Los impuestos distorsivos pueden ser eliminados Por Mariano Fernández y Martín Monastirsky Quizás no con la velocidad que hubiéramos deseado, desde el punto de vista técnico, lo positivo es que la propuesta de canje ya está en marcha, y aunque no sepamos con certeza qué porcentaje de adhesión tendrá, el canje de la deuda en default está transitando la última etapa, y la información que los analistas y participantes del mercado manejamos nos lleva a suponer que a partir de enero de 2005 los nuevos títulos estarán en circulación. Aceptando la hipótesis de una solución más o menos definitiva al problema, es importante abordar el frente fiscal. La solvencia fiscal en el tiempo es quizás el aspecto más importante y menos discutido en la propuesta de reestructuración, ya que es la que determina la viabilidad del flujo de fondos que deberemos pagar. Es por ello que no debemos limitarnos a analizar solamente el resultado primario ni el resultado global de la Administración Pública. La existencia de impuestos distorsivos junto con la falta de una definición adecuada en el tema de la coparticipación de impuestos es tanto o más importante que el compromiso de lograr tal o cual superávit primario. Un sistema impositivo eficiente permite que la inversión pueda canalizarse hacia proyectos de mayor rentabilidad y que los esfuerzos personales encuentren los incentivos adecuados para que sean orientados hacia la creación de riqueza. No cabe la menor duda de que en la actualidad la coyuntura económica nos favorece. Es quizá en este momento cuando nuestros gobernantes deban pensar y tomar previsiones para los tiempos difíciles, de manera de que las crisis nos encuentren bien apuntalados y que en última instancia sea la gente la que menos sufra en esos duros momentos. En materia fiscal, la recaudación ha seguido un sendero creciente que permitió dar un poco de aire al estado para poder compensar en parte la pobreza derivada de la crisis de 2001/2002. En términos reales y a precios de 2004 la recaudación impositiva total creció un 34,5% durante los primeros 9 meses en relación al mismo período del 1998. En relación al PBI, la mejora es incuestionable, dado que en 1998 la presión fiscal efectiva alcanzaba al 16,8% del PBI y en la actualidad representa el 22,7% del mismo. Esta mejora se debe al establecimiento de impuestos distorsivos, a la buena acción de la AFIP y a un conjunto de decisiones técnicas que dieron un toque final a la recaudación. Es interesante observar que el rubro “Ganancias-Bienes Personales” arroja un incremento del 70,5%, en tanto que los rubros IVA, Combustibles, Seguridad Social (el más afectado) y el Resto de los impuestos reflejan disminuciones con respecto a 1998. A este panorama general debemos agregar una consideración respecto de dos impuestos que han sido implementados durante el proceso de crisis económica: Transacciones Financieras y Retenciones a las Exportaciones. Si bien en los círculos académicos existe un consenso respecto de que la mayoría de los impuestos son distorsivos, hay algunos que lo son en mayor medida por el efecto que generan sobre las decisiones de consumo, ahorro e inversión y esfuerzo laboral. En particular, en este análisis clasificamos a los impuestos en dos tipos: distorsivos y no distorsivos. Dentro del primer grupo incluimos al impuesto a las Transacciones Financieras y a las Retenciones a las Exportaciones, mientras que en el segundo figuran los tributos vigentes en 1998. A partir de esta subdivisión, se tiene que, mientras que la recaudación total creció 34,5% en términos reales, el incremento correspondiente a los impuestos no distorsivos fue tan solo del 10,4%. Recaudación Real a precios de Septiembre 2004 Primeros 9 meses Tipo de Impuestos 2004 1998 No Distorsivos 60861,9 55133,7 Var % Distorsivos 10,4% 13307,2 0,0 Total 74169,1 55133,7 Var % 34,5% Var % Fuente: CEA UCEMA en base a Ministerio de Economía Es claro que la existencia de una estructura impositiva basada en impuestos de alta distorsión afecta el crecimiento de largo plazo pese a provocar en el corto plazo una mejora relativa de la solvencia fiscal: es decir que lo que cobremos hoy demás, mañana se convertirá en menos producción, en menos inversión y finalmente en menos impuestos. De los tributos que clasificamos como distorsivos encontramos: 1) que las Retenciones a las Exportaciones que reducen el estímulo a las ventas externas de Argentina; 2) que el impuesto a las Transacciones Financieras posterga y desincentiva la bancarización de los agentes trabando el desarrollo del sistema crediticio. Es importante entender cuán importantes son para el gobierno estos dos impuestos. No sólo explican el 18% de los ingresos impositivos y 4 puntos del PBI de los primeros tres trimestres del año, sino que sin ellos, el superávit primario (para el período enero-agosto) se reduciría de $15.441,6 millones a $3.680,3 millones. Desde ya que reconocemos que dada su alta importancia relativa y absoluta, desmantelar esta estructura fiscal inadecuada tiene costos fiscales de corto plazo que seguramente ningún gobierno querrá pagar, ni los acreedores quieran aceptar. Por esta razón es que se hace necesario establecer políticas a largo plazo que no impliquen saltos al vacío, pero que expresen la voluntad de mejorar la solvencia intertemporal del sector público. Dado que por cada punto del crecimiento del PBI la recaudación impositiva crece 0,9 puntos porcentualesi podríamos implementar un plan de desmantelamiento de estos impuestos distorsivos a través de una regla gradual donde vayamos sustituyendo el crecimiento en los no distorsivos por la disminución gradual de la alícuota del impuesto a las transacciones financieras y las retenciones a las exportaciones. De acuerdo a esto necesitaríamos sólo 5 años para volver a tener una estructura fiscal similar a la de 1998 manteniendo constante la recaudacion real de 2004, generando una disminución en la participación relativa gradual de los gravámenes distorsivos a favor de los no distorsivos. Con ello, los ingresos por impuestos no distorsivos deberían crecer al 4% anual hasta 2009, compensando el agujero que se generaría por el lado de las retenciones y el impuesto a los débitos y créditos. Esto sería posible teniendo en cuenta que la elasticidad crecimiento-recaudación es cercana a uno y bajo el supuesto de que la economía crecerá 4 puntos por año. Año 2004 Año 2009 Crecimiento Fuente: CEA UCEMA Alternativa 1 (5 años) Distorsivos No distorsivos Total Recaudación 13307 60862 74169 Eliminados 74169 74169 4,0% 0,0% La otra alternativa consistiría en un plan de 9 años en el que la recaudación impositiva real no se mantendría constante sino que crecería al 3,6% anual, bajo la misma hipótesis de crecimiento de la actividad económica. Esto posibilitaría aumentos del 5,9% anual en los ingresos por impuestos no distorsivos, los que finalmente convergen a cero en el año 2013. Año 2004 Año 2013 Crecimiento Alternativa 2 (9 años) Distorsivos No distorsivos Total Recaudación 13307 60862 74169 Eliminados 102026,8 102027 5,9% 3,6% Fuente: CEA UCEMA Es evidente que la eliminación de estos impuestos sin ningún plan para sustituirlos generaría un gran agujero en las cuentas públicas que el Estado no puede asumir en esta instancia de nuestra historia, en la cual aún seguimos con U$S 100.000 millones en default. Pensar en la consistencia temporal de la política fiscal no responde solamente a un target de resultado primario y cotas para el endeudamiento público. El diseño del esquema impositivo es de vital importancia. La supresión de los impuestos distorsivos, implantados “temporariamente” ante una situación de crisis como la vivida, es una condición necesaria para reducir las trabas a la actividad privada. Si la economía crece, la base sobre la cual recaudar tributos se ampliará, y en el largo plazo esa es la única manera de promover un sector público menos dependiente del ingreso de capitales del exterior que financien los desequilibrios. i Esta relación surge de regresar Ln (Rec. Real) = a + b*Ln (PBI Real)