Yo a tu edad Género: Cuento Título: El sueño de mamá Autora: Msc. Carmen Elizabeth Vizco Gell Edad: 60 años Dirección: calle 74, No.29B08, apto 5, entre 29B y 29C, Buenavista, Playa, La Habana. Teléfono: 2073775 Círculo de abuelos Antonio Maceo, Municipio Playa. ¿Qué sucede cuando de pronto nos damos cuenta que hemos dedicado mucho tiempo en el cuidado de los demás y decidimos llevar a cabo nuestro sueño a cualquier costo? Mi sobrino-nieto Daniel, que ahora tiene 20 años y estudia inglés en la universidad, casi se traumatiza cuando su madre Sheila decidió que iba a hacer realidad su sueño, iba a estudiar de nuevo porque con el nacimiento de él, sus estudios se habían truncado. Desde que mi sobrina Sheila era pequeñita, siempre decía que iba a ser doctora. Cuando terminó la secundaria quería estudiar enfermería, pero sus padres la embullaron para que hiciera el preuniversitario y estudiara medicina, con su inteligencia y sus buenas notas era muy posible que le otorgaran la carrera. Sheila le hizo caso a sus padres y comenzó sus estudios preuniversitarios. Estudiando en el pre conoció a su primer novio. Sus padres aceptaron el noviazgo. Pero quiso la mala suerte y la irresponsabilidad de ambos que Sheila terminara el preuniversitario con 16 años y 8 meses de embarazo. No está de más decir la decepción que esto les causó a sus padres y a ella misma que vio tronchada su juventud, convertida en una madre adolescente con un bebé para criar. A pesar de todo, su promedio fue alto, pero no quiso presentarse a las pruebas de ingreso y ahí acabaron sus estudios. Craso error. Sus padres le dieron todo el apoyo necesario y buscaron diferentes variantes para que ella siguiera estudiando, pero fue inútil. El novio solicitó la carrera de ingeniería y se la otorgaron, cuando empezó a estudiar en la CUJAE, se buscó otra novia y se olvidó de Sheila. Ella sufrió mucho, pero se propuso sacar adelante a su hijo con la ayuda que sus padres siempre le dieron. Un día hablando con Daniel sobre sus estudios, le pregunté cómo se las estaba arreglando con su mamá estudiando, si él estaba acostumbrado a que ella le hiciera prácticamente todo. Daniel me contestó: -Ahora estoy bien tía, pero hace tres años atrás, cuando yo tenía 13 años y estaba en 9no grado, mi mamá que tenía 29, se acrdó que ella siempre había querido estudiar medicina cuando creciera y decidió que no iba a cuidar más mascotas que no eran de ella, ni a perder más tiempo haciendo de ama de casa, fue al municipio de educación y solicitó la carrera de medicina, acogiéndose al plan que tenía la revolución para los jóvenes que no estudiaban ni trabajaban y se la otorgaron. Al saber esto, yo entré en shock. Y me decía: ¿De dónde ella sacó esa idea? Es un error de mi madre comenzar a estudiar una carrera a los 29 años. ¿Qué hizo ella cuando tenía 16, 17 años?- me preguntaba. El crecimiento termina a los 21 años. Está bien hacer las cosas en la edad escolar adecuada, pero ningún padre tiene derecho a auto realizarse después de tener a su primer hijo y más aún, donde hay un adolescente como yo por el que preocuparse, cuidarme cuando me enferme. Yo quiero a mi madre de vuelta para que me prepare mi desayuno, me despierte en las mañanas acariciándome la cabeza. A pesar de que ese es su sueño, ¡mira que comenzar a los 29 la escuela de medicina! Y para colmo de males, decidió también que yo tenía que hacerme un adolescente independiente porque mis abuelos estaban viejos para ocuparse de mí y ella tenía que estudiar. La vida me dio un giro de 180 grados. Mis quejas eran constantes, además de que yo tenía que prepararme mi propio desayuno, mi madre cambió su lenguaje, el inglés se le fue para la cabeza, hablaba conmigo en inglés y yo me quedaba sin entender nada y hasta cambió también la forma de escribir los mensajes que me dejaba: la w con una línea encima significa con, la w dentro de un círculo significa sin, la b con una línea encima significaba antes y la a con la línea encima significaba después. Esto me llevó casi un año entender qué quería decirme, por ejemplo: -Asegúrate de ponerle comida y agua al pájaro b (con línea arriba) de irte-. Y a la hora de comer, al preguntarle cómo estuvo el día en el hospital, pues la pusieron en la sala de emergencias, me contaba todas las cosas agradables y desagradables que había hecho, a veces se me quitaban los deseos de seguir comiendo. Antes cuando estornudaba, tocía o tenía fiebre ella estaba en pánico, pensando que estaba a punto de morirme. Después que comenzó a estudiar medicina todo cambió en cuanto a enfermedades, nada parecía preocuparle mucho. La última vez que me enfermé le dije: -Tengo fiebre. Me duele cuando respiro-. Ella me contestó: -Probablemente tienes bronquitis, no te preocupes por eso-. Lo mejor de todo es que mi mamá estaba en la escuela de nuevo, el sueño de cualquier niño, porque siempre nos dicen que ir a la escuela es mejor que cualquier cosa que ellos hacen todo el día. Para mí era un placer ver a mi madre sufrir haciendo las tareas todos los días. Sus libros eran más gordos que los míos y a veces yo tenía que explicarle algunas cosas sobre las tareas. En ocasiones tenía que disciplinarla acerca de hacer la tarea porque estaba tan agobiada que su cabeza no generaba nada y ella era la primera en decirme: -Nos vamos al cine-. Del niño mimado que era, tanto por mi madre como por mis abuelos, ya aprendí a ocuparme de mi uniforme, se cocinar, prácticamente esa se convirtió en mi obligación, además comencé a disfrutar eso de inventar recetas en la cocina, para mi madre es un gran alivio no tener que ver nada con esa parte de la casa. Aunque mi vida cambió, para bien, estoy muy feliz de ver a mi madre luchar por lo que quiere. A pesar de que su tiempo es corto, se preocupa mucho por mis estudios y por las notas que saco y cuando hay alguna nota que ella considera baja, tengo que revalorizarla para que suba.Sheila ya se graduó y su servicio social lo está realizando en Venezuela. Daniel ahora se acuerda de su etapa de adolescente y me dice: -Mucha gente se me acerca y me dice lo difícil que debió ser todo esto para mi madre, sin pensar que para mí fue duro también. Ahora yo miro atrás y entiendo que fue difícil para ambos, pero sobrevivimos ¿qué hubiese pasado conmigo si hubiese seguido siendo el niño mimado de mamá? Luego él mismo se respondió: -Un inútil, tía, un verdadero inútil-.