TEMA 5 LA FILOSOFIA MEDIEVAL 1. 2. 3. 4. 5. 6. Filosofía y religión Apologistas y Padres de la Iglesia El pensamiento medieval Las relaciones entre razón y fe La existencia de Dios en Anselmo de Canterbury La existencia de Dios en Tomás de Aquino CUESTIONES 1. INTRODUCTORIAS ¿Qué es la religión? ¿Cuál es su sentido? ¿Qué es el conocimiento (filosofía, ciencia)? ¿Cuál es Su sentido? 2. ¿Pueden ser compatibles la filosofía y la ciencia con la religión? 3. ¿Qué significa el término «Dios»? 4. ¿Se pueden «entender» los dogmas de fe como se «entienden» las demostraciones racionales (matemáticas, física, filosofía...)? ¿Qué diferencia hay? 5. ¿Debe el creyente intentar «entender» los dogmas de la religión o debe sencillamente limitarse a «creer»? 6. ¿Qué significa «demostrar»? ¿Crees que se puede demostrar la existencia de Dios? 7. ¿Qué es el mal? ¿Por qué existe el mal en el mundo? ¿Es compatible la existencia del mal y la existencia de Dios? 1. Filosofía y religión La religión cristiana es un sistema de creencias basado en la revelación de una entidad trascendente al mundo y al ser humano: el cristiano acepta y se adhiere al dogma revelado en virtud de la creencia o de la fe en el testimonio de un ser superior. Por ello, la religión es contraria a la filosofía: La filosofía es una indagación autónoma, personal, y libre que quiere conocer mediante el sólo uso de la razón los principios inmanentes de la realidad. La religión excluye de por sí toda investigación y búsqueda de la verdad, no es ninguna actividad indagatoria o investigadora, sino que consiste en la aceptación y asimilación sin fundamento racional, por la fe, de una verdad ya dada que proviene del “más allá”. La religión, por consiguiente, no busca la verdad, no necesita buscarla puesto que ya la posee: está dada y lo único que el cristiano debe hacer es creerla. Pero el progresivo afianzamiento de la religión cristiana en el mundo romano y su predominio durante la Edad Media en el mundo occidental hizo que los teólogos y filósofos cristianos se dedicaran a la tarea de construir una interpretación cristiana del mundo, tratando de defender racionalmente los contenidos del dogma. Los filósofos medievales trataron de hacer compatibles las creencias en los dogmas revelados con el ejercicio de la racionalidad. A la hora de llevar a cabo esta pretensión, los pensadores cristianos se encontraron con un grave problema: al no ser una filosofía, la religión cristiana carece de conceptos racionales claros con los que construir explicaciones coherentes acerca de la realidad. Estos conceptos suelen ser el resultado final de un laborioso trabajo de investigación racional, de búsqueda de la verdad, pero como los libros sagrados presentan ya directamente la verdad sin necesidad de ir construyéndola o conquistándola, los filósofos cristianos sólo contaban con una serie de dogmas de fe que tenían que revestir conceptualmente pero, al mismo tiempo, sin conceptos propios. La solución que encontraron fue tomar el aparato conceptual proporcionado por la filosofía griega, en un principio el platonismo y el estoicismo, luego el aristotelismo, transformando el sentido de estas filosofías para que pudieran adaptarse y dar cabida racional a los dogmas de fe. 2. Apologistas y Padres de la Iglesia Los primeros filósofos cristianos fueron los llamados "apologistas" (San Justino, San Hipólito, Tertuliano, etc.) debido a que en los comienzos de la expansión del cristianismo (siglo II) ofrecieron argumentaciones racionales en defensa de las verdades de fe frente a los ataques que provenían de las escuelas filosóficas presentes en el momento (gnosticismo, neoplatonismo y estoicismo, fundamentalmente). Su pretensión era mostrar que si bien los dogmas del cristianismo no son verdades racionales, sí es defendible racionalmente la actitud del cristiano al aceptar esos dogmas o verdades. Más tarde, una vez que tras Constantino el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio Romano, los pensadores cristianos se dedicarán a exponer la doctrina cristiana y a confeccionar una cosmovisión cristiana a partir de los conceptos filosóficos griegos. Estos son los "Padres de la Iglesia" (Clemente de Alejandría, San Ambrosio, San Agustín, San Isidoro de Sevilla, etc.), cuya labor se desarrolló durante los siglos III y IV de nuestra era. 2 3. El pensamiento medieval Durante el período intermedio entre la caída de Roma y el final de la Edad Media, el cultivo de la filosofía y de las letras fue una actividad reservada casi exclusivamente a los miembros de la Iglesia. Lo que sobrevivió de las tradiciones del pasado fue conservado por la Iglesia y la filosofía se entendió como una rama del saber destinada a justificar el dominio del cristianismo. Con esto, la filosofía deja de ser un conocimiento que los seres humanos puedan plenamente alcanzar por sí mismos. La filosofía, según una sentencia famosa del Cardenal Pedro Damiano (siglo XI) es "esclava de la teología": hay que filosofar al servicio de Dios y de lo que Dios ha revelado. A la filosofía cultivada durante este período se denomina «Filosofía Escolástica». Su finalidad es la de tratar de explicar y justificar racionalmente los problemas teológicos que surgen de la exégesis de los libros sagrados. Cuestiones tales como la existencia de Dios y los atributos que de suyo le corresponden, la creación del mundo, la inmortalidad del alma, las relaciones de Dios con los seres creados y, en especial, con los seres humanos, etc. son tratados con una mezcla de dogmatismo y fe, por una parte, y de conceptos filosóficos griegos, por otra. En un principio fue la filosofía de Platón la que aportó las claves hermenéuticas en la construcción de la cosmovisión cristiana (San Agustín), pero a medida que la filosofía de Aristóteles fue siendo conocida, se comienza a reconocer su autoridad en el ámbito del intelecto: la síntesis entre aristotelismo y cristianismo se considera lograda con Sto. Tomás, a quien se considera como la cúspide de la filosofía escolástica (el Tomismo). El término "escolástica" procede del latín " schola" que significa "escuela". En este sentido, "escolástica" puede entenderse como aquel saber cultivado en las escuelas medievales y enseñado bajo la dirección de un maestro. Pero el uso del término se aplica más estrictamente a la enseñanza que en la Edad Media se practicaba en las escuelas monacales o episcopales. Ahora bien, hay que tener en cuenta que en estas diversas escuelas hay simultáneamente y sucesivamente pensadores de las más variadas tendencias: platónicos, neoplatónicos, agustinianos. místicos, aristotélicos, etc. Tampoco hay que olvidar que también hubo una "escolástica musulmana" o una "escolástica hebrea". Pero, con todo, comúnmente se utiliza el término para designar a la filosofía cristiana medieval. La filosofía escolástica se caracterizó por ser una especulación fundamentalmente teológica llevada a cabo por autores cristianos que se cultivó y desarrolló en las escuelas y universidades medievales. A estos autores les une una preocupación común, la de conciliar la reflexión racional con la teología, distinguiéndose, en general, por sus meditaciones metafísicas y lógicas. El objetivo fundamental de la reflexión escolástica cristiana fue, en suma, el intento de llevar al hombre a la comprensión racional de la verdad revelada. Delimitación cronológica y etapas La Edad Media comprende el período que va desde la caída del Imperio Romano de Occidente hasta el comienzo del Renacimiento. Desde el punto de vista de la historia de la filosofía, el comienzo del movimiento filosófico medieval suele vincularse al llamado "Renacimiento Carolingio", en el que Carlomagno, queriendo elevar el nivel cultural de los pueblos de su dominio, envía cartas a los abades y obispos de su reino para que funden escuelas destinadas a la formación de los clérigos (año 778); como final de la filosofía medieval, suele señalarse la segunda mitad del siglo XIV, con la muerte de Guillermo de Ockham (año 1350) o, más 3 tardíamente, con la muerte de Nicolás de Cusa (año 1464), fechas y autores que, aún dentro de la escolástica, anuncian ya el nuevo espíritu que caracterizará al Renacimiento. La escolástica se divide en tres etapas claramente diferenciadas: formación, apogeo y decadencia: A. Etapa de formación (hasta el siglo XII) En una primera fase de esta etapa, la función principal de los estudiosos de esta época consistirá en la tarea de recopilar textos antiguos, labor que realizaban especialmente los copistas de los monasterios. Pero los textos traducidos y estudiados no son más que un primer punto de partida. A partir de los comentarios a los diversos textos van surgiendo las primeras sistematizaciones de esta filosofía, debidas fundamentalmente a Escoto Eriúgena (siglo IX) y a San Anselmo (siglo XI), a quien se considera como el primer gran filósofo de la Edad Media. En el siglo XII se esbozan ya las grandes síntesis doctrinales características del siglo XIII. Las escuelas, especialmente la de París, alcanzan gran celebridad y a ellas acuden gentes de todas partes. En esta época comienza a conocerse la obra de Aristóteles, que se constituirá en fuente decisiva de inspiración y estímulo para la escolástica posterior. B. Etapa de apogeo: corrientes y escuelas en el siglo XIII Durante el siglo XIII se producen las grandes síntesis doctrinales teológico–filosóficas. El pensador más importante es Santo Tomás (dominico), pero también hay otros de gran talla intelectual como Roger Bacon y Duns Scoto (franciscanos). La obra de Aristóteles es en este momento conocida ya en su totalidad, convirtiéndose ahora definitivamente en el gran maestro, en la gran autoridad filosófica: en "El Filósofo". Entre los escolásticos del siglo XIII se produce una notable confluencia: tratan ya todos los temas de la filosofía y están de acuerdo en los problemas más fundamentales. Se fija así el cuerpo doctrinal escolástico que será la base de la enseñanza filosófica hasta al menos el siglo XVIII en la mayor parte de las universidades de Europa. Pero en el pensamiento medieval hay diversidad de tendencias, especialmente las que se desarrollan a partir de Aristóteles, el aristotelismo, y a partir de la filosofía de Platón, especialmente San Agustín. C. Etapa de decadencia (siglos XIV–XV) Algunos autores caracterizan esta etapa como "la crisis de una empresa imposible", la de reconciliar fe y razón, filosofía y teología, explicación racional y Revelación. Es una época crítica, de revisión. Se piensa ya que la teología no debe buscar su apoyo en la filosofía, que no necesita ser justificada, sino que tiene en sí misma sus propios fundamentos. Con ello el camino hacia una filosofía independizada de la teología comienza de nuevo a abrirse, constituyéndose los primeros esbozos de un pensar filosófico que toma, de nuevo, como objeto de indagación a la naturaleza y que se mantiene próximo a la experiencia. El filósofo más importante de esta etapa es Guillermo de Ockham (franciscano), que es considerado como el último pensador de relieve de la escolástica. Ockham y su escuela nominalista defenderán la peculiaridad de los contenidos religiosos propugnado la autonomía de la razón. 4 4. Las relaciones entre razón y fe El objetivo que define la filosofía escolástica es fundamentalmente su intención de enseñanza: se trataba sobre todo de acercar al hombre a la Verdad, conocida por la Revelación. Esta verdad funciona como norma reguladora del conocimiento. Se reconocen dos tipos de conocimiento: el que proporciona la fe y el que se obtiene mediante el ejercicio de la razón y de los sentidos. El problema y la discusión entre los mismos autores cristianos surge a la hora de señalar el alcance y las relaciones de estas dos fuentes de conocimiento y la fuerza de las afirmaciones que cada una de ellas formula. De aquí que las relaciones entre la fe y la razón se plantearan de modo conflictivo una y otra vez, puesto que en el intento de hacer comprensible la fe surgían momentos de gran confusión. ¿De qué modo puede la razón intervenir para hacer inteligibles creencias, que por serlo, entran ya en el campo de lo irracional? ¿ha de ser suficiente la fe para el cristiano? ¿son los contenidos de la Revelación traducibles a un lenguaje racional? Estas son las cuestiones que se tratarán en torno a esta problemática y para ellas hubo respuestas de diversa índole. Oposición Una respuesta radical fue la mantenida por Tertuliano (155-220), según el cual la razón no tiene nada que hacer respecto de la Revelación: la fe ha de ser suficiente para el cristiano. "Credo quia absurdum" ("creo porque es absurdo") era su lema; con él pretendía dar a entender que filosofía y teología, razón y fe son incompatibles: la Revelación es autosuficiente y no necesita de ninguna justificación ni comprensión filosófica. Confusión Según esta teoría, la verdad es única y a ella llega el hombre mediante la Revelación pero también mediante el razonamiento. Fe y razón colaboran en el logro de la verdad: la fe es necesaria para la razón y ésta contribuye a hacer comprensible la verdad cristiana. Así, se puede conocer la verdad mediante la razón, pero se necesita de la ayuda de la «Iluminación» que Dios y la misma fe le prestan. No cabe establecer, pues, una verdadera distinción entre filosofía y teología: el hombre, con la ayuda de la fe, supera los propios límites y alcanza conocimientos que no le serían accesibles de otro modo. A partir del Renacimiento Carolingio, es esta concepción es la solución dominante al menos hasta el siglo XIII, aunque no faltan discusiones con algunos partidarios de la independencia entre ambos dominios: Los que aceptaban la colaboración entre fe y razón se llamaron “dialécticos”, y mantuvieron fuertes disputas con los “antidialécticos”, que pretendían mantener intacta la fe sin contaminación con el razonamiento. Separación Los que sustentan esta postura consideran la fe y la razón como fuentes distintas y autónomas, por lo que hablaban de una posible doble verdad: una en filosofía y otra, distinta y aun contradictoria, en teología. Al no reconocer una superioridad, sin más, de la teología sobre la filosofía, la conciliación entre posibles afirmaciones encontradas se presentaba más problemática y difícil y exigía soluciones distintas a las hasta entonces apuntadas. Se llegó a esta concepción, especialmente a partir del siglo XIV, con la escuela nominalista, cuyo máximo representante fue Guillermo de Ockham. Con él, comienza a diferenciarse abiertamente entre dos verdades, la filosófica y la teológica, sin posibilidad de tránsito o 5 colaboración entre ellas. Ahora empieza a verse claro que la razón y la fe pertenecen a dos dominios distintos, cada uno de los cuales tiene su propio ámbito de actuación: la teología debe ocuparse de los problemas relacionados con la interpretación de las Sagradas Escrituras y con el ámbito de la fe, mientras que la filosofía deberá ocuparse de indagar en la naturaleza para descubrir sus leyes internas de un modo exclusivamente racional. Esta postura fue afianzando la idea de que la naturaleza ha de ser estudiada independientemente de los dogmas religiosos, ya que representa un campo autónomo propio del estudio racional. Con ello se fueron poniendo las bases para que aproximadamente dos siglos después pudiera darse el «renacimiento de la filosofía», en tanto que actividad racional autónoma, y, como consecuencia de ello, el surgimiento de la ciencia moderna. 5. La existencia de Dios en San Anselmo de Canterbury Fe y razón: ― San Anselmo defendió la línea de colaboración entre fe y razón: se parte de la fe y desde ella se trata de entender. Según él, los seres humanos disponemos de dos fuentes de conocimiento: la fe y la razón: a) Se parte de la fe: en contra de los dialécticos, sostiene que primero es necesario afirmarse en la seguridad de la fe y, por eso, las Sagradas Escrituras no deben someterse al juicio de la razón. La fe es el dato del que partimos y, por tanto, no hay que esperar a comprender para creer, sino a la inversa, se cree para comprender. Así, el hecho que debe comprender y la realidad que su razón puede interpretar le son suministrados por la Revelación. La inteligencia, por tanto, presupone la fe. b) Pero, contra los antidialécticos, defiende que, una vez instalados en la fe, debemos intentar comprender racionalmente aquello que creemos porque esta comprensión racional nos acerca a la misma visión de Dios. En suma, hay que esforzarse por comprender lo que se cree. ― Pero ¿hasta dónde puede llegar la razón y el entendimiento en la inteligencia de la fe? ¿Se puede llegar a comprender todo aquello que se cree? San Anselmo apuesta por un amplio margen para la actuación de la razón. Según él, aunque haya verdades, como la Trinidad o la Encarnación, que el entendimiento no puede llegar a entender, si que puede intentar indagar acerca de su necesidad y sentido, es decir, que aunque no se pueda llegar a comprender todo lo que se cree, si se puede comprender la necesidad de creerlo. ― Desde esta perspectiva, San Anselmo se propuso demostrar por razones lógicas necesarias que Dios existe, que es un solo Dios en tres personas y que debía encarnarse para salvar a los hombres. La existencia de Dios: ― Las partes más relevantes de su obra son las relativas a las demostraciones de la existencia de Dios. Las expone en el Monologium y en el Proslogium. Nos interesa sólo de la de éste último, el llamado “argumento ontológico”: ▪ Esta prueba es a priori, esto es, no parte de realidades constatadas por los sentidos, sino de la idea de Dios que es suministrada por la fe y termina en la comprensión de ese dato de fe. ▪ Formulación: - Intenta demostrar que la existencia de Dios se deduce de la definición de la divinidad como ser supremo: Dios se define como el ser más perfecto imaginable, siendo uno de los elementos de esa perfección la existencia. Así, un ser prefecto 6 no podría serlo si no existiera: por tanto, de la propia definición de Dios se deduce su existencia. - Si uno se imagina el más grande y perfecto de todos los seres y éste posee todos los atributos posibles excepto el de la existencia, entonces ya no sería el más perfecto de todos los seres ya que cualquier ser que exista siempre será más perfecto que el que no existe. ― Este argumento no fue muy tenido en cuenta durante el resto de la Edad Media, pero fue rescatado y reutilizado en la Edad Moderna por los racionalistas, Descartes y Leibniz. ― Posteriormente Kant puso de manifiesto su punto débil: la existencia no es una propiedad o atributo que pueda equivaler a la omnipotencia o la omnisciencia o la suma bondad: estas son propiedades sólo posibles si Dios existe: el error está por tanto en que trata la existencia de Dios como si fuera una propiedad más, pero estas no podrían darse si Dios no existiera, por lo que al dar una definición de Dios estamos dando por supuesto su existencia: esta es la condición previa de algo que tiene propiedades. Así, no se demuestra nada, ya que lo correcto sería decir lo siguiente: si Dios existiera tendría los atributos de bondad, omnipotencia, etc., pero no se afirma que exista, es sólo una proposición hipotética. TEXTO 1. QUE DIOS ES DE MANERA VERDADERA Así pues, Señor, tú que das entendimiento a la fe, concédeme a mí, en la medida en que tú sabes que es útil, entender que tú eres, como creemos, y que eres eso que creemos. Y, sin duda, creemos que tú eres algo mayor que lo cual nada puede pensarse. Pero ¿y si no hay una tal naturaleza, puesto que “dijo el insensato en su corazón: no hay Dios”? [Sal. 13, 1 y 52, 1]. Pero, ciertamente, ese mismo insensato, cuando oye esto mismo que digo: “algo mayor que lo cual nada puede pensarse”, entiende lo que oye; y lo que entiende está en su entendimiento, aun cuando no entienda que aquello es. En efecto, que una cosa sea en el entendimiento es algo diferente de entender que la cosa es. Pues cuando un pintor piensa de antemano lo que va a hacer, lo tiene, ciertamente, en el entendimiento, pero aún no entiende que sea lo que aún no ha hecho. Pero cuando él ya ha pintado, entonces, a la vez, lo tiene en el entendimiento y entiende que es lo que ya ha hecho. Por tanto, también el insensato está obligado a reconocer que, al menos en el entendimiento, es algo mayor que lo cual nada puede pensarse, porque cuando oye esto, lo entiende; y todo lo que se entiende es en el entendimiento. Y, ciertamente, aquello mayor que lo cual nada puede pensarse no puede ser sólo en el entendimiento. Pues si es sólo en el entendimiento, puede pensarse que es también en la realidad, lo cual es mayor. Por tanto, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse es sólo en el entendimiento, entonces eso mismo, aquello mayor que lo cual nada puede pensarse, es aquello mayor que lo cual puede pensarse algo. Pero, ciertamente, esto no puede ser. Luego existe, sin duda, algo mayor que lo cual nada puede pensarse, tanto en el entendimiento como en la realidad. 6. La existencia de Dios en Sto. Tomás de Aquino Para Sto. Tomás, la existencia de Dios no es sólo un «artículo de fe», sino una verdad demostrable mediante el uso lógico de la razón: es un «preámbulo de la fe». Para mostrarlo, idea una serie de argumentos filosóficos cuya conclusión será siempre la misma: la necesidad teórica de postular la existencia efectiva de Dios. Estos argumentos son cinco y todos ellos presentan una misma estructura: 7 1) El punto de partida es siempre un hecho de experiencia, un dato incuestionable presente en la intuición empírica. 2) El siguiente paso consiste en aplicar a este hecho el «principio de causalidad», es decir, se pregunta por el «principio» que ha causado este dato incuestionable que aparece en la experiencia. 3) La búsqueda de la causa se lleva a cabo en el ámbito de lo inmanente, en el mundo natural, pero se demuestra que tal causa, aunque patentemente tiene que existir, no puede hacerlo en este mundo y, por tanto, habrá que postular su existencia como entidad trascendente al mundo. En las tres primeras vías el salto de lo inmanente a lo trascendente se produce como consecuencia de la imposibilidad de un regreso al infinito en la serie de las causas. 4) Se concluye con la necesidad de aceptar la existencia de una causa última y trascendente que explique la posibilidad de aquellos hechos. 5) Por último, se identifica esta causa con el Dios cristiano. Los datos de experiencia de las vías son: 1) hay movimiento; 2) hay series de causas eficientes; 3) hay cosas que no existen siempre, sino que tienen un comienzo y un final (entes contingentes); 4) hay distintos niveles de perfección en los seres; 5) hay orden en la naturaleza. La aplicación del principio de causalidad a estos datos de experiencia se realiza del modo siguiente: 1) como mover es pasar de la potencia al acto, lo que es movido (potencia) es movido por otra cosa (acto), pero para que esta sea actual ha tenido que ser movida por otra cosa en acto; 2) no es posible que una cosa sea su propia causa eficiente y, por tanto, ha de ser causada por otra, y esta a su vez por otra; 3) los entes contingentes encuentran la razón de su ser en otro ente, que será necesario, pero éste a su vez es también contingente, por lo que reclama la existencia de otro ser. En estas tres primeras pruebas, Sto. Tomás nos hace observar que la causa fundamental no puede encontrarse en una serie infinita de causas segundas, por lo que se exige el salto hacia una causa última que ha de existir necesariamente, pero no en el mundo creado; 4) lo más y lo menos se refieren siempre a un máximo, y el máximo en un género es la causa de todo lo que contiene el género; 5) los entes no dotados de conocimiento se orientan a un fin bajo la dirección de un ser inteligente, que es causa del orden teleológico de la naturaleza. Las conclusiones de las vías son: 1) existe un primer motor inmóvil (acto puro) que es la causa última que inicia todo movimiento produciendo el paso de la potencia al acto en todos los entes; 2) existe una primera causa eficiente que es la creadora del mundo; 3) existe un ser necesario en sí que es la causa de la necesidad en los otros; 4) existe un ser perfecto que es la causa del ser, de la bondad y de la perfección que todo ente presenta; 8 5) existe un ser inteligente que orienta a todas las cosas de la naturaleza hacia un fin: es causa del orden natural. El último paso consiste ya en identificar al motor inmóvil, a la primera causa eficiente, al ser necesario, al ser perfecto y al ordenador del cosmos con el Dios cristiano. TEXTO. Sto. Tomás, Suma teológica ARTÍCULO II Si se puede demostrar la existencia de Dios DIFICULTADES. Parece que la existencia de Dios no es demostrable. 1. La existencia de Dios es un articulo de fe. Pero lo que es de fe no se puede demostrar, porque la demostración hace ver, y la fe es de lo que no vemos, como enseña el Apóstol. Luego la existencia de Dios no es demostrable. 2. La base de la demostración es la naturaleza del sujeto, o lo que el sujeto es. Pero de Dios no podemos saber lo que es, sino más bien lo que no es, como dice el Damasceno. Luego no podemos demostrar la existencia de Dios. 3. Si se demostrase que Dios existe, sólo cabría hacerlo por sus efectos. Pero sus efectos no guardan proporción con El, ya que El es infinito y los efectos son finitos, y entre lo finito y lo infinito no hay proporción. Si, pues, no se puede demostrar una causa por un efecto desproporcionado a ella, parece que tampoco se puede demostrar la Existencia de Dios. POR OTRA PARTE, dice el Apóstol que lo inevitable de Dios se alcanza a conocer por lo que ha sido hecho. Pero esto no sería posible si por las cosas hechas no se pudiese demostrar que Dios existe, pues lo primero que hay que averiguar acerca de una cosa es si existe. RESPUESTA. Hay dos clases de demostraciones. Una, llamada propter quid o por lo que, que se basa en la causa y discurre partiendo de lo que en absoluto es anterior hacia lo que es posterior. La otra, llamada demostración quia, parte del efecto, y se apoya en lo que es anterior únicamente con respecto a nosotros, que, cuando vemos un efecto con más claridad que su causa, por el efecto venimos en conocimiento de la causa. Así, pues, partiendo de un efecto cualquiera, puede demostrarse la existencia de su causa propia (con tal que conozcamos mejor el efecto), porque, como el efecto depende de la causa, si el efecto existe, es forzoso que su causa le preceda. Por consiguiente, aunque a existencia de Dios no sea verdad evidente respecto a nosotros, es, sin embargo, demostrable por los efectos que conocemos. SOLUCIONES. 1. La existencia de Dios y otras verdades análogas que acerca de El podemos conocer por discurso natural, como dice el Apóstol, no son artículos de fe, sino preámbulos a los artículos, y de esta manera la fe presupone el conocimiento natural, como la gracia presupone la naturaleza, y la perfección, lo perfectible. Cabe, sin embargo, que alguien acepte por fe lo que de suyo es demostrable y cognoscible, porque no sepa o no entienda la demostración. 2. Cuando se demuestra la causa por el efecto, es imprescindible emplear el efecto como definición de la causa y esto sucede particularmente cuando se trato de Dios. La razón es porque en este caso, para probar la existencia de alguna cosa, es preciso tomar como medio lo que su nombre significa y no lo que es, ya que antes de preguntar qué es una cosa, primero hay que averiguar si existe. Pues bien, los nombres que damos a Dios los tomamos de sus 9 efectos, y, por tanto, para demostrar la existencia de Dios por sus efectos, podemos tomar como medio el significado de la palabra Dios. 3. Aunque, por los efectos desproporcionados a una causa no pueda tenerse un conocimiento perfecto de ella, sin embargo, por un efecto cualquiera puede demostrarse, sin lugar a dudas, la existencia de su causa, y de este modo es posible demostrar la existencia de Dios por sus efectos, aunque éstos no puedan dárnoslo a conocer tal como es en su esencia. ARTÍCULO III Si Dios existe DIFICULTADES. Parece que Dios no existe. 1. Si de dos contrarios suponemos que uno sea infinito, éste anula totalmente su opuesto. Ahora bien, el nombre o término Dios significa, precisamente, un bien infinito. Si, pues, hubiese Dios, no, habría mal alguno. Pero hallamos que en el mundo hay mal. Luego Dios no existe. 2. Lo que pueden realizar pocos principios, no lo hacen muchos. Pues en el supuesto de que Dios no exista, pueden otros principios realizar cuanto vemos en él mundo, pues las cosas naturales se reducen a su principio, que es la naturaleza, y las libres, al suyo, que es el entendimiento y la voluntad humana. Por consiguiente, no hay necesidad de recurrir a que haya Dios. POR OTRA PARTE, en el libro del Exodo dice Dios de sí mismo: Yo soy el que soy. RESPUESTA. La existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías. La primera y más; clara se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se mueve es movido por otro, ya que nada se mueve mas que en cuanto está en potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera cómo lo caliente en acto, v. gr., el fuego hace que un leño, que está caliente en potencia, pase a estar caliente en acto. Ahora bien, no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino respecto a cosas diversas: lo que, v. gr., es caliente en acto, no puede ser caliente en potencia, sino que en potencia es, a la vez, frío. Es, pues, imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Más no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios. La segunda vía se basa en la causalidad eficiente. Hallamos que en este mundo de lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, sea una o muchas, y ésta causa de la última; y puesto que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese una que sea la primera, tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, 10 pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera, y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios. La tercera vía considera el ser posible o contingente y el necesario, y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos, seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fué. Si pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fué imposible que empezase a existir cosa alguna, y, en consecuencia, ahora no habría, nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos, forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios. La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice la más caliente de lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos Dios. La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien qué entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, y a éste llamamos Dios. SOLUCIONES 1. Dice San Agustín que, siendo Dios el bien supremo, de ningún modo permitiría que hubiese en sus obras mal alguno si no fuese tan omnipotente y bueno que del mal sacase bien. Luego pertenece a la infinita bondad de Dios permitir los males para de ellos obtener los bienes. 2. Como la naturaleza obra para conseguir un fin en virtud de la dirección de algún agente superior, en lo mismo que hace la naturaleza interviene Dios como causa primera. Asimismo, lo que se hace deliberadamente, es preciso reducirlo a una causa superior al entendimiento y voluntad humanos, porque estos son mudables y contingentes, y lo mudable y contingente tiene su razón de ser en lo que de suyo es inmóvil y necesario, según hemos dicho”. 11