor ingesta para la cena.
Las señales que nos indican que algo funciona mal.
Es notorio y evidente que el estómago nos avisa, de alguna forma, dándonos señales
frente a distintas situaciones como por ejemplo: cuando tenemos hambre emite ruidos
hidroaéreos inconfundibles y cuando nos excedemos, también nos comunica con
claridad, sumergiéndonos en una digestión lenta y agobiante.
Muchas veces duplicamos o triplicamos las calorías que requiere nuestro organismo o
pasando al otro extremo, olvidamos nuestra dieta diaria, omitiendo la ingestión de
alimentos durante el día.
En casos extremos, la forma de alimentarse puede llevar al desarrollo de los denominados
trastornos de la alimentación, que devienen en patologías tales como “la bulimia”,
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(ingesta excesiva con posterior evacuación de lo ingerido a través del vómito
autoprovocado y la negación) o la “anorexia” (rechazo a alimentarse por temor a
engordar).
Pero, sin llegar a esos extremos, una mala alimentación, ya sea por carencia o por
exceso, nos transforma en personas distintas a las que podríamos ser si tuviéramos
presente esa parte esencial de nuestra vida.
Comer bien para estar bien, no es un lugar común: es una verdad fundamental a
incorporar en nuestra rutina con toda la importancia que requiere, si lo que deseamos es
tener salud.
¿Cuáles son los errores alimentarios más comunes?
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Saltear el desayuno
Por lo general suele ser nutricionalmente pobre, consistiendo en muchos casos, solo en
una infusión bebida a toda velocidad antes de salir hacia el lugar de trabajo.
Este es el primer y peor error.
Un buen día debe comenzar con un buen desayuno, y en particular, debe estar
compuesto al menos de los siguientes elementos: leche, yogur, cereales, quesos
descremados, frutas o jugos de frutas.

No consumir variedad de hortalizas y frutas.
Fuente de vitaminas, antioxidantes, fibra, minerales, etc., esenciales para todo organismo
sano, “las frutas y hortalizas” suelen estar ausentes de la ingesta, o, lo que es igual de
errado, se consumen reiteradamente uno o dos tipos pero no más.
Los nutricionistas aseguran que deben consumirse cinco porciones de hortalizas y frutas
variadas cada día (cuanto más color y más variedad haya en el plato, será mejor).

Consumir poco pescado
Por cultura, por precio, por aquello de que “el pescado no sacia el apetito”, no estamos
acostumbrados a darle a nuestro organismo las imprescindibles vitaminas, hierro, selenio,
zinc, fósforo, proteínas de excelente calidad y ácidos grasos esenciales que poseen los
frutos de mar y los pescados, recordando que son más aconsejables los de mar sobre los
de río.
Al menos, deben consumirse dos veces a la semana, dado que aumentan nuestras
defensas y protegen contra las enfermedades cardiovasculares.
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No consumir regularmente lácteos
No solo los niños necesitan ingerir leche. No hay mejor fuente de calcio que la leche, los
yogures y los quesos, aunque también exista en otros alimentos.
Beber leche al menos dos porciones diarias, es fundamental para nuestra salud, en todas
las edades de la vida.

No consumir regularmente legumbres y cereales
En general, las legumbres son más consumidas durante el invierno, pero deben ingerirse
durante todo el año. Son también fuente de nutrientes que nuestro organismo requiere,
tanto como los cereales, asignados en general a los niños y olvidados por los adultos.
Nuestro estómago, es básicamente, un recipiente que contiene ácido, que recibe y
desintegra los alimentos en sus componentes básicos. Para el estómago, una barra de
cereales tiene la misma cantidad de carbohidratos que sesenta gramos de pastas y si
bien una persona no suele ingerir cuatro barras en forma simultánea, si come doscientos
gramos de pastas y hasta más. En general, cuantos más hidratos de carbono se ingiere,
más insulina se produce con más posibilidad de engordar. Pero no todas las personas
reaccionan así, algunas engordan y otras no, con una dieta con exceso de
carbohidratos.
Se estima que alrededor del 25% de la población es “genéticamente afortunada” pues
tienen una baja respuesta insulínica a la ingesta de carbohidratos.
No comer carbohidratos para no engordar es un error y un mito, el cuerpo los necesita
para producir energía rápidamente, el único secreto es ser moderado, no excederse.
Recuerde: la buena elección y combinación de los alimentos ayuda a mejorar la calidad
de vida. El placer de comer alimentos sanos es un hábito que nunca es tarde para
aprender y la salud no esta reñida con el placer.
Atrás quedaron los platos con muchas calorías y grasas, la mesa dulce y los brindis
tentadores. Depure su organismo con una semana de alimentación saludable: frutas,
hortalizas y líquidos serán sus aliados.
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Beba sin límite: agua, soda, caldos light, infusiones sin azúcar, gelatinas light.
Incorpore por lo menos dos litros y medio de agua por día.
Consuma abundante cantidad de frutas y vegetales frescos.
Consuma cereales integrales.
Coma más pescado.
Consuma yogures descremados.
Cene “liviano”.
Evite embutidos, chacinados, fiambres, manteca, mayonesa, frituras.
Muévase cada día más: elija caminar, andar en bicicleta, haga una actividad
física de su agrado y conviértala en hábito.
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Siempre consulte a su médico antes de iniciar cualquier cambio en sus hábitos
alimentarios.
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