LISTA DE GRADUADOS. REFORMA PARA CIENCIA POLÍTICA (RCP) PROPUESTA PROGRAMÁTICA En las aulas de nuestra carrera de Ciencia Política, entre sus estudiantes, graduados y profesores palpita un deseo de cambios profundos en su gestión. Hay una demanda de presencia activa de la dirección en los problemas diarios, de apertura al protagonismo de los claustros en las decisiones que le atañen, de funcionamiento de los órganos colectivos dispuestos en su estatuto. En una carrera que cumplió treinta años sin mayores reformas de su currícula, aparece en el centro de las preocupaciones la sensación de un largo estancamiento en el contenido de su plan de estudios al que se juzga distanciado y marginado de las nuevas experiencias políticas y las nuevas corrientes de pensamiento que atraviesan el país, la región y el mundo. Ha madurado la necesidad de una profunda discusión democrática y plural de nuestra currícula, orientada a aumentar el peso de los estudios de la historia y el pensamiento político argentino y latinoamericano y del análisis de nuestra realidad política y la de nuestra región, en el contexto de un mundo sumido en una larga y profunda crisis. Es a partir de su impulso como nuestra carrera puede convertirse en una activa productora de conocimientos de nuestra realidad y hacer realidad una enérgica inserción en el debate público. En los doce últimos años hemos asistido en el país a una revalorización de la política que tiende a revertir su desprestigio operado en los tiempos de la utopía neoliberal, que pretendía reducirla a mera administración de una sociedad de mercado, tendencialmente cada vez más injusta y excluyente. La agenda de esta transformación tiene en su centro la cuestión de un papel activo del Estado en el impulso a la producción, la ampliación del mercado interno y la redistribución de la riqueza, así como una ampliación de la autonomía de la política respecto de las presiones de las grandes corporaciones y un claro ejercicio de la soberanía nacional, el compromiso con la integración regional y los procesos de cambios que se desarrollan en su interior. Ese proceso estimula un debate de ideas del que nuestra carrera, a pesar de su nombre y de su prestigio no ha estado de ningún modo a la altura. Se han abierto en el país debates como los que rodearon y rodean a la ley de medios audiovisuales y su puesta en cuestión de la relación entre política y medios, a las iniciativas de ampliación de derechos individuales y sociales y hasta una nueva ley electoral y de funcionamiento de los partidos políticos que han carecido, en lo fundamental, de un aporte específico de nuestra carrera. En otro orden de cosas, los últimos años han sido testigos de una expansión sin precedentes de la investigación y las carreras de posgrado en nuestro país, de la cual las ciencias sociales en general y la ciencia política en particular no han sido ajenas. Nuestros graduados y docentes se desempeñan cada vez más como investigadores y culminan su formación de posgrado, sin que ello resulte en una integración con los contenidos dictados en las aulas de nuestra carrera. Por ello resulta necesario promover la integración activa de la carrera con las áreas de investigación y posgrado de la Facultad. Y consolidar y profundizar la investigación en ciencia política, junto al Instituto Gino Germani, el Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, el Centro de Estudios en Ciudadanía, Estado y Asuntos Políticos (CEAP), el Centro de Estudios en Transferencia del Conocimiento y la Tecnología (CETCOT), el CONICET y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, y otras Universidades nacionales, latinoamericanas y de otras regiones. Por un debate amplio de los contenidos de nuestra carrera. Por una dirección activa y presente en la vida cotidiana de sus aulas. Por un funcionamiento pleno de la Junta de Carrera, como expresión del pluralismo y la participación de los claustros. Por una profunda discusión que culmine en un nuevo plan de estudios. Por una carrera articulada con la investigación y el posgrado. Por un aporte sistemático desde nuestra carrera a la vida política y a sus debates. Para que el conjunto de estos cambios genere una gestión más democrática, plural y participativa. LOS EJES DE LA PROPUESTA DE REFORMA 1) Pensar la Carrera en el debate epistemológico sobre la disciplina Desde fines del siglo XX todas las disciplinas sociales se han enfrentado a la recurrencia del debate sobre la validez del objeto de estudio y de los métodos para abordarlo. En lo que suele llamarse el mainstream de nuestra disciplina (especialmente en la ciencia política norteamericana) esos debates se limitan a sofisticar el paradigma positivista (en variaciones conductistas o sistémicas), excluyendo de los márgenes de la disciplina a aquellas perspectivas teóricas innovadoras. Esta crítica no es nueva: desde la tradición europea continental la formuló Giovanni Sartori hace diez años, en un reconocido artículo denominado “Hacia dónde va la Ciencia Política”, desde el cual reaccionó ante la aridez de la academia norteamericana recomendando usar la lógica al pensar, pero pensando antes de contar. No es que la tradición comparativista europea pueda mostrar mayores resultados: se ha vuelto evidente la ausencia de una nueva generación de estudios politológicos que renueven los marcos disciplinares, y quienes se han aventurado en esa dirección lo han hecho desbordando los estrechos límites de la política comparada. El debate sobre los límites de lo que es y lo que no es la Ciencia Política (o, lisa y llanamente, de lo que es y no es discurso científico) no se limita a los centros de investigación del Norte, sino que nos atraviesa cotidianamente en nuestra práctica científica y nos obliga a pensar, desde nuestra situación, estrategias metodológicas que articulen diferentes métodos y al mismo tiempo postulen la especificidad de nuestro objeto de estudio y modo de abordarlo. Dentro de nuestra facultad, la ausencia de un debate en el cual procesar dichos ensayos de innovación metodológica deriva en muchos casos en formas de censura, sostenidas en la reproducción acrítica de marcos interpretativos fosilizados. Ello no nos afecta exclusivamente en calidad de estudiantes, investigadores o docentes, sino que limita nuestra capacidad de interpretar nuestro presente con un vocabulario propio. El monopolio epistemológico de un conjunto de metodologías (en general, basados en el método comparativo, en perspectivas institucionalistas y en técnicas cuantitativas) excluye la potencia de la filosofía política y constriñe la construcción de aproximaciones que articulen la sociología, la etnografía o la economía. Ello delimita un espacio muy acotado para aprehender la complejidad de los fenómenos políticos y para abordar críticamente, desde su polisemia, conceptos clave como democracia, representación, estado o poder; obturando la potencia de nuestra disciplina para aportar al desarrollo político y social. 2) Fortalecimiento del enfoque latinoamericano de la carrera En este mismo marco de debate entre lo que es ciencia y lo que no, los centros productores de conocimiento imponen sobre las naciones periféricas, sus construcciones conceptuales, embelleciéndolas con becas, pasajes y congresos, como regalo accesorio para sus seguidores nativos. Esta arraigada tradición ha llevado a la Ciencia Política a mirar con lentes ajenos su propio contexto. Así fue como a los gobiernos transformadores, nacionales y populares, se los definió bajo el mote de populismo, dotando al concepto de pueblo de una negatividad realmente escandalosa. La matriz dominante se extiende en la periferia y coloniza la mirada. Así, desde esos lugares se nos parece decir: las realidades deben ajustarse a las lentes y no las lentes a lo que nuestros ojos quieren ver Evitar estas trampas es una de las tareas del presente, reivindicando el pensamiento nacional, popular y latinoamericano como parte fundante de nuestra disciplina. Mariano Moreno, Castelli, Martí, Mariategui, Linera, Ramos, por citar solo algunos nombres, deberían ser para un politólogo referentes centrales de su formación como hoy lo son Marx, Weber o Sartori. Por ello, proponemos reforzar la mirada latinoamericanista a lo largo del conjunto de la cursada, convirtiendo este sesgo en el carácter distintivo de nuestra currícula. En este sentido, proponemos la incorporación de Teoría Política Latinoamericana, en el cuerpo central; la transformación de la orientación Política Latinoamericana, en Política Argentina y Latinoamericana, y la construcción de una cabecera obligatoria para dicha orientación. 3) Gobierno y políticas públicas Un tercer punto a tratar, es el de la orientación de Administración y políticas públicas. La propia palabra Administración presupone la idea de una gestión neutral, “apolítica” del aparato del Estado. Esta falacia, tan de moda en los ’90, cuando se creo la orientación, se demostró ocultadora de una realidad donde los poderes fácticos controlaban el aparato estatal. Por ello, preferimos la denominación Gobierno, para enfatizar el carácter político de dicha administración. En este marco, el nuevo Estado nacido en el 2003 de la mano de Néstor Kirchner, hoy solidificado, adolece aún de funcionarios capaces de construir y gestionar políticas. En este punto, la carrera de Ciencia Política debe poder dar cuenta de esta demanda formando profesionales capaces de cumplir este rol técnico – político. Sin dudas, no le cabe a la Universidad, formar militantes de tal o cual corriente, pero sí incorporar en la mirada de sus egresados, la importancia de la mirada política a la hora de conducir el aparato estatal. Ideas y propuestas las anteriormente expuestas que proponen comenzar a plantear nuevas líneas para un nuevo Plan de Estudios, que expresa su nueva lógica en la construcción de un modelo de formación diferente. 4) Recuperación del vínculo entre la carrera y los espacios de investigación El último punto refiere a la recuperación del vínculo entre los espacios de investigación y el postgrado con la currícula de la carrera. Si bien este punto no atañe directamente al Plan de Estudios, se plantea como un eje necesario para pensar la relación que debe existir entre la producción y la trasmisión de pensamiento con las actividades de docencia y de extensión. Hoy la actividad de investigación en el marco de la carrera se encuentra totalmente coartada por la falta de una actitud activa por parte de la Dirección de la misma, capaz de tender puentes no solo hacia la investigación sino que de generar espacios de encuentro entre los propios docentes, de manera tal de que puedan compatibilizar los contenidos dados en cada una de las asignaturas, en vistas a lograr una lógica incremental del conocimiento. Asimismo, este punto plantea el debate sobre la formación que ofrece la carrera en relación a la investigación, que sin dudas es limitada. La predominancia del enfoque enciclopedista y la limitada presencia de herramientas que tiendan a formar a lo/as estudiantes en la actividad de investigación científica constriñe la posibilidad del ejercicio de varias de las incumbencias profesionales de los graduados en Ciencia Política. Todo plan de estudios en una institución universitaria, en tanto espacio de reflexión crítica y construcción de conocimiento por excelencia, debe asumir la formación en investigación como uno de sus ejes centrales. No hacerlo es desconocer una de las misiones de la universidad, lo que conlleva consecuencias peores para una universidad pública, productora y movilizadora de conocimiento público. Por lo tanto, el fortalecimiento de nuestras capacidades en relación a estos puntos, aún para aquellos que no planteen su desarrollo profesional vinculado a tareas de investigación académica, constituye igualmente un eje nodal a debatir de cara a la construcción de una nueva estructura curricular, coherente con todos los objetivos de la formación.