Teresa de Jesús ¡qué gran santa! Como todos los años, el día 15 del mes de octubre, celebraremos la festividad de santa Teresa – Fundadora y Doctora de la Iglesia - fiesta de reconocido arraigo popular. En mi familia, sin ir más lejos, se llaman o llamaban Teresa una de mis abuelas, dos tías, dos primas, una hija, una sobrina y una nieta; total, una presencia continuada de este nombre, al menos, en las cinco últimas generaciones. ¿Por qué hay tanta devoción a nuestra Santa? Pienso que concurren en ella virtudes sobrenaturales y cualidades humanas de excepción, muy bien ensambladas en su brillante biografía. No voy a pretender hacer un estudio científico – para ello, doctores tiene la Iglesia y hermosas memorias nos dejó escritas ella misma – sino meditar algunas de sus facetas más ejemplarizantes. Detalles biográficos Empezaré por una referencia obligada a cómo vivía la obediencia y la sencillez, junto con una delicada coquetería femenina. Cuando el Superior de la Orden, el Padre Gracián, le mandó, a sus 61 años, que posara ante Fray Miseria, mientras éste le hacía un retrato, el comentario de Teresa, al contemplar el lienzo, fue: “¡Qué Dios os perdone, Fray Juan, porque me habéis hecho sufrir lo que Dios sabe para pintarme fea y legañosa”. Y hoy ése es el único retrato que conservamos de nuestra insigne Santa. Para tener una visión panorámica de su vida he consultado algunas obras escritas por ella misma y he encontrado tal abundancia y variedad de aspectos a considerar que me veo desbordado e incapaz de hincarles el diente con un mínimo de rigor y profesionalidad. Por eso voy a cortar por lo sano y, al tiempo que recomiendo a mis lectores la lectura personal de sus escritos, sólo recordaré alguna faceta suelta que la retrate con nitidez. Virtudes y comportamiento Empezaré por ver cómo vivía la virtud de la Fe. Por ejemplo, cuando una monja se lamentaba de no haber vivido en Tierra Santa, en tiempos de Nuestro Señor, Teresa se reía porque teniéndolo en el sagrario y pudiendo recibirlo en la comunión, gozaba de una proximidad que no hubiese tenido en aquellos tiempos en Palestina. Y, cómo vivía la Caridad. Cuenta ella misma que en el entierro con toda pompa de un notorio pecador del que pensaba se habría arrepentido de su vida pasada en la penosa enfermedad última, contempló en una visión que, al arrojarlo a la fosa, una multitud de demonios ensartaba su cuerpo y lo zarandeaba sin piedad, por lo que se esforzó en disimular su horror para que la gente no conociese que aquel desgraciado sufría tal terrible destino. A los demonios los veía a menudo y no los temía en absoluto; cuando no le dejaban terminar un rezo por las almas del purgatorio, porque aparecían como cucarachas que pululaban sobre las páginas del libro, observó que la forma mejor de expulsarlos sin que volvieran a estorbar era el rociarlos con agua bendita. Y en cuando pudo terminar el rezo, se abrió el suelo y vio como un montón de almas subían directas al Paraíso. Allí se manifestó la humildad de la Santa por el comentario del hecho: muy poco les debía faltar para alcanzar esa liberación colectiva. La franqueza y naturalidad como vivía su misticismo queda reflejada en una locución divina muy concreta. En una de sus numerosas fundaciones pasó tantos apuros que hasta tuvo lesiones físicas y se quejó filialmente a Jesús, recordándole: - ¡Señor, que lo estoy haciendo por Vos! ¿Y me pagáis de este modo? Entonces oyó claramente la locución del cielo: - ¡Así trato Yo a mis amigos! A lo que la santa replicó desenvuelta: - ¡Por eso tenéis tan pocos! Actividades externas Su confianza en la Divina Providencia resulta proverbial. Realizaba las nuevas Fundaciones sin los medios necesarios, con unas pocas monjitas fieles, creyendo con razón que Dios le concedería sin tardar cuánto necesitase, y así ocurría siempre. En muchos casos tenía que convencer o esquivar a las autoridades locales que querían impedir esta nueva Fundación. Como en el Antiguo Testamento con el Profeta Elías, también se cuenta de ella que una vez suministraba vino a unos obreros que trabajaban en su convento y se produjo el milagro de que el excelente vino de la pequeña garrafa nunca se agotó. Devociones de la santa De ella podemos aprender muchas cosas, para nuestra vida de cristianos del siglo XXI. En primer lugar, su devoción a la Virgen a la que tomó por madre, ya de jovencita, al quedar huérfana de su madre biológica. Sobre san José nos dice que siempre recurría a este glorioso santo y jamás dejó de atenderla en todo lo que le pedía. A las almas del Purgatorio les dedicaba abundantes sufragios y muchas veces vio cómo subían al Cielo. Contra las tentaciones del demonio utilizaba el agua bendita y nos dejó dicho de este sacramental que de nada huyen los demonios con mayor rapidez para no volver. Podría abordar más temas de nuestra Santa pero terminaré con una poesía que escribió ella misma y refleja su total abandono en la Providencia divina. Conclusión final Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta. (josemaria.macarulla@gmail.com)