Biografía de Millie Stegmann Millie Stegmann nació en el Sanatorio Mater Dei, de la Ciudad de Buenos Aires, un 4 de mayo del año 1968 a las 15 hs, bajo el signo de Tauro. Su mamá, Silvia, la llamó Milagros debido a que los últimos meses de embarazo fueron complicados. Millie es la menor de cuatro hermanos: Agustina, Mariano, Juan Segundo y Milagros (en ese orden), con los cuales se crió en Coronel Pringles (Prov. de Buenos Aires) lugar que eligieron sus abuelos paternos cuando llegaron desde Berlín (Alemania). Allí en la estancia “La Susana”, Millie pasó su niñez, disfrutando del campo, y de su primer caballo al que llamó “Pico Blanco”, y al que todavía hoy recuerda con mucho amor. De niña, le encantaba jugar a los cowboys, hacer chocitas y camping nocturnos, (jamás una Barbie, las odiaba), también disfrutaba de un buen radioteatro o de mirar una telenovela. Vivió en el campo hasta los 4 años, momento en el que sus padres se separan. Mariano “Manucho” Stegmann (su padre) formó dos parejas en el transcurso de seis años; y su mamá se casó y al tiempo volvió a separarse. A raíz de esto se van a vivir a Buenos Aires. Allí empieza una vida más acelerada, pero nunca deja de volver a su amado campo de Coronel Pringles. Ella dice que ese campo explica su esencia: “Soy natural al extremo: no tengo microondas en casa, tardé tres años en conectar el lavarropas y tengo computadora porque mi mamá me la regaló hace un año y ella misma se encargó de conectarla. Soy cero botón. Y si me preguntás por que la actuación, te diría que tiene que ver también con ese pasado mío, con mi necesidad de expresarme” Con tan solo diez años Millie sufre uno de los golpes más duros de su vida: la muerte de su padre a causa de una trombosis. Razón por la cual se puede explicar el gran amor que vuelca sobre su abuelo paterno, a quien recuerda permanentemente, en especial los consejos que él le daba y todas sus enseñanzas. “La muerte de papá no me dejó sensación de desamparo porque mi madre se encargó de cubrir también el rol paterno. Pero a medida que fuí creciendo empezó a hacerme falta mi papá. Y en muchos momentos me hubiera gustado tenerlo al lado para compartir con él ciertas cosas que me pasaban, para tener su abrazo o escuchar su risa tranquilizadora”. Cursó el secundario en el colegio “Sworn” una escuela de doble escolaridad, bilingüe y solo de mujeres. Millie se encargaba junto a sus compañeras de hacer las mil y una y debido a que habían echado a todas sus amigas, en quinto año decide cambiarse al “Instituto Franklin”, un mixto en el que entraba a media mañana. Mas allá de haber hecho gran parte del secundario solo en compañía de amigas mujeres, siempre se las ingenió para conocer chicos, el tener dos hermanos varones y el ir al country de la familia en Pringles, la ayudaba muchísimo. Le encantaban las fiestas de 15 y las fiestas en casa de sus amigas. La primera vez que fué a un boliche, fué cuando tenía 15 años. Su mamá le daba mucha libertad porque confiaba mucho en ella. Pero vivían peleando porque tanto Millie como su hermana Agustina, que calzan 40 desde los 14 años, le robaban los zapatos a su mamá y, al no saber caminar con tacos, se los deformaban todos. Millie nunca se aprovechó de esa libertad que su mamá le daba, no le gustaban mucho las salidas nocturnas, y jamás se le pasaba por la cabeza salir un viernes, porque tenía por costumbre levantarse todos los sábados a las 7 de la mañana para ir al club. Siempre fue amante del deporte (tenis, jockey, equitación, gimnasia, etc.). Siendo una “romántica empedernida”, como ella misma se define, tuvo a los 15 años su primer novio, que le duró solo veinte días. Su primer novio formal, fué a los 17 años, con quien salió durante 7 meses. “En mi casa lo aceptaron re bien porque era un santo y amigo de mis hermanos, así que no me hicieron problemas”. Ese mismo año le dijo a su mamá: ”tengo que decirte algo”, Silvia de inmediato pensó que iba a ser abuela, pero respiró cuando Millie le dijo: “Fumo”. Su mamá tuvo que aceptar la noticia aunque la preocupaba mucho, ya que a Millie siempre le gustó cantar y el fumar no le haría bien a su garganta. Con respecto a su vocación, Millie cuenta que desde muy chica quiso ser actriz. “Era muy sensible y había todo un comportamiento en mí que apuntaba a lo que hoy es mi carrera. Creo que era una forma de llamar la atención, que estaba muy ligada a la necesidad de afecto. Era un: ‘acá estoy, quiéranme’. Me acuerdo que cuando le dije a mamá que quería ser actriz y empezar a estudiar teatro ella pensó ‘qué profesión tan difícil para mi hija. Yo quisiera algo mejor’ (ríe). Y me dijo ‘¡hay que lástima, Millie, con lo que te gustan los chicos a vos!’ ”. A los 17 años comenzó a tomar clases de actuación con Agustín Alezzo, luego le siguieron Luis Romero y Julio Ordano. Para pagarse los estudios trabajó en Relaciones Públicas, pero de a poco y con mucho esfuerzo, se le fueron abriendo las puertas de la actuación. “Me hubiera gustado empezar a estudiar teatro desde más chica pero no podía porque le había prometido a mi mamá terminar la escuela antes de dedicarme a otra cosa”. Así es que su primer trabajo en TV fué en el año 1989 en la telecomedia juvenil “Clave de sol”, donde interpretó a Carolina (una chica de campo). Su participación en el programa duró seis meses. Después sobrevino una espera de dos años en los que “nadie la llamaba”, hasta conseguir en el año 1992, su segundo personaje “Alicia”, una mucama que interpretó en la telenovela “Inolvidable” (protagonizada por Rubén Ballester) y como Millie dice: “era uno de esos personajes que tenía una escena cada 15 días. Muchas veces, detrás de los decorados, me preguntaba que hacía yo ahí. Pero esa tenacidad hizo que llegara al objetivo”. A partir de ese momento participó en una sucesión de novelas entre las cuales se encuentran: en el año 1992 “Soy Gina”, en 1993 “Micaela” y en 1994 “Perla Negra”, donde interpretó a Malvina, la mala de la tira, un personaje que pegó mucho en la gente y con el que también empezó a ser reconocida no solo en la Argentina, sino también en el exterior. A pesar de ese reconocimiento, otra vez tuvo que esperar casi dos años para volver a la televisión, esa vuelta se concretó en el año 1997, con un personaje totalmente opuesto a lo que había sido Malvina, en este año coprotagonizaría, junto a Guillermo Francella, una telecomedia llamada “Naranja y Media”. Su personaje se llamaba Natalia Girardoni, y fué uno de los programas más vistos y comentados de ese año por tocar el tema de la bigamia. “Con esta comedia hubo un sentimiento especial, existió una entrega total, dejé el alma y la vida. Lo amé con todas mis fuerzas. Siempre me entrego así ante cada trabajo pero “Naranja...” definitivamente fué muy especial porque venía de un año y medio sin trabajar y tenía unas ganas inmensas. Había un desafío, una polenta para comerme cada escena... Es un recuerdo imborrable, una historia maravillosa y un grupo del que nunca me voy a olvidar”. En el año 1998 participó de “Ricos y Famosos II” junto a Arnaldo André. En el año1999 volvió a convertirse en “la mala”, en este caso en la telecomedia infantil “Chiquititas”. Tanto en el 2000 como en el 2001, interpretó a la malísima Leticia, en la telenovela “Luna Salvaje”, junto a Gabriel Corrado. Este personaje fué el que definitivamente la hizo conocida en el exterior ya que, “Luna Salvaje”, no solo fué un éxito en Argentina, sino también en todos los países a los que fué vendida, entre ellos: Hungría, Israel, Polonia, Rusia, Rumania, Rep. Checa, etc. Millie dice que “Leticia” la dejó de cama y que arrasaba con todas sus energías. Fué por esto que necesitaba volver a hacer de buena. Y fué así como en el año 2002, le llegó la gran oportunidad de protagonizar por primera vez una telecomedia, interpretando a “Lola”, la partera del programa más exitoso de los últimos años de la TV Argentina: “Son Amores”. En reiteradas oportunidades Millie reconoció estar “enamorada” del programa: “...me encanta. No veo la hora de llegar a casa para verlo. Me gusta verme en ese papel. Me gusta todo. Observo qué puedo cambiar, dónde poner más, o sacar algo, soy bastante crítica conmigo. Quizás tendría que disfrutarlo más”. Con respecto al personaje agrega: “Lola es producto de todos y cada uno de los roles por los que pasé antes. Llegué hasta aquí pasando por todas las etapas anteriores. Valoro mucho esto que tengo entre manos, pero entiendo que sin aquello nada de esto hubiera sido posible”. Millie opina que a lo largo de su carrera, tuvo la suerte de cruzarse con muchos personajes, con diferentes matices: “los amo y los agradezco a todos. Los malos me han permitido expresar cosas desde otro lugar, distinto al que habitualmente ocupo en la vida. Con los personajes malignos, además, me he divertido mucho, porque son los que llevan la acción, los que arman la trama y los más atendidos por la gente”. Más allá de que la mayor parte de su carrera fué en la TV, también hizo teatro y cine. En teatro su primera obra fue “Las mariposas son libres”, con la que vivió la posibilidad de realizar una gira por el interior del país. Luego en el año 1999 hizo la versión teatral de “Chiquititas” y por último en el año 2002 la versión teatral de “Son Amores”. En cuanto al cine su primera incursión fue en el año 1995 con un personaje en la película “Lola Mora”, en el año 1997 interpretó a una vendedora de boletos de tren, en una película experimental, llamada “Un crisantemo estalla en cinco esquinas”. Y su última película (algo más comercial que las anteriores) fué en el año 2000, junto a Guillermo Francella en “Papá es un ídolo”. Millie le dedicó gran parte de su vida a la actuación, siempre todo le costó mucho, pero con mucha dedicación y esfuerzo, su carrera fué creciendo poco a poco, como ella misma dice: “Soy luchadora por naturaleza...” y los que la seguimos somos concientes de que eso es verdad. “Siento que cada cosa me ha costado muchísimo. No me pesa que haya sido así porque cada cosa la elegí. Hoy estoy orgullosa de eso, puedo acostarme feliz porque tengo la conciencia limpia. No le debo nada a nadie”. Más allá del éxito que está viviendo con “Son amores”, sigue siendo amante de las pequeñas cosas. Ama dormir una buena siesta, ir al supermercado, lavar el auto, escuchar música tranquila (Serrat, Ketama, Diego Torres, Maná, entre otros), juntarse con amigas (entre ellas Malena que es su mejor amiga de la niñez) para compartir un buen plato de pastas, o una salida al cine. Toca el piano (tomó clase con una concertista, pero dejó por falta de tiempo), cuida de las plantas que tiene en el balcón de su departamento en Palermo: “en mi casa tengo un balconcito con muchas plantas y me gusta cambiarles la tierra... es una especie de terapia. Si tuviera tiempo estudiaría psicología y sociología pero no para ejercer sino para mí”. Y agrega: “si no fuera actriz, sería psicóloga. La terapia es mi momento de relajación y de pensar. No soy dependiente ni tampoco voy para torturarme”. Millie fantasea con cantar a viva voz, con actuar en una comedia musical y de vez en cuando se le anima a la guitarra criolla que heredó de su papá. Disfruta mucho de sus sobrinos (Bautista y Conrado, hijos de Juanse, y Pampa, hija de Agustina); y por supuesto sigue amando el deporte: siempre que puede sale a correr por el Rosedal, un promedio de 6 Km diarios. “No tengo personal trainer porque me aburren las rutinas. Yo tengo conducta y no necesito a nadie que me toque el timbre para sacarme a hacer gimnasia”. También va al gimnasio “cuando tengo tiempo voy a la clásica clase de gimnasia modeladora, de 40 glúteos para arriba y para abajo. Aburridísima, pero efectiva.” “En las comidas me cuido porque tengo tendencia a engordar. Pero lo tengo totalmente asumido y convive conmigo. Yo tengo tendencia a hacerme bien, a querer estar bien y eso me juega a favor. Empecé a ver mis ansiedades, mis angustias, a reconocerlas, a aceptarme tal cual soy.” Esto complementado con dos años de tratamientos con el Dr. Pisanú, le hizo conseguir una figura que la deja muy tranquila y conforme, y que le permite darse los gustos que tiene ganas, ya que es una fanática de los dulces (aunque odia los chocolates con pasas de uvas). Después de varios años de constancia los resultados están a la vista. “Hoy tengo cuatro talles menos que cuando empecé a correr. De pronto, aparecieron los resultados de años de perseverancia, paciencia, esfuerzo y voluntad”. Todas las noches Millie cumple con el ritual de tonificar su cara con agua de rosas que compra en la farmacia de la esquina de su casa, comer una Melba y fumar un cigarrillo antes de irse a la cama vestida con una camiseta vieja “que ya no da más”. Millie en su casa, al igual que en su vida, es extremadamente obsesiva con el orden: peina los flecos de las alfombras, vigila que los almohadones estén siempre inflados y cuida que los cuadros no pierdan la alineación perfecta. Es organizada, prolija y metódica. “Me considero ordenada dentro y fuera de la profesión. No dejo de hacer lo que me hace bien: voy a correr, al supermercado, en casa no falta nada, pago mis cuentas antes de la fecha de vencimiento, duermo ocho horas, llego a mi lugar de trabajo una hora antes para peinarme y jamás pisé un estudio sin saber la letra”. Millie preserva muchísimo su vida privada. “Sé que al elegir esta profesión soy una persona expuesta y pública pero resguardar mi vida privada es algo que me hace sentir bien. Mi vida personal es muy mía y por eso me gusta preservarla”. Vive sola desde los 22 años. De chica se imaginaba a esa edad casada y viviendo en el campo con una familia estilo “Ingalls”. “Finalmente, hice el camino como quise, sin esquemas. Tuve cierta educación que me llevaba a desear eso. Según el mandato yo iba a terminar el colegio y me iba a casar.” “Hoy sigo soñando con un proyecto de dos, con armar una familia. La verdad es que me encantaría compartir la vida con alguien. Soy dependiente en los afectos. A los treinta y pico me imaginé casada y con hijos. Pero, ese proyecto todavía no llegó”. Y agrega: “Hoy mi vida es un gol, más allá de que no esté casada ni tenga hijos. Creo que uno es feliz encontrando su vocación. Y, gracias a Dios, puedo trabajar de lo que elegí. No me niego a ese proyecto, sólo creo que no me llegó el momento todavía. Pero tengo la sensación de que, por mi temperamento y mi personalidad, si llego a formar una familia, voy a lograrlo casi sin asignaturas pendientes”. A todo lo contado anteriormente se le puede agregar que hace un par de años se vendieron los campos donde ella se crió y desde ese momento nunca más pudo regresar a Coronel Pringles, porque como Millie dice: “Pasar por el campo y ver que tiene otro dueño, me sería muy difícil de entender, ya que si volviera por ahí sentiría que ese lugar todavía me pertenece...”. En cuanto a sus gustos: Sus película favoritas: “Sol de Otoño”, “Tierra de sombras” Colores preferidos: Violeta, negro y en primavera los pasteles. Actores preferidos: Norma Aleandro y Oscar Martínez. Cuadro de fútbol: Boca Juniors Perfumes: “Roma” y “Blonde” Es vegetariana Trayectoria laboral año por año TV 1989 Clave de Sol 1992 Inolvidable 1992 Soy Gina 1993 Micaela 1994 Perla Negra 1997 Naranja y media 1998 Ricos y famosos II y III 1999 Chiquititas 2000/2001 Luna Salvaje 2002 Son Amores Cine Lola Mora (1995) Un crisantemo estalla en cinco esquinas (1997) Papá es un ídolo (2000) Teatro Chiquititas (1999) Son Amores (2002)