TESTIMONIOS sobre la Sierva de Dios Madre Asunción Soler

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TESTIMONIOS sobre la Sierva de Dios
Madre Asunción Soler Gimeno:
Testimonio de la hermana Lourdes Beviá Beviá sobre la Sierva de Dios Asunción
Soler Gimeno. Sarrión (Teruel), 23 de noviembre de 1959. Original: AHCSCJ,
Madrid. . 1-10.
«† ¡Gloria a Dios!
Hermana Lourdes Beviá Beviá nacida en Aspe (Alicante) el día 16 de febrero de 1905.
Profesión temporal el 19 de mayo de 1943. Residencia actual Sarrión (Teruel).
La conocí en Valencia en la prisión de San Miguel de los Reyes al ingresar en la
Congregación el día de 12 de agosto de 1941. La primera impresión fue seria. Después
continuamos viaje con ella y varias madres a Málaga y vi era muy delicada con todos y
muy de Dios, nos trató con una gran deferencia, esto me inclinó mucho hacia ella.
En la casa Noviciado la vi muchas veces, siempre amable y caritativa con todas, pero
sin dejar de cumplir hasta en sus menores detalles cuanto mandan nuestras santas
Constituciones y dándonos un gran ejemplo.
Sólo viví con ella aproximadamente un mes en la Casa del Bosque (Madrid) y la vi
siempre tan sencilla en su trato que me inspiraba confianza, me acercaba a ella segura
que me recibiría bien, siempre estaba de igual carácter.
Creo que resplandecía en todas las virtudes, pero sobre todo en la prudencia. Noté
siempre que al consultarle no contestaba enseguida, me pareció que consultaba con el
Señor, y que tenía una dependencia continua y completa de la voluntad de Dios, y nunca
contestó con precipitación.
Su espíritu de fe se vio en las varias sacudidas que tuvo nuestro Instituto, siempre la vi
serena esperándolo todo del Señor. En una ocasión hablando con ella estaba tan
contenta y tranquila al parecer, pero al hacerme ella algunas preguntas y contestar
servidora con sencillez, vi sólo por unos momentos en su rostro toda la amargura que
llenaba su alma, y me maravillé de la naturalidad que se veía en su exterior, y
comprendí entonces su gran virtud y confianza en el Señor.
Siempre la vi con una confianza sin límites en el Señor y me exhortaba a confiar
siempre en Él.
Tenía mucho celo por la gloria de Dios, en todo quería fuese glorificado, y el mayor
bien para nuestras almas. En una ocasión que le refería cómo al visitar a un enfermo
decían los familiares, que con el Señor había entrado el bien en su casa, exclamó llena
de entusiasmo. ¡Y alaban a Dios! ¡Y alaban a Dios! Vi en ella un gran amor y celo por
la gloria de Ntro. Señor.
Su prudencia fue muy grande, sobre todo al corregir noté siempre en ella una gran
delicadeza, no hería, más bien parecía un ruego, servidora quedaba siempre agradecida,
segura que lo hacía por mi bien, y si estaba triste se me acercaba y sonreía para
levantarme el ánimo. Su justicia fue siempre con todas igual y su templanza ejemplar,
en todas las virtudes nos dio siempre un gran ejemplo. Y su fortaleza fue heroica, a
pesar de los tremendos disgustos que tuvo siempre seguía con su natural sencillo y al
parecer sin sufrimiento, tuve la certidumbre de que sufría mucho alguna vez, muy
pocas, y sólo unos instantes después seguía lo mismo, y admiré siempre su gran
fortaleza.
Fue humilde en todo, hasta nuestras debilidades y miserias decía era ella la culpable, y
su celo por la gloria de Dios muy grande.
Su obediencia ejemplar, y su mortificación y espíritu de sacrificio debió ser continuo
porque no le noté nunca lo que le agradaba o no, para ella todo le parecía bien, no se
miraba nada a si misma, amó y practicó mucho la pobreza, nos daba todo lo que tenía
sin reservarse nada para ella, tenía un gran desprendimiento por todo lo terreno, y
siempre nos inculcaba este espíritu, sobre la pureza jamás le vi ni un movimiento
contrario a esta virtud, la vi muy perfecta en todas las virtudes.
Recuerdo haberla visto sufrir sus enfermedades sin quejarse, y en una ocasión que tenía
aquel mareo tan peligroso para su vida, a pesar de no poder hablar por la angustia tan
grande que tenía, se esforzó y me dijo unas palabras alentadoras, siempre la vi
esforzarse a pesar de sus grandes sufrimientos.
Ella siempre nos hablaba de Ntra. Stma. Madre, decía que no le negaba nada, viajé poco
con ella y no recuerdo nada de sus jaculatorias.
Conservo algunas cartas suyas a servidora sin importancia.
Conservo una [fotografía] que me dio ella al profesar.
La última vez que hablé con ella fue en marzo pasado en Quart de Poblet, sólo recuerdo
que como siempre nos trató con una gran caridad.
En ella vi siempre una gran virtud, y todo espíritu, procuraba acercarme a ella porque a
su lado me sentía mejor, comunicaba su espíritu de Dios, y aun sin hablarle, a su lado
sentía devoción y como elevado mi espíritu, siempre sentí por ella una gran veneración,
y la consideré un alma superior, muy profunda, y predilecta de Ntro. Señor.
Siempre oí decir que valía muchísimo. — Estuve siempre distante de ella, y no puedo
precisar con quienes tuvo más trato, sólo sé que todos la querían y respetaban mucho,
ella ganaba a todas las almas.
Sarrión 23 de noviembre de 1959. — Fdo.: Hna Lourdes Beviá.»
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