REVISIONES, ANÁLISIS Y REFLEXIONES LA NOTABLE FORTALEZA DE UN PARADIGMA MÉDICO Ricci, Ricardo Teodoro* Desde los años sesenta sabemos que un paradigma, al estilo del enunciado por Thomas Khun, es una forma particular de ver las cosas, una forma de percibir la realidad. Un paradigma es invisible para él mismo, uno no puede percibir que se halla inmerso en él. Un paradigma es inconmensurable, lo abarca todo, impone su imperio en todo el campo posible de la ciencia y no permite la coexistencia de otras formas de ver el mundo. Esto es por lo menos lo que anunció Kuhn en su famoso y tan citado libro “La estructura de las revoluciones científicas” de 1962. En medicina se halla instalado fuertemente desde los comienzos de la modernidad el llamado paradigma biomédico. Las causas de las enfermedades están en el cuerpo. A nivel de sistemas, de órganos, de tejidos, de células o de moléculas, las enfermedades para ser “reales” deben tener asiento en la estructura bio – físico – química del cuerpo humano. En los últimos cincuenta años se ha profundizado más aún en esto, los daños pueden hallarse en el ámbito cromosómico, molecular. Si bien otras corrientes han advertido sobre la descuidada simplicidad de este enfoque, el paradigma se ha mantenido y actualmente aún es muy poderoso y consistente. La medicina psicosomática, el psicoanálisis, otras corrientes psicoterapéuticas y últimamente una perspectiva que propone una mirada desde los Sistemas Complejos Adaptativos, no han logrado que ese paradigma biomolecular se resquebraje. Los avances de la medicina occidental han sido fantásticos, el desarrollo de la misma dentro de su perspectiva paradigmática ha sido portentoso, en algunos casos milagrosos. Pero el modelo no tiene asegurada su supervivencia pues no ha logrado y creo que no lo hará nunca, explicar toda la patología que el hombre es capaz de manifestar y padecer. Por otro lado la terapéutica empleada resulta ineficaz en muchos casos, enfoques alternativos han dado cuenta de malestares humanos que la medicina científica no logró sofocar. Kuhn advirtió que cuando comienzan a surgir anomalías, es decir eventos que el paradigma no puede explicar, ese modelo corre el riesgo de perder hegemonía y entrar en fase disolutiva. Personalmente no creo que las cosas sean tal y como Kuhn las presenta, creo que modos alternativos de ver el mundo conviven con el modelo * Cátedra de Antropología. Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Tucumán más difundido. Lo que sí creo es que la fuerza de éste y de la comunidad científica que lo sostiene y alimenta es tal que tiende a opacar otras posturas, en general descalificándolas científicamente, es decir en el propio terreno de juego donde él mismo es el patrón. Los paradigmas sean o no al estilo Kuhniano, son verdaderamente fuertes y poseen la tendencia a ser, como dijimos, hegemónicos y excluyentes. El propósito del presente artículo es realizar un comentario y variaciones acerca de un artículo publicado el 26 de septiembre de 2006 en el New York Times, Sciece Desk, Pg 1, firmado por Erika Kinetz. He leído ese artículo en inglés por lo que me propongo traducirlo libremente, agregando comentarios y experiencias personales, en eso constituirán fundamentalmente las variaciones. Asumo la responsabilidad de mi trabajo y no la delego en la autora del artículo original, cualquier deformación respecto del original corre por mi cuenta y riesgo. Is hysteria real? Brain images say yes. 1 Ese es el nombre del artículo en cuestión, su desarrollo es impecable tanto desde el punto de vista literario como científico; veamos un poco como se desarrolla. La histeria es una enfermedad de aproximadamente 4.000 años que ha sido aplicada a no pocos conjuntos de brujas, santos y por supuesto a Anna O. (en cursiva desde ahora la traducción). Para quienes no lo saben Anna O. es el seudónimo que Freud usa para nombrar a la paciente en la que describe los síntomas histéricos. Se ha nombrado esta enfermedad de modo cada vez más esporádico en los últimos 50 años. Durante el siglo XIX se ha desvanecido como una extravagancia útil para las obras literarias pero siempre fuera de los estudios científicos contemporáneos serios. Durante la mayor parte del siglo pasado, La búsqueda de la base neurológica de la histeria ha sido ignorada. El crecimiento de la habilidad para captar imágenes del cerebro en acción mediante SPECT (single photon emisión computerized tomography), y PET (positron emisión tomography) ha comenzado a cambiar la situación. Si bien los estudios son incipientes, estos han comenzado a poner nuevamente la mente dentro del cerebro, 1 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA - VOL. 8 - Nº 1 (2007) Kinetz, E. New York Times. September 26,2006; Science 39 identificando las evidencias físicas de una de las más huidizas, controvertidas y desafiantes enfermedades. A pesar de que no se hablaba de Histeria, los médicos de los hospitales generales, entre ellos psiquiatras desafiaban a quienes no creen en ella a concurrir a las guardias hospitalarias cuando están atestadas de pacientes. Todos los que hemos hecho guardia en nuestros períodos de entrenamiento efectivamente no la nombrábamos, decíamos simplemente “Ahí tenés una H”, para referirnos a alguna persona con diagnóstico evasivo que había ingresado a alguno de los boxes de la sala de guardia. Hacia los años ochenta se cambió su nombre, en el DSM III (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders III) la Asociación Americana de Psiquiatría pasó a denominarla “Desorden de conversión”. Extraoficialmente lo que se denominaba Histeria se comenzó a llamar desorden funcional, no – orgánico, psicogenético o médicamente no explicado. Los pacientes que poseían estas características rondaban el 40 % de las consultas de la atención primaria. Por supuesto, el cambio de denominación no alteró para nada los síntomas que continuaban presentándose como cuando se hablaba de histeria. Continuó siendo un motivo de consulta muy común en la práctica médica. No todos los médicos estuvieron de acuerdo en los criterios y tipificaciones diagnósticas. La epidemiología es difusa, las estadísticas dan cuenta de una frecuencia del 1 al 4 % de todos los diagnósticos en los hospitales occidentales. Los síntomas son heterogéneos, van desde afecciones de la motilidad voluntaria y la sensibilidad hasta la ceguera, la parálisis y las pérdidas de conocimiento súbitas. Las dos cosas que los pacientes tienen en común son: primero, no están fingiendo y segundo, que a pesar de los extensivos testéos los médicos no pueden hallar nada “medicamente” malo en ellos. Me tomo la libertad de connotar la palabra encomillada pues tiene que ver de manera directa con las reflexiones que más adelante propondré. Hablar de Histeria “es un retroceso freudiano, vamos a hablar de ciencia en serio”. Frase sin dudas muy escuchada también en nuestro medio. No nos distraigamos con esas patologías perimidas pertenecientes al siglo XIX. La palabra histeria en realidad precede en mucho a Sigmund Freud, proviene de “hystera” que en griego quiere decir útero. Los antiguos médicos atribuían gran número de enfermedades femeninas a úteros hambrientos o mal colocados. El mismo Hipócrates recomendaba el matrimonio como 40 tratamiento de esos males. Luego vinieron los santos, los chamanes y los poseídos por el demonio. En el siglo XVII se consideraba que la histeria era la segunda enfermedad en frecuencia, sólo superada por la fiebre. Jean Martín Charcot y Pierre Janet actualizaron, en el siglo XIX, la mirada médica acerca de ésta enfermedad y finalmente Freud cambió la perspectiva acerca de ella y la popularizó. La innovación de Freud consistió en acuñar el término “conversión” para describir el mecanismo por el cual conflictos inconscientes no resueltos eran transformados en síntomas físicos. Esa postura, en la que el cuerpo ponía de manifiesto los dramas de la mente, tardaría en ser reemplazada. A pesar de eso cantidad de médicos continuó creyendo que en la histeria algo andaba mal en el cuerpo, un útero infeliz, nervios demasiado frágiles, o la bilis negra del hígado eran sindicados como los responsables de la patología. Algo en el soma era el origen de los desmayos, de las crisis de llanto, de las aflicciones y de los dolores. Freud cambió el sentido de la causalidad, algo en la psique era expresado físicamente en el cuerpo. Para los actuales neurocientistas no existe esa tal separación entre el cerebro físico y la mente. El desarrollo de la neuroimagenología ha llevado a que se intente obtener la representación cerebral de la histeria así como se ha hecho con otras patologías neuropsiquiátricas. Parece que se estaba en una senda similar a la recorrida por la epilepsia, cuyo “gran mal” alguna vez se denominó enfermedad sagrada, y quienes la padecían eran elegidos de los dioses. Se apuntó a los centros responsables del procesamiento de las emociones como aquellos responsables de efectuar modulaciones anómalas en los circuitos neurales del sistema sensorio – motor. En la última década se efectuaron numerosos estudios a pacientes afectados por parálisis histéricas. Los pacientes con parálisis histérica poseen nervios y músculos saludables. Su problema no es estructural, es funcional: aparentemente algo funciona mal en las estructuras más evolucionadas de la mente humana que gobiernan la intencionalidad del movimiento y el movimiento mismo de los miembros. Una frase que resulta particularmente representativa y que analizaremos más adelante: Los actores mudos de esta danza están bien, es el brillante y complejo director el que tiene el problema. Realmente suena al dualismo cartesiano más recalcitrante, a la negación absoluta de la emergencia de la función cerebral a partir de su compleja red neuronal. Suena a que el cerebro, “el brillante director”, fuera una cosa REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA - VOL. 8 - Nº 1 (2007) (res cogitans), completamente diferente a los saludables nervios y músculos (res extensa). El movimiento de una extremidad tiene momentos bien definidos: la iniciación o voluntad de efectuarlo, la planificación y alistamiento para que se produzca, y finalmente la ejecución. Desde Charcot se conocía que el malfuncionamiento podía hallarse en cualquiera de esos estadios. Las imágenes cerebrales tienen mucho que develarnos al respecto. En el año 1997 se publicó un trabajo que fue publicado en Cognition, en el que el autor, el Dr. Halligan de Cardiff y sus colegas analizaron el cerebro en funcionamiento de una mujer que presentaba una hemiplejia braquiocrural izquierda, en la que todos los estudio practicados mostraban indemnidad del sistema nervioso. Cuando la mujer trataba de mover su “pierna paralizada”, su cortex motor primario no se activaba como se podía esperar que lo hiciera, en cambio su región orbito frontal derecha y su corteza cingulada anterior derecha, partes del cerebro que se encuentran asociadas con la acción y la emoción, resultaban activadas. Ellos entendieron que esas áreas cerebrales relacionadas con la emoción eran las responsables de suprimir el movimiento de su pierna paralizada. La paciente deseaba mover su pierna, pero las áreas del hemisferio derecho mencionadas contradecían la orden. Ella lo deseaba, pero su pierna no se movía. Subsecuentes estudios apuntalaron la idea de que partes del cerebro involucradas en la emoción, podían ser inapropiadamente activadas en pacientes con desordenes de conversión, y de ese modo inhibir el normal funcionamiento de los circuitos cerebrales responsables del movimiento, de las sensaciones y dela vista. Estos descubrimientos pueden llegar a tener en el futuro implicancias diagnósticas importantes, pueden ayudarnos a revertir la idea de que si en los estudios convencionales no se ve nada, no tienes nada, no estás enfermo. Un estudio efectuado en 1965 extensamente citado nos informaba que la mitad de los pacientes que eran diagnosticados como síndrome de conversión resultaban ser enfermos neurológicos en realidad. En la actualidad, los estudios mencionados han permitido que ese porcentaje disminuya entre el 4% y el 10%. El paciente podrá ser tratado en el mismo lenguaje en el que consulta, tiene síntomas somáticos, se le efectuarán estudios y tratamientos somáticos. Ciertamente es un alivio para los profesionales de la medicina, a muchos de ellos les disgustan los pacientes afectados por el desorden de conversión, o dicho en términos antiguos, los histéricos. Estos pacientes tienen mala fama y son peor comprendidos. Sus síntomas son minimizados y su sufrimiento menospreciado. Son acusados de simuladores y falsificadores de enfermedades. Su precordialgia no es la misma que la de una angina de pecho, su parálisis o su ceguera son de poca jerarquía sintomática. Sin embargo son pacientes que sufren su condición, que se ven limitados en sus vidas y en sus expectativas. Son pacientes que pueden eventualmente ser vistos como emergentes de sistemas humanos enfermos. Sistemas que por otra parte no se sienten responsables ni perciben que la realidad del paciente tiene que ver con sus propias conductas o comportamientos. Los pacientes “nerviosos” son emergentes de sociedades descompensadas, de comunidades injustas, inequitativas, egoístas, exageradamente competitivas. El paciente histérico como cualquier otro paciente enferma como puede no como quiere. Los “nervios” son la manifestación de las soledades, de las angustias, de los miedos. La somatización es un fenómeno repetido en todas las culturas, los “ataques de nervios”, las palpitaciones, las cefaleas, las epigastralgias, el asma, las dermatitis y muchos más son manifestaciones del dolor humano esencial. Son manifestaciones propias del ser que todavía no es, del ser que está en camino de ser. Estas sentencias algo acaloradas pueden sonarnos sensatas y portadoras de algo de sentido. Sin embargo nuestro paradigma imperante no tolera estas debilidades. El paradigma biomédico goza de buena salud. Para que una enfermedad sea comprendida debe ser evidenciada en su forma física. “¿Es la Histeria real, verdadera? Las imágenes cerebrales dicen SI”. Bien, y... ¿qué pasaría si dijeran NO? Por ese motivo la histeria o como se decida llamarla, ¿dejaría de existir? El paradigma dominante y excluyente, a pesar de que desde hace medio siglo ha comenzado a hacer agua, nos impone sus condiciones. Lo que no se ve, no existe. Lo que se ve (en el sentido de ser percibido por los sentidos), desde el nivel de los astros hasta las moléculas, eso es real, eso es verdadero. Esto es lo que he denominado la notable fortaleza de un paradigma médico. La medicina ha vivido otros paradigmas en su larga historia. Unos han pasado, otros aún persisten. Unos se perdieron en la noche de los mitos y otros se olvidaron como modas que incomodan. A pesar de las idas y vueltas la Medicina sigue teniendo el mismo susurro en su oído a veces distraído: Ayúdame, dame una mano, me duele, REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA - VOL. 8 - Nº 1 (2007) 41 no veo, sálvame, estoy paralizado, deseo escuchar, me voy a morir..., me voy a morir. Los mil gritos del sufrimiento humano. Benditos sean los logros de los paradigmas, pero que no nos oculten el rostro humano de la enfermedad. Que no nos ocurra a los médicos tener sorderas histéricas respecto de nuestros pacientes. Estemos atentos, al pastorcito mentiroso también se le apareció el lobo. Que no nos pase que por tener momentáneamente la posibilidad de vivir entre sonrisas, olvidemos el llanto, la soledad y la miseria. Nadie está exento de sufrir, quizás esta sea nuestra mayor similitud. En el momento de expresar mi necesidad espero que el que me preste el oído sea un ser humano, un médico y no un paradigma descarnado, decrépito, desconfiado, orgulloso y sordo. Sordo por que entiende erróneamente que todo ruido es su ruido, que toda realidad es su realidad y que toda verdad es su verdad. LECTURAS ? Kinetz, E. “Is hysteria real? Brain Images say yes. New York Times, September 26, 2006; Science Desk, Pg 1. ? Maturana, H. “Amor y Juego. Fundamentos olvidados de lo humano”. Instituto de Terapia Cognitiva, Santiago de Chile, 1995. ? Canguilhem, G. “Escritos sobre medicina”. Amorrortu, Buenos Aires, 2004. ? Bruner, J. “Realidad mental y mundos posibles”. Gedisa, Barcelona 2001. “Acompañando la investigación y la divulgación científica” 42 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA - VOL. 8 - Nº 1 (2007)