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El mundo en 2008
¿Crisis? o el cuento de Chimidyue
Isabel Salsamendi Extremiana
La crisis económica se nos ha echado encima como a la pequeña Chimidyue el
bosque, cuando se perdió siguiendo a una gran mariposa azul. Al igual que la
niña indígena del cuento amazónico, no reconocemos los nuevos contornos de
lo que nos rodea y, lo que es peor, desconocemos el camino que nos ha
llevado hasta aquí.
En contra de los análisis predominantes, la debacle del sistema capitalista no
hunde sus raíces en el terremoto financiero provocado por las subprime, que
ha sido el detonante del hundimiento del mercado inmobiliario en EEUU y
Europa. Ni siquiera, el voraz apetito de materias primas y recursos desatado en
los nuevos tigres de Asia.
La hecatombe de los mercados financieros a nivel mundial es solo el efecto y
no la causa de los movimientos tectónicos de un modelo económico, en
proceso de transformación, que se enfrenta a una gran paradoja: el
consumismo, motor de su crecimiento, le conduce hacia una muerte irremisible,
ante su incapacidad para satisfacer las exigencias de millones de nuevos
consumidores chinos e indios. El patrón americano ya no sirve.
Como en el cuento de la selva, en este bosque los habitantes de la oscuridad
se comportan de forma extraña y se transforman en otros seres, obligándonos
a repetir como Chimidyue: “aquí nada tiene sentido”.
El fin de una era
La mariposa que nos ha conducido hasta el laberinto inició su vuelo con el
siglo, propiciando una transformación del tranquilo poblado en que vivía el
mundo desarrollado, al cambiar las relaciones de poder dentro de la OPEP, por
un lado, y romperse, por otro, el equilibrio mundial de seguridad que
disfrutábamos tras la caída del muro, con el 11-S.
El precio del petróleo, como dispositivo estratégico de la economía de nuestra
época, había evolucionado, desde la crisis del 73, en una horquilla entre los 10
y los 40 dólares el barril hasta el segundo lustro del siglo XXI. En 1998 las
extracciones domésticas de EE.UU, que alcanzaron su pico en 1970 con
12.000 barriles/día, cayeron hasta los 8.000 barriles/día haciéndole aún más
dependiente de las exportaciones de la OPEP, sobre todo de los países
árabes.
Este hecho lo unió EE.UU a su estrategia geopolítica. Tras la caída en 1989 del
muro de Berlín, y el posterior desmembramiento de la URSS, los enemigos,
comunistas e islamistas se concentraban en el Golfo Pérsico, cerca de su
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mayor aliado mundial, Israel. Esa fue la esencia del largo acuerdo de EE.UU
con los países árabes, petróleo y seguridad.
Pero en 1998 un nuevo elemento entra en escena, Hugo Chavez asciende al
poder y, el presidente venezolano presiona a la OPEP, de la que su país forma
parte como fundador -con sólo un 10% de la producción, pero con la mayor
reserva no convencional del planeta- para disparar las cotizaciones del crudo,
proponiéndose que no baje de los 100 dólares el barril.
En ese momento, los hedge funds angloamericanos, con figuras como Larry
Page, Sergei Brin, fundadores de Google, o George Soros y Bill Gates, migran
de la burbuja tecnológica y se lanzan al campo inmobiliario y a la compra de
tierras en Argentina y Brasil para plantar transgénicos convertibles en
biocombustibles. Es la manera que tiene el poder americano de librarse de la
fuerte dependencia de los productores petrolíferos árabes y de Venezuela. En
el año 2.000 , el especulador George Soros era el mayor latifundista de
Argentina, creando su imperio de transgénicos para bioetanol, Adecco Agro.
El 11 de septiembre de 2001 los cimientos del bosque de Chimidyue se
tambalean. Una facción rebelde islamista, Al Qaeda, demuestra que no
necesita la bomba atómica para ser letal, y lo hace cumpliendo la peor
pesadilla norteamericana….”en su propia casa”. Chimidyue tiene miedo y
quiere encontrar el camino de vuelta a un hogar seguro.
La respuesta de la administración Bush no se hace esperar. Tras el análisis del
nuevo escenario mundial, decide que los nuevos dueños del bosque serán los
países del BRIC , Brasil, Rusia, India y China. Esto, unido a la nueva política de
precios y falta de cooperación con la política norteamericana de la OPEP, hace
que la Casa Blanca declare que “el mundo no será nunca más el que era”.
Cañones y mantequilla
Cuando cunde la desesperación, la niña consigue que la maravillosa mariposa
azul le enseñe la salida. Las alas de la esperanza tienen para EEUU forma de
alimentos genéticamente modificados, los conocidos como transgénicos, GM,
EG, y un montón de siglas más que hacen difícil su reconocimiento y
regulación.
Pero unir en los transgénicos la energía y la alimentación ha sido una
perversión de consecuencias inmediatas, como se ha visto en mayo de este
mismo año en el que hemos sido testigos de una de las mayores hambrunas
de la historia. El uso del 30% de las cosechas para la producción de
biocumbustibles ha desencadenado la mayor subida de precios de cereales de
la historia, el arroz ha multiplicado por cinco su precio, y desencadenado
altercados y muertes en varios países del tercer mundo. Los cultivos
modificados genéticamente son resistentes a las plagas y proporcionan tres
cosechas al año. El problema es que sus efectos colaterales sobre la salud
humana están en entredicho y las plantas no dan semilla. Este hecho beneficia
a la empresa norteamericana Monsanto, productora del gas naranja con el que
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se gaseo Vietnam, quien controla del 70 al 100% del mercado de transgénicos
a nivel mundial.
EEUU cree que la varita mágica transgénica puede ayudar a resolver el
problema de la alimentación, pero también el energético, con su transformación
en biodiesel, donde Brasil, con quien ha firmado un acuerdo estratégico, es el
señor del bosque, con 850 millones de litros de producción esperada para
2008. Las oportunidades están abiertas para los países con grandes
extensiones agrícolas. No es casual que Soros sea hoy el mayor latifundista de
Argentina y, tras una inversión de 900 millones de dólares en 2007, también de
Brasil .
La estrategia de reemplazo del petróleo coadyuva a restar fuerza a países
islamistas y se perfecciona con la mano tendida a los amigos en zonas clave
del nuevo orden mundial, como India, a quien se apoya en su programa
nuclear, como la nueva pareja de baile de EE.UU, en la zona de influencia de
Irán, Irak, Afganistán y Pakistán, a pesar de no ser firmante de los tratados de
no proliferación, aunque sí un excelente comprador de transgénicos.
Seguridad, energía y alimentación son la tríada de fuerzas que pueden ayudar
a despejar la selva económica.
La clave, el azul de las alas de la mariposa
Las posiciones internacionales están fijadas. EE.UU está en India y Europa
haciendo el “indio”, en vez de poner las bases para consolidarse como
referente ético mundial que permita la transición del superado capitalismo
consumista al capitalismo sostenible, tan verbalizado como poco materializado,
sin necesidad de otra gran Guerra Mundial
Aunque hay una pequeña pega: no parece que el biodiesel pueda sustituir a los
hidrocarburos u otras energías de una forma eficiente. Además, los alimentos
genéticamente modificados consumen mucho agua, otro bien escaso.
El problema del agua es el nuevo bosque donde se perderá Chimidyue, pero
también la fuente de la eterna juventud. El corazón con el que escapa de la
jungla con alas de mariposa. Pero esa ya es otra historia.
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