Vocación a la existencia Es la primera vocación que Dios da al hombre, para que desarrolle el caudal de cualidades recibidas con la vida: cualidades intelectuales, emocionales, morales, sociales, físicas volitivas. El desarrollo de estas tiene que ser de forma progresiva y armoniosa, para que el hombre llegue a ser alguien la vida: una persona generosa, honrada, responsable, capacitada para un trabajo o una profesión. La alegría de ser llamado por Dios, debe motivar profundamente nuestra aventura por la vida terrenal como esos dos personajes de la parábola de los talentos, que una vez que su amo les dio unos talentos para que los trabajaran; en cuanto el amo sale del lugar éstos van a invertir sus talentos para ganar el doble de lo que habían recibido. Llega el amo después de un tiempo y los llama para que le rindan cuentas; como habían puesto a trabajar cada una de las cualidades recibidas, no tuvieron ningún problema. Eso representan los talentos recibidos, cualidades otorgadas por Dios el día de nuestro nacimiento para ponerlas al servicio de los demás. Tu grandeza de hombre crece en la medida que vas realizando el plan que Dios tiene para ti. Que si quieres llegar a ser totalmente hombre, tienes que ser totalmente cristiano y abrirte a los valores de la gracia: éstos te permiten llevar a cabo actividades, de otro modo, casi imposible o por lo menos de éxito muy relativo. Que la perfección adquirida, en fin, hace resplandecer en ti la gloria de Dios, además de proporcionarte una gran satisfacción interior y , desde luego, disponerte para un premio eterno. Explícame porque... ¿Por qué Dios me llama a la santidad? ¿Podré yo, en realidad, alcanzarla? ¿Y qué me impide, en fin, llegar a ella? Lo que pasa es que Dios nos llama a vivir santamente para que nos parezcamos a Él, que es la santidad perfecta. Y la santidad la vamos logrando día con día, en cada una de nuestras actividades que realizamos en los diversos lugares: respetar a los otros, motivarlos cuando están decaídos, cumplir alegremente todo cuanto nos es encomendado en la familia, en la escuela, en el trabajo, etc. Como vez, basta abrir toda nuestra persona a la voz de Dios que nos habla diariamente en quien menos nos lo imaginamos: en el amigo, el papá, la mamá, hermano, hermana, en la misma naturaleza; en todo aquello que nos recuerda que somos hijos y herederos de Dios. Vocación a la santidad Dios llama al hombre a que se santifique, a que sea virtuoso, según su corazón, hombre de la creación nueva y redimida por Cristo. Hombre llamado a seguir a Jesucristo y a dialogar filial e intensamente con Él, que es dócil al impulso del Espíritu Santo; que participa en la vida activa de la Iglesia, que tienen firme esperanza en la realización de todas sus promesas. El llamado divino a la santidad mira el desarrollo de las posibilidades de su ser (Hombre) cristiano: que la pequeña semilla inicial de bautizado alcance en ti su espléndida madurez, que es la santidad adulta. Vocación al apostolado Aparte de la vocación a la existencia, a ser santo, Dios llama a que seamos hombres apostólicos. No es otra cosa sino hacer fructificar los dones del Espíritu Santo, recibidos en los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, en bien de los demás, para que ellos también conozcan la verdad y se salven. Dios llama pues a evangelizar, estos es, a anunciar las verdades de la fe cristiana que profesamos; verdades que liberan al hombre, que lo elevan, lo salvan, en especial, la verdad sobre Jesucristo y su obra; todo esto con el propio testimonio de la vida y la palabra. Por lo tanto: ¿Todo cristiano debe ser apóstol? ¿Podré yo llegar a ser apóstol? ¿Cuál es concretamente, mi labor apostólica? De ante mano por el hecho de ser cristiano ya implica ser apóstol, por consiguiente todos fieles tienen la responsabilidad de propagar las verdades de la fe que ha recibido. Y pos su puesto que tú también puedes ser apóstol, todo depende de tu generosa respuesta al llamado de Dios. Muchas son la formas por las cuales puedes ejercer tu labor apostólica: testimoniando a Jesucristo con tu vida, ejerciendo las obras de misericordia, en las relaciones interpersonales sanamente, en algún servicio que prestes a la comunidad o parroquia las que perteneces (liturgia, el coro, ministro, acolitado). A partir de este momento comenzamos a entrar en la parte de los estados de vida a los que Dios nos ha llamado para permanecer el resto de nuestra vida, ejerciendo cada uno de los dones que nos ha dado, poniéndolos al servicio de los demás, incluyendo al profesión (maestro, doctor, arquitecto, etc.) por la que se ha optado. Todos por designio de Dios participamos de alguno de los estados de vida existentes. Los estados de vida son: El llamado al Matrimonio El llamado a la vida de soltero El llamado a la secularidad consagrada El llamado a la vida consagrada El llamado al sacerdocio (*) Nota: por estado de vida se entiende un modo propio y estable de ser y de actuar de una persona adulta al ocupar un lugar definitivo, externo y público, en la comunidad eclesial. (*) P. Alejo Barbero, Orientaciones sobre la vocación y el destino de tu vida, Ed. Paulinas, México D.F.