VIRTUDES La templanza natural es: dominio del gusto y del tacto que impone la razón, de forma que el hombre y la mujer se guíen por la moderación y no sean esclavos de los placeres sensibles. Se puede practicar por motivos bien diversos. La templanza cristiana: virtud cardinal que orienta y modera la tendencia a los placeres sensibles para que la persona se mantenga dentro de los límites que le señala la fe. San Agustín concreta la templanza en “la entrega de un amor entero” (De las costumbres de la Iglesia I): se precisa dominar y orientar las pasiones y los instintos (aspecto positivo de la templanza). Las pasiones en sí mismas no son malas: suponen una riqueza de la psicología del hombre y de la mujer. La más fundamental es el amor, que culmina en el placer y el gozo del bien poseído. El pecado original introdujo en el hombre un desequilibrio que afecta a la relación entre la razón, la voluntad y las pasiones. “Pertenece a la perfección del bien moral o humano el que las pasiones estén reguladas por la razón” (CCE 1767). La tendencia natural hacia el placer que se obtiene en la comida, bebida y deleite sexual es la forma de manifestarse de las fuerzas naturales más potentes que actúan en la conservación del hombre. San Pablo castiga su cuerpo y lo domina para ser fiel al Evangelio y salvarse (1 Cor, 9 27). También alienta a Timoteo para que predique a los cristianos esta misma ascesis (2 Tim 4, 1-8). Estímulo fundamental para vivir la templanza: el amor a Dios. Gracia de Dios y entrega amorosa del hombre a Dios suponen el dominio de las pasiones. CCE 2015: “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas”. “Todo lo útil y lo honesto es deleitable, pero lo deleitable no siempre es útil ni honesto” (S. Th. II-II, q. 145, a. 3). Pecado por exceso contra la templanza: la intemperancia: Relativo al exceso en la comida y la bebida, en el afán desordenado de poseer y en lo relativo a la vida sexual: - Placer del comer y beber: anexo al deber de conservar la vida. Por ello es lícito. Pero la concupiscencia puede suscitar un desorden, de forma que uno conscientemente se extralimite en la medida a causa del placer producido por los alimentos. “La gula contraría al amor de Dios, fin último amable sobre todas las cosas” (S. Th. II-II, q. 148, a. 2, ad 2). - Las cosas son buenas: poseerlas y usarlas es honesto. Pero el desorden que lleva a poner en los bienes el corazón con pasión, hace al hombre esclavo de las riquezas. Llega a fomentar la avaricia o a emplear medios injustos para adquirirlos. - Placeres sexuales: sexto mandamiento. Los pecados en este ámbito reducen al hombre al puro instinto como los animales, ofuscan la inteligencia y embotan la voluntad. Pecado por defecto contra la templanza: la insensibilidad Es el rechazo total del placer, incluso de los placeres necesarios para la conservación del individuo o de la especie, por un afán de puritanismo o con el deseo de no mezclarse con lo que, despectivamente, se considera un mal. Los placeres sensibles en el triple campo de comidabebida, posesión de cosas y sexualidad están de acuerdo con la “recta razón”. Pero se puede renunciar a ellos por muchos motivos nobles, como la salud, o aumentar la fuerza física, o por valores más altos como la mortificación, vivir la pobreza, la dedicación a Dios (celibato apostólico, virginidad consagrada...), etc. Virtudes anexas a la templanza (derivan de ella y la acompañan): Humildad: modera el apetito desordenado de la propia excelencia (vicio opuesto: la soberbia, origen y causa de todos los pecados). Modestia: inclina al hombre a comportarse en todas sus manifestaciones internas y externas dentro de los límites propios a su estado y posición social. Hace referencia especialmente al cuerpo y al adorno del mismo. Mansedumbre: modera el carácter según la recta razón (vicios opuestos: iracundia, indignación desmedida...). Clemencia: inclina al superior a mitigar el castigo que debe imponer al culpable (vicio opuesto por exceso: crueldad; por defecto: excesiva blandura). La mortificación ayuda al individuo a lograr el dominio de las pasiones, y a encontrar equilibrio psíquico. Incluye la abstinencia de ciertos gustos en sí mismo lícitos, lo que facilita que se progrese y se alcance otras etapas en la lucha ascética. Con la mortificación se logra también la sobriedad, la cual permite mantenerse en la medida de lo verdaderamente útil y conveniente, y se adquiere mayor sensibilidad para los valores del espíritu. Vivir sobrenaturalmente es el mejor medio para dominar y orientar las pasiones. El hombre debe valorar el sentido de los placeres sensibles que son buenos, y al mismo tiempo, percibir la superioridad que encierran los placeres espirituales. 1.- ¿las pasiones son malas? Las pasiones en sí mismas no son malas: suponen una riqueza de la psicología del hombre y de la mujer. 2.- ¿Cuál es la motivación más grande, para que un cristiano vivía la ascesis? Estímulo fundamental para vivir la templanza: el amor a Dios. 3.- ¿Cuáles son los tres ámbitos en los que se vive especialmente la virtud de la templanza? a) Exceso en la comida y la bebida, b) en el afán desordenado de poseer, c) en lo relativo a la vida sexual. 4.- ¿Cuáles son los dos tipos de pecado contra la virtud de la templanza? Pecado por exceso la intemperancia: abuso del placer Pecado por defecto la insensibilidad: eliminar el placer 5.- ¿Por qué una persona humilde vive la virtud de la templanza? Porque la persona humilde es la que reconoce con verdad lo que es. Por tanto no se ensalzara más de lo que no es (soberbio), ni tampoco se degradara menos de lo que es. Todo en el punto exacto, y así vive moderado.