Documento 340517

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PRIMA LETTURA (Jb 7,1-4.6-7)
Mis días se consumen sin esperanza
Del libro de Job
Habló Job, diciendo:
«El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un
jornalero; como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda
el salario.
Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme
pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas
hasta el alba.
Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda
que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.»
SALMO RESPONSORIALE (Sal 146)
R/ Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R/
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R/
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R/
SECONDA LETTURA (1Cor 9,16-19.22-23)
¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
Hermanos:
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si
no anuncio el Evangelio!
Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío,
es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a
conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación
del Evangelio.
Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles.
Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para
ganar, sea como sea, a algunos.
Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Canto al Evangelio (Mt 8,17)
Aleluya, aleluya
Cristo tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades
Aleluya
EVANGELIO (Mc 1,29-39)
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a
casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron.
Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La
población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y
expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus
compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: - «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: - «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí;
que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y
expulsando los demonios.
Oración sobre las ofrendas
Antífona de comunión
Oración después de la Comunión
Lectio
Si comenzamos a leer el evangelio de Marcos desde el principio, nos daremos cuenta de
que, desde 1,21 a 1,39, el evangelista hace una pequeña crónica de un día cualquiera de la
vida de Jesús.
El día transcurre en Cafarnaúm, ciudad en la que se habían establecido Simón y Andrés,
Santiago y Juan, los primeros discípulos del Señor. Decimos que allí vivían porque, al
menos Simón y Andrés, tenían allí su casa, como atestigua el evangelio de hoy. Sin
embargo, el evangelista Juan nos informa de que Simón y Andrés eran de Betsaida, como
veíamos hace pocos domingos (cf. Jn 1,44).
Ese día de la vida del Señor que nos cuenta Marcos es un sábado (Mc 1,21), y la primera
actividad que realiza Jesús es ir a la sinagoga a enseñar. Para Marcos, Jesús es, ante todo,
un didaskalos, un Maestro que enseña con autoridad. ¿En qué se manifiesta esa autoridad?
En que la palabra de Jesús se cumple, realiza lo que dice. La primera experiencia que nos
confirma este poder de la palabra de Jesús es la expulsión de un espíritu inmundo en la
sinagoga. Ésta es la primera intervención pública de Jesús, según Marcos (cf. Mc 1,23-27).
La reacción de la gente fue de asombro generalizado ante esta manifestación del poder de
la palabra: "Todos quedaron pasmados..." (1,27) y "su fama se extendió por todas partes, en
toda la región de Galilea".
Es importante caer en la cuenta de la insistencia de Marcos en subrayar el éxito inicial de la
misión de Jesús. Jesús era admirado por todos, en todas partes. Esa especie de revolución
entusiasta en torno a su persona se prolongará a los primeros capítulos del evangelio.
Tras el episodio de la sinagoga, que nos revela a Jesús como Maestro, el evangelio de
este domingo nos revela a Jesús como médico o taumaturgo. Jesús va a casa de Simón y
Andrés, junto con Santiago y Juan. Éstos son los primeros cuatro discípulos de cuya
vocación nos ha hablado Marcos poco antes (cf. 1,16-20). En casa de Simón, entra en
escena la primera mujer del evangelio de Marcos, cuyo nombre no se nos dice. Esa mujer
nos es presentada en relación a Simón: es su suegra y está enferma. Jesús se acerca, la toma
de la mano y la levanta. El contacto de Jesús es un contacto vivificante y sanador. Ante
Jesús, que es la Vida, todo signo de muerte retrocede, como si fuera un enemigo derrotado:
"la fiebre la dejó". Entonces ella se puso a servirles (1,31).
Es significativo este verbo, servir (diakoneo), referido a una mujer. En Mc 15,41 se habla
de un grupo de mujeres que "seguían y servían [a Jesús] cuando estaba en Galilea". Ellas
eran, por tanto, discípulas y "diaconisas" en la primera comunidad de seguidores de Jesús.
Sólo de ellas se dice que realizaron esa "diaconía" en el grupo de discípulos. Esta actitud de
servicio, adoptada en primera lugar por las mujeres, contrasta con la actitud equivocada de
los discípulos, que discuten por los primeros puestos y ansían el poder en el grupo (cf. Mc
9,33-34; 10, 35-37). A ellos, Jesús tiene que enseñarles que quien quiera ser el más grande
y el primero tiene que ser el servidor [diakonos] de todos. Así se parecerán al Maestro, que
no vino a ser servido sino a servir (Mc 10,45). Quizá la suegra de Pedro, tras la experiencia
de ser "levantada" (= resucitada) de su postración, se transformó en una de esas discípulas y
servidoras de Jesús que fueron con él hasta la cruz.
Pero estábamos en Cafarnaúm, y, al atardecer, toda la ciudad estaba agolpada a la puerta.
Le habían traído a todos los enfermos y endemoniados, y él curó a muchos. (cf. 1,32-33).
La curación de la muchedumbre enferma (afuera, en la puerta de la ciudad), demuestra que
la salvación de Cristo no conoce confines y no se encierra en los muros de una casa o de un
grupo: “le llevaron todos los enfermos... toda la población se agolpaba a la puerta... El sanó
a muchos enfermos de sus males y expulsó a muchos demonios... Simón y sus compañeros
le decían: todos te buscan...Y se fue a predicar an las sinagogas judías por toda Galilea”. La
salvación de Cristo se dirige a toda la humanidad. Jesús salvador es solidario con todos y
comparte con todos el ansia, el sufrimiento y las esperanzas más hondas, “a fin de que Dios
sea todo en todos” (1 Cor 15,28).
En este momento, ya hay unos personajes que comienzan a proclamar el mesianismo de
Jesús: los demonios, a los que Jesús no deja hablar porque le conocían (cf. 1,34). De este
versículo nos interesa caer en la cuenta del empeño de Jesús por mantener en secreto su
identidad de Mesías de Dios. En semanas posteriores veremos por qué.
Por fin, en la noche, también secretamente, Jesús fue "a un lugar solitario" para hacer
oración (1,35). Asistimos, como testigos privilegiados, al encuentro de Jesús con su Padre.
Aquí no se nos dice cómo ora Jesús, ni cómo era su relación con el Padre. Eso nos lo
contarán con más detalle Mateo, Lucas y Juan. Mateo y Lucas nos han transmitido la
oración de Jesús: el Padrenuestro (cf. Mt 6,9-13; Lc 11,2-4). Marcos simplemente nos dice
que Jesús, de madrugada, oraba.
"Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti,
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua"
Jesús madrugaba para orar, y estas palabras del salmo 63 pueden ser un reflejo hermoso
de los sentires de Jesús al acudir a un "lugar desierto" para encontrarse con el Padre.
Jesús busca a su Padre, y los hombres buscan a Jesús. Pedro, inoportunamente, va en su
busca y, casi con exigencia, reclama: "Todos te buscan". Pero Jesús es un hombre libre, que
no quiere anclarse en ningún puerto seguro donde ya es conocido y admirado, sino que
tiene clara la voluntad de Padre: no ha venido para eso sino para que el Reino llegue a
todos. Por eso recorrió toda Galilea predicando y expulsando demonios, sembrando el
Reino por todos los caminos, con palabras y con obras.
El Evangelio de hoy me pone en contacto con mis búsquedas y anhelos más profundos y
radicales. Me digo a mí misma que lo que realmente deseo es sentirme amada, vivir con
gozo y plenitud, y experimentarme fecunda para otros. Y sé que el único que ha vivido
todos estos anhelos hasta el extremo de lo humanamente alcanzable y el único que puede
enseñarme y regalarme vivir del mismo modo es Jesús.
Señor Jesús, es hermoso recordar que has levantado a personas hundidas por el
sufrimiento y por sus problemas; es más hermoso aún experimentar tu presencia salvadora
en nuestro tiempo, en nuestra historia y en nuestra vida.
Gracias Señor, que sigues a nuestro lado. Gracias por que nos das el gozo de tu presencia
salvadora, nos regalas la alegría de tu perdón. Sigue dándonos tu mano y recuérdanos que
otros esperan nuestra cercanía y ternura
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